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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

miércoles, 17 de diciembre de 2014

De lo divino y humano: LA GRAN INMORALIDAD

De lo divino y humano: LA GRAN INMORALIDAD: Para las preguntas sencillas tendrían que haber respuestas sencillas. Por ejemplo: ¿por qué, si el BCE tiene puesto el interés del dinero ...

martes, 16 de diciembre de 2014

AQUEL LEJANO AMIGO CERCANO...

Aquella persona sabía lo que me estaba diciendo. Y me recordaba algo que yo también sabía, para que no se me olvidara: no me tomes por sabio, pues no es sabio el que sabe, si no el que vive según lo que sabe, y yo no lo hago. Pues no… ni yo tampoco, por supuesto, ni yo tampoco… Esa antigua enseñanza, hoy como ayer, se mantiene nueva y fresca, actual, y así seguirá siendo mientras el hombre sea humano. Y seguimos charlando delante de unos cafés humeantes… Llamamos libertad a lo que solo es independencia – añadió – conocimiento a lo que solo es cultura, profesión a lo que solo es ocupación, verdad a lo que solo es posibilidad, fé a lo que solo es creencia… 
 
                Y es cierto. Tenemos suficiente independencia para hacer esto o aquello, poseemos una capacidad de elección más que razonable, podemos optar por una cosa u otra, y creemos que eso es libertad. Pero no lo es. Si nos fijamos bien, en realidad la mayoría de las veces somos esclavos de lo que elegimos y perseguimos. La libertad es un estado espiritual más que material o físico. Era más libre Mandela en su prisión y Gandhi en su pobreza que todos los demás… Igual creemos que poseer una vasta cultura supone tener conocimiento. Mas tampoco es así. El conocimiento es la ciencia de conocerse a sí mismo, la gnosis, y, a veces incluso, según qué cultura sea ésta es un estorbo y un obstáculo para conseguir el conocimiento. La cultura es la burda y pobre pintura que tapa el oro del conocimiento.

                También pensamos que ocuparnos de algo es profesionalizarnos en ese algo, cuando no es así, porque confundimos oficio y profesión. Pues no. Profesión es vocación, no ocupación. Raras veces alguien hace oficio de su vocación, sin importarle si se ganará bien o mal la vida. Pero casi siempre se hace profesión buscando una buena salida que permita un buen pasar, un buen vivir… No es lo mismo, no… Como no es igual la posibilidad de lo que puede ser y la verdad de lo que siempre es. Lo cierto se oculta en lo probable, y nosotros confundimos la verdad con lo posible. Todo lo que es posible lo vemos, lo tocamos, lo sentimos… sin embargo, la verdad es invisible, intangible. La posibilidad es una vida llena de normas, la verdad es una norma de vida.

                Porque esa vida llena de normas, en el fondo, son dogmas. Por eso también confundimos la fé con la creencia. Los dogmas fabrican las normas y de las normas nacen las creencias, pero nada tiene que ver con la fé, pues la fé es iluminación, no una guía de normas para ciegos que necesitan ser guiados, normalmente, por otros ciegos. Nos han dicho que la fé es creer, pero la fé es saber. La fé tampoco es contagiosa, si no sería un virus. La fé es tremendamente personal e intransferible. Es una joya única y cambiante hecha para ti solo, que, si la buscas, siempre acabas por encontrarla. Pero no tienen que dártela, no tienes que recibirla de nadie, haz de buscarla por ti mismo. Busca y encontrarás, fue dicho.

                “Sigues siendo niño y viejo, sigues estando más allá y más acá de la muerte, sigues siendo todo y sigues estando en todo, porque tú nunca, jamás, naciste…”. Esta cita no me la achaquéis a mí, con la idea de tacharme de loco. Esto lo dejó escrito hace muchos miles de años Hermes Trimegisto, el tres veces grande. Si pensamos en la profundidad, no en una superficie inducida por otros, a lo mejor nos acercamos al conocimiento, a la verdad, a lo auténtico, a la fé… Pero, mirad, un antíguo libro cuenta que Dios quiso poner un anzuelo al Diablo. Así que Dios se disfrazó de Hombre… y el Diablo picó.- El Diablo quiso pescar al Hombre, y fué Dios quién lo pescó a él.

                Mi viejo amigo, se despide, - Somos distintos a lo que fuimos, y seguiremos cambiando, pero siempre seremos los mismos. Y yo le contesto, - Sí, y conocemos muchas cosas, pero no sabemos ninguna…


martes, 9 de diciembre de 2014

LAS FRONTERAS

Hay una frontera en todo y para todo. Unas veces parece que nos vienen impuestas, bien por los demás, bien por el tiempo, aunque el tiempo sea nuestra más necia creación, bien por las circunstancias, aunque así llamemos a nuestra excusas, bien por causas ajenas a nuestra voluntad, aunque no a nuestro subconsciente… Otras veces, la mayoría de ellas, esas fronteras las ponemos nosotros, nos vienen colocadas por nuestro propio interés, o comodidad, o utilidad, porque así dividimos y parcelamos nuestros asuntos, y de ese modo nos parecen más fáciles de abordar… Hay veces que las fronteras son inconscientes, pues es una manera de convertir lo voluntario en involuntario, una cierta evasión de responsabilidades… 


                …Pero el caso es que vivimos con fronteras y entre fronteras. Somos seres fronterizos, con todo lo que ello implica. El café te llega hirviendo, pero a ti te gusta caliente, ni hirviendo ni tibio, así que aguardas la calidez justa, pero siempre hay algo que te traiciona en esa misma frontera, y no lo logras, así que, o te quemas, o lo vomitas mentalmente. Igual que nunca captas la frontera mágica entre la noche y el día. O te pilla durmiendo, o te pilla insomne, pero nunca te pilla viviéndola. Como la frontera entre el otoño y el invierno, o entre la primavera y el verano, que jamás somos capaces de experimentarlas, de convertirlas en emociones…

                Tampoco nos paramos nunca en el  sobrenatural paisaje que nos brinda la frontera entre la niñez y la adolescencia, ni entre la mocedad y la madurez, ni entre ésta y la vejez… No apreciamos el relevo de guardia, los cambios, hasta que éstos se han adueñado de nosotros y nos han hecho sus esclavos. Y entonces nos damos cuenta de lo que hemos perdido sin apenas sentir que lo perdíamos.

                Observamos con expectación al recién nacido, una milagrosa creación repleta de pequeñas y múltiples fronteras maravillosas, y pasan todas y cada una de ellas ante nuestra vista de ciegos, sin verlas, sin sentirlas, sin disfrutarlas, sin experimentarlas… Al igual que el café, el niño pequeño te hierve en las manos y en el alma, pero te entretienes en los prolegómenos y pierdes la calidez para encontrarte con la tibieza. Jamás con la plenitud. Las fronteras pasan deprisa para lo despacio que vamos nosotros… ¿o es justamente al revés?..

                Nuestros hermanos, amigos, esposos, hijos o nietos… Fronteras vivas a nuestro lado que son como el pié de rey, la medida, como el contraste del metal de nuestra propia vida. No vemos cómo crecen y descrecen con nosotros, maduran y envejecen en distintas escalas de nuestro camino pero en el mismo escenario de nuestra vida… Como no vemos el nacer de la flor del cactus, o como no percibimos el madurar de una fruta verde, o el agostar de una planta. Al cruzarse sus fronteras con la nuestra no apreciamos ninguna de ellas. Vemos los porqués pero no vemos los cómo. Sabemos porqué se encanece pero no sabemos cómo se encanece. Y eso es porque hemos perdido las fronteras… mejor dicho, hemos perdido la oportunidad de borrar las fronteras al no tener la capacidad de vivirlas. No podemos eliminarlas, por el hecho de no verlas. Al no ser dueños de los pasos, no nos hacemos dueños del camino.

                Fijadse en esta columna de hoy. Existe el aúge del principio y la decadencia del final. Un café caliente que se vá enfriando… ¿Podemos hacer nuestro el lugar exacto de esa frontera?, ¿podemos conquistar ese paso fronterizo entre dos valles?.. Si nos esforzamos, las anularíamos, y entonces quizá encontraríamos otra cosa: el auténtico sentido de la existencia.


miércoles, 3 de diciembre de 2014

AUTOFOTO

Ya sé que yo no voy a descubrir a estas alturas lo que es un “selfie”. Cuando ya todo el mundo que está en el mundo hace lo que todo el mundo hace. Un “selfie” es una autofoto. Nada más. Con todo lo que eso lleva consigo de moda, vaciedad, complejo y necesidad. Es una moda, porque se ha extendido como la pólvora el que un mono imite a la manada de monos que, a su vez se imita (fotografía) a sí mismo. Es vaciedad, porque tal es el hueco interior que no sabemos mas que llenarlo de lastimosa autocomplacencia. Es un complejo, aún de no reconocida inferioridad, que nos lanza compulsivamente a promocionar nuestro yo, pensando que el yo es nuestra cara. Es una necesidad, porque cada vez que vemos algo o alguien que consideramos importante, sentimos el impulso de fotografiarnos con ello a fin de compartir – robarle – esa dudosa importancia.
 
                Prueba de todo esto, es que, acto seguido de la parida, procedemos a colgarlo como desaforados en las redes sociales, para que se nos vea bien vistos lo guapos, inteligentes, originales o valerosos que somos. Y las redes se llenan de millones de selfies de personas despersonalizadas que hacen lo mismo delante de lo que otros tantos tontos han decidido consagrar como celebrity. Si dentro de unos cuantos siglos, algún movimiento antropológico decide estudiarnos, a la gente de hoy se nos considerará como una subespecie atrasada, que desarrollamos una cámara en una de nuestras extremidades para mirarnos a nosotros mismos a través de ella y que nos vieran los demás. Y sin mayor concepto mental que emigrar como ganado hacia objetivos comunes. Nos etiquetarán como los autofotus gregarium, o algo por el estilo…

                Hace años, en El Louvre, pude experimentar in situ el furor idiota de la moda codigodavinciana en su más clamorosa incultura. Cientos de celebrados descerebrados, cretinizados ante la Gioconda, no para verla, no para admirarla, no para estudiarla, si no con el único objetivo de meterla dentro de un objetivo. Nada más. Hoy, en una revista, veo a otros cientos de idiotas descendientes de aquellos idiotas hacer lo mismo, pero con una sutil variación: dan la espalda a la genial obra para añadir a la imagen de la Monna Lisa su propia imagen de idiota. Ayer era la idea mema de mostrar un cuadro relacionado con un Best Seller, que ni se comprende ni se quiere entender tampoco, y hoy es inmortalizar la obra de arte, ya inmortal por cierto, con nuestra triste presencia, como en un onanismo imbécil.

                Lo único que se rasca en el fondo de esto es el patético “yo estuve allí”. Eso es el todo y la nada. Necesitamos formar parte de la historia, e ignorantemente, creemos que basta con pasarse por allí y hacer la autofoto. Como si nuestra presencia influyese en los acontecimientos. Y no nos damos cuenta que no participamos de nada y en nada, tan solo “estamos”… Y “estar”, no es “ser”. Ni mucho menos.

                Estamos, pero no somos. Y no somos, porque solo vamos a captar nuestro careto con quien o con lo que sea que consideremos importante en ese momento. Y eso no vale nada, porque no es nada. Eso es presunción barata, actualizado estantigüismo, pura banalidad. No vamos a los sitios, a las personas o a las cosas para aprender con ellas, o de ellas, a estudiarlas, a fundirnos (no confundirnos), en ellas, a SER con ellas… No, vamos a hacernos, o a deshacernos, en una autofoto, una autosatisfacción, una autopose, un autoengaño… un selfie…


                Enfín, no sé lo que durará esta moda, este adocenamiento vulgar y mediocre, esta necesidad estúpida de autoafirmación vana, que creemos conseguir autofotografiándonos de manera compulsiva, y colgándonos en la cartelera del mundo de las redes. Solo confío en que la próxima ocurrencia del género humano sea menos narcisista, menos egocéntica, menos gilipollas…

martes, 2 de diciembre de 2014

De lo divino y humano: HISTORIA, TRADICIÓN, CULTURA...

De lo divino y humano: HISTORIA, TRADICIÓN, CULTURA...: ¿Es cultura la incultura?.. me preguntas, clavando tu pupila, pupila mía, en mi pupila – joer, cuánta pupila – azul metalrock. La cultura,...

lunes, 1 de diciembre de 2014

COITUS INTERCORRUPTUS

Siempre he mantenido que un estado corrupto, un gobierno corrupto, obedece a una sociedad corrupta. Siempre he dicho que una clase política corrupta nace de una ciudadanía, si no corrupta, si, al menos, corruptible. Nunca al contrario. Jamás al revés. Un político, antes de ser político es ciudadano. Si se mete en política llevado por su instinto de medro, ya está corrompido de antemano, y si se corrompe una vez que participa en política, entonces es que era un aspirante a corrupto, aún sin saberlo él mismo. Una sociedad educada, culta, consciente, responsable e íntegra no suele producir elementos irresponsables e ineptos, incapaces y sinvergüenzas. Ni mucho menos crea hábitats legales para su conservación y crianza, si no que crea leyes para su extinción, y espacios de luz transparente para su visión.

                En nuestro país, desde los tiempos de las vacas gordas acá, ha existido siempre un cuasi confesado y latente matrimonio entre los poderes públicos, políticos, y los económicos, a través de oscuras relaciones empresariales y financieras. Un coitus corruptus no interruptus, que todo el mundo ha reconocido y tolerado en mayor o menor grado, como engrase normal institucional. Incluso se ha aspirado a participar en esa grasa y ensalzado y envidiado al que lo hacía. Desde el tonto el que no lo haga hasta la búsqueda del enchufe amiguil pasando por el a mí sin Iva por favor... Todo un sistema creado para la producción y el mantenimiento de la corrupción… Y del cocinamiento de una sopa de la que no puede salir otra clase de gusarapos.

                Al final del 99, cuando comenzó esta jodida crisis, la percepción social de la corrupción y el fraude en España era del 5,8%... el penúltimo lugar en la preocupación de los españoles. Al final del 2014 está en el 43,2%, o sea, se ha encaramado a un segundo lugar – por debajo del paro – y ya nos preocupamos mucho por ella… Pero, ¿porqué este cambio?.. ¿Qué ha pasado en esos cinco años para ser tan sensibles ahora a la corrupción?.. Pues, muy sencillo: antes éramos razonablemente ricos y ahora somos rematadamente pobres. Cuando participábamos del botín, todo estaba bien y nada se veía mal, y cuando no hay migas para todos, reclamamos nuestra parte a los ladrones que se las están llevando. Pero a esos ladrones los pusimos nosotros de administradores en su día, para que engrasaran el sistema bien engrasado. Que no se nos olvide… 


Sé que muchos me van a protestar y negar tal hecho. No… ni hablar, nosotros no elegimos a los sangradores estos. Se echaron a perder ellos solicos, cuando se vieron en medio de la tarta, pero no aceptamos esa responsabilidad … me parece oír por ahí. Sin embargo no es verdad, no, no es cierto. En las últimas elecciones del 2011, el 40% de los regidores imputados fueron reelegidos. Casi la mitad. Y, que yo sepa, los que metimos el voto en la urna fuimos nosotros, bajados de una higuera, no los marcianos, bajados de un ovni…

Hoy, la corrupción ya es nuestro segundo problema nacional más valorado. Sin embargo, curiosamente tan solo un 12% de la ciudadanía se siente afectada. Nos seguimos mirando al espejo por detrás del espejo. Pese al cambio de tendencia en los últimos tiempos, muchos ciudadanos aún toleran las corruptelas de los políticos. O incluso las justifican… O es mala conciencia, o es mala costumbre, o es mala educación, no sé lo que puede ser, pero sí sé que no es nada bueno, y mucho menos cultura democrática. Se habla mucho de regenerar la política, y no se dice nada de regenerar la sociedad. Pero mientras sigamos pensando que la responsabilidad social es de los políticos, y no nuestra, seguiremos cayendo una y otra vez  en el mismo agujero. Es la política la que es responsabilidad de la sociedad… E interrumpamos ese jodido coitus corruptus de una puñetera vez… Resulta aberrante.