EXORCISMOS

El otro día leí un artículo sobre uno de los últimos exorcistas de la Iglesia católica, el padre J.A. Fortea. Uno de los pocos expertos en demonología que van quedando. Es español, y reconoce que “vivimos los últimos años del exorcismo”. Es natural, dice, aunque no sea lógico. Y no es esta afirmación un dislate, no… Vivimos la era de la ciencia, y la ciencia no reconoce la posesión, así que aquí la Iglesia pierde. Es cierto. En el exorcismo de la niña vallisoletana que ha salido mal, ha sido condenado el cura metido a médico del cerebro. Fortea afirma que en las docenas de casos que aún le llegan, desvía al menos un 95% al psicoanalista, pues no debe haber conflictos, y aún así… los éxitos pasan desapercibidos y no cuentan, pero los fracasos… Naturalmente, existe un terreno oscuro, hostil, virgen, y que aún es terreno de nadie, que es la esquizofrenia, y ahí es donde suele mezclarse la posesión con la chaladura, y es donde nadie, o casi nadie, tiene respuesta.
 
                Fortea asume su creencia formal en la existencia del demonio, y, por consiguiente, en la posesión, si bien, y esto es una nota de honestidad, declara no haberlo visto ni oído jamás. Los científicos, claro, lo niegan por no haberse podido probar empíricamente. “Se conoce por sus efectos”, sanciona el de la sotana negra… “Efectos producidos por una enfermedad mental”, contesta el de la bata blanca. Y gana el de la aspirina al del conjuro. Por eso, asegura Fortea, “el exorcismo desaparecerá de Europa, y nosotros ya somos los últimos”. Y casi que resulta natural, y hasta lógico, y de cierto sentido común. Solo nos volvemos al cielo cuando nos falla la tierra. Nunca antes. Jamás pasamos por la capilla sin haber pasado antes por la consulta.

                A mí no me pregunten, pues no me reconozco muy fiable. Yo no creo en el demonio como tal, pero creo en el mal, y lo veo en el ser humano. Como tampoco creo en los ángeles como me los retratan, pero creo en el bien, y lo veo en el ser humano. Como no creo en el Dios que me pintan, si no el que se vislumbra y se adivina a través del ser humano. El hombre es contradicción pura, a la vez y por eso mismo también es el crisol y la esencia primordial de todo. Y la medida. Es donde se mezclan y combaten las fuerzas creativas de Dios a través del universo. Los dos polos opuestos pero complementarios de una misma energía. Los dos platillos de una misma balanza. Ahí se pesan el bien y el mal, el ángel y el diablo, la luz y las tinieblas… Dios es el fiel de la balanza, el punto de apoyo, pues solo Él puede ser el equilibrio de ambas fuerzas. Y eso es lo que el jodido hombre tiene que buscar y encontrar en sí mismo. Esto es lo que yo pienso, esto es lo que yo creo, pero nada certifico. Para eso están los dogmas y los dogmáticos y yo tampoco creo en ninguno de los dos, así, que, enfín…

                Lo que sí es cierto es que lo del páter Fortea dá mucho juego, y resulta una muy buena excusa para psicoanalizarse uno y descubrir algunas cosas que, no es que estuvieran perdidas, si no escondidas, que no es lo mismo, porque no es igual no verlas que no querer verlas… Por ejemplo, yo soy más malo que la picá la cabra, es verdad. Pero mi maldad (creo) es neta, limpia, franca y sin excusas, y no quiero justificarme con eso ni mucho menos. Los hay también intrínsicamente bondadosos, si bien que con alguna pincelada venal de extraña maldad, que puede hacerlos parecer seres atormentados o introvertidos. Como también hay otros que se visten de santidad y de martirio, y llevan su sufrimiento como en procesión, para que la gente los compare y los compadezca. Y es bondad y maldad tan íntimamente mezclada y retorcida que se confunden ambas la una con la otra.


                Cuenta un Evangelio que Jesús interpeló a un poseso sobre quién lo poseía. “Somos legión”, le fue contestado. Somos los que somos porque somos lo que somos. Y somos muchos en uno solo, al igual que Uno solo – Dios – está en muchos… También Cristo dijo que no encontraríamos a ese Dios en templo ni lugar alguno, “retírate en ti mismo y busca en tu interior, y cuando lo encuentres, habla con Él”… Igual cualquier sacerdote exorcista sabe esto. Y quizá la clave de que desaparezcan esté en ello. En el intento desesperado, e incluso ateo según la propia religión, de la ciencia, que ahora intenta encontrar a Dios, el equilibrio, la curación, dentro del ser humano. Y ya no fuera…

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