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Mostrando entradas de marzo, 2017

VERDAD = MENTIRA

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Decía John Ford en “El hombre que mató a Liberty Vallance”, que, a veces, convenía privilegiar una mentira sobre una realidad. Que la mentira es despreciable solo cuando es nauseabunda, y que hay mentiras y mentiras, y mentiras denunciables junto a mentiras justificables. Las mejores son las que evitan un daño innecesario, y si no solo lo evitan, si no que encima producen pingües beneficios, así que se convierten en mentiras que merecen ser verdad… Por eso, al final, son más verdad que la verdad misma, y más bellas que la propia verdad. Es la belleza (y el rendimiento) de las mentiras. Una bonita (y necesaria) mentira que la verdad no puede (ni debe) estropear.  Un ejemplo entre muchos es el de Los Amantes de Teruel, que en este 2.017 cumplen, por cierto, 800 años de efemérides. Díganle a los turolenses que los historiadores dicen que es un bello cuento que nunca existió. Digámoselo a los que se tienen bien montado un negocio con él. Díganle que es un relato del siglo XV ambientad

NO VAYA A SER QUE...

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Dicen que los científicos suelen ser gente cartesiana y poco dados a raptos visionarios. Y que la racionalidad no les permite elucubrar en fantasías, por lo demás, indemostrables. De ahí el divorcio entre la ciencia y la religión, cuando antes, en su origen, fueron una sola y misma cosa. Pero los investigadores siguieron la senda de los postulados, las teorías y las leyes, y los sacerdotes el camino de las creencias, las fés y los dogmas… Aunque el punto final, al igual que el de partida, tenga que ser coincidente. Sin embargo, aún y así, siempre existe el científico, sensitivo más que iluminado, que vive entre ambas esferas de la aparente realidad.                 Ahí tienen el caso de Swedenbörg, por ejemplo. Todo un padre de la ciencia. Y un adelantado. Y un multidisciplinar como pocos, como muy pocos… Anticipó los principios y los primeros diseños del submarino, y del avión, descubrió el funcionamiento de las glándulas endocrinas, adelantó el descubrimiento de la formació

LIBERTAD DE...

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Habrá que admitir que lo de la famosa libertad de expresión está cada día más difícil de manejar, porque, libertad… ¿hasta dónde?.. Hasta que no se lesionen los sentimientos de alguien, se dirá… Pero, es que, siempre habrá algún alguien que pueda sentirse (aún falsamente) herido porque otro se exprese, o piense, u obre, distinto a él, ¿no?.. Bueno, pues cuando se exprese ofensivamente… Vale… ¿y qué se considera ofensivo?.. ¿que se meta con mis creencias, por ejemplo..?. O sea, libertad de expresión, sí, pero hasta dónde cada cual diga, o hasta dónde diga un creyente, un político, un avatar, un iluminado, un juez…                 El concejal Zapata, de Madrid, fue condenado y luego descondenado por ser un idiota maleducado, y es que el ser idiota, o el estar maleducado, o el ser tonto del nabo, no es un delito. Ni debe serlo, creo yo. Otra cosa es una formación política que le dé buena paga y buen cobijo a sus idioteces en un ayuntamiento. Ahí sí existe una irresponsabilidad.

EDUCAR EN...

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Pues que aún colea aquel “Ignorancias” de hace tiempo, y otro más, secuela del mismo… Pues vaya… Pues qué barbaridad… No esperaba yo que las reacciones, aún y a menos, eso es cierto, pero que pudieran alargarse tanto. Por supuesto que todo el mérito no es mío, esa es la verdad. Es también, y no poco, del programa radiofónico que se hace de estos artículos en Radio Torre-Pacheco, 97.7 FM, de la conductora del mismo, que canaliza los comentarios de los participantes, del personal de la emisora, que los cuelga de las redes, con lo que les alarga vida y estancia, y sobre todo, a los contribuyentes que aportan opiniones y pareceres, comentarios, ideas y peticiones, como el de aquella maestra madrileña que utilizó este programa en su clase… Todos ellos enriquecen, y son artífices directos, y corresponsables, de estos ecos que se estiran, y se prolongan, en el tiempo. Desde aquí, vaya mi agradecimiento a todos ellos.                 …Y algunos temas, como éste, se resisten a perder

¿QUIÉN PAGA..?

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Es muy conocida aquella historia, por lo demás verídica, de Josep Plá, en su primer viaje a EE.UU., llegando de anochecida al estuario de New York, cuando vió, atónito y extasiado, la gigantesca iluminación de los rascacielos de Manhattan, cuyas primeras y asombradas palabras fueron, “…y todo esto, ¿quién lo paga ?..”. Y es que los siervos de la gleba, los ciudadanos de medio pelo, que cada vez somos más en este patio de Monipodio que es España, en manos de cada vez menos señores de feudales capitales (la desigualdad en nuestro país, constata la UE, es una brecha cada vez más de la Edad Media), los Juan Nadie de por aquí, tendemos a creer que las grandes cosas se pagan a sí mismas, del mismo modo que el universo provee a sus mundos. Y nada más falso. Esas grandes luces las pagamos los pobres y pequeños. Por eso, es una buena práctica, cuando vemos y admiramos las obras públicas, las pirámides que los políticos levantan para nuestro “¡ooohhhh..”, y a su mayor gloria y esplendor, p