A RATÓN, EL TORO
Hay un pobre toro por ahí que donde lo buscan le encuentran. Se llama Ratón, un nombre que no le vá lo más mínimo, pero del que no tiene culpa alguna porque así lo han bautizado los energúmenos humanos que mandan en él. Y se ha hecho tristemente famoso en las fiestas tristemente famosas donde a los de su clase los corren tan solo por ser lo que son: toros. Que por ser de casta ha empitonado ya a dos o tres… digamos puntos suspensivos, quitándolos de en medio y de la existencia, ya que en medio se habían puesto ellos solicos. El primero fue hace pocos años, en Sagunto. Y precisamente por eso mismo, por cumplir con su naturaleza brava, se ha hecho conocido y codiciado. Y pagan hasta diez mil euros a sus sicarios por alquilarlo para que su encierro tenga el estúpido morbo de la muerte y la sangre.
Ratón había realizado el último cumplido con su mandato genérico y genético, que para eso mismo lo parieron, corneando a un punto suspensivo de 29 años que se había empeñado en matarse en las valencianas fiestas jativenses, ya que tras haber sido cogido y haber sido bebido (cuando uno no sabe beber, la bebida se lo bebe a uno) se escapó en un par de ocasiones de su custodia municipal, volviéndose a tirar, por tercera y última vez, metiéndose por sí mismo en la trampa ratonera de un morlaco que, al fin y al cabo, le concedió lo que perseguía. Ahora, con el imbécil reclamo de su tan patética como forzada hazaña por cartel, vuelve a ser exhibido a bombo y platillo en otro pueblo, Canals, de la misma comunidad levantina.
A más muertes, mayor fama. Aunque luego, por otro lado, a cada punto suspensivo hecho cadáver, los mismos defensores de tan celebradas como descerebradas burradas se rasguen las vesiduras de faja y pañolada y exijan – hay que ver lo que abusamos del verbo exigir – una mayor seguridad en tales festejodes. La mayor seguridad está en prohibirlos. Lo que ya no hay seguridad es que tales congruencias mentales lo entiendan. Pero el consumo de alcohol a degüello y la exposición a una desbandada de toros, no tiene nada de seguro, que yo sepa… El querer amancebar el mal entendido arrojo o la más que dudosa valentía, todo bien regado de etilo, con la hipócrita y demagoga garantía de seguridad exigible, es tarea y oficio de buena celestina pero de nefasta consecuencia, se diga lo que se diga o se quiera lo que se quiera. El resultado es ese chorreo de puntos suspensivos muertos, que no sabemos, ni podemos, justificar con nuestros juegos malabares de fiestas (bárbaras), política, tradición (falsa) y mala conciencia.
Islero saltó a los anales de la tauromaquia por matar a Manolete. Y se le recuerda en memoria entreverada de luto y respeto. Al fin y al cabo es la lucha entre el arte y la fuerza. Un pulso entre la inteligencia humana y el instinto animal. Y se asumen los riesgos que enfrenta tal enfrentamiento. Y se honra tanto a toro como a torero, sea el que fuere el lance para cada uno… Y aunque se obvien sangrantes desequilibrios para con el animal, ha de reconocerse que se actúa con cierta nobleza a la hora de repartir y equilibrar bravuras. Pero a Ratón le ha caído la peor de las suertes. A Ratón le hubiera gustado morir embistiendo con la nobleza del cara a cara. Frente a un hombre vestido de luces y oro. Con orgullo y con casta. Pero no… Le ha tocado ser fenómeno de caseta de feria. Ser rifado a la comisión de festejos del pueblo que más puje para explotar la insanía de exponerlo “por ser sanguinario y por su listeza”, que así reza en el desgraciado cartel de bajuno corte y porte. Como si fuese un asesino. Como si fuese el verdugo, cuando en realidad es la víctima.
Pobre Ratón… Ni mereces tu nombre ni mereces tu destino. Fíjate… un país con la forma de tu piel, que ha hecho de tí su animal totémico, donde generaciones enteras nos hemos sentido orgullosos de vuestro valor y trapío, donde hemos entronizado vuestra estampa en las cimas más altas de nuestra geografía, donde se ha hecho divisa de honor en coger al toro por los cuernos, donde tanto se os ha admirado y respetado… y mira. Mira el cretinismo con que ensuciamos cuanto de noble y puro tienes. Pero no te preocupes, Ratón. Tú siéntelo por nosotros, pero no te lamentes por ti. Al fin y al cabo, tú eres el magnífico animal que siempre serás, y nosotros somos las miserables personas en la que nos hemos convertido.
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