PATRIAS
Las patrias, las naciones, los países, no son
fenómenos ni estados naturales. Mucho menos eternos. Aunque se derrochen
ingentes esfuerzos en dar una imagen por la que afirmen que merece la pena
matar o morir, montar guerras, exigir sacrificios y fabricar mártires que la
justifiquen. Todo lo contrario, son hechos circunstanciales y artificiales
motivados por intereses políticos, económicos, sociales, culturales, que…
además, son cambiantes a lo largo de la historia. Los países, en realidad,
aparecen y desaparecen, se fusionan o son absorbidos, se mueven según las
élites que manejan el mundo, y son, en definitiva, un producto maleable de la
evolución (o involución) humana. Lo que pasa es que llevan adherido un mucho de
emocionalidad y emotividad, de acciones y reacciones venales, de visceralidad,
en suma. Casi siempre motivada por un origen más o menos inventado, más o menos
creído por adaptado, más o menos inyectado en la más primaria y tierna
educación…
Hace
poco más de un milenio, España como tal no existía, por ejemplo. Si acaso, el
primer esbozo de nación fue cuando una monarquía, escasa y belicosa, pero la
parte quizá más rica y poblada de lo que era la península meramente geográfica,
Castilla, decide unirse con otra de menor identidad pero no menos importante:
Aragón. Esa interesada fusión refuerza un sentido inicial de pertenencia a algo
fuerte, poderoso y potente. Luego vendrá, el descubrimiento de América, la
alianza con los Absburgo… La Corona inicia guerras expansionistas y se va
generando alrededor de todo esto una solidaridad entre los súbditos con la
ayuda de un poderoso coagulante: la religión, siempre muy interesada en sacar
buen tajada de todo. Todo forma identidad. La de una monarquía católica. Esa
religión castiga a los que no se unen a, o se apartan de, esa idea, con la
Inquisición como herramienta, y el estatuto nacional de la limpieza de sangre.
Ya está el plantel en la maceta, y la unidad de las tierras conquistadas como
abono. Sin embargo, aún no se tiene sentido ni sentimiento de Nación hasta que
no se produce la controvertida, pero famosa y muy manipulada y utilizada,
Guerra de la Independencia…
He
intentado esbozar muy esquemáticamente, con apuntes someros, la esencia de una
nación, de un país, como el nuestro. Así se formó la idea de España. Apenas
cuatro días con pasado mañana, si lo comparamos con el curso de la historia y
con el transcurso del tiempo. Y no cabe la menor duda que dentro de otros mil
años, o menos por lo acelerado de los acontecimientos, igual que entonces se
hizo, se puede deshacer, o modificar, o convertirse en otra cosa, o irse a
hacer puñetas. Pero es que esto ocurre igual en todos los países del mundo. Los
mapas políticos (que no los físicos) cambian en cientos de años, o incluso en
décadas, con una enorme rapidez y facilidad. El mapa político que yo estudié en
mi escuela, de Europa, no tiene nada que ver con el que estudian mis nietos.
Apenas media docena de esos países permanecen, e incluso ellos han cambiado sus
fronteras. Y dentro de otra generación, con el proyecto de la UE en marcha, ese
mismo mapa no se va a parecer en nada al actual, posiblemente.
Todo
es cambiante, nada permanece. La misma España, en el siglo XIX, ayer mismo,
llegó a tener tres banderas, un par de himnos y media docena de fiestas nacionales.
Y en el XX sufrimos una guerra civil ganada por los sublevados que impuso una
dictadura de tipo nacional-católica-conservadora, del tipo y corte de la
monarquía absolutista de Fernando VII (una vuelta atrás en la historia)
cargándose todo lo avanzado en los fugaces gobiernos de la República, y excluyendo
a media España, a la que llamaban, curiosamente, la anti-España. Pero la
estabilidad de los sistemas políticos son lo suficientemente frágiles porque
dependen de circunstancias sociales, económicas y geopolíticas que los
modifican. Por eso mismo que todo cambia y nada permanece eternamente. Y por
eso sorprende la cortedad de miras de aquellos partidos y formaciones políticas
que se resisten a actualizar, cambiar y optimizar la herramienta que adapta los
estados y los países a esos tiempos cambiantes: La Constitución… Aquí, en
España, por no salirnos de nuestro modelo, hay que adaptar el estado autonómico
a la realidad de casi medio siglo después. Eso supone transformar un texto que
va muriendo, en una letra viva y útil para otros cincuenta años más, al menos…
Los
episodios del País Vasco, o lo de Cataluña, o los que puede estar larvandose en
otros lugares y/o comunidades españolas, pueden acelerar un cambio brutal del
esquema político por el que nos hemos regido hasta ahora. Y puede hacerse bien,
o puede hacerse mal. Desde una Federación de Estados Ibéricos, incluyendo a
Portugal, a un desmembramiento ruinoso y suicida. Todo es posible. Todo. La
historia enseña a quién quiere aprender de ella que no existe nada fijo ni
absoluto. Nada. Y que fomentar los patriotismos y patrioterismos puede producir
los efectos contrarios a los que se buscan. Es mucho mejor educar para enseñar
a la gente a saber tener los pies en el suelo. Y el personal que no quiera aprenderlo,
que se busque la vida por ahí, pero que no nos la complique al resto…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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