MORAL
Algunos
de mis habituales del programa de radio, envían a mi blog verdaderos retos, he
de reconocerlo. Por cierto, aprovecho para dar las explicaciones que debo. Como
tenemos el tiempo tasado, y no puedo corresponder en la emisora a cuantos comentarios
me llegan, y como entresacar los que yo estime como más interesantes sería
menoscabar a los no elegidos, y eso sería algo subjetivo, pues me limito a
poner los primeros diez o doce que me entran. Queda pues aclarado. Pero lo que
quería decir es que uno de los recibidos con motivo del de “Hoy, como ayer”, me
decía sobre mi primer párrafo, que aquel nacionalcatolicismo lo que quería era
imponer su moral dominante. Intercambiamos al respecto algún e-mail que otro,
para, al final, quedarme colgado de su último comentario: “toda moral tiene su
importancia, pero, en definitiva, ¿qué es la moral?..
Y es verdad. ¿Qué leche es la
moral, al fin y al cabo?.. Y si le echamos una buena pensada, descubriremos que
la moral es un aspecto de la cultura de los pueblos, de la que forma parte
importante. Sí, de la cultura, digo. Y que a tantas culturas, tantas morales
corresponden. Pero no una sola y única moral, aunque así quiera imponerse por
el estado, o la sociedad dominante, que eso era lo que me comentaba mi comunicante…
Nosotros, por ejemplo, hemos desarrollado nuestra propia moral influidos y
educados bajo la civilización y cultura judeocristiana, centrada básicamente en
los diez mandamientos mosaicos, si bien con una especial y esencial (y
enfermiza, diría yo) fijación por el sexo, impuesta por una Iglesia Católica no
menos dominante en nuestra sociopolítica.
Sin embargo, tenemos el ejemplo
de la cultura inuit – los esquimales del norte – en que su moral está basada en
una hospitalidad tal que, al visitante, no solo ofrece su igloo y su apreciada grasa de ballena, sino que también las
atenciones carnales de su propia esposa… “puedes
reír con ella”, le dicen. Y se sienten extremadamente ofendidos y dolidos
si se rehúsa a ellas… O la de antiguas culturas de tribus del Matto Grosso, en
que su moral estricta obliga iniciar y guiar el despertar sexual de sus jóvenes
dentro de los más formados miembros de su propia familia, antes que, dicen,
dejarlos en manos inexpertas o negativas de fuera de su clan familiar… O ciertas
sociedades rurales de lo más profundo de China central, donde impera un
matriarcado integral, en que los hombres están a disposición de la comunidad de
mujeres, para labores domésticas, de procreación, o de simple placer corporal…
O… así podríamos seguir enumerando culturas con sus morales específicas
insertas en sus sociedades humanas.
Lo cierto es que no existen, o
no deberían existir, diferentes “calidades” de moral. Son solo distintas, pero
no unas mejores, ni peores, que otras. Son normas que se dan las diferentes
sociedades humanas a través de sus propias culturas para vivir civilizadamente,
dentro de lo posible. Nada más… y nada menos. Y cada cual tiene las suyas. Lo
malo de las morales es cuando se vuelven hipócritas. Jesucristo, en su tiempo,
criticaba ácidamente la doble moral farisaica, por ejemplo, y la ponía en
evidencia denunciándola como una perversión. “No hagáis como los fariseos…” advertía. Y es que, cuanto más,
digamos avanzada, aunque en cuestión de moral sea lo contrario, se considera
una civilización, su cultura no desarrolla una moral, sino una doble moral. La
de aparentar, y la de usar. Con la primera se cumplen las normas y preceptos de
su tradición cultural correspondiente, y con la otra lo que conviene al interés
personal de cada cual y cada cuala…
Aquella moral que yo denunciaba
en ese artículo, condenaba al fuego eterno por una masturbación, a un suponer,
pero excusaba generosamente un abuso, un maltrato, una violación, una
persecución, y aun cosas peores, practicadas por las clases en el poder… Ayer,
incluso hoy, se maldicen los pecados de la gente a la vez y al mismo tiempo que
se bendicen los cañones con que se masacra a esa misma gente. En la actualidad
se condenan las faltas y se absuelven los pecados. Se anatemiza desde los
púlpitos y confesionarios y tribunas, pero miran para otro lado ante la
corrupción generalizada, los robos descarados, las desigualdades sangrantes y
la violación sistemática de los derechos humanos en nuestras fronteras del
bendito y bendecido bienestar (¿?). Y se obvian los falseamientos, y las
mentiras, y cuanto de podrido hay, como el descarado comercio de armas, por mal
ejemplo…
Por eso digo que cada moral es
fruto de su propia cultura. A una cultura decadente, corresponde una moral
decadente. No puede ser de otra forma. De ahí que la autoridad moral de los que
sustentan la moral hoy, es la del cero absoluto. Son tan hipócritas como
aquellos fariseos del Evangelio cristiano, y tan saduceos como los de la moral
nacionalcatólica, aquella de los 4R con reparos y gravemente peligrosa a los
que yo aludía en ese artículo, que se rasgaban las vestiduras con las películas
calientabraguetas, pero no veían el hambre, las persecuciones y desapariciones,
y el ejército de muertos a sus espaldas. Que condenaban al infierno por un
achuchón, pero habían protegido entre sus sotanas a los nazis buscados por la
justicia. Por eso, encuentre usted su moral en su conciencia y huya de la ajena
como de la peste. No es una orden, claro, tan solo es un consejo.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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