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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

viernes, 29 de marzo de 2019

El Mirador 29 de marzo 2019 "EL DOGMA POLITICO"

jueves, 28 de marzo de 2019

¿QUÉ HISTORIA..?



Hay casos y cosas que la historia – con minúscula – no recoge, pero que es necesario conocerlas, reconocerlas y recogerlas para que la Historia - con mayúscula – se escriba con todo su auténtico sentido. Todos sabemos, y los historiadores serios y formales, como mi amigo Laureano, saben de sobra, que la historia suelen escribirla los que mandan, suelen difundirla los que pueden, y suelen aprenderla los que quieren… Pero que, habitualmente, desde la óptica del vencedor a la del perdedor vá un abismo, como existe otro entre el que la lee para saber la verdad y el que la lee pero dándole igual la verdad. El primero de ellos, acostumbra a investigar en el tiempo y en el espacio para saber y conocer. El segundo le da lo mismo que le endilguen una historia más falsa que un decorado de cartón piedra. Incluso bien puede ser que le interese defender una mentira por cuestiones políticas, o de influencia o poder. Hoy tenemos en este país al que aún llaman España, 17 historias fraudulentas, retorcidas, manipuladas y apañadas, de una sola que llegó a ser, como la patria contrahecha por 40 años de dictadura, una, grande y libre, según el cuento de la pipa rota…

            Hace poco salió a la luz un documento estremecedor de una docena de páginas, escritas como testamente político, de lealtades, amistades, e incluso de ámbito familiar, como alegato de defensa ante el Tribunal Militar que lo juzgó, de un tal Ricardo de la Puente Bahamonde, jefe de la fuerza aérea del norte de África, primo-hermano de Francisco Franco y Bahamonde (su parecido físico es asombroso), que fue fusilado por negarse a rendir el aeropuerto de Tetuán a su primo y permanecer leal al gobierno legalmente constituido, al que juró acatamiento y lealtad, cuando su primo Paco, que también hizo el mismo juramento, quiso aterrizar allí con su Dragón Rapide, procedente de Casablanca, para iniciar el levantamiento militar… Se habían criado juntos, compartido juegos y crecido uno al lado del otro, y se querían como hermanos. Pero, ya se sabe lo del cainita refrán: hay buena o mala querencia según la intendencia. Y aquí falló la intendencia a una de las partes.

            A Ricardo de la Puente, “el primo al que quería más que a un hermano”, según un familiar común cercano a ambos, lo fusilaron el 3 de Agosto de 1936, un par de semanas después de la rebelión armada propiciada por su cosanguíneo, que, desde Ceuta, se lavó sus (sucias) manos manchadas con la primera sangre, de la suya propia. En adelante, él sería el Caudillo, Generalísimo por la gracia de Dios, bendecido por todos, seguidores y sometidos, y por la santa madre Iglesia. Y comenzó una Historia de fieles, leales, traidores, rebeldes y malditos que la historia más rastrera confundió y mezcló… La crónica dice que, el 18 de Julio, los regulares sitiaron el tal aeropuerto obteniendo una resistencia que vencieron con un bombardeo sin cuartel. De la Puente enarboló personalmente la bandera blanca cuando ya no pudo resistir ni defender su posición, salvando la vida de los que estaban con él. Franco, recién aterrizado en Samia Ramet, fue informado de la detención de su primo más amado. Tras enviarlo a la prisión de El Hacho, él mismo le montó un sumarísimo sin garantías procesales ningunas, y en quince días se lo quitó de en medio… En cuanto a lo de la frase hecha de “el juicio de la historia” que tanto utilizaron los exégetas del régimen en la dictadura, en sus comentarios, artículos, soflamas y textos “históricos”, habría que preguntarse: ¿qué tipo de juicio, y a qué clase de historia?.. Y, una vez analizado bajo unas mínimas garantías de rigor y equidad, entonces poder emitir un parecer deseablemente equilibrado.

            En este ejemplo de muestra, sacado de nuestra más reciente historia, se ilustra perfectamente lo que decía al principio. Que la Historia con mayúscula, la auténtica, la legítima, la verdadera y genuína, está enterrada entre docenas de falsas historias, manipulada, disfrazada y retorcida entre pliegues y capas de intereses espurios de los que ostentan el poder de contarla sin posibilidad de desmentido, de réplica, ni de oposición ni matización alguna. La Historia puede ser cualquier cosa menos dogmática. En el momento en que se enseña bajo dogma es la mejor prueba de que esa historia no es la verdadera Historia. Que es la falsa.

            Por eso de que se requieren historiadores libres, no adocenados, ni apesebrados. Historiadores puros y limpios, en los que su fidelidad a la Historia esté por encima de sus servilismos políticos y/o administrativos. Como es también el caso del autor del libro que dá a luz la pequeña historia en la que hoy me apoyo. Un tal P. Corral, periodista y político cercano al PP, en su obra “Esto no estaba en mi libro de la Guerra Civil”, editado por Almuzara, donde ha primado la rigurosidad histórica a la afinidad política.- Y es que la Historia no está hecha permanentemente de blancos y negros. Mentira. Se está haciendo cada día de infinidad de grises y matices distintos, e incluso, muchos, de opuestos. Y casi siempre, ni los santos, ni los mártires, ni los héroes, tienen cabida en ella.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


viernes, 22 de marzo de 2019

El Mirador 22 de marzo 2019 "MUJERES Y HOMBRES"

miércoles, 20 de marzo de 2019


martes, 19 de marzo de 2019

EL DOGMA POLÍTICO



      Lo cierto y verdad es que no soy muy optimista con la polarización partidista que estamos viviendo. Observamos personas maduras y formadas incapaces de desligar la idología, del líder;  las siglas, del líder; lo que genera una miopía perversa, pues a veces, el líder está ocupando las siglas y secuestrando la ideología… Yo soy de derechas, por lo tanto, cualquier líder de derechas es lo mejor, y todos los de izquierdas, lo peor. O al contrario, me considero de izquierdas, luego todo líder político de izquierdas es bueno, y todo político de derechas es malo. El cerrar los ojos y negarse a ver que la realidad no es tan simple ni tan simplista da la medida de carencia de objetividad que tenemos. Porque hay (y hoy más que nunca) políticos nefastos a uno y otro lado del espectro ideológico, que, en vez de ser censurados y removidos para mejorar esa opción política, por el contrario, son justificados en sus fascinerías, y cerradas las filas alrededor de sus mediocres figuras. Es la opción más segura de dañar nuestra propia ideología, de la que tanto nos gusta presumir. Pero es dudoso, muy dudoso, que seamos como decimos que somos. Al final, es simple clientelismo de costumbre.

                En la actualidad, tenemos un panorama desolador. Unos líderes de la derecha cavernícolas, escorados a un nacionalcatolicismo fantasmal, sin la más mínima ética (la ética no es de izquierdas ni de derechas), y abandonados a una demagogia que espanta. Como unos líderes de izquierdas, oportunistas, trileros, capaces de crucificar la coherencia por conservar un poder espurio, mentirosos en sus planteamientos y cambiantes en sus actitudes. Pero ningún fans es capaz de ver con claridad lo que tienen en las madrigueras de sus siglas, y todos ellos se aprestan a atacar todo lo atacable del contrario y a defender lo indefendible del propio, todo lo injustificable… Y eso, será todo lo que ellos quieren que sea, de acuerdo, pero no es ser consecuente con la realidad. Hemos construido unos clisés de nosotros mismos y ya no sabemos, o no queremos, o no podemos, ver más allá de ellos mismos. Nos atrincheramos en nuestros daguerrotipos y disparamos contra todo aquel que no piense linealmente como nosotros (incluso aunque sea “de los nuestros”) y lo etiquetamos como contrario, y como traidor si no cumple con el dogma propio ante el sacramento de la urna.

                Hace unas cuantas décadas, cuando este servidor de ustedes militaba en inagradecidos campos representativos, en el fragor de mis infructuosas batallas, recuerdo cómo desde los campos opuestos de aquel circo, me recordaban inmisericordemente mi desubicación todos los días. Desde el lado de los sindicatos con los que, de vez en cuando, me tocaba lidiar, yo era el “empresario”, dicho con toda intención peyorativa de derechón fascista y explotador, mientras desde mis propias filas se me tenía y decía como el “empresario rojo”… Aquí debo reconocer que hubo un sindicalista profundo, de raza y de base, con el que charlaba a menudo, que me conocía y reconocía, y respetaba, como nadie supo, o quiso, hacerlo. Y al que quiero nombrar, Prieto, para así poder desde aquí honrar su memoria… Yo sé perfectamente quién soy y lo que soy. Mis vivencias de posguerra y mi sangre de familia me marcan y condicionan de sobra. Y no puedo dejar de ser como soy. Por eso me importa un jodido bledo que los demás, próximos o lejanos, amigos o enemigos, me etiquetan por la única razón de que les haga la ola o no se la haga, de que me alinee con sus estrechos parámetros, o no, de que vea por sus anteojeras o tenga las mías propias, de que me adapte a sus dogmas, o de que vaya por libre…

                Desde aquellos primeros tiempos en que los españoles estrenamos democracia acá, hemos cambiado a peor. En aquellas originarias campañas, aquellos mítines puros y limpios, prístinos, eran respetuosos, amistosos, leales, incluso colaborativos entre sí. Se hacían abiertos a la ciudadanía, no solo para los lobeznos de la camada, como ahora, y cada ciudadano iba al uno y su contrario, y comparaba… Salías a la calle en elecciones y era una fiesta, sin resabios ni veneno alguno. Algunos quedamos que vivimos aquello, aún podemos dar fé de ello. Hoy, sin embargo, son sucios, tramposos, desleales, navajeros, insultantes e insultadores, trileros y zancadilleros. Nuestros dudosos líderes nos han contagiado su peor estilo. Y no tendríamos que caer en la tenebrosa trampa que nos tiende la partitocracia secuestradora de la democracia
.
                Por eso me entristece mucho cuando veo a tanta gente que vivió aquello conmigo, encorsetados en un dogma trasnochado que no los deja ejercer la crítica con ecuanimidad, que los mantiene ciegos en su propia caverna, grabadas las siglas en el dintel, que se privan a sí mismos de una mirada amplia, de altura, de lejanía, con la suficiente perspectiva como para permitirse una mirada libre de perjuicios y prejuicios… Y como conozco mis propios pecados, conozco los pecados de los míos. Y como los reconozco, los confieso, no se los traslado a los que creo mis enemigos, que a lo mejor tampoco lo son… Así que el día en que todos, pero todos, nos arranquemos nuestras vendas familiares de los ojos, y todos juntos desterremos a nuestros propios fantasmas que vampirizan nuestras creencias, y elijamos los mejores de cada opción, haremos un país próspero y de concordia… Mientras tanto, seguiremos hundiéndonos en nuestra cada vez más miserable y rencorosa cortedad de miras.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

viernes, 15 de marzo de 2019

El Mirador 15 de marzo 2019 "VEJEZ"

jueves, 14 de marzo de 2019

MUJERES Y HOMBRES



Las Escuelas Nacionales del pueblo estaban ubicadas en un edificio rectangular y sólido de dos plantas, monolítico, casi que en las entonces afueras, rodeado por un murete bajo con varios accesos, que delimitaba, a su vez, la zona destinada a recreo, un tanto al albur, de la zagalería masculina y femenina. La primera planta albergaba a las chicas, accediéndose por tres o cuatro escalones que se abrían por el lado este. La de los chicos era la planta superior, cuya sombría escalera facilitaba su entrada por el lado norte. Mi llegada natural, tras casi traspasar el pueblo en diagonal, era por el sur del inmueble, así que había que andar a lo largo de todo el bloque, del lado de donde se abrían las ventanas de las clases de las niñas…

                Yo tendría unos seis o siete años, y aquel corto pasaje de cada día era como una especie de prueba para mi condición de varón, y por lo tanto de valor, ya imbuida a calzador en mi corta estatura y escasa catadura de chiquillo. Y lo era, porque aquellos extraños seres que, invariablemente, se asomaban tras los cristales a mirarme con descaro – para mí no exento de cierta malicia – riéndose y cuchicheando entre ellas, y dedicándome su indisimulada curiosidad repleta de algarabía festiva, me intimidaban. Había algo en ellas de turbador con lo que no me sentía cómodo. Puede que fuera precisamente eso, que eran ellas, no ellos (mis amigos) las que captaban y jaleaban mi llegada. Y ellas no podrían nunca ser tan amigas como mis amigos, porque me alteraban, sin saber explicarme en qué ni por qué… No, definitivamente las crías son criaturas impredecibles, incomprensibles e inaprehensibles. En el único acto conjunto de niños y niñas del año, en Mayo, con flores a María, donde se nos llevaba a sus misteriosos rediles para rezar el Rosario, al ir acompañados de nosotros mismos, unos con otros, la intimidación se esfumaba, porque ejercíamos el mismo contubernio que ellas entre sí, si bien que menos ruidoso y más medroso. Cuestión de sexicorporativismo, sin duda. No obstante a ello, en los recreos, aún sin existir barreras físicas en el recinto, el reparto territorial se respetaba tácitamente por selección natural. El este y el sur para ellas, el norte y el oeste para nosotros…

                No me pregunten, a estas alturas, el porqué, el para qué, ni el cómo aquello funcionaba así. Podría llenar el resto del artículo de lugares comunes: que si la educación sexista, que si el nacionalcatolicismo, que si el puritanismo hipócrita, que si “los niños con los niños y las niñas con las niñas”… y todo estaría bien traído. Yo, al menos, no lo voy a negar… Pero hay un detalle que tampoco se puede negar, y es que / y pienso que todos, no yo solo / en aquel tiempo y edad, al menos a nivel de sentimientos, los críos no hormigueábamos ese supremacismo ortodoxo, ni de poder, ni ningún machismo, que el feminismo enarbola en su catecismo, con respecto a las chiquillas. Por el contrario, nos sentíamos cohibidos, intimidados y alucinados cuando nos encontrábamos ante nuestras narices a una de aquellas desconcertantes y mágicas criaturas. El apabullamiento era tal que el balbuceo, el tartamudeo, y el no saber qué hacer con las manos ni cómo poner el resto del cuerpo, era la respuesta más homologada de entre los chicos. Mientras, ellas reían, enigmática o abiertamente, por nosotros o de nosotros, vaya usted a saber…

                Por eso mismo que yo no creo que el creerse superior el hombre a la mujer resida en la genética del sexo. La naturaleza la impondría desde niños, y no es así. Eso se debe, o así al menos lo creo yo, a una pátina educacional posterior, de roles, tanto impuestos como asumidos, por unos y por otras. El humano, la persona, es hombre o mujer, macho o hembra, o como a mí me gusta decir: hombre o hembra, pero se hace machista o feminista en sociedades que solo miran la superioridad de un sexo sobre otro… Y no me miren así, como un bicho raro, pero la sociedad igualitaria aún está por nacer… yo diría, incluso, por engendrar. En la actualidad, el machismo ha generado una fuerza contraria – como una de las leyes de la física – proporcional, que es el feminismo, y como esa misma ley física indica, amenaza con igualarla y/o superarla potencialmente. Mientras, la igualdad, la auténtica, la genuina igualdad, la no impuesta, está sumergida por ambos tsunamis. Y yo no creo en ninguno de los dos.

Han pasado sus buenos 65 años de aquellas vivencias indelebles de mocoso, y para mí, las mujeres, cara a cara, siguen pareciéndome seres fascinantes, insondables, casi misteriosos… Y tan distintos al hombre en alma, mente y espíritu, que, a veces, aún me acojono, y llego a dudar si somos hijos del mismo Dios. Quizá la violencia de género sea un brutal complejo de inferioridad por parte del hombre, que solo la fuerza bruta puede tapar. Yo no lo sé… Pero aún me paro – cuando voy a recoger a mis nietos al colegio – para mirar a un niño  que se encuentra a solas con una niña. Y lo veo nerviosear y turbarse, y buscar con la mirada y sus gestos el punto de referencia de sus compañeros o acompañantes… Igual que entonces… Así que, por favor, cuentos, los justos.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


domingo, 10 de marzo de 2019

La VEJEZ



Tengo setenta y dos años, y mi pregunta es: ¿soy viejo?.. Yo sé que no es una manera muy común de comenzar un artículo de prensa. Pero dejo esa pregunta ahí, en el aire, para que alguien la conteste. Una parte de los que conozco me responderán que de ninguna manera, que yo no estoy viejo, que me conservo muy bien, y todo eso… Gracias. Pero no es eso lo que pregunto. Yo no pregunto si “estoy” viejo, si no si “soy” viejo. Existe una tendencia general a escamotear la realidad. No presume bien. Se es viejo a los noventa o cien años, si acaso. Mientras tanto aún tenemos que rendir cuentas en el mercadeo de lo joven. Hoy no existe la vejez, si no la tercera edad, a la que nadie, por cierto, aún le ha puesto la edad, pues se vende lo que no existe y se compra lo que aún subsiste: la apariencia. Para eso se nos ha montado un mundo a la medida, que es un reflejo de lo que un día fuimos, y una mala copia de lo que hoy son otros. Somos seres insersívoros y mantenemos una industria: el negocio de la vejez.

                Yo vuelvo a preguntar, vale, de acuerdo, no estoy viejo, pero… ¿lo soy?.. Es que si no lo soy significa que no he madurado, no he aprendido nada, no me he hecho a mí mismo, no he vivido, significa que yo no soy los años que tengo… Y eso tampoco es, ¿no?.. A mi edad debo haber adquirido experiencia, madurez, conocimientos, vivencias, sabiduría… algo que solo dá la edad, porque si no es así, entonces soy un fracaso humano, un fantasma. Y mi cuerpo, y mi organismo, y mis vísceras, y toda mi estructura física, por mucho que la sociedad montada sobre el consumo y el hedonismo se empeñe en proclamar que no envejece, es que sí, que lo hace. Aunque yo quiera engañarme en el escaparate levantado a tal efecto, donde todos nos esforzamos en representar el papel de jóvenes mayores que algunos idiotas interesados nos han asignado…

                Si la mayoría quiere huir de la realidad, allá cada cual. Las huidas hacia adelante se han inventado por algo y para algo, aunque a mí no me valgan de nada, pues ya queda poco por delante. Hay miles, cientos de miles, que se apuntan a ellas… Yo no puedo sentirme viejo, vale, es posible que, incluso, no lo esté. Como quieran, pero serlo, lo soy. Siento no colaborar en la artificial farsa propagandística que en este Gran Hermano todo el mundo es joven hasta que la diña. Los que lo tienen montado así no pueden perder nicho de mercado. Pero hay que ser muy necio para creerse joven solo porque participa del recreo empinado por el Inserso, sin querer ver que va cargado de pastillas y viáticos con que apuntalarse en el viaje… Y hablando de viáticos, a mí me vale el típico tópico ese de “si no te sientes viejo, es que no lo eres”, muy bien, perfecto. Pero no soy tan estúpido como para engañarme a mí mismo. No podré sentirme viejo, y en muchas, aunque cada vez en menos, no me siento. Pero lo estoy. Lo soy. Y eso por algo tan simple y elemental como innegable: porque he vivido hasta donde otros aún no han vivido, y lo que otros no han vivido, tampoco. Y eso, para bien o para mal, no me lo quita nadie de encima. Hay algo en la creación, en el mundo, en el universo entero, que se llama perspectiva. Es la visión de las cosas desde la lejanía, desde la altura, desde la distancia, y cuanta más perspectiva se tenga, mayor y más abarcable es la realidad. ¿Algún listo puede decirme cómo se adquiere esa perspectiva?..

                Alguien conciso y sabio, puede que me responda: viviendo. Solo se consigue viviendo. Vale pues, ¿y cómo se vive, si no es consumiendo de tu tiempo?.. y algún pobre imbécil de los que dicen lo de “vieja, la ropa”, me conteste a la pregunta consecuente: ¿cómo consumes tu tiempo asignado si no es envejeciendo?.. Así que cuando los correveydiles entrenados en falsear realidades me sepan contestar tales preguntas, yo me bajaré de mi burra Lucera, o Lucifera, me dá igual… Mientras tanto, serán esos cretinos eufemistas de lo políticamente correcto los que sigan canturreando sus tontas consignas.

                …Y no, no estoy haciendo un canto a la vejez como decrepitud y decadencia. Solo estoy intentando restituir la dignidad del envejecimiento, sin necesidad de montarse travestismos y payasadas que no vienen a cuento, como lucir pellejos colgantes en carnavales constantes… ¿qué de digno hay en eso?. Miren, yo me siento razonablemente bien, físicamente hablando, para la edad que tengo y de la que dispongo. Y doy gracias a Dios por ello. Pero me siento más completo, más experimentado, más auténtico, más maduro, más acabado, más ser humano, más auténticamente yo, que cuando tenía varias décadas menos. Y pobre del que no se vea así. Y eso es lo que reivindico, no los otros patetismos. Y no tengo porqué esconderme en el ridículo que veo en personas con vivencias suficientes como para presumir de ellas en vez de comportarse con la vaciedad mental del percebe verde… Yo no renuncio al patrimonio de la vejez, no me avergüenzo de él, no quiero ocultarlo ni disimularlo, mucho menos abjurar de ello… Mi vida es parte de la Historia, y yo soy mi propia historia. Y eso es gracias a que soy viejo.-

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


viernes, 8 de marzo de 2019

El Mirador 8 de marzo 2019 "UNA LECCIÓN DE HISTORIA VIVA"

viernes, 1 de marzo de 2019

El Mirador 1 de marzo 2019 "EL PROPOSITO 2"

UNA LECCIÓN DE HISTORIA



            Calzaba unos ocho o diez años, no más… En aquellas escuelas nacionales de la posguerra, si tenías la suerte de que te tocara un maestro no demasiado “del régimen”, la convivencia era aceptable dentro de la clase entre toda la zagalería, así como los “recreos”, en los que se nos daba suelta sin control. Todo estaba bajo control natural, todo estaba permitido salvo matarnos entre nosotros. No había más que la imaginación en ver a cual más arriesgado de los juegos apuntarnos. El Borrico del tío Andrés, el Agua vá, o el Ajo duro eran, entre otros, lo suficientemente violentos como para soltar toda la adrenalina de nuestros menudos pero belicosos cuerpos. Los rasguños, heridas o contusiones no eran más que heroicas medallas que lucir tras la batalla. El obligado Viva España cantado y saludado brazo en alto, ponía fin al día escolar.

            Fuera, en la calle, nos esperaba el trozo de pan duro con la onza de chocolate garrofero que nos suministraban en casa, y más calle, hasta que la luz desapareciera de ellas. No había otro juguete ni entretenimientos que los que pudiéramos procurarnos con nuestras propias manos, y nuestro propio magín, y nuestras propias piernas y brazos, para trepar a las palmeras y a los árboles y convertir sus ramas en armas virtuales. Poco más, o nada más… Solo en la Falange de la época, un vetusto recinto cercano a la escuela, nos brindaba la posibilidad de pegarle unas patadas a un balón remendado, o unos soplos a una trompeta de lata magullada… solo el azul de las ajadas camisas y el rojo de las boinas de cuatro zagalones daban un apagado tono de color al conjunto… Solo una visita tuve la oportunidad de hacer a aquel patio de ladrillo visto descarnado. El Jefe Local de Falange y su adlater, en aquel rimbombantemente llamado Cuarto de Banderas, tras soltarme que yo no podía estar allí por ser hijo de rojo, me despidieron con sendos empujones y un par de patadas en mi escaso culo…

            ...Culo, pecho, barriga y extremidades que revisé bien en el privado del retrete o de mi habitación, por si yo podía haber heredado la extraña enfermedad de mi padre: la rojez… Pero no, nada, todo era más bien tirando a negro… Entonces, si mi padre no me había contagiado, ¿cómo iba yo a contagiarles a ellos?.. Pues, sin duda, no me querían allí por si les pegaba el rojerío paterno. Anduve un tiempo atisbando disimuladamente a mi progenitor cuando llegaba de noche, cansado de darle a la brocha. A ver la cara, la frente, las manos, la nuca… nada. Pues no lo entiendo, pensaba… y seguía con mis torpes pesquisas. Naturalmente, no alargaron mucho los años hasta que me fui enterando de que ser rojo en mi pueblo, para cierta sociedad, era como ser negro en los tabacales de Louisiana, donde las películas del oeste. Y luego, más tarde, igual me percaté que vivíamos una situación dictatorial, donde los que ganaron una guerra violando la ley tenían todos los derechos, y los que perdieron el gobierno legítimo, no tenían ningún derecho. Ni de la vida, ni del trabajo, ni de opinar, casi que ni de pensar, y mucho menos de quejarse. No tenían derecho a nada.

            Hoy, ya en la actualidad, te encuentras que los descendientes de aquellos rojos, las izquierdas de ahora, cuanto más extremas, más perdidas, han olvidado sus principios convirtiéndose en ciegos, romos y obtusos, tan intransigentes como las derechas de aquel Glorioso Movimiento Nacional, y ves que apoyan a dictaduras populistas como aquella nacionalsocialista del fhürer o el nacionalcatolicismo del caudillo, aunque se llamen a sí mismos de izquierdas. Y da miedo…

            Dá miedo ver a la ultraizquierda vasca manifestándose en la calle a favor de un Maduro sátrapa y fascista, y en contra de los que representan a la verdadera democracia. Sus privilegios de niñatos, hijos de la gran clase media de este país, llenos de forraje apesebrado, les ha borrado la historia auténtica, la que fue real, de sus casposos ojos, y no son capaces de ver que Nicolás Maduro está intentando hacer exactamente lo mismo que lo que hizo Josep Stalin, al igual que Stalin copió a Hitler. Que son absolutistas de la misma calaña, enemigos de las libertades y de los derechos humanos, que se sacuden a los que tienen al lado y no opinan como ellos, abusan de su pueblo en cuanto “asaltan el cielo”, no ven que los oprimen bajo el terror, y secuestran la justicia y las leyes para su exclusivo beneficio. Y que persiguen a los disidentes con el mismo odio y la misma saña, el mismo desprecio, con que aquella Falange Española, Tradicionalista y de las Jons, trató a mi padre, y a mí por extensión, de rojo.

            Y me da miedo, sí, porque esa historia, la auténtica y verdadera, la legítima, se la están hurtando, cuando no falseando, a los jóvenes de hoy en día. Y los están convirtiendo en los exaltados energúmenos de una mentira.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php