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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

miércoles, 31 de agosto de 2011

ESOS NENES...


Hay un restaurante y cafetería en Bilbao, que se llama Style, y que ha asumido la responsabilidad de ponerle los cascabeles al gato. Así que, ni corto ni perezoso, va y prohíbe la entrada a niños sin bozal… perdón, a niños aún acompañados de sus padres. Desde luego, así, a bote pronto, parece una burrada en discriminación, que a lo peor lo es, pero el caso es que no se ha echado encima a la totalidad de la sociedad vasca, como quizá cabría esperar, si no que la ha dividido. Por un lado, las asociaciones familiares rasgándose todas las vestiduras habidas y por haber, y por otro lado, las federaciones de hosteleros, comerciantes y demás fauna de establecimientos públicos apoyando la iniciativa. Que aquí hay opiniones para todos los gustos e intereses, naturaqui…
Yo, desde luego, en principio estoy en contra. Es muy duro tomar una determinación tan impopular, tan extrema, y ponerse en la diana de las críticas más severas. Es posible que hasta puede que sea inconstitucional, la verdad es que no lo sé… Pero algo tan exagerado tiene que deberse a algún motivo muy importante. Y el motivo es tan importante como simple. Están hasta la cencerreta de padres maleducados con hijos peoreducados, que los sueltan a manta en cualquier sitio público y privado sin más responsabilidad que desentenderse de ellos. Por supuesto, tal medida ha sido bien matizada, apoyada y “legalizada” en su Reserva del Derecho de Admisión para los que incurran en comportamientos incívicos “incluídos los menores de edad, acudan solos o acompañados”. Se entiende que detrás de un niño cafre normalmente hay unos padres irresponsables. Por supuesto.
Pero es que, ocurre que este chirimiri bilbaíno cae sobre llovido. El año pasado, al menos una docena de hoteles en toda España, de tres y cuatro estrellas para ser precisos, y otros cuantos más norteños de los de la cadena “… con encanto”, se apuntaron a lo de solo para adultos sin críos de compañía. Dijeron que dejaban de ser encantadores con la ineducación de nenes y mayores, y que preferían conservar el encanto de la paz, la tranquilidad y las buenas maneras, aunque pierdan una clientela que, por otra parte, siempre les espanta otra clientela más deseable que ellos. Eso es muy razonable y no deja de tener su lógica, reconozcámoslo. Aunque un servidor siga opinando, si se me permite, que es un error matar las moscas con cañones, y que, inevitablemente, aparte los siempre posibles agravios comparativos, por desgracia habrían de pagar justos por pecadores. No obstante, comprendo y entiendo las causas que fuerzan a tomar tal medida. Pregunten a los comercios, pregunten cuando ven  entrar a estos de esos papismamis que han dejado la educación de sus hijos en manos de la naturaleza… pregúntenles y permítanles contestarles con sinceridad, y verán, verán...
Yo pienso que se debería buscar un aceptable término medio. Una fórmula que ponga en evidencia a los progenitores incompetentes sin que tengan que pagar los platos rotos las familias responsables. Algo así como poner de paticas en la calle al malconsentidor con sus monstruítos, y al que haya sabido domar a sus vástagos hacerle descuento encima, no sé… Pero, desde luego, no es de recibo en modo alguno que cada vez más haya esa negación de padres que creen que pueden soltar a sus fieras y dejar que hagan, o deshagan, lo que les venga en gana mientras ellos actúan como si no fueran suyos los atilicos ni responsabilidad suya la que puedan liar… Creen que por el hecho de ser clientes tienen derecho a todo, pero eso es un chantaje al bolsillo, a la prudencia y a la buena educación del empresario que consiente sin deber consentir. Y algunos ya no lo están consintiendo.
Por supuesto, estas harturas de hoteles y comercios no van contra los críos, que no tienen más culpa, o desgracia, de tener los padres que tienen. Lo que están hartos es de los padres que renuncian a ser padres. De los cernícalos que no saben educar a sus hijos porque ellos no están educados. O los que no quieren hacerlo porque no quieren más responsabilidad que la propia irresponsabilidad. Y de todo esto, lo realmente preocupante es una sociedad que, por producir la basura que produce,  tiene que llegar a estos extremos. Extremos que no gustan a nadie, que jamás han sido necesarios, y que ahora, como las medusas, hay que contar con ellos. Es algo que señala la decadencia en cultura, formación y educación que nos asola. Quizá sería una buena idea, no mandar a estos adultos que no saben serlo a la cárcel, no, pero sí a una buena escuela. Pero de pago, óigan…

lunes, 29 de agosto de 2011

PUES VALE...

            Un día, practicando uno de nuestros deportes nacionales más queridos, el barrabar, con “J”, un buen amigo mío al que estimo y con el que comparto excelentes charlas, llegamos a confrontarnos – no a enfrentarnos, ojo – con el asunto de que el pueblo español es o no es uno de los más incultos, y por lo tanto maleducado, del mundo occidental desarrollado, por llamar de alguna manera a esta ídem de conformarnos (que es formarnos con) en lo que llamamos Europa. Y como que él defendía que el españolito medio no es ni más ni menos culto que el medio europeo, y yo le llevaba la contraria, como casi siempre con pasión – otro defecto mío muy racial – aduciendo que no somos más analfabetos porque nos entrenamos poco…

            … Pues eso mismo. Que el debate quedó en tablas y cada uno muy fortalecido con nuestra propia verdad muy subida en la chepa de cada cual. Y lo cierto es que la verdad de la verdad no es más verdad que lo que cada uno vé, ni menos verdad que lo que cada uno quiere ver. Por lo que, más allá de la sosegada exposición de las diferencias, no merece la pena el mínimo esfuerzo dialéctico en convalidar más posiciones que las que uno maneja – o nos manejan – y tiene delante de sus narices más que de sus ojos. Y como confundimos en demasía convencer con vencer, pues pasa lo que no debe pasar,  y es ponerle lado a la razón, cuando ésta, en estos y en otros muchos casos g.a D., vá siempre por libre.

            Así pues, más por comprobar si mis parámetros no tenían más base que la intuición, que por sentirme ganador de nada – juro por Astérix el galo que es cierto – no tardé mucho en capuzarme en cuantas fuentes de frios, escuetos y desapasionados datos oficiales existen a tal respecto en organismos como Ministerio de Cultura, Instituto Nacional del Libro Español, Instituto Nacional de Estadística, Dptos. Cult. De la UE, la propia Unesco, y hasta la ONU mismamente… Y lo cierto es que lo que me encontré es en lo que me apoyo para defender mi postura. Una postura que siempre será relativa, dado que si un cuerpo no la cambia de vez en cuando, aunque solo sea por el sano ejercicio de mirar a través de cristalinos ajenos,  se anquilosan los miembros y luego duelen mogollón ponerlos en solfa. No obstante, las posiciones naturales se adoptan porque son las que se adaptan a datos y parámetros, y siempre es más fácil y cómodo asentarse en ellos que afirmar por afirmar o negar por negar. Y lo que me encontré fue lo siguiente:

            Efectivamente, según el INLE, aunque somos una relativa potencia editorial, es por lo que exportamos más que por lo que leemos – justo al revés que en mi juventud, que venían de países hispanoparlantes lo que no nos dejaban editar en el nuestro – pero ahora apenas si leemos una cuarta parte de lo editado. En ese escueto 25% no les digo las preferencias temáticas porque puedo echarme a llorar y no quiero… Bien, pasemos hoja. Somos los ciudadanos de la UE que menos periódicos lee, y en materia de revistas, el 79% del volúmen de compra son las del “cuore”. Esto, en cuanto a capacidad e inclinación, que se transmite en los mismos porcentajes a los programas televisivos. Si nos vamos a materia educativa, ostentamos los siguientes récords: El más bajo nivel de enseñanza, el mayor nivel de absentismo y la más alta tasa de fracaso escolar de toda la UE. El índice de conflictividad está en el 68% del continente, y nuestros universitarios son los peores valorados por menores cualificados de Europa, al menos hasta la entrada en vigor del Plan Bolonia. Además en España ha crecido el analfabetismo funcional un 40% desde 1.995, y doy fé de ello desde mi calidad de Juez de Paz de por aquí… No trataré del ránking en el consumo de alcohol y drogas porque me dá vergüenza.

            En cuanto a nuestros comportamientos políticos, sociales y económicos, ni les cuento. Estamos a la cabeza en materia de corrupción – Transparencia International, Informe 2009 – pero con una población justificadora, participadora y defensora de los actos. En materia de medidas regulatorias sobre disgregación territorial hacemos justo lo contrario a lo recomendado por el Documento Cecchini, y encima todos encantados… Estamos a cero en productividad, y, por lo tanto, a cero en inversiones foráneas, que salen echando leches de nuestro solar nada más echar un ojeo… Y así puedo seguir largando sobre informes serios, propios y ajenos, de sobrada y suficiente autoridad, y llenar cuatro columnas más como ésta… Pero lo peor de todo es que este infeliz no inventa nada.

            Por lo tanto, vale, bueno, de acuerdo… Yo no solo es que lo veo en mi entorno. Lo malo es que si busco también lo encuentro. Vamos, lo han encontrado otros que saben mucho más que yo de todo esto… Así que…

ALEJANDRO, EL GRANDE

No voy a resistirme escribir sobre un sobrino-nieto, sobrinietos los llamo yo, que apenas cumple en esta fechas su primer año de ser, aún a pesar de la discreción que sé persiguen sus padres. Pero es un homenaje de gratitud que creo le debo a tan importante personajillo. Alejandro se llama. Desde antes de asomarse a este malhadado mundo ya le diagnosticaron una serie de severas deficiencias en su incipiente organismo. No las voy a describir aquí por no fomentar morbo ni dolor, pero tantas y tan importantes que la enorme tristeza se hermanó con el más profundo estupor. Pero es que, nada más nacer, le fueron descubriendo más anomalías que ir añadiendo a su inicial vivir, en una espiral angustiosa y canalla de dolorosas sorpresas y descubrimientos de mayores sufrimientos. Ahora acaban de practicarle su, quizá que ya penúltima, intervención quirúrgica. Siete horas de quirófano. Y ya van cinco… ¿o son seis, Alejandro?.. las laboriosas y difíciles operaciones que su menuda e impresionante fortaleza lleva soportadas en su incipiente cuerpo.
                   Dicen que los dioses solo existen, pero que los hombres viven. Y esta corta frase, en su contexto, pone al ser humano por encima de los propios dioses, en cuanto a que la experiencia de vivir es mayor que el mero existir, pues una existencia estática y estética, por muy eterna que ésta sea, es menos enriquecedora que una vida llena de vivencias, por muy corta que ésta pueda parecer. Quizá por eso mismo aseguran que los ángeles tienen envidia de los hombres, ya que Dios nos puso por encima de ellos… o, al menos, eso cuentan.  El caso es que yo nunca terminé de creerme del todo tal aserto, dado lo que hay, pero la verdad es que Alejandro se empeña en demostrarme que bien puede ser cierto, dada su increíble resistencia natural – que aún no intelectual, pienso – y su titánica lucha en aprovechar el asombroso regalo de su vida. Y así lo confirman sus magníficas y espléndidas batallas de cada uno de sus días.
                   Porque los dioses no son Dios, tan solo que en la parte alícuota que participan de su Ser y de su eternidad. Pero nada más. Sin embargo, los hombres son dioses que han decidido correr el riesgo de vivir, sufrir, gozar y morir en una realidad creada por ellos mismos y para ellos mismos. Y convirtiéndose en dioses humanos, pierden el recuerdo de lo primero para lanzarse a la aventura de lo segundo. Alejandro es un dios menor, quizá de los llamados ángeles, que también ha decidido vivir en vez de existir, con toda sus fuerza y plenitud, en todo su vigor, su dolor y su valor. Y, colándose de rondón en mis cavilaciones más desveladas de mis  búsquedas, me lo está mostrando a mí, que soy un creyente descreído, a través de su sobrehumano esfuerzo para ser humano.
                   Es cierto que las más grandes enseñanzas se reciben de los más pequeños. Es verdad que aprendemos de los que, sin saber que son aún, sí saben que quieren estar para llegar a ser sintiéndose, y además con una determinación y una voluntad que asombra en su grandeza. Es innegable que las lecciones nos llegan a través de la soberana fuerza de lo débil, en la impetuosa perseverancia de lo más frágil, con el imparable deseo de todo comienzo. Cuando decimos “es ley de vida” lo decimos mal, porque tan solo lo aplicamos al envejecimiento, a la decadencia y a la muerte. Pero la ley de vida también está, y está sobre todo, en la pujanza del principio, en el incontenible empuje de cuanto nace a este jodido y puñetero mundo. Porque si la ley de vida es morir, ley de vida es sobrevivir, y aún más que otra cosa, ley de vida es vivir. Alejandro, en su infinitud de lo chico, en su fragilidad de lo fuerte, lo está proclamando en cada una de sus horas.
                   Un día llegará en que el mal sueño se convierta en mal recuerdo. Ojalá así llegue a ser. Llegará un tiempo en que cada uno construiremos nuestra propia enseñanza de tu pasado. Ojalá también así sea. Un tiempo en que tus seres más próximos, y los más cercanos/lejanos como este escribidor que escribe, nos preguntemos desde la sosegada distancia el porqué de tanto sufrimiento. Quizá la contestación esté en cambiar el porqué por el para qué, no sé… Y nosotros, tus inevitables mayores, en nuestra ignorancia de lo ya vivido no sepamos la respuesta que tú ya sabes en tu sabiduría de lo por vivir… Pero sí quiero que sepas, que para mí, para todos, tú siempre serás el Alejandro conquistador de su propia vida. El pequeño Alejandro, el magno…

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS


Decía Martin Luther King: “cuando reflexionemos sobre el siglo XX, no nos parecerá lo más grave las fechorías de todos los malvados, si no el escandaloso silencio de las buenas personas”. Lo mismo que Víctor Frankl se preguntaba en el apogeo del nazismo: “qué hacían, hacia dónde miraban las personas normales y corrientes mientras sus autoridades practicaban el más horroroso exterminio?”. Igual que nuestro actual y compatriota José Luís Sampedro interpelándose: “¿qué podemos hacer los de a pié para evitar la barbarie, las guerras, el hambre de unos frente a la opulencia de otros..?”, terminando por aceptar que “no hay tiranos sin sumisos ni corruptos”, y siendo su reflexión final que “hay que formarse para poder adquirir espíritu crítico”.
            Mas para formarse hay que informarse, y para informarse hay que diversificarse, y para diversificarse hay que emanciparse de las falsas tutelas. Y abandonar las tendencias, las banderías, las parcialidades, las subjetividades y las pseudolealtades. No se puede obtener un espíritu crítico sin tener el espíritu libre. Libre de ideas preconcebidas, de consignas, de ideologías caducas, y, sobre todo, libre de tópicos y clisés que tan solo sirven a espurios intereses políticos, financieros o religiosos, que únicamente persiguen su propio poder y afianzamiento sobre los demás, y no el progreso de los demás. Y esclavizan la genuína libertad del auténtico librepensamiento.
            Nuestra sociedad está plagada de esclavitudes prefabricadas: el consumo, las tendencias dirigidas, la desinformación, la economía terrorista, el miedo, el adocenamiento, la cultura de la incultura… Todo apunta en una sola y única dirección: a la sumisión más abyecta de la persona como ser humano. Somos dirigidos como borregos a las metas de la barriga llena y el ocio hipnotizante… ¿Y qué podemos hacer?, nos preguntamos… Pues yo creo que para cambiar las cosas primero hemos de cambiar nosotros. Cada cual por sí mismo. A su manera. Pero siempre cerrándonos al alimento precocinado y predigerido por otros estómagos pensantes para que se nos atrofie nuestra propia capacidad de digerir y de pensar. Lo que ya es digerido podrá ser dirigido, es lo que piensan ellos, y es verdad. Y el primer pensamiento libre es no creernos que podemos elegir entre tantas burdas coartadas que solo son espejismos de la auténtica libertad. La masa no elige en libertad. En libertad elige el indivíduo. Esa es la trampa, y esa es la clave, para encontrar la puerta de salida. Pensémoslo. No busquemos fuera lo que está dentro, pues ahí mismo reside el engaño.
            Yo no puedo, ni tampoco debo, ni siquiera deseo, ser modelo de nadie. Mucho menos que me engatusen con modelos de nadie. Me gusta interpretar por mí mismo sin que me intoxiquen con las monocromías de siempre. A mí me gusta leer distintas tendencias, examinar diferentes opciones, hablar con todas las personas… Otra cosa es que todas las personas quieran hablar conmigo. Podré equivocarme, que seguro que me equivoco, pero procuro que no me equivoquen. Y sacar de todos ellos mi propia conclusión, que aún errada o sesgada, siempre será más mía y libre que la dirigida por ya digerida. Que una cosa es ser impartida, y otra muy distinta ser compartida. Y aquí, precisamente, viene lo de permitida.
            ¿Porqué pues permitimos un modelo que decimos que no nos gusta, y nos preguntamos qué podemos hacer, pobres de nosotros..?. Pues porque nuestro modelo personal es el mismo, aunque no lo sabemos porque no lo reconocemos. Y si no cambiamos primero el nuestro, nunca cambiaremos el de una sociedad que calificamos de injusta, cruel y deshumanizada. Y jamás lo haremos diciéndonos y repitiéndonos el archiconocido y-qué-puedo-hacer-yo… Por lo tanto, comencemos por ser auténticamente libres haciéndonos libres a nosotros mismos… ¿Que es difícil?. Sí. Lo es. Indudablemente que lo es. Siempre ha sido más difícil el liberarse que el esclavizarse. Pero aún es mucho más difícil de hacer que de entender. Así que intentemos, al menos, comprenderlo. Algo es algo, y por ese mismo algo se empieza…

A RATÓN, EL TORO


   Hay un pobre toro por ahí que donde lo buscan le encuentran. Se llama Ratón, un nombre que no le vá lo más mínimo, pero del que no tiene culpa alguna porque así lo han bautizado los energúmenos humanos que mandan en él. Y se ha hecho tristemente famoso en las fiestas tristemente famosas donde a los de su clase los corren tan solo por ser lo que son: toros. Que por ser de casta ha empitonado ya a dos o tres… digamos puntos suspensivos, quitándolos de en medio y de la existencia, ya que en medio se habían puesto ellos solicos. El primero fue hace pocos años, en Sagunto. Y precisamente por eso mismo, por cumplir con su naturaleza brava, se ha hecho conocido y codiciado. Y pagan hasta diez mil euros a sus sicarios por alquilarlo para que su encierro tenga el estúpido morbo de la muerte y la sangre.
                   Ratón había realizado el último cumplido con su mandato genérico y genético, que para eso mismo lo parieron, corneando a un punto suspensivo de 29 años que se había empeñado en matarse en las valencianas fiestas jativenses, ya que tras haber sido cogido y haber sido bebido (cuando uno no sabe beber, la bebida se lo bebe a uno) se escapó en un par de ocasiones de su custodia municipal, volviéndose a tirar, por tercera y última vez, metiéndose por sí mismo en la trampa ratonera de un morlaco que, al fin y al cabo, le concedió lo que perseguía. Ahora, con el imbécil reclamo de su tan patética como forzada hazaña por cartel, vuelve a ser exhibido a bombo y platillo en otro pueblo, Canals, de la misma comunidad levantina.
                   A más muertes, mayor fama. Aunque luego, por otro lado, a cada punto suspensivo hecho cadáver, los mismos defensores de tan celebradas como descerebradas burradas se rasguen las vesiduras de faja y pañolada y exijan – hay que ver lo que abusamos del verbo exigir – una mayor seguridad en tales festejodes. La mayor seguridad está en prohibirlos. Lo que ya no hay seguridad es que tales congruencias mentales lo entiendan. Pero el consumo de alcohol a degüello y la exposición a una desbandada de toros, no tiene nada de seguro, que yo sepa… El querer amancebar el mal entendido arrojo o la más que dudosa valentía, todo bien regado de etilo, con la hipócrita y demagoga garantía de seguridad exigible, es tarea y oficio de buena celestina pero de nefasta consecuencia, se diga lo que se diga o se quiera lo que se quiera. El resultado es ese chorreo de puntos suspensivos muertos, que no sabemos, ni podemos, justificar con nuestros juegos malabares de fiestas (bárbaras), política, tradición (falsa) y mala conciencia.
                   Islero saltó a los anales de la tauromaquia por matar a Manolete. Y se le recuerda en memoria entreverada de luto y respeto. Al fin y al cabo es la lucha entre el arte y la fuerza. Un pulso entre la inteligencia humana y el instinto animal. Y se asumen los riesgos que enfrenta tal enfrentamiento. Y se honra tanto a toro como a torero, sea el que fuere el lance para cada uno… Y aunque se obvien sangrantes desequilibrios para con el animal, ha de reconocerse que se actúa con cierta nobleza a la hora de repartir y equilibrar bravuras. Pero a Ratón le ha caído la peor de las suertes. A Ratón le hubiera gustado morir embistiendo con la nobleza del cara a cara. Frente a un hombre vestido de luces y oro. Con orgullo y con casta. Pero no… Le ha tocado ser fenómeno de caseta de feria. Ser rifado a la comisión de festejos del pueblo que más puje para explotar la insanía de exponerlo “por ser sanguinario y por su listeza”, que así reza en el desgraciado cartel de bajuno corte y porte. Como si fuese un asesino. Como si fuese el verdugo, cuando en realidad es la víctima.
                   Pobre Ratón… Ni mereces tu nombre ni mereces tu destino. Fíjate… un país con la forma de tu piel, que ha hecho de tí su animal totémico, donde generaciones enteras nos hemos sentido orgullosos de vuestro valor y trapío, donde hemos entronizado vuestra estampa en las cimas más altas de nuestra geografía, donde se ha hecho divisa de honor en coger al toro por los cuernos, donde tanto se os ha admirado y respetado… y mira. Mira el cretinismo con que ensuciamos cuanto de noble y puro tienes. Pero no te preocupes, Ratón. Tú siéntelo por nosotros, pero no te lamentes por ti. Al fin y al cabo, tú eres el magnífico animal que siempre serás, y nosotros somos las miserables personas en la que nos hemos convertido.