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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

martes, 28 de julio de 2015

CUIDADO, MUCHO OJO...

Sí… Hemos de estar ojo avizor. No todo lo que reluce tras los aparentes cambios para regenerar la política es oro. Ni mucho menos. De hecho, hay mucho de oropel. Es como aquella tribu que empieza a descubrir que los espejitos y los abalorios son engañabobos a cambio de dejar hacer al hombre blanco, y entonces, el esquilmador se cambia de color el salacot y saca de la mochila otros regalitos más sofisticados, como espejitos parlantes y collares con pilas. Es lo mismo, pero parece más evolucionado. Es igual, pero es nuevo, y, de momento, dá el golpe de efecto y entretiene al personal.


                Lo de las primarias, por ejemplo, es un camelo muy bien montado por los partidos que se las dan de progresistas , y a lo que se ha apuntado, forzado por las circunstancias, hasta el mismísimo PP, que de progresismo no conoce ni las letras… Es algo así (o al menos así lo venden) como democracia interna. Los candidatos serán propuestos por las bases – dicen – y se quedan tan panchos. Antes eran puestos por el partido, y ahora son prepuestos por el partido para que los propongan las bases. Y si el truco se tuerce, el partido tiene el poder para quitarlo y poner a otro, como ha ocurrido en Madrid, y también en Murcia… Del poco democrático funcionamiento de los partidos ha surgido la corrupción, apuntalada por la mediocridad humana y profesional de los líderes aupados por el partidismo. Por eso, la elección de los candidatos por sufragio interno es una pamema que no va a resolver los problemas endémicos de la política española, en cuya opacidad y manipulación somos campeones de Europa. La auténtica regeneración, la verdadera, pasa por establecer controles externos (no internos) e independientes, de transparencia y sometimiento.

                Es como el cambio de la Ley Electoral, aquí, en Murcia. Se está mareando la perdiz y magreando a la ciudadanía con algo que es como salir de Herodes y meterse en Pilatos. Las cinco circunscripciones existentes fueron pactadas por un bipartidismo que quería asegurarse su hegemonía con un filtro que obstaculizara el acceso de partidos emergentes o periféricos. De acuerdo. Pero la circunscripción única que se pretende, con la demagógica excusa de una persona, un voto, tiene trampa, dado que este sistema priva a los pueblos, comarcas y pequeños municipios de la posibilidad de obtener representación en la instituciones, a favor de los grandes núcleos poblacionales, que fagocitarían los votos obtenidos en las más reducidas… Por esto mismo, el famoso “pacto del Moneo” fue promovido por los partidos que les interesaba este cambio para futuras elecciones, los emergentes, aún apoyado por el que vá en franco declive y que busca mantenerse a flote como sea. Pero la verdad, lo cierto, es que si injusto era el uno, injusto es el otro. Lo que pasa es que la general y extendida incultura de la gente hace que cada cual, por ignorancia propia y ajena, solo sepa arrimar el ascua a la sardina para la que ha sido engatusado.

                Pero solo existe una manera auténticamente democrática, en la que sí parecen estar todos de acuerdo en esconderla: las listas abiertas. Lo que pasa es que no les conviene un voto y un compromiso directos entre el ciudadano y el político al margen de los partidos. No les interesa que los partidos queden como meros referentes ideológicos de los aspirantes ,y que sean éstos los que se entiendan y respondan personalmente y directamente con el pueblo. Claro que no. Porque eso supondría que gobernarían las personas, pero no las siglas. Y esas personas, aún cada cual de su propia ideología, se responsabilizarían directamente con sus votantes, sin consignas partidistas.

Hoy por hoy, el voto del ciudadano está siendo secuestrado por los partidos, que lo usan para sus propios fines. Por eso, los partidos, parapetados en un falso concepto de democracia que nos venden, lo único que persiguen es su propia supervivencia, manteniendo una estructura de poder que subvierte leyes e instituciones del estado para su propósito y medro. Eso es todo. Y eso es lo que está pasando. La ausencia de mecanismos correctivos alienta la corrupción y la mediocridad política… El mejor control que se puede hacer a un dirigente es el de otro compañero de formación que puede y quiere mejorarlo, pero cuyo árbitro no es el partido, si no el ciudadano.


Así que no nos ofrezcan baratijas. Si los nuevos partidos no son capaces de ver esto, serán tan “casta” como a los que quieren suplir, y, al final, lo que pudo ser no habrá sido, por mucho que digan que podemos… O se les obliga a hacerlo, o habrá que buscar a otros que lo hagan. Pero eso solo está en  nuestras manos. Solo en ellas.

martes, 14 de julio de 2015

BIEN ESTÁ...

Si echamos una mirada retrospectiva, aunque corta, habremos de considerar que el movimiento 15.M no fue humo de pajas. Que aquellas acampadas de jóvenes indignados y raftosos (no tengo nada contra las raftas, solo contra la mugre) polarizaron la indignación de una gran parte de la ciudadanía, e introdujo en la sociedad el que se pudiera dar el movimiento corrector político que hoy tenemos entre manos, y es conjurar la deriva viciada y peligrosa que llevaba la democracia para convertirse en una partitocracia nepótica, despótica y corrupta, propiciada por un cada vez más podrido bipartidismo.. Este es uno de esos casos en que se dice que el presente modifica el pasado, si bien no es así, pues solo modifica nuestra visión, nuestra percepción de ese pasado, obligándonos a reinterpretarlo a cada momento. 


                Aquella movida de gente harta de abusos y apandadores, y ante la falta de respuesta institucional a tal demanda, dió a luz a Podemos, en un nacimiento natural y sin fórceps, casi por lo suyo… de la mano de un grupo de jóvenes intelectuales, chavistas o no, bolivarianos o no – como en los 60 habían/habíamos “revolucionarios” cheguevarianos – que abogaron por una solución de rompimiento al unidor grito de contra la Casta. El resultado logrado en las europeas demostró que la cosa no iba en broma. EL pueblo estaba dispuesto a usar cualquier herramienta útil para dar un trompetazo de aviso al (poco respetable) bipartidismo. Lo que pasó después es que ese apoyo empezó a matizarse una vez comprobado el poco pragmatismo de una formación sin más formación político/social que su iluminada pseudoideología. No es lo mismo, por ejemplo, el de una Carmena que luchó en las trincheras y pagó su tributo de sangre y libertad por la democracia, que unos ilusionados teóricos que solo la han vivido para aprovecharse de las ventajas de esa misma democracia, por la que otros dejaron jirones de su vida. No, no es igual…

                Así que, quizá por eso mismo, Podemos ha pasado, en muy poco espacio de tiempo, del bolivariano chavismo a una socialdemocracia más o menos conspícua. Si lo recuerdan algunos, Felipe González, por ejemplo, tardó bastante más que ellos en bajar el puño en alto. Quizá que, por esa rapidez, surja la duda y corran el riesgo del oportunismo, de pasar por trileros, o pasar por titiriteros. Pero, claro, hay que entender que la urgencia del devenir político (tres elecciones en dos años y una subida de la nada al casi todo) hace que el periodo de maduración se acorte en la misma proporción. Aún habrán de pulirse más si no quieren convertirse en el partido soufflé que la sociedad española utilizó para poner las ramaleras a los jacos viejos que habían tirado el carro por el pedregal. Ojalá y así no sea… ojalá puedan ser la izquierda que la unida no ha sabido ser.

                Lo de Ciudadanos es otra historia. Un partido de ámbito regional que se convierte en nacional. De su Cataluña natal viene el… ¿mito?.. de que Ciudadanos vino al mundo como reacción contra Podemos, alimentada por el temor de los empresarios y la banca a los coletas, lo que les llevó a propiciar el alumbramiento de un Podemos de derechas, aún a riesgo de sufrir daños colaterales en la propia mierda cuando se ayuda a un partido provisto de escoba y fregona. Ese es el bulo, o no bulo, del otro partido emergente surgido al calor del descontento ciudadano. No obstante, y sea como fuere, bienvenido – benvingut – sea.

                Lo que sí tengo meridianamente claro es que ambos dos vienen como consecuencia de aquel pasado cercano 2.011 en que el personal, joven y menos joven, de este hastiado país, salió a plazas y calles a gritar el grito común ¡¡ democracia real, ya ¡!. Por eso se engañan los del gobierno cuando solo ponen el acento en la (falsa) recuperación económica. Y se equivocan, porque el pueblo señaló entonces una crisis peor que la económica: la crisis política. No está todo el problema en la economía, si no en la mafia surgida en su entorno, en la forma de manejarla, en la manera de resolverla. Y eso es porque existe otra crisis de valores, de comportamiento, de honradez y de justicia social… Y por eso los dos nuevos partidos hacen mucha falta. Primero, porque es necesario romper los esquemas de partidos políticos fosilizados, herméticos, endogámicos y huérfanos de democracia interna, y abrir sus podridas puertas y ventanas. Segundo, porque hay que cambiar todas las leyes que el bipartidismo ha manipulado y corrompido a su propio interés y cuota de poder, y dar libertad a las instituciones del estado secuestradas. Y tercero, porque así se lo han demandado los ciudadanos en las urnas.


                Si de aquí a las generales, se confirma la tendencia al cambio y se conforma el cambio de tendencia, es posible que este país aún tenga una esperanza razonable, y puede que se cumpla el viejo aforismo de “bien está lo que bien acaba…”

martes, 7 de julio de 2015

AYER, COMO HOY...

Estamos viviendo viejos tiempos nuevos. O nuevos tiempos viejos, me es igual… Hay personas que me comentan sobre la precariedad de los jóvenes para el trabajo, para encontrar un empleo… digno (se suele decir como una muletilla), para buscarse una nómina fija, no digamos un puesto del estado, sacar unas oposiciones para encasquetarse de funcionario… Sobre todo, me dicen, la inseguridad de tener que trabajar por cuenta propia, de jodido autónomo. Y se quejan – nos quejamos – de que jamás hemos vivido tiempos tan malos e inseguros como estos. Pero lo cierto es que no es cierto. La verdad es que no es verdad. Lo cierto y verdad es que son tiempos ya vividos.
 
                En tiempos de la posguerra todo era así, y aún mucho, muchísimo, peor que hoy. Mi padre, por ejemplo, militar derrotado de una derrotada república, tuvo que hacerse autónomo de la brocha para mantener a la familia, antes, incluso, de que se inventaran los propios autónomos como tales. La inmensísima mayoría de la gente solo eran eso, autónomos de sí mismos, buscavidas de oficio propio, empinaplatos por su cuenta y riesgo, y sin ninguna estructura administrativa de apoyo detrás, ni económica, ni social, ni educativa, ni sanitaria… Todo dependía de lo que uno mismo supiera o pudiera hacer por sí mismo y para los demás. Casi que un 90 o 95% de la población se las buscaba por su cuenta, unos pocos trabajaban para otros con más posibilidades, y unos poquísimos eran funcionarios del estado.

                Los de esa generación no tuvieron más opción a la que agarrarse, y la generación que fuimos herederos naturales de aquella tampoco tuvimos otras oportunidades que tirar del mismo carro y hacer más de lo mismo… Algunos privilegiados pudieron estudiar, no muchos, y buscarse un puesto más seguro, menos arriesgado y mejor pagado, si no se incorporaban a un funcionariado estatal que comenzaba a crecer y a formarse. Pero los de aluvión no tuvimos mejor suerte que seguir y proseguir levantando pared con el mismo andamiaje que el autonomiaje. Y hemos consumido toda nuestra vida activa en la precariedad, el funambulismo y la inseguridad de nuestro trabajo. Donde el día a día era salir a la pista a realizar equilibrios. Lo mismo que vivieron y vivimos en nuestros padres, si bien que, eso sí, con mayores comodidades y con mayores deudas. Y así hemos sido muchos, muchísimos en realidad, desde los doce o catorce años hasta nuestra puñetera jubilación. Casi podemos decir que hemos sobrevivido a la escuela de economía de supervivencia.

                Por eso, cuando algunos jóvenes hoy se quejan de lo que ha sido vivencia común y casi habitual en sus generaciones precedentes, llevan razón en parte, pero no la llevan del todo. La llevan porque hay que aspirar siempre a mejorar las condiciones de vida, y a nadie le gusta bajar el par de escalones que se habían subido. Pero no la llevan en absoluto cuando dicen que les ha tocado lo peor. Porque no es cierto. Sus padres, por lo general, lo tuvieron peor, y sus abuelos aún mucho peor, muchísimo peor, que lo tienen ellos. Lo que pasa es que en este país hemos hecho abstracción de nuestra historia, tanto de la reciente como de toda la demás. Nos hemos encadenado a un presente sin pasado y nos hemos encaramado, nosotros y a nuestros hijos, a un futuro rico en derechos y pobre en responsabilidades. Y esto de ahora nos viene grande. Y es cierto que no son buenos tiempos, y que la comodidad del empleo no es la del autoempleo, que es cualquier cosa menos cómodo, y que es menos arriesgado que arriesgue otro que arriesgue uno, y que es mejor tener un jefe al que mirar que mirarse uno mismo en el espejo de cada día. Pero no es cierto cuando se proclama el victimismo de esta época. Ni es verdad, ni es justo tampoco.

En esta cuestión, como en tantas otras, ningún tiempo pasado fue mejor. Hoy, como ayer, tiene sus propias dificultades, unos efectos debidos a sus propias causas, y unos defectos debidos a sus propios motivos. Pero las consecuencias no son peores, en modo alguno, que las que incontables de nosotros hemos vivido ya, la hemos sufrido, y la hemos capeado como hemos podido… No me estoy quejando de lo que me tocó o nos tocó a tantos. Solo estoy recordándolo a los que se quejan hoy, para que se quejen los justo y en justicia. Solo hay una forma de superar este tipo de situaciones, solo una manera: trabajar como siempre se ha trabajado y luchar por mejorar como siempre se ha luchado. Sin condiciones previas. Los derechos, las quejas y las reivindicaciones son los últimos invitados en sentarse a la mesa.