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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

miércoles, 28 de febrero de 2018

PONER EL TRASERO



En Corea del Norte gobierna un régimen familiar totalitario bajo un sátrapa tirano, y en Arabia Saudí un régimen familiar totalitario, sátrapa y tirano. Idénticos. Pero el sátrapa primero es un loco ególatra que cae antipático a todo el mundo de cohones, y el sátrapa segundo es un tipo simpático y sonriente, de modales suaves y educados. Son dos absolutistas de mucho cuidado, pero dónde va a parar, Carrasclás… El coreano del corte de pelo gilipollas (hay muchos jóvenes y jóvenas occidentales que lo imitan) solo tiene hambre, miedo y misiles que ofrecer, y mucha malafollá. El de la chilaba solo tiene petróleo y dinero, mucho dinero, que ofrecer… y refinada amabilidad. Nada, ni puto punto de comparación. Los derechos humanos resultan sangrantes si los viola el cochinillo, o una simple anécdota si los machaca el de la gasofa. El primero, lo tiene crudo. El segundo, tiene el crudo. Esa es la diferencia.

            Por eso, cuando en Arabia Saudí anuncian que la mujer ya va a poder conducir, la noticia da la vuelta al mundo, que lo celebra tanto y cuánto, en plan gracioso y condescendiente, haciendo palmitas y dándose palmaditas, y cantando todos juntos Congratulations. Hasta la hermética, oficial y única cadena de Corea del Norte, por cierto, se hizo eco de tan trascendental noticia. Allí tienen mujeres, pero no coches, así que, aparte lo curioso del caso, poco caso le hacen a la cosa. Pero de algo tienen que llenar los informativos planos y monocromos de la muñeca parlante esa que sacan siempre de kimono, qué mono, que es un primor…
           
            Pero sí, felicitémonos, pues las saudíes ya pueden conducir. Lo demás, poco importa. Nuestro embajador en Riad comentaba el susto de su señora esposa, que salió a pasear con el velo islámico encasquetado, pero se le olvidó cambiarse la falda. De pronto, sintió unos azotes violentos en las corvas. Era la policía religiosa castigando su impúdico atrevimiento. Al ser la mujer – mujera – del diplomático occidental solo le cayeron unos cuantos zurriagazos fiscales. Tuvo suerte. A otras se les cae la piel bajo el vergajo. Hace unos pocos años, una saudí se grabó conduciendo un coche, lo subió en YouTube y en un solo días tuvo 600.000 visitas. Pecado grave que terminó con ella en la cárcel y las pantallas que reproducían la hazaña se vieron censuradas con fundido en negro. Tecnología punta al servicio del gran muftí, y tararí que te ví…

            Gran muftí que explica este inmenso y enorme avance, porque “puesto que ha quedado demostrado que la conducción no afecta a la pelvis ni a los ovarios, las mujeres ya pueden matricularse en las autoescuelas”. Asombroso y maravilloso. Yo me pregunto si cuando montaban en camello le afectaba a la pelvis y a los ovarios… pero, bueno, seguiremos avanzando. De momento, esas féminas todavía no podrán ir al supermercado en coche solas, porque allí aún sigue demostrado lo peligroso que es para el cerebro de la mujer el salir de compras solas, sin acompañar: se les reduce un 75% su capacidad racional. Como lo oyen. Eso mismo se asegura desde el minarete. Lo dijo un clérigo, y eso va a misa moruna… o a la mezquita, o a lo que sea, pero va, ya lo creo que va…

            Como va que allí las mujeres no pueden trabajar, ni practicar deporte, ni estudiar, ni viajar a ningún lado sin permiso del marido, padre o hermano, igual que necesitan su visto bueno para ir al médico, hospitalizarse, operarse, casarse, alquilar algo o matricularse en nada. Lo mismo que apuntar a sus hijos a nada, ni abrirse una simple cuenta, o asociarse a nada, incluso para relacionarse entre ellas han de pedir permiso al varón… ¿Falta de libertades?, ¿de verdad, en serio?.. ¿ustedes creen?... ¡Bah!, minucias. Miren que se trata de Arabia Saudí, pasta, mucha pasta, y petróleo, mucho petróleo. Y mucha, mucha vista gorda occidental. Hasta las organizaciones feministas lian cruzadas contra todo hombre por el solo hecho de ser hombre, pero se les olvida la situación de estas mujeres que también son mujeres, igual que ellas.

            Pero no crean que me estoy alineando con los que insultaron al Rey en Barcelona (eso ya no tiene ni mérito ni gracia, es más bien una desgracia)  achacándole sus relaciones de negocios con los saudíes. Esos son unos ignorantes profundos, y unos profundos hipócritas. O ambas cosas. Su bien-amado y muy querido Barça ha llevado durante los últimos años en sus camisetas la publicidad de Qatar, así que se metan su fariseísmo por el culo de su caganer… No, lo que yo digo es que los derechos humanos, como las penas, con pan son menos. Sus valedores lo hacen con Venezuela, y ellos con Putin y los nazis europeos, mientras la bolsa suene y la pela sea la pela… Y que a un desgraciado no le consiento que “le farte a mi mare”, pero al que se limpia el culo con pan de oro, ya le pondré yo el de “mi mare”, o el mío propio, si preciso fuere…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Miradorwww.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


viernes, 23 de febrero de 2018

El Mirador 23 febrero 2018 "Hoy, como ayer",

lunes, 19 de febrero de 2018

MORAL



Algunos de mis habituales del programa de radio, envían a mi blog verdaderos retos, he de reconocerlo. Por cierto, aprovecho para dar las explicaciones que debo. Como tenemos el tiempo tasado, y no puedo corresponder en la emisora a cuantos comentarios me llegan, y como entresacar los que yo estime como más interesantes sería menoscabar a los no elegidos, y eso sería algo subjetivo, pues me limito a poner los primeros diez o doce que me entran. Queda pues aclarado. Pero lo que quería decir es que uno de los recibidos con motivo del de “Hoy, como ayer”, me decía sobre mi primer párrafo, que aquel nacionalcatolicismo lo que quería era imponer su moral dominante. Intercambiamos al respecto algún e-mail que otro, para, al final, quedarme colgado de su último comentario: “toda moral tiene su importancia, pero, en definitiva, ¿qué es la moral?..

                Y es verdad. ¿Qué leche es la moral, al fin y al cabo?.. Y si le echamos una buena pensada, descubriremos que la moral es un aspecto de la cultura de los pueblos, de la que forma parte importante. Sí, de la cultura, digo. Y que a tantas culturas, tantas morales corresponden. Pero no una sola y única moral, aunque así quiera imponerse por el estado, o la sociedad dominante, que eso era lo que me comentaba mi comunicante… Nosotros, por ejemplo, hemos desarrollado nuestra propia moral influidos y educados bajo la civilización y cultura judeocristiana, centrada básicamente en los diez mandamientos mosaicos, si bien con una especial y esencial (y enfermiza, diría yo) fijación por el sexo, impuesta por una Iglesia Católica no menos dominante en nuestra sociopolítica.

                Sin embargo, tenemos el ejemplo de la cultura inuit – los esquimales del norte – en que su moral está basada en una hospitalidad tal que, al visitante, no solo ofrece su igloo y su apreciada grasa de ballena, sino que también las atenciones carnales de su propia esposa… “puedes reír con ella”, le dicen. Y se sienten extremadamente ofendidos y dolidos si se rehúsa a ellas… O la de antiguas culturas de tribus del Matto Grosso, en que su moral estricta obliga iniciar y guiar el despertar sexual de sus jóvenes dentro de los más formados miembros de su propia familia, antes que, dicen, dejarlos en manos inexpertas o negativas de fuera de su clan familiar… O ciertas sociedades rurales de lo más profundo de China central, donde impera un matriarcado integral, en que los hombres están a disposición de la comunidad de mujeres, para labores domésticas, de procreación, o de simple placer corporal… O… así podríamos seguir enumerando culturas con sus morales específicas insertas en sus sociedades humanas.

                Lo cierto es que no existen, o no deberían existir, diferentes “calidades” de moral. Son solo distintas, pero no unas mejores, ni peores, que otras. Son normas que se dan las diferentes sociedades humanas a través de sus propias culturas para vivir civilizadamente, dentro de lo posible. Nada más… y nada menos. Y cada cual tiene las suyas. Lo malo de las morales es cuando se vuelven hipócritas. Jesucristo, en su tiempo, criticaba ácidamente la doble moral farisaica, por ejemplo, y la ponía en evidencia denunciándola como una perversión. “No hagáis como los fariseos…” advertía. Y es que, cuanto más, digamos avanzada, aunque en cuestión de moral sea lo contrario, se considera una civilización, su cultura no desarrolla una moral, sino una doble moral. La de aparentar, y la de usar. Con la primera se cumplen las normas y preceptos de su tradición cultural correspondiente, y con la otra lo que conviene al interés personal de cada cual y cada cuala…

                Aquella moral que yo denunciaba en ese artículo, condenaba al fuego eterno por una masturbación, a un suponer, pero excusaba generosamente un abuso, un maltrato, una violación, una persecución, y aun cosas peores, practicadas por las clases en el poder… Ayer, incluso hoy, se maldicen los pecados de la gente a la vez y al mismo tiempo que se bendicen los cañones con que se masacra a esa misma gente. En la actualidad se condenan las faltas y se absuelven los pecados. Se anatemiza desde los púlpitos y confesionarios y tribunas, pero miran para otro lado ante la corrupción generalizada, los robos descarados, las desigualdades sangrantes y la violación sistemática de los derechos humanos en nuestras fronteras del bendito y bendecido bienestar (¿?). Y se obvian los falseamientos, y las mentiras, y cuanto de podrido hay, como el descarado comercio de armas, por mal ejemplo…

                Por eso digo que cada moral es fruto de su propia cultura. A una cultura decadente, corresponde una moral decadente. No puede ser de otra forma. De ahí que la autoridad moral de los que sustentan la moral hoy, es la del cero absoluto. Son tan hipócritas como aquellos fariseos del Evangelio cristiano, y tan saduceos como los de la moral nacionalcatólica, aquella de los 4R con reparos y gravemente peligrosa a los que yo aludía en ese artículo, que se rasgaban las vestiduras con las películas calientabraguetas, pero no veían el hambre, las persecuciones y desapariciones, y el ejército de muertos a sus espaldas. Que condenaban al infierno por un achuchón, pero habían protegido entre sus sotanas a los nazis buscados por la justicia. Por eso, encuentre usted su moral en su conciencia y huya de la ajena como de la peste. No es una orden, claro, tan solo es un consejo.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

viernes, 16 de febrero de 2018

jueves, 15 de febrero de 2018

SEX, O NO SEX.



Del sexo en España se hizo un pandemónium por culpa del sexto. Al menos durante cuarenta años. Y eso, en materia de educación sexual es mucho. Muchísimo. Una dictadura férrea e hipócrita, aliada incondicionalmente y rendida a un catolicismo cerrado, castrado y castrador, operando duramente durante cuatro interminables décadas, solo puede dar generaciones de acomplejados del sexo por el sexto, y que nos liberamos, de aquella manera, de las cadenas y de las falsas condenas a base de chapuzas, catarsis, salidas de tono, salidos del todo, y salidas a Perpignán con ocho en un seiscientos… Penoso. Patético. El sexto era “no cometerás actos impuros”, así, tal cual, y punto pelota y no rechistes… Yo, de crío y ya criado, sin internet ni nada, como muchos quisques, comencé a investigar sobre los Diez Mandamientos aquellos que Moisés se bajó del Sinaí para joder al gentío. El sexto de aquellos solo decía “no cometerás adulterio”. Normal y hasta lógico, luego a luego. La Iglesia sacó la de capar y cambió el “adulterio” concreto por el general de “actos impuros”. O sea, todo, hacer, no hacer, pensar, reprimirse, exprimirse o expandirse, todo era pecado grave. Todo estaba prohibido, todo nos llevaba al infierno de cabeza…

            El otro día volví a ver en su versión de blanco y negro (1.964) el “Ninette y un señor de Murcia”, de Mihura, Fernán Gómez de murciano, y Landa de amigo del murciano. Años de pleno franquismo de cerrojo y tramojo, pero con la frescura sutil de una comedia donde no se necesitó nada para sugerir todo. Ni sexo, ni revolcones, ni escenas de cama, ni chicha ni limoná, pero que el recorrido de los ojos del protagonista por lo que deseaba de aquella liberada y deshinibida francesita, los insistentes cierres de puertas en  las narices del espectador, que imaginaba pero no describía el ayuntamiento, o el reprimido Alfredo aventurando con sus poses lo que él mismo habría de protagonizar en el cine de después con el landismo, componían el más completo destape sin destapar nada, ni falta que le hacía a tal película. Perfecta. La censura tuvo que permitirla, aun transmitiendo sexo por los poros con toda su recatada ocultación.

            Las comedias románticas actuales, sin embargo, (mis favoritas son las británicas) no logran ese delicado equilibrio. Carecen de ese arte. No saben, ni tienen, la imaginación necesaria para ser sutiles. O es sexo puro, explícito, que intentan travestir torpemente de amor y lujo, o es un romanticismo pobre y ramplón que intentan revestirlo con sexo para hacerlo creíble. El cine español, sin embargo, ha seguido otro camino más abrupto, debido, sin duda alguna, a ese casi medio siglo de censura cerril, inculta e ignorante. El recorrido de Miguel Mihura acá es el de un destape sin fuste, casi que ingenuo a la vez que espontáneo, pero sin gracia ninguna, llegando al sexo por el sexo sin más motivo que el sexo y tonto el último, pasando por el intento de pornoblando de Almodóvar, el enfant terrible de nuestro despertar en la Asignatura Pendiente, tan bien retratada, por otro lado, por El Sacristán y la Faltollano… Como verán, los de esa época entendemos el sexo a través del cine. Es nuestra ineludible e inevitable seña de identidad.

            Y ese empacho que los españoles hemos sufrido con el cine y el sexo, o con el sexo y el cine, envuelto culturalmente por la intelectualidad como “cine de arte y ensayo”, hasta llegar a una normalización fruto del tiempo y la cordura, es muy parecido, o al menos así me lo parece a mí, a ese otro empacho de programas y espacios gastronómicos, con sus chefs, sus cocinas de autor, sus boletus édulis, sus creaciones, abstracciones, deconstrucciones y trampantojos, por donde, de un tiempo aquí, respiramos pijomenús y cagamos estrellas Michelín… Y me pregunto si no será también la factura de un subconsciente por una posguerra donde pasamos un tanto así de hambre y un mucho de necesidad, que ahora se manifiesta en este afán compensatorio de ollas, despensas y andorgas.

            Es que, ya se sabe, el instinto de supervivencia más poderoso del ser humano reside en el estómago y en el sexo, y los españoles fuimos despojados de alimentar a ambos durante un laaarago tiempo como Dios manda, aunque la Iglesia dijera lo contrario, al menos respecto al segundo. Que el primero se tapa con cualquier cosa, no así el otro. Pero, al final, hoy, se sublimiza cocina y sexo por eso, pues, como reza el refrán, el jamar y el fo… todo es empezar… ¡Ah!, que me dicen que rectifique, que es el comer y el rascar… Pues bueno, lo corrijo, pero, a la postre, ¿no es lo mismo..?.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

viernes, 9 de febrero de 2018

El Mirador 9 febrero 2018 "La Felicidad"

martes, 6 de febrero de 2018

DE LA AMISTAD


¿Por qué no escribes algo sobre la amistad?, me dice alguien… Porque no es fácil, le contesto… ¿Tú quieres que hable de la amistad o de los amigos?.. le pregunto. ¿Es que no es lo mismo?.. Pues no, no es lo mismo. La amistad es un concepto, y los amigos son seres reales. Según tal concepto, así tales amigos. Por eso que los amigos son la consecuencia de según qué concepto de la amistad tiene cada cual. Y como cada quisque de este mundo tenemos nuestro propio concepto de todo, más o menos igual y más que menos distinto, pues eso, que no es lo mismo… Me mira como si yo fuera un extraterrestre, se sonríe a sí mismo más que sonreírme a mí, y me da una especie de larga cambiada, así, como si se quitara el sombrero, o mejor, la montera…

                Pero a mí ya me ha dejado con el hilo en el molde y el ovillo empezado, y habré de terminar la labor de alguna manera. Así pues, espero que, al menos, llegue a leer esto. La amistad, efectivamente, es un concepto, una idea, personal e intransferible, como un cedazo de infinitas tramas, donde cada cual utiliza una, la suya, que va variando y cambiando a lo largo de su vida. Las vidas de los que nos relacionamos pasan por nuestro colador – y las nuestras por los suyos – continuamente, y algunas se quedan enganchadas durante un tiempo más o menos largo, más o menos intenso, y tejemos nuestra labor con ellas, y otras se van desprendiendo de esa red, como algunas otras van permaneciendo, y se quedan, hasta el final de la obra…

                Somos como aquellos buscadores de oro, ¿comprendes?.. Pasamos quintales de agua y de tierra por nuestros cedazos, y van quedando pepitas de oro, de diferentes tamaños, pureza y valor, que aquilatamos a nuestra existencia. Al final de la vida laboral, cada cual tiene su patrimonio de oro (sus amigos) encontrado y trabajado con su personal y particular cedazo (su concepto de amistad). Pueden ser muchas pepitas de oro de poco valor, pocas de mucho valor, o de todo en la mina del Señor, como reza el salmo de la viña. Unas están desde el principio – suelen ser las más queridas – otras quedan a media jornada, otras cuando se está apagando la luz de nuestro día…

                Cuando somos niños, por nuestra criba corre un chorro incesante de agua y materia de vida, impetuoso y maravilloso, del que gozamos con la experiencia. Pero no somos totalmente conscientes del valor de la amistad ni de los posibles amigos con los que nos relacionamos… quizá alguno que otro quede enganchado sin quererlo ni saberlo, desde el principio, y luego, más adelante, lo vemos brillar ahí, en el fondo de nuestra red… La juventud es una toma de conciencia de esa búsqueda. Ajustamos la cernera, y valoramos los amigos con avaricia. Luego veremos que son menos los que son que los que están, pero adquirimos experiencia febrilmente… Con la época de la madurez nos viene a nuestra red un aluvión de relaciones, profesionales, sociales, ciudadanas, de toda índole, pero ya somos más selectivos, escogemos un cedazo más tupido, más calibrado, quizá más exigente… La época de la senectud es más parca en hallazgos y más adecuada como tiempo de tasar la cosecha. Las manos son más torpes y la vista está muy cansada para manejar nuestra ya viejo harnero, y las habas contadas caen por su propio peso. Y lo antiguo adquiere un valor especial…

                Lo que ocurre es que a esta metáfora le falta una dimensión, aunque sirve para explicar el mecanismo de la amistad. Y esa dimensión es la humana. Me explico… Un buscador de oro, como he dicho al principio, lo quiere para venderlo y sacarle un producto material con que costear su propia industria y subsistencia. Vale. Pero las pepitas que encuentra el garbero de nuestras vidas no se pueden vender a valor de mercado, porque es oro latente y palpitante, tiene vida propia, y elige libremente quedarse en nuestro tamiz tras hacernos a nosotros pasar por el suyo… Nos enriquecen espiritualmente, pero no materialmente. Son patrimonio de nuestra propia alma, no de nuestra cuenta corriente…

                Y aquí encontramos aquel argentum que, por algún motivo que escapa a nuestro intelecto, nos acompaña desde nuestra niñez, o alguna valiosa pepita de nuestra juventud, ya ajada en el recuerdo, o las más recientes encontradas en nuestra madurez, ya emérita… Y todas forman un contado y escaso, pero valioso e impagable, y preciado, tesoro de incalculable valor. Sin olvidar aquellas perlas que nos acompañaron hasta que ellas mismas se extinguieron de nuestras vidas, pero nunca, jamás, ya de nuestro recuerdo, hasta que nosotros mismos nos extingamos. Quizá sean las más preciadas por su ausencia y su recuerdo. Ojalá y todos los que me leen, a la hora de su balance, su inventario sea, al menos, como el mío: corto pero brillante, escaso pero cálido, escueto pero de un inmenso valor…


  MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

viernes, 2 de febrero de 2018

El Mirador 2 febrero 2018