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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

lunes, 25 de enero de 2016

EXORCISMOS

El otro día leí un artículo sobre uno de los últimos exorcistas de la Iglesia católica, el padre J.A. Fortea. Uno de los pocos expertos en demonología que van quedando. Es español, y reconoce que “vivimos los últimos años del exorcismo”. Es natural, dice, aunque no sea lógico. Y no es esta afirmación un dislate, no… Vivimos la era de la ciencia, y la ciencia no reconoce la posesión, así que aquí la Iglesia pierde. Es cierto. En el exorcismo de la niña vallisoletana que ha salido mal, ha sido condenado el cura metido a médico del cerebro. Fortea afirma que en las docenas de casos que aún le llegan, desvía al menos un 95% al psicoanalista, pues no debe haber conflictos, y aún así… los éxitos pasan desapercibidos y no cuentan, pero los fracasos… Naturalmente, existe un terreno oscuro, hostil, virgen, y que aún es terreno de nadie, que es la esquizofrenia, y ahí es donde suele mezclarse la posesión con la chaladura, y es donde nadie, o casi nadie, tiene respuesta.
 
                Fortea asume su creencia formal en la existencia del demonio, y, por consiguiente, en la posesión, si bien, y esto es una nota de honestidad, declara no haberlo visto ni oído jamás. Los científicos, claro, lo niegan por no haberse podido probar empíricamente. “Se conoce por sus efectos”, sanciona el de la sotana negra… “Efectos producidos por una enfermedad mental”, contesta el de la bata blanca. Y gana el de la aspirina al del conjuro. Por eso, asegura Fortea, “el exorcismo desaparecerá de Europa, y nosotros ya somos los últimos”. Y casi que resulta natural, y hasta lógico, y de cierto sentido común. Solo nos volvemos al cielo cuando nos falla la tierra. Nunca antes. Jamás pasamos por la capilla sin haber pasado antes por la consulta.

                A mí no me pregunten, pues no me reconozco muy fiable. Yo no creo en el demonio como tal, pero creo en el mal, y lo veo en el ser humano. Como tampoco creo en los ángeles como me los retratan, pero creo en el bien, y lo veo en el ser humano. Como no creo en el Dios que me pintan, si no el que se vislumbra y se adivina a través del ser humano. El hombre es contradicción pura, a la vez y por eso mismo también es el crisol y la esencia primordial de todo. Y la medida. Es donde se mezclan y combaten las fuerzas creativas de Dios a través del universo. Los dos polos opuestos pero complementarios de una misma energía. Los dos platillos de una misma balanza. Ahí se pesan el bien y el mal, el ángel y el diablo, la luz y las tinieblas… Dios es el fiel de la balanza, el punto de apoyo, pues solo Él puede ser el equilibrio de ambas fuerzas. Y eso es lo que el jodido hombre tiene que buscar y encontrar en sí mismo. Esto es lo que yo pienso, esto es lo que yo creo, pero nada certifico. Para eso están los dogmas y los dogmáticos y yo tampoco creo en ninguno de los dos, así, que, enfín…

                Lo que sí es cierto es que lo del páter Fortea dá mucho juego, y resulta una muy buena excusa para psicoanalizarse uno y descubrir algunas cosas que, no es que estuvieran perdidas, si no escondidas, que no es lo mismo, porque no es igual no verlas que no querer verlas… Por ejemplo, yo soy más malo que la picá la cabra, es verdad. Pero mi maldad (creo) es neta, limpia, franca y sin excusas, y no quiero justificarme con eso ni mucho menos. Los hay también intrínsicamente bondadosos, si bien que con alguna pincelada venal de extraña maldad, que puede hacerlos parecer seres atormentados o introvertidos. Como también hay otros que se visten de santidad y de martirio, y llevan su sufrimiento como en procesión, para que la gente los compare y los compadezca. Y es bondad y maldad tan íntimamente mezclada y retorcida que se confunden ambas la una con la otra.


                Cuenta un Evangelio que Jesús interpeló a un poseso sobre quién lo poseía. “Somos legión”, le fue contestado. Somos los que somos porque somos lo que somos. Y somos muchos en uno solo, al igual que Uno solo – Dios – está en muchos… También Cristo dijo que no encontraríamos a ese Dios en templo ni lugar alguno, “retírate en ti mismo y busca en tu interior, y cuando lo encuentres, habla con Él”… Igual cualquier sacerdote exorcista sabe esto. Y quizá la clave de que desaparezcan esté en ello. En el intento desesperado, e incluso ateo según la propia religión, de la ciencia, que ahora intenta encontrar a Dios, el equilibrio, la curación, dentro del ser humano. Y ya no fuera…

viernes, 15 de enero de 2016

PARADOJAS

Nuestro mundo es totalmente paradójico. Nos movemos entre conceptos contrarios y no nos damos cuenta que nosotros mismos somos parte intrínseca de esos mismos conceptos, que no podemos escapar a ellos… o quizá sí podemos y es que no lo sabemos, o que en el fondo no queremos. No lo sé muy bien, pero sí sé que somos unas absolutas paradojas con piernas. La paradoja más famosa por conocida es la del cretense, del filósofo griego Eupiménides. Decía éste hombre que un cretense aseguraba que todos los cretenses eran mentirosos. Naturalmente, si el cretense, como mentiroso que era, mentía, resulta que los cretenses decían la verdad. Y si, como tal, entonces decía la verdad, resulta que era un mentiroso… y así se forma un bucle sin solución ni final que puede durar hasta que las ranas críen canas.
   
            
                Pero la paradoja no está solo en la verdad y la mentira. Está en muchas cosas más. Prácticamente reside en casi todo, por no decir en todo. La verdad y la mentira son dos partes de una misma realidad. Al igual que no sabemos distinguir lo auténtico de lo falso, lo real de lo irreal, la mentira hemos de contrastarla con la verdad para saber en qué parte es mentira, y la verdad hemos de confrontarla con la mentira para saber en qué parte es verdad. Es como cuando alguien hace una afirmación o una negación, y siempre hay algún otro que le contesta con la pregunta: “¿…comparado con qué?..”

                Es como la búsqueda del amor verdadero. ¿Cómo saber cual es el amor verdadero si no sabemos distinguir los amores falsos?.. Las páginas del Hola y los tiempos del Corazón-de  están repletos de amores verdaderos que venden sus exclusivas hoy para dentro de unos años volver a declarar otros amores verdaderos. Ni siquiera el que, aparentemente, dura toda la vida, puede considerarse absolutamente verdadero, precisamente por eso mismo, porque puede ser apariencia, costumbre, interés, conformidad, comodidad… ¿quién puede saberlo?. Un amor que se divide en afectos, cariños, atracciones, querencias, apegos, enamoramientos… un amor que se desintegra en diversos grados de amor no puede ser el “amor verdadero”. Incluso se ha llegado a decir que el odio es un amor torcido, un amor errado, del lado oscuro, como en la guerra de las galaxias. Yo creo que el “amor verdadero” es un concepto típicamente femenino, como cuando hablan de un “maquillaje natural”. Todo maquillaje es un artificio, luego no puede ser natural. Nunca puede ser lo uno y su contrario…¿o quizá sí..?. Una paradoja muy femenina, pero es posible tanto que la lógica y la paradójica sean ambas de naturaleza femenina…

                Es como el bien y el mal. ¿Cómo saber lo que está mal si no tenemos una idea formada del bien?. O, al contrario, ¿cómo apreciar el bien si no conocemos el mal?.. ¿No será porque ambas ideas, ambos conceptos, forman parte de una sola naturaleza?.. El hombre puede pasarse toda su jodida vida buscando el bien haciendo el mal, exactamente igual que cuando se dice que Dios escribe con renglones torcidos… Y hablando del Jefe Supremo… teológicamente se afirma que Dios está presente en toda su creación. Axioma que comparte la propia física quántica en sus últimos descubrimientos con respecto a la energía y la materia. Pues bien, si Él es y está en cuanto ha creado, también está en el diablo, puesto que también es creación suya. Deducción lógica. Si el demonio es lo contrario a Dios, Dios está también en su contrario, luego son complementarios… Salvo, claro, que eso de que es su contrario, su rival, su opuesto, su enemigo, no sea verdad, y sea un concepto creado por nosotros, naturalmente…


                Cuidado, chalao, que con la Iglesia has topao… se me advertirá en este mismo punto y momento. Que tú estabas hablando de paradojas y no se te permite ejercer la facultad de pensar ni razonar más allá de un límite. ¿Cómo osas hoyar sagrados terrenos en los que tenemos la exclusiva de interpretación por franquicia divina?.. ¡Anatema para ti y para los que os atrevéis a pasaros del límite establecido por nos!.. Pues sí, mis queridos seguidores, lectores y amigos míos, sí. El propio Dios es una paradoja. Quizá que la mayor y más grandiosa de todas. Una paradoja en sí misma. La Única. Pero no nos engañemos. Eso no quiere decir que no exista. Lo único que no existen son los dogmas.  Más bien todo lo contrario. Es más que posible que lo único real, cierto y verdadero, lo único auténtico, la única existencia existente sea la de la paradoja, y nosotros solo vivamos dentro de Ella… Pensémoslo, aunque sea pecado.

lunes, 11 de enero de 2016

FELICIDAD

¿Quién es feliz?.. Yo, desde luego, no. Y no hablo de sentirse satisfecho, ni de estar en paz, ni de conformidad con uno mismo tampoco… no. Hablo de la felicidad, que es la plenitud de todo. No diré yo que no exista, que no la goce algún privilegiado ultrahumano, o que sea un invento de las personas, pues ignoro lo que los demás entienden por felicidad, así que me limitaré a decir que yo no la conozco, ni en mí ni en nadie de mi alrededor, al menos aquello que creo que puede ser la felicidad. Es más, pienso que el concepto, mi concepto al menos, de felicidad, se excluye a sí mismo. 


                Y lo creo así porque el ser humano está en el jodido mundo para perfeccionarse, me parece a mí, y entiéndase “mundo” por “vida”, por existencia material, que además medimos desde la única que conocemos, quedándonos cortos por los “corticos” y limitados que somos. Y, claro, la percepción de la perfección viene dada por la experiencia, al igual que la experiencia viene a través del sufrimiento, de la superación de los obstáculos, los problemas y las desgracias. Y eso no puede generar felicidad, si no otra casa que, por amable que sea, ni pálidamente se le parece. La puñetera vida es una carrera de pruebas contínua, desde el primer nacimiento hasta la última muerte. Unas más duras que otras, pero pruebas al fín y al cabo, y ninguna prueba, por satisfactoriamente que concluya, genera felicidad alguna. Sí que conocimiento. Pero el conocimiento y el precio que hay que pagar por el mismo puede generar satisfacción, pero… ¿felicidad?..

                Quizá el motivo esté en que la felicidad, al igual que el amor, son conceptos absolutos. Y el absoluto solo puede residir en otro concepto más absoluto todavía: en el de Dios. Y Dios es plenitud en la misma forma que el hombre es limitación. Es más, personalmente estoy convencido que esos dos conceptos, felicidad y amor, es el mismo, si bien que, adivinados más que percibidos, con diferentes lentes. Pero desde nuestra experiencia, desde nuestro limitado conocimiento de las cosas, ni lo uno ni lo otro es completo, por lo tanto, solo lo intuimos a través de sucedáneos que nos engañan más que nos enseñan.

                Me dijo una vez un sabio amigo mío que “la ventaja de ser inteligente es que se puede fingir ser cretino, mientras que el contrario resulta imposible”. Y traigo esto a colación por aquello que suele soltarse como un axioma de que solo los cretinos llegan a ser felices. Si mi amigo el sabio tiene razón, entonces la conclusión es tremendamente cruel, porque el inteligente puede fingir ser feliz aun sabiendo que la felicidad es cosa de cretinos. Sin embargo, algo hay de cierto en ello, ya que afirmamos  vanamente que somos más o menos felices con una ligereza espantosa, al igual que decimos que amamos, aun sabiendo que lo que no perdura es tan solo que apariencia, que no es cierto porque lo efímero es lo falso…

                …Bueno, se me dirá, nada dura por siempre, así que… ¿todo es mentira?. No, no digo eso, ni mucho menos. Pero sí que me aventuro a decir que todo es irreal. Hasta nosotros mismos, al menos los cuerpos por los que nos conocemos unos a otros. Todo lo que no permanece, no existe, pero todo lo que existe, permanece. Es un principio hermético de sabiduría oculta. Pero también es científico, porque es una ley de la física quántica. Incluso filosófico. Kant utilizaba la tríada bondad-belleza-verdad para asegurar que lo que es bueno es bello, y lo que es bello es verdadero… aunque sea irreal. Luego, sí, la felicidad, como el amor, existen, pero no son de este mundo.

                Por lo que volvemos al principio del rollo macabeo de hoy: no conozco la felicidad, pero conozco lo que se conoce por felicidad. Y con eso, me conformo, pero no me engaño. Como imagino que se conforman la inmensa mayoría de las personas. Pero eso no es motivo para confundirse tontamente con lo que somos incapaces por naturaleza de producir, y, por lo tanto, de transmitir… Así que cuando deseemos felicidad a los que queremos, sepamos que estamos deseando lo que no alcanzamos ni a dar ni a recibir. Que como buenos deseos, vale, está bien, pero reconozcamos al menos que usamos y abusamos, y vulgarizamos y abaratamos algo que es único, y tan tremendamente valioso que no tiene precio.

martes, 5 de enero de 2016

POST-NAVIDAD

Casi siempre he escrito un artículo artifinavideño por Navidad, como es normal. A favor o en contra, pero “en fechas”, aprovechando que la vuelta a casa es obligada rebozarla en turrón. Sin embargo, este año me van a permitir  ustedes que lo escriba a toro pasado, mejor dicho, a buey pasado, una vez vueltos a la normalidad de los días, cuando se pagan y se apagan las importadas luces callejeras y nuestras impostadas luces interiores, de las que una vez al año no hace daño… más que a los cada vez más estrechados bolsillos. Una vez regresados a los días normales en que nos queremos lo normal, lo jaleamos lo normal y presumimos de ello lo justo y normal.
 
                Estamos llegando a unos extremos en que hasta me parece agradable el encontrarme de pascuas a polvorones a la gente usual y desearles unas felices fiestas en lo que cabe, que cada cual tiene su propio cupo y motivos, así, cara a cara, dándole la mano, de cuerpo presente... Y lo que me lo ha convertido en ya una costumbre entrañable es el uso y abuso de los mensajes whatsapijos en que te bañan e inundan de rebuscadas frases, edulcoradas y empalagosas hasta la arcada. Yo soy diabético, y me pongo a parir con ellas, por lo que mi doctora me ha recomendado que para los próximos idus de mazapán apague el loro. A mí me parece que hay gente que, durante todo el año, colecciona paridas pseudoprofundas a lo Pablo Coelho para darles suelta por Navidad, fechas en que se abre la veda, y presumir de trascendental aunque se ignore el significado “de profundis” del mensaje. El objetivo es que al destinatario se le afloje la lágrima espumillona.

                Gordon Pennycook, un psicólogo de altos vuelos, y gurú norteamericano en el estudio de estos fenómenos, dice en un artículo suyo: “la conclusión es que las personas más receptivas a estas memeces son también las que tienen menos nivel de inteligencia”. Y dice aún más: “son también las más propensas a creer en teorías conspiratorias, en lo anormal (que no paranormal) y en las medicinas milagrosas…”. Ásperos e inmisericordes comentarios, a fé mía. Pero lo que sí es verdad es que, por esas fechas de paz, amor y hosannas en las alturas, se creen a sí mismos profetas portadores de eternas verdades, y esto no es cosa de don Gordon, si no que me parece a mí… es la sensación que me da.

                Afortunadamente, pasadas esas programadas calenturas, solo fomentadas para espumar el consumo a cotas desaforadas y aflojar los bolsillos hasta la extenuación, aunque hayan secuestrado impunemente el auténtico y verdadero sentido de la Navidad con el aplauso, el jolgorio y la ignorancia de todos… afortunadamente, digo, pasadas esas fiebres, todo vuelve a la realidad más real, más humana y menos falsamente divina, más pegada a nuestra naturaleza defectuosa y caótica… Pero es la normalidad dentro de lo imperfecto, y eso es más auténtico que lo perfecto dentro de la anormalidad, por no decir, viendo las cotas de las “comidas y cenasde…”, la más alta subnormalidad.

                Lo que en realidad conmemora la navidad es la post/navidad. Es el cambio de solsticio. El triunfo gradual de la luz en cuanto a que empieza a ganarle tiempo y espacio a la oscuridad. Y no solo en su simbolismo oculto, legado olvidado y despreciado de arcáicas culturas, sino también el triunfo material productivo, el del advenimiento de las cosechas y el retroceso del de la escasez… en nuestras originales sociedades agrícolas…

                Pero, enfín… lo que yo quería felicitarles a ustedes en serio es la feliz postnavidad, la feliz normalidad, en que todos nos despojamos de nuestras máscaras decoradas de buenismo y regresamos a ser lo que somos, buenos, malos, condicionados o retorcidos, simpáticos o antipáticos. Y nos tenemos que soportar y perdonar a nosotros mismos a través de los demás, de los otros, de todos… Afortunadamente, claro. Así las cuentas están mucho más claras, y eso es mejor que peor, porque en Navidad salen muy alteradas, muy falseadas, muy irreales. Las encuestas siempre dan un número de personas de buena voluntad que luego, pasadas esas fechas, bajan ostensiblemente. Y eso me desconcierta, y me aturde, y me repamfinfla… Y prefiero la verdad por mala que sea a la mentira por buena que parezca… Sí, ya, es que yo soy muy joío, y un poco giliraro. Pues ustedes sepan disculparme.


domingo, 3 de enero de 2016

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Año dieciséis del tercer milenio, nada menos, y aquí, en España, aún no sabemos de la misa la media. La inmensa sima entre el mandato del pueblo a través de unas elecciones generales, y lo que los políticos quieren interpretar, se hace patente hasta el punto que son capaces de llevarnos de nuevo a las urnas. Es tal su mediocre ineptitud e ineficacia. Porque una cosa es el resultado de las mismas: fuera las mayorías absolutas, fuera el nepotismo de partido, fuera las prepotencias políticas, y otra cosa es la lectura que cada uno de ellos hacen como exclusiva interpretación personal que solo obedece e intereses personales o partidistas. Y en esto, es tan curioso como ilustrativo, todos los líderes dicen hablar en nombre del pueblo con la más triste y desgastada versión demagógica, pero ninguno quiere ver la única verdad: un resultado que les obliga a entenderse, dialogar, consensuar, dejar a un lado el interés de partido y poner los del país, y, en su caso, formar un gobierno de concentración nacional, al fín y al cabo como media Europa lo está haciendo sin ningún problema… Ese es el único resultado cierto de las elecciones, y no el que ellos dicen entender porque así quieren entenderlo… 


                Así tenemos a un Rajoy que interpreta una mayoría simple como absoluta, y no ve, no quiere ver, que la inmensa mayoría de los votantes le ha negado su confianza, y no puede, no debe, imponer a esa gran mayoría la miope visión absolutista de su falseada realidad. Y, no conforme con eso, aún se postula a sí mismo a seguir presidiendo partido y país, a pesar de tal descalabro. Pero es que igual, o peor, le ocurre a Sánchez. Ha llevado al PSOE a los peores resultados de toda su historia y aún reclama para sí todos los laureles: reelección como secretario general y ser árbitro de un gobierno, tanto contra natura como contra matemática, aún pactando con los peores enemigos de la integridad nacional de España. Su locura y su soberbia solo es comparable a la tontuna visionaria profunda de su antecesor. Entre ambiciosos, pues, anda el juego.

                Pero es que doña Susana, que espera sin disimulo su oportunidad, tampoco ha estado muy sembrada que digamos. Lo apoya en su cerrada negativa al PP con portazo incluído apoyándose en la ajada demagogia de que no pueden traicionar el mensaje de sus votantes… ¡Leches, todos los votantes de todos los partidos votan a los suyos para ganar!.. pero cuando no se alcanza la mayoría suficiente para hacerlo lo que se espera es que sepan rentabilizar lo obtenido inteligentemente, que le den el mejor uso posible, no que lo tiren al cubo de la basura, ¿o acaso no es así?.. Lo otro, precisamente, es defender exactamente lo mismo que se ataca al contrario. Hay que ser muy ciegos o muy necios para no ver que, al igual que el rival, la ciudadanía les ha recortado poder y representación para que lo ejerzan de otra forma distinta a su acostumbrado ordeno y mando.

                Porque lo de Podemos es un caso aparte. Es un partido integrado por muchas docenas de grupos y grupúsculos, los más importantes de ellos, como el catalán, formado por antisistemas, anticapitalistas, antiespañolistas y antitodistas, que imponen su política parcial de fragmentación nacional al resto. Por eso mismo Iglesias no sabe ya cómo defender una postura en equilibrio constante entre independentismo y referéndum, que en el fondo es lo mismo. Aparte de que su visión es de un estado funcionarial de cuando Lenin era cabo fourriel. Simplemente, no es un partido operativo, ni siquiera cohesionado, si no más bien disgregativo y disgregado. Solo Ciudadanos, al margen de su visión más o menos conservadora, aparenta tener un discurso coherente. Ribera, al menos, habla con educación y respecto, aparte de que se mueva mucho al hablar, que le achacamos como defecto, no te jode... Y eso, en este país de locos e irresponsables, si no es suficiente sí que es bastante.


                Así que si toda esa panda de inútiles, que apenas saben disimular su desmedida ambición, se empeñan en enviarnos de nuevo a las urnas, y hemos de soportar una nueva campaña electoral calcada a la que ya hemos sufrido, tomémosla como una segunda vuelta. Solo así sería un mal menor. Y, como tal segunda vuelta, al menos tendríamos la oportunidad de castigar a los culpables del desaguisado a los que parece ser que sus partidos no son capaces de castigar como responsables de la situación. O si no como una segunda vuelta, tomémoslo como una segunda oportunidad.