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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

martes, 27 de septiembre de 2016

MEDITACIONES

Me entretengo dándole vueltas a una frase de Julián Barbour, en su obra El Final del Tiempo… Dice así: “Si no sucediera nada, si nada cambiase, el tiempo se detendría. Porque el tiempo no es más que cambio, y es precisamente el cambio lo que nosotros percibimos, no el tiempo. De hecho, el tiempo no existe”. La verdad es que, reléalo usted, pero esto tiene migas. Si no fuera el pensamiento de un filósofo, diría que el axioma es el de un científico. Concretamente de Einstein. Prácticamente es pura física quántica, pero en fin… Soy consciente de que los artículos a los que se les empieza a ver el plumero, como éste, resultan un poco áridos… aunque yo diría más bien, incómodos, al menos para algunas ciertas personas. Y eso que intento vulgarizar estos temas, pero es más cómodo no entender que esforzarse en entenderlos. Y no crean que no lo comprendo. Lo comprendo perfectamente bien.
 
                Solo existe un problema. Un jodido problema. Y es que a mí me atraen cosa mala, y eso me autoriza a meter alguno que otro de vez en cuando. Ustedes disimulen, porfa… Pero, piénsenlo bien, please. No existe el tiempo, si no lo que transcurre a través del tiempo. Es otra forma más corta de decir lo que Barbour. Porque lo que ocurre, es verdad, son los cambios de las cosas y los casos, solo cambios, una sucesión de cambios, de mudanzas… no sé si para bien o para mal, pero se sucede un cambio tras otro. Bien, vale… Pero, ¿eso qué significa?, ¿para qué sirven tales cambios?.. Me imagino que son para adquirir experiencia. Bueno, de acuerdo, y esa experiencia, ¿por qué y para qué?.. Y me sigo imaginando que es para evolucionar… por algún motivo y razón estamos metido en algún tipo de evolución. La consecuencia, por lo tanto, es que si no produjéramos esos cambios continuos, si no necesitáramos esas experiencias, el tiempo, al no existir, cesaría de manifestarse, o, mejor dicho, dejaríamos de sentirlo. Ahora bien, ¿puede haber una existencia sin tiempo..?.

                Los pocos que se hayan atrevido a seguirme hasta aquí, ya se estarán ciscando en los calostros que mamé… Tampoco se lo reprocho. Pero ya que han llegado conmigo, siguiendo la línea de mi pensamiento, hasta este punto, jodido punto, si es que pueden intentar concebir tal cosa, una existencia sin tiempo, sin duda pensarán que eso es Dios. Quizá otros dirán que eso es la muerte, lo que pasa es que entonces se incurriría en una contradicción, por otro lado muy normal en mucha gente, que es achacar a la muerte una no-existencia, y entonces eso sería un contrasentido en sí mismo. Así que mejor vamos a largárselo a Dios, que para eso está. ¿no?.. Al fin y al cabo Ël es donde siempre acudimos para explicar lo para nosotros inexplicable. Cada vez que un razonamiento nos lleva a un aparente callejón sin salida, usamos una de las millones de ideas disponibles y posibles de Dios. Dios es cojonudo. Dios es la respuesta a todas las incógnitas, y es el órden en todos los cajones de sastre del desastre humano. Como diría un amigo mío, de sabio colofón, “…joer, pá eso es Dios, ¿no..?”. Pues eso.

                Vale entonces. Sigamos con lo que sabemos hasta ahora. Hubo una existencia sin tiempo que algo o alguien puso en movimiento. San Juan habla del Verbo, del hágase, de la palabra creadora… Stephen Hawkings habla de la gran explosión inicial, del Bing-Bang… Fuese como fuese, el caso es que a partir de ese momento, empezaron a suceder cosas y a sucederse cambios. Tic-tac, tic-tac… y algunos algos, luego devenidos en algunos alguienes, empezamos a experimentar algo que vinimos en llamar tiempo… o la ilusión del tiempo, porque si el tiempo no existe, y, desde luego para Dios no existe, solo está por necesidad para nosotros, y solo mientras lo necesitemos…

                Quiere decir entonces que vivimos un sueño temporal. Mejor dicho quizá, vivimos EN un sueño. Algo así como EN el sueño de Dios, o lo que Dios fuera. Y si para Él no existe ese jodido tiempo, todo lo que para nosotros es presente, pasado o futuro, esa pre-Existencia ya lo sabe, puesto que conoce el final de todo de antemano, así como las consecuencias pre-establecidas desde el principio por nosotros mismos, por nuestro libre albedrío o lo que sea. Hagamos lo que hagamos, sabe lo que vamos a hacer porque ya está hecho desde que empezó este lío. La ley de las causas y los efectos es nuestra herramienta, no la de Dios, que ya sabe el desenlace de lo que no tiene desenlace posible… ¿Me siguen?..

                O sea, que lo que decía al principio de esta broma del tiempo. Dios se lo está pasando bomba, pero nosotros vamos como pajaricos sin niar. Así que miren… no hagamos nada, quedémonos quietos, paraos tós… entonces se acabará este puñetero mundo y volveremos a la casa del Padre, de donde, por otro lado, tampoco nunca llegamos a salir… ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo?.. Naturalmente.

jueves, 22 de septiembre de 2016

CAPITÁN TRUENO

Por un casual, me he enterado de la noticia de la muerte de Víctor Mora… Bueno, decirlo así, a palo seco, eso ni es noticia ni es nada, pero cuando se sabe que ese hombre fue el autor del Capitán Trueno, eso ya es harina de otro costal, porque ese personaje ha acompañado a toda mi generación desde su empine hasta la madurez, y ha formado parte de nuestra génesis lectora, y de nuestra genética lectiva y comprensiva, y aventurera y pinturera… Nos guste o no, queramos o no queramos, aquel tebeo de Bruguera en cuarto apaisado, fue el chute semanal de cientos de miles, millones quizá, de críos de postguerra. Fue el esnife de unos valores en los que, si no nos reflejábamos, sí que deseábamos reflejarnos, y mirarnos, y desearnos a nosotros mismos, a través de un grupo de camaradas entregados a la aventura, aparte la inevitable Formación del Espíritu Nacional. 


                Porque el Capitán Trueno encarnaba un héroe clásico, conservador, y más carca que la Falange que lo toleraba y casi tutelaba, las cosas como son… Siempre amigo de los suyos, Goliath y Crispín, dispuesto a dejarse las muelas por los más débiles, necesitados, e injustamente tratados. Generoso y desinteresado. Con una novia, Sigrid, a la antigua usanza, con la que no podía casarse porque no tenía donde caerse muerto, pero con la que nunca, jamás, se permitió el más mínimo homenaje de cremallera… faltaría más. Siempre puso distancia y bragueta de castidad por medio. Eso sí, su único lujo, es que el “capi” se recorrió el mundo entero así, por las buenas,  como el que no quiere la cosa, e hizo turismo global como el que más. De hecho fue el mayor y más grande turista español de toda la historia. Luchó y bregó en todos los países habidos y por haber, y sin disponer de más doblones que los dispuestos por la divina providencia. Toda una figura… y todo un figura.

                Pero había algo de extraño en su dibujo (y esto es verdad, es cierto) que siempre me llamaba la atención, y no sabía qué era específicamente. Un efecto visual dual, raro, como opuesto en sí mismo, en su figura, en su concepción gráfica, en su pose… creada por Víctor Mora. Muy mucho después, ya mayor, dí con el detalle discordante: Los vientos. Sí señor, al Capitán Trueno le daban dos vientos contrarios, uno desde la derecha, por abajo, que hacía que el faldón de su sobrecota se abriera hacia su izquierda; y otro desde la izquierda, por arriba, que hacía que su corta melena ondeara hacia su derecha. Ese efecto a primera vista extraño, que reunía en su figura a dos de los cuatro vientos, en el mismo lugar y a un mismo tiempo, siempre me dejó esa sensación indefinible de que quizá el tal héroe, el Capitán Trueno, el Capitán Dosvientos, estaba transmitiendo una especie de mensaje en clave, como el que se deja para que se descubra a lo largo del tiempo. Una figura, la suya, sometida a dos fuerzas de lados opuestos. Como dos valores diferentes que se hacen encajar en un mismo personaje. Como un solo emblema, pero con dos lemas distintos…

                Ahora creo que ya lo sé. Víctor Mora, su creador, construyó gran parte de la obra de su vida desde la cárcel, desde la Prisión Modelo de Barcelona, donde estaba recluído por su militancia comunista y ser miembro activo del Psuc. Ahí es nada… El franquismo fascista se encontró con un icono que encarnaba la mejor – aunque más rara – parte de su ideología de derechas, con el Capitán Trueno, mientras a su autor lo tenía en chirona por todo lo contrario. Por venirle el viento de izquierdas. Y su autor, que padecía en galeras por su fidelidad a sus ideas, creó un personaje magistral, todo un héroe, que defendía, al menos en su apariencia, lo opuesto a las suyas propias… si bien, ya sabemos que todo es relativo, y que existen valores comunes y positivos inalterables. El caso es que esa supuesta ambivalencia le sirvió a Víctor Mora para ganarse la vida desde la cárcel, y para crear un ser inmortal al que envidiaría el mismísimo y universal Don Quijote, de haber nacido tras el paladín Trueno, y en el que se hubiera visto reflejado como el mejor caballero andante de todas las épocas.


                Pardiez que sois hombre de agallas, noble Capitán, si os comparamos con los bellacos y malandrines de ahora. Todos necesitamos en un tiempo de vos, de vuestra hidalguía y vuestra audacia, tanto como hoy os recordamos… ¡¡Sus y a ellos, voto a bríos..!! 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

FIESTAS

Me pide el cuerpo escribir sobre las llamadas fiestas populares, pero escribir sobre ellas casi que significa escribir contra ellas, y eso me supone un pequeño trauma, y que me llamen aguafiestas, y agonías, y muchas cosas peores, todos los que aún no se han enterado que solo el mal tiempo puede aguar unas fiestas. Es un desahogo contra el que va a la contra. Porque nunca, jamás, ningún antifiesta – que sería el calificativo correcto – tiene poder para ello, puesto que con no hacernos puto caso, asunto concluido… Pero sí, me apetecería escribir sobre tales fiestas de los sanotes y aguerridos pueblos de aqueste reyno, sobre todas las siempre nobles y muy leales villas de la España mesetaria, montaraz o costera, que aún piensan, sueñan y creen que sus fiestas, patronales y benditas, populares y cainitas, siguen siendo el sol que los calienta y la sal que los alimenta… 

                …Y quisiera escribir sobre cabras descalabradas desde campanarios altivos, de toros picados, alanceados, embolados, ensogados, despeñados, cegados, quemados vivos y torturados hasta la más soez y cruel saciedad… pero no me atrevo, y me dá cosa, no sea que me acusen de traidor a la tradición. Que tal falta, Dios mío, es de gravedad manifiesta. O de ser un hipócrita, ñoño y tontiblando, que mira con asco esa barbarie, mientras se zampa un chuletón entre agradecidos eructos de bien sentar y mejor sentir… o que sea un antiespañol y antipatriota, enemigo de los valores señeros…

                Me gustaría escribir algo sobre cómo un amable, gracioso y festivo grupo de personas, con mucho alcohol y algo más en las venas, en las tripas y en los sesos, con la capacidad pulmonar de un par de docenas de asnos, se apropia de cuanto espacio público le apetece, y anteponiendo su propio desbarre a cualquier otro derecho ajeno, y arrogándose la encarnación del espíritu de la fiesta, berrean, burrean y hacen cuanto le dicta su santa y real gana… pero, por otro lado, se me hace muy cuesta arriba, porque temo que me llamen dictador, tirano, y hasta antidemócrata… y eso sí que no, antidemócrata no…

                Me encantaría escribir un poquico sobre la intimidación a los débiles, a los más tímidos, a los ancianos, a los simplemente educados, sobre el abuso a las chicas, la violencia y las humillaciones que los borrachos y los chulos ejercen al amparo de toda fiesta santopatrónica, y que suelen ser silenciados, si no justificados, ante la jarana propiciatoria en la que la alegre muchachada se desfoga sanamente. Cosas de chicos, ya se sabe, la juventud… Pero no lo voy a hacer. Y no lo voy a hacer porque no quiero que me llamen reprimido, puritano, y puede que hasta mojigato sexual, si no algo peor…

                Escribiría también sobre los atentados sonoros y visuales de mal o peor gusto, de charangas, verbenas, discomóviles o discofijos, y que las comisiones de festejos y ayuntamientos consideran que a toda pastilla y a máximo volumen es sinónimo de apto para todos los públicos. Y sobre todo, ese binomio ruido igual a fiesta, que se impone porque sí, porque el concepto de que lo ruidoso, cutre y machacón  tenga que oírse hasta el último confín del universo-pueblo, ahora significa cultura, cuando es todo lo contrario… pero me dá apuro, no sea que me llamen snob, o elitista, o superio, o directamente gilipollas…

                …E igual quisiera escribir un algo sobre cómo muchos municipios con las arcas vacías, de cuentas ruinosas y desastrosa tesorería, que a duras penas si pueden mantener los servicios públicos más básicos y elementales, ningún año restan de sus gloriosas fiestas patronales un solo acto, un solo cohete, no sea que les canten que los mozos del pueblo, riau, riau, s´han cabreau… pero tampoco lo voy a hacer para que no me acusen de populista, o demagogo, o me sienta herido con un algo insultante…

                Así que para que no me tachen de hipócrita, ni de sátrapa, ni de antipatriota, ni de elitista, ni de puritano, ni de demagogo, ni de represor ni reprimido… este año no voy a escribir sobre las fiestas, por mucho que me apetezca hacerlo… ¡¡ Hala..!!


lunes, 5 de septiembre de 2016

REFLEXIONES

A veces me pregunto si los de mi generación podemos estar satisfechos de lo que hemos aportado a la sociedad. Es tan solo que una pregunta simple, y si supiera la respuesta, tengan la seguridad que no haría la pregunta. Pero es que, honestamente, no lo sé. Tengo muchas dudas… En conciencia, ¿estamos orgullosos con los valores de la sociedad actual?.. Es que la responsabilidad de lo que hay, o al menos en una parte muy importante, es nuestra, de los de mi generación, mandemos el balón fuera o no… Veo a mi familia, a los hijos de los amigos, y siento que podemos sentirnos contentos, que lo hemos hecho bien, al menos, en lo que cabe. Sin embargo, miro la sociedad, el entorno, eso tan idiota que se dice de que “es que el mundo está como está”, y no puedo sentirme igual de satisfecho. En absoluto.. ¿Entónces..?.


                 Me dicen los que me quieren (y la verdad es que no sé  por qué me quieren), que estoy peleado con el mundo. Y llevan razón, lo estoy. No me gusta nada en absoluto la escala de valores que nos hemos dado, el hedonismo rampante que perseguimos como un derecho, la incultura falaz en la que nos revolcamos, y con la que cada vez más, suplantamos a la auténtica cultura, la corrupción justificada por envidiada, y la podredumbre moral en la que estamos tan satisfactoriamente instalados… entre otros lamentables casos e injustas cosas, que encima etiquetamos como deseables. Lo cierto es que no sé si estoy viviendo en una sociedad en plena evolución o en una sociedad en plena decadencia. ¿Cuál es su opinión?.. Porque me gustaría que alguien pudiera persuadirme de lo contrario a lo que veo y lo que siento.

                Quizá es que el mundo está hecho para esto. Tampoco lo sé. Quizá es que el ser humano está hecho para superarse en la adversidad y para corromperse en la prosperidad, y es lo que toca, y lo único que pasa es que yo no lo he ”cogido”, no lo he comprendido. No lo he aceptado, en definitiva. Y entonces, simplemente, lo rechazo sin más… cuando lo que debo hacer es asumirlo. Pero el problema es que asumir algo supone admitirlo, justificarlo, y me es muy difícil, mucho, admitir, compartir y justificar aquello que rechazo. Y en esas estamos, en que padezco un acusado déficit de conformidad y una fuerte infección de rebeldía… Mal asunto, cuando ya se alcanza la séptima década prodigiosa…
               
                Alguien al que admito su serenidad, me dice, volviendo a lo anterior, que el hombre está hecho para empujar del carro, o para tirar de él, pero no está hecho para subirse a él. Pues por eso mismo creo que la sociedad no puede ser estática, y pararse en los laureles… O se evoluciona, o se involuciona, pero no puede relamerse en una “quedada” permanente mirándose a un espejo cada vez más sucio y deprimente. Justo entonces es cuando comienza a pudrirse, a decaer. La historia misma es un ejemplo tras otro, donde las sociedades, los pueblos, las naciones, incluso las civilizaciones, florecen para luego decaer irremisiblemente. Yo estoy convencido que la nuestra está en plena cuesta abajo. Simplemente, nos hemos subido al carro en una fiesta contínua, y nadie empuja ni tira ya de él. Así que el carro está parado, mientras nos emborrachamos de beitifoul y cazamos pockemon´s que no existen. Estamos estancados, pero ni lo sabemos, y, lo que es peor, tampoco queremos saberlo. Ésta es mi impresión, pero también puedo estar equivocado, claro…

                …Y entonces, si estoy equivocado, peor para mí, y si estoy en lo cierto, peor para todos. Pero no es agradable ver y sentir así. Más bien es una desgracia, porque ni soy feliz, ni sé hacer felices a los demás, ¿me comprenden?.. En estos tiempos, lo mejor es dejarse llevar, me aconsejan. ¿Para qué resistirse a lo que no puedes parar?.. Y es cierto, muy cierto. Pero también es triste, muy triste. Porque dejarse llevar es participar, y no participar es aislarse, ser distinto, diferente, un elemento extraño, incómodo incluso, y planteamos un conflicto. Y yo no quiero crear conflictos a nadie, que bastante es el que tengo conmigo mismo…


                Así que si creen que estoy peleado con el mundo, que sí, que lo estoy, que es cierto, que no voy a negar lo que es verdad, piensen que soy un tipo raro, me lo merezco, pero no crean que estoy peleado con ustedes. Ustedes solo están ahí en medio, indefiniblemente, y cada cual debe definirse a sí mismo, ¿no?, y es víctima de sí mismo, a su manera… ¿No creen..?.