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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

miércoles, 22 de febrero de 2017

EDUCAR O VIOLENTAR ??

El otro día leí algo en un periódico, que me dejó atónito. Parece ser que en EE.UU., en un condado de Virginia, fueron retirados de los planes de estudios de sus escuelas los libros de Huckleberry Finn, de Mark Twain, y el de Harper Lee, Matar a un Ruiseñor… La causa, un pleito judicial interpuesto por una madre que se quejaba de que su hijo adolescente se perturbó por las palabras ofensivas e insultos raciales que se vierten en las páginas de ambas obras. No precisa la noticia si el chaval necesitó de asistencia psicológica por el shock traumático. Sorprende que estas estupideces ocurran en un país, cuna del KKK, y donde esos mismos adolescentes se entrenan en el manejo de las armas desde bien tierna edad, y con las que luego cometen desquiciadas carnicerías en sus cada vez más desquiciadas escuelas… Digo más, es hilarante que se retiren textos como los citados por herir dudosas hipersensibilidades, y, por otro lado, permitan vomitar lo que vomita su Trumpresidente, que las hiere todas, y no le interpongan una demanda que lo retire del estado.
               
                Pero lo que a mí me preocupa es que estas sobreprotecciones imbéciles se empiecen a dar aquí también. Sabido es que España es el imitadero americano, en sus modos, sus fiestas, su gramática, todo… Aquí se ponen más nombres ingleses a las cosas que españoles. Luego, nos quejamos con hipócrita amargura de que el verrugo de Trump haya suprimido de un plumazo la web institucional en castellano. O somos falsos, o somos tontos. Porque el colonialismo lingüístico que nosotros nos hacemos a nosotros mismos es mucho, muchísimo, peor. Incongruencias propias de nuestra creciente incultura, naturalmente…

                Por eso no me extrañaría que esa misma ignorancia emulativa nos llevara a que cualquier capullo o capulla quite a Platero y Yo de los centros escolares (si es que aún está, claro) porque su nene es hipersensible a su lectura, mire usted, que sufre mucho y se emociona con lo del burrito, porque él, ¿sabe?, quiere mucho a los animales y eso… Y es que un servidor no cree en esas mortadelas. Yo creo más en la educación que en la hiperprotección, que, por cierto, son conceptos contrarios y antagónicos en sí mismos. Y es que yo me formé – quizá me deformé, según esta gente – leyendo en mi niñez y primera juventud libricos de Emilio Salgary, Jack London, Julio Verne… incluso más adelante El Idiota o los Hermanos Karamazov, de Dostoiesky, Éxodo, de León Uris, casi todo lo de Allan Poe, los Cuentos Bestiales de Horacio Quiroga, Los Niños Terribles, de Cocteau… Y, claro, los tebeos del Capitán Trueno, El Guerrero Enmascarado, El Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín… Y, que yo sepa al menos, ni nadie me lo ha notado, no he salido ni taradito, ni psicópata.

                Sin embargo, lo que sí es cierto, es que las generaciones jóvenes de hoy en día, más hijas de ese “proteccionismo cultural” que nosotros (si bien yo lo creo más un abandonismo cultural) y criados en la abrigada concha de una privilegiada clase media, desconocedores absolutos de las carencias de una postguerra, los frutos que se están dejando caer es el acoso escolar, las amenazas en las redes, la violencia en las áulas, el pandillismo en las calles, la radicalidad en las ideologías, sean éstas izquierdas o derechas, la imposición y prepotencia en sus manifestaciones, la pésima educación en las instituciones…el odio de colmillo que destilan.

                Dos modelos distintos, y dos puntos diferentes. Y dos posturas opuestas en una misma sociedad: la de proteger tanto a nuestros hijos del mundo, que los hacemos enemigos de ese mismo mundo. Las consecuencias son las que son. Y es que hemos dejado de prepararlos para el mundo, como antes se decía, y se hacía, para empezar a prepararlos contra todo y contra todos, incluso contra sí mismos, que es lo que ahora parece que se hace… Pues que nos aproveche, majetes.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

jueves, 16 de febrero de 2017

...Y SEGUIRÉ DENUNCIÁNDOLO


Mi artículo de hace unas semanas – Ignorancias – pasó entre la indiferencia de casi todo el mundo, el silencio de los responsables, que no se dieron por aludidos, y la reacción de unos pocos… mejor dicho, de unos muy pocos, a fuer de ser sincero. Apenas tres o cuatro, ni siquiera media docena. Y esa es exactamente la medida de lo que yo denunciaba en esa columna. Esos, y no otros, son los mimbres. Eso es justo lo que da la mata. Eso es lo que yo decía…

                Nuestro problema, el de este pueblo, esta región, este país, cuando comentaba el informe donde se demostraba que los españoles no leen, con las consecuencias que eso conlleva, y con los datos concretos de nuestras querencias, apegos y aficiones, es que se ve con absoluta claridad que aquí usamos la pseudocultura, o cultura de la incultura. Amamos todos los placebos sociales que convierten a la sociedad en narcisista: fiestas, hedonismo, espectáculos de masas, cultivo de ídolos mediáticos, de tradiciones deformadas y de ignorancias cultivadas, deseducación en valores… Pero nada de esfuerzo, nada de formación, nada de compromisos, nada de conocimientos… Nos guste o no, lo reconozcamos o no, la verdad, la realidad, lo único cierto, es que rendimos culto a la incultura.

                Incluso esos pocos, poquísimos, interesados a los que aludo al principio, se muestran casi más inquietos por un foro de opinión que por uno de formación. Y no es que eso sea malo, ni mucho menos, todo lo contrario. Lo segundo llega a través de lo primero. De hecho, los foros de opinión pueden llegar a ser incluso foros de presión. E influir en la toma de decisiones de la administración sobre cuanto afecte a la ciudadanía. Incluso en los propios políticos. Y hasta formar parte activa, consultiva o deliberativa dentro de la propia sociedad y sus administradores. Pero no nos engañemos. En los países centroeuropeos estos foros se convierten en actores determinantes de influencia directa, eso es cierto. Sin embargo, aquí, en España, apenas si un par de foros están implantados, y eso solo por una sola y única razón: porque su existencia es directamente proporcional a la cultura de esos pueblos…. Y esto, precisamente, era lo que yo ponía en cuestión en ese artículo anterior de referencia. Ese mismo, del que digo que pasó entre la indiferencia general, el silencio de los responsables, y la tímida reacción en tan escasas personas.

                Personas, eso sí, que me animan a intentar algo, reconozcámoslo… Pero dudo, y desconfío. Y lo hago porque mi edad y mi dilatada experiencia de tonto útil institucional, me ha enseñado a que el tira tú p´alante que yo te sigo vale menos que nada, y el dame la mano y vamos juntos… escasea tanto que no se ve por ningún sitio, no sé si me explico… Pero, sí, creo que me entienden. En estos casos, no se necesitan grandes medios ni grandes alardes. Solo un par de cosas: interés y responsabilidad. Lo primero, puede que exista en cierta forma, aún larvada. Lo segundo es más raro, aunque nunca se debe negar el voto de confianza. Pero hay una tercera que suele anular las dos primeras: la comodidad.

                Nuestra inercia es nuestro peor enemigo. Una persona que no se molesta en leer, tampoco se molesta en intentar coas más comprometidas… intelectualmente hablando, claro. Volvemos al punto de partida. A lo mismo de siempre. No obstante, entiéndanme, yo siempre estaré dispuesto a hablar, a informar, a charlar sobre el tema, alrededor de un humeante café… Y a seguir denunciando lo que somos, una, y otra, y otra vez…


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador  – los viernes a las 10,30 h. en: http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

jueves, 9 de febrero de 2017

ELLOS Y YO


Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es una frase hecha, claro… Pero yo creo solo que cualquier tiempo pasado fue distinto. Diferente. Pero mejor en algunas cosas y peor en otras, si lo comparamos con éste… Y no lo podemos comparar con otro, pues solo tenemos estos dos. Cada cual tiene su pasado, y todos compartimos el presente. Y eso es lo que hay…

                Lo que resulta admirable es que personas como Iñaki Gabilondo, por ejemplo, aún metido en labores de periodismo e investigación a pesar de sus 75 tacos, se preocupe del futuro. No mucho futuro nos queda a los de la septena prodigiosa, pero este hombre mantiene en la Ser un programa divulgativo de enorme nivel, con un título muy ilustrativo: “Cuando yo no esté…”. Su gran curiosidad lo mantiene alerta y expectante oteando por la ventana de un futuro en el que sabe que no estará. Y eso, dice, le mantiene vivo en su presente.

                Yo me hago eco de él en la columna de esta semana porque me ocurre un poco lo mismo, salvando, por supuesto, la brutal diferencia entre ambos. Pero tenemos un pequeño algo en común, que yo comparto, y es satisfacer el ansia, la sed, la avaricia si quieren, de saber… Y como el pasado se dá por sabido, y el presente es consecuencia de ese pasado, ya tan solo nos queda por saber algo de nuestro muy escaso futuro.

                Y a eso vamos. En una entrevista dice que una de sus grandes curiosidades es la ciencia, porque ese futuro inmediato está cada vez más en sus manos. También es mi humilde hobby, y me meto entre sien y sien cuanto me es permitido meterme, que es bien poco, por cierto. Pero ahí estamos. El más inmediato mañana se verá inundado por la robótica, la genética, la astrofísica, la inteligencia artificial y la física quántica, y harán irreconocible el actual presente. Por eso ha traído a su programa figuras como Foster, o Juval Noah, el autor de Sapiens, el libro más revolucionario para saber lo que está pasando… o a Nicolás Negroponte, uno de los más reconocidos analistas a nivel mundial. Y todos coinciden en que la ciencia solucionará (casi) todos los problemas del ser humano, pero lo triste es que la relación humana entre los hombres será peor. Seremos (serán) seres muy técnicos pero muy mal educados, usuarios de ciencias avanzadas, pero muy ignorantes.

                Afirma Noah Hariri, que termina la era del homo sapiens y comienza la del homo deus. O sea, dejará de ser sabio para empezar a creerse Dios, por los enormes medios a su alcance. Y a la pregunta a Negroponte sobre cómo será el mundo dentro de 20 años, responde con ironía: “…si aún existe entonces.”. Y es que se presenta halagüeño, pero con serias reservas. El cambio climático y sus consecuencias. La crisis de los refugiados y sus consecuencias. El ascenso de los fascipopulismos y sus consecuencias. La globalización financiera y sus consecuencias. Las sangrantes desigualdades y sus consecuencias… No queremos darnos cuenta de que la sociedad, el mundo, se va haciendo de consecuencias. A unas causas, siempre, siempre, corresponden unos efectos. Y hay que afrontarlos, puesto que no podemos eliminarlos.

                Este bis a bis entre periodista consumado y el más reconocido apóstol del futuro, lleva a un recorrido por espacios geográficos, por continentes, por áreas de influencia económica, por países… Y cuando llega a España, resulta un tanto inquietante ver que está “desaparecida” con respecto a lo que está sucediendo, a los cambios, a lo “por llegar”, y que no destaca en nada y para nada… Una España apagada, desconectada, se me ocurre como adjetivos. Se estudia poco, dice, y se reducen los presupuestos en investigación, innovación, educación, ciencia, cultura… y eso es, añade, jugarse el futuro. Sorprende tan clarividente respuesta: España será la barra de Europa. Bar España, rezará un cartel en los Pirineos…

                Y va a ser verdad. Este cansino y humilde servidor lo viene diciendo desde largo atrás: somos los camareros del continente, y aquí solo se invierte en fiestas, y que ha ido desapareciendo gradualmente todo el tejido industrial… pero los demás me creen, y acabo creyéndome a mí mismo, gilipollas… Bueno, pues con Iñaki, y con Nicholas, ya somos tres. Ellos, gilipollas de pata negra, y yo, gilipollas de codillo. Ellos, ilustres gilipollas, y éste que lo es, gilipollas de monte… pero gilipollas. Y así me vá hasta con los míos. Mejor me hubiese ido poniendo un chiringuito de paella y palmeo fino en un rincón pijo de este cortijo…


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

jueves, 2 de febrero de 2017

¿CON QUÉ DERECHO..?

Me contaba un amigo, más joven que yo, que su padre lo tuvo amasando y repartiendo pan y estudiando, hasta que se pudo sacar unas oposiciones y echar a volar. Pues sí, claro… A mí, el mío me tuvo vendiendo periódicos, pero no me pudo dar por sí solo alas para echar a volar por mí mismo. Y gracias. Desde la perspectiva de hoy, eso parecen historias para no dormir, pero así eran las cosas. Un familiar me decía que a su hija, ya casada, le costaba creer que en el pasado más reciente de este país, existían las cartillas de racionamiento, y enormes colas para abastecerse de lo más básico. Pero aún forma parte de la realidad de muchos en muchos sitios, al igual que formó parte de nuestra memoria histórica… e incluso genética. Lo que pasa es que no hemos sabido, o no hemos querido, transmitirlo a nuestros descendientes. Y eso es un tremendo error que puede pasar factura en el futuro. 


                De hecho, sobre lo que yo conversaba con mi amigo, he conocido, al menos, tres niveles. Aquel en que no podíamos elegir, si no agradecer, lo que había y teníamos. Otro en el que, al menos, pudimos hacer de nuestros hijos lo que ellos eligieron ser, y creo y confío que así lo reconozcan. Y el actual, en que nuestros hijos se ven en la obligación de dar a los suyos lo que los suyos solo lo reconocen como un derecho. Expongo esto en términos generales, claro, que no es mi intención que nadie se sienta señalado ni ofendido, si no que se vea reconocido. Reconocido en esto que hoy escribo aquí…
               
                Por supuesto, ya sé, y lo admito, que hoy los jóvenes lo tienen bastante más difícil que antes para hacerse con un futuro. Lo de digno o no, en comparación, es muy subjetivo. Como tampoco se puede negar que en el inmediato pasado las exigencias en materia laboral eran infinitamente menores a las que hoy se aferra cualquiera que tiene la inmensa y nunca agradecida suerte de poder estudiar… Y es posible, puede ser, que la clave esté en eso, precisamente. En el cambio de paradigma, o de pensamiento, o de creencia, de agarrarse a cualquier, y subrayo lo de cualquier, oportunidad que se presente, a creerse que uno tiene derecho a “su” oportunidad. Porque eso es tan irreal como falso. Pero si las nuevas generaciones lo piensan así, porque así les conviene creerlo, será porque no hemos sabido transmitirles los valores correctos.

                Se me dirá, y es verdad, que precisamente hoy, hay muchas personas, jóvenes titulados sobretodo, cosidos a una bandeja, a un mostrador, a un camión de reparto… y que están haciendo de tripas corazón, y aprovechando lo que hay. Y es rigurosamente cierto. Pero esa gente ha tenido que sufrir una dolorosa transformación interior, se han inducido a sí mismos una metamorfosis traumática, han tenido que admitir con su personal angustia un principio que nunca, jamás, tenía que haber sido olvidado: que no existen derechos, solo existen oportunidades, mejores o peores, pero solo oportunidades, no derechos. Y que esas pocas o muchas oportunidades han de ganarse, no exigirse. Esas personas han tenido que descubrir la verdad entre la falsedad que se les ha transmitido. Porque, aún y así, existen legiones de críos, jovenzuelos, muchachos y muchachas, que se les está enseñando una cultura equivocada en la que se creen acreedores a todo y pagadores de nada…que la vida les debe a ellos lo que en realidad ellos aún le deben a la vida.

                Es perfectamente lógico y normal que nuestras carencias no las volcásemos en nuestros hijos, pero la historia de esas carencias sí que estábamos obligados a transmitírselas, y hablarles de abuelos que tenían la comida racionada, padres que de niños tuvieron que amasar pan, o repartir periódicos, o cosas mucho peores, para arañar unos céntimos a la vida… Incluso hoy es peor, muchísimo peor, que tengamos en nuestras fronteras hacinados a niños, mujeres, ancianos, que ni esas escasas oportunidades tienen…

                Dar sin exigir es despojar de su valor a las cosas, y educar sin valorar es despojar nuestro propio patrimonio. Y eso mismo, justo eso, es lo que se ha hecho, o mejor dicho, lo que no se ha hecho…


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php