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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

sábado, 15 de septiembre de 2018

A VER... UN POCO MÁS.



Hay quien me pide que escriba algo más sobre la historia de nuestra religión, y me hablan, en concreto, de los Evangelios. De hecho ya se han juntado unos cuantos con esta petición… Y hay quién me amenaza de borrarse como lector y seguidor si sigo tocando tales temas, y colocarme en el Índex de autores malditos. El problema aquí es que yo no suelo escribir de Religión, si no de Historia. La religión se escribe desde el dogma, y la historia, incluida la religión como tal, desde la propia historia. Lo que pasa es que el fundamentalismo religioso rechaza esa misma historia, salvo, claro, aquella que, sacada de contexto, parece convenirle. Y esa, a mí no me vale. A mí solo me sirve íntegra, con toda la perspectiva que pueda alcanzar, desde cualquier ángulo que se pueda ver y examinar…

                Claro, me hablan de los Evangelios, y hay que recordar que tales Evangelios, excepto el de Mateo, que está tomado del hebreo o arameo original, fueron todos escritos en griego más de un siglo después de Cristo y bajo la batuta de San Pablo. Un San Pablo, que ni conoció a Jesús ni cristo que lo fundó, ni tuvo la experiencia ni convivió con los apóstoles, ni se cayó de caballo alguno que no fuera una bien urdida metáfora. Luego, esos textos volvieron a traducirse al latín, tras los “retoques” y/o manipulaciones efectuados en los escritos por el Concilio de Jerusalén, así como “adaptados” al catolicismo político de Constantino, en el de Nicea. La primera traducción del griego se conoce como la Septuaquinta. Un ejemplo: en los Evangelios Canónigos se lee que “He aquí que una virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo”, porque había que encasquetarlo a la profecía de Isaías 7.14 literalmente, pero en el original arameo, o hebreo antiguo, habla de una joven que concebirá y dará a luz un hijo. Dieron el cambiazo a almah (joven) por parthenesis (virgen).

                Por eso que los primeros cristianos, como los ebionitas, solo admitían el de Mateo y rechazaban todos los demás. Pero ya sabemos cómo los nuevos cristianos persiguieron y aniquilaron a los antiguos cristianos. De hecho, en el citado Concilio de Jerusalén (50 d.c.) Pablo se enfrenta a los Apóstoles, presididos por Santiago – hermano carnal de Jesús – de donde tuvo que salir por piernas salvando el pellejo por ser ciudadata romano, siendo tratado de traidor desde entonces por la Iglesia de Jerusalén, la auténtica heredera de las enseñanzas de Cristo. Así que Pablo elaboró una nueva para “vendérsela” a los gentiles, y fue, en definitiva, la que prevaleció sobre el original. Pablo no obtuvo más apoyo que de sí mismo, así que se autoproclamó apóstol camino de Damasco cayéndosele la tal idea del caballo.

                Así que en el año 54, Pablo se independizó del cristianismo original en su Carta a los Gálatas, 2.10 y en Romanos 15 y 25.27 donde reniega de Santiago y Cía, llamándolos judaizantes y pobres. A Santiago siguió Simeón (según el historiador judeoromano contemporáneo Flavio Josefo), pero si echamos un vistazo a la lista de Papas, tras Pedro, al que Pablo no tuvo más remedio que reconocer como auténtico por su conexión con Jesús, el resto son ya discípulos paulinos. Hasta tal punto se fue borrando y suplantando la historia de una iglesia por otra. La auténtica, la original, la única, desde la óptica paulina triunfante, se la condenó a pasar por una secta de la segunda, asumiendo precisamente el insulto recibido de Pablo: los pobres (hebyoním en arameo), o sea, los ebionitas, a los que yo citaba al principio… Todo eso explica que los primeros textos del Nuevo Testamento que se escribieron fueron, naturalmente, las Cartas de San Pablo (años 50/54) y luego, a continuación, recogiendo sus ideas e indicaciones, el resto de los Evangelios: Marcos (años 70), el reescrito de Mateo, (años 80), Lucas (años 90), Juan (100 años después)…

                Esto, por supuesto, es una historia muy, muy, muy extractada de la Historia. Y solo tiene que ser analizada desde el terreno de esa misma Historia. O sea, es la propia Historia. Porque, claro, si lo hacemos desde el terreno de la fé inducida, entonces podemos salir malparados. Los que así lo hagan, porque se basan en los dogmas impuestos y no en los hechos reales, y hasta yo mismo por meterme en camisas de once varas. Son charcos de los que uno sale embarrado… Pero la Historia es algo demostrable y la fe es intangible. Y eso crea conflictos, porque la razón se basa en los conocimientos y la fe puede llegar a negar esos mismos conocimientos si la contradicen, y ser depositada en una creencia que puede ser falsa. Lógicamente, si la fe se alimenta del dogma, y el dogma dice que la verdad es mentira, entonces es una fe dogmática, y de ahí afloran los fanatismos.

                Y todo esto, que no es más que una consecuencia razonada desde el conocimiento, y nada más, se puede utilizar contra mi persona de mala manera y peor forma. Sin embargo, lo asumo y me arriesgo a ello. Todo sea por abrir el panorama, por dar mayor perspectiva, por tratar de ensanchar estrechos horizontes. Por cierto, una fe estrecha de miras es mezquina y ruin, al igual que una fe amplia es espléndida y generosa… y enriquecedora. La fe está en el qué, no en el cómo. La fe real no se escapa cuando se abren puertas y ventanas, ni grita, ni se espanta, ni niega nada. Todo lo contrario, cuando entra la luz y el aire, puede ver mejor, y hasta llegar a comprender lo que nunca entendió…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

domingo, 9 de septiembre de 2018

...Y EL MUNDO ROTA



Un excelente amigo mío, A.C., de esa rara clase de personas cuya alma es una especie de puerta sin marcos ni batientes, que está siempre abierta para todo el mundo que lo necesite, de esos extraños seres cuyo espíritu es incapaz de cualquier mezquindad y egoísmo, que es como un refugio donde anida la generosidad… no un buen hombre, sino un hombre bueno, me facilita una copia de su alocución a la asociación que hoy preside, para que se la repase, y comente, y le dé mi opinión al respecto. Si he de ser sincero – y con él estoy obligado a serlo – al ser yo más escaldado, escamado y desconfiado que él, dudo mucho que pueda estar a la altura de sus expectativas a la hora de cumplir la encomienda. Y como me dijo que lo podía compartir con cuantos quisiera (su humanidad es sinónimo de eso, de servir y compartir) lo hago a través del presente artículo, en el que asumo la responsabilidad, difícil responsabilidad, al dedicárselo a él y a sus principios.

                Y habla en su discurso de alegría, generosidad, solidaridad, tolerancia y empatía. Y de que el ser humano debe adoptar esos valores y desterrar la envidia, el odio, el egoísmo, la calumnia y la venganza. Y que su organización ha de encarnar tales cualidades, a la postre… Y es que su deseo de perfección lo lleva a idealizar toda sociedad civil cuyos principios estén basados en la equidad, a pesar de que sabe (debe saberlo) que ninguna obra humana está exenta  del oportunismo, el deseo de trepar y de las ansias de poder… Y que ese mundo que rota tiene bastante más de ambición que de idealismo.

                Por eso que muchos opinarán de su discurso, que sí, que está hecho de palabras bonitas, de frases edulcoradas y sacado de los mundos de yupi… pero yo no. Yo sé que es un discurso hecho de aspiraciones personales y a su medida, a su imagen y semejanza. “Hay que salir de sí mismo. Darte cuenta de que lo que está fuera de ti es más importante que tú, de que no existe nada de más importancia que otro ser humano. Que nunca se debe instrumentalizar a esa persona para otro fin que no sea ayudarla”. Son palabras vertidas en esa intervención. Y eso no es un discurso vacío. Por el contrario, está tan lleno de contenido que hace añicos el espejo en que nos miramos cada día de nuestra existencia. Por eso tendemos a ignorarlas, a infravalorarlas, a sacarlas de nuestras vidas, y a pensar que sí, que bueno, que vale, pero como que no…

                Y ensalza los valores que el cristianismo trajo a Europa, criticando que los hayamos subvertido en uno “light”, “donde si no pagas la hipoteca al banco, tu familia y tus hijos duermen en la calle contigo, y si el banco no paga la suya a la gran banca, sus deudas también las pagarás tú y tu familia”. Y añade que es “como si una cultura fuera fagocitada por otra cultura distinta, que ha perdido sus valores”… Y la vergüenza, y la dignidad, añado yo. Pero es que, a diferencia de él, pues yo soy bastante más borde, lo que pienso es que esos valores cristianos a los que alude fueron trastocados y suplantados en su día por valores católicos. Y ya no es lo mismo, por el simple hecho que no son los mismos. La propia institución acumula poder e influencias, y enormes riquezas, posesiones inmensas e inmatriculaciones que se multiplican en sí y por sí mismas, a la vez y al mismo tiempo que conserva secuestrado y predica el ideal cristiano de sacrificarlo todo por los más pobres, necesitados y perseguidos. Pura hipocresía. Las hipotecas dogmáticas de la Iglesia es el modelo copiado por los bancos para imponer las suyas.

                Todos estamos implicados en recuperar esos valores, especialmente las familias”. No puedo estar más de acuerdo, amigo mío. “A ayudar al que sepa, o tenga, menos que yo. A no pasar del que tenga dificultades…”. Y cuenta que esos principios los aprendió de su familia, y que él ha intentado transmitir a los suyos. Si, cierto, ¿pero qué tipo de familias transmiten hoy qué tipo de principios a sus hijos?.. Tu segunda casa fue tu escuela, dices, como tu primera escuela fue tu casa. Naturalmente. Pero hoy escuela y casa, casa y escuela, andan divorciados. Cada uno por su lado y cada cual sirviéndose a sí misma, y sin servir a ningún otro interés de nadie...

                ¿Y sabes quién es ese “nadie”, querido amigo?.. Ese nadie eres tú, ese que pasa por tu lado, soy yo mismo, y el que me pide ayuda, y son los otros. Ese nadie somos todos. Sí… citas a Kant, vale, y al juez Calatayud, cuando dice que “lo que no te enseñen tus padres hoy no lo arreglará el Código Penal mañana”, y son verdades como templos y luces tan claras que ciegan. “La verdad os hará libres”… se dijo, pero yo también te digo a ti que la verdad te hará esclavo de tus propias convicciones. Y eso es tan duro, amargo y difícil de llevar que preferimos hacernos amigos de la mentira… Pero el mundo rota, y seguirá rotando…

                Tú, Antonio, en el fondo lo sabes. Y porque a pesar de todo prefieres ser siendo como eres, yo me considero el más humilde y rendido amigo tuyo, aunque no alcance un cuartillo de ti. Espero que también lo sepas…

                MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php