Datos personales

Mi foto
TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

sábado, 25 de abril de 2020

LO QUE VALE UN PEINE




Vengo de andar y cavilar en mi confinamiento, a fin de que no se me encasquillen ni los remos del cuerpo ni los remos de la cabeza. Veinte vueltas a mi roal por la mañana y otras veinte por la tarde. Hay tiempo para todo, para pensar, escribir, leer… Por cierto, me he metido entre neura y neura en la segunda prórroga del quedatencasa un tocho de mil cien páginas, que les recomiendo por su enganche. No deja de ser una especie de culebrón, un tanto folletinesco, del que no creo, por cierto, que se tarde en hacer una serie, ya que posee el formato y los ingredientes para ello, lo que pasa es que yo soy adicto al papel más que a la pantalla. Este libro tiene una cosa buena para las generaciones de cota más baja a la mía: que ilustra bastante bien nuestra guerra civil y la segunda mundial que le siguió, aunque el relato sobre su protagonista resulte un tanto previsible conforme avanza su lectura. Hubo un momento en que pensé que se iba a cruzar con mi padre en los campos de concentración franceses de Argelés Sur Mer, aunque, claro, no fue así. Tiene un final que intenta sorprender, si bien se intuye antes del desenlace… En fin, por si es de su interés: “Dime quién soy”, de Julia Navarro.- De nada.

                Pero no es de esto de lo que quería hablarles exactamente. Los que estamos en el aparcadero por edad y otras goteras, no deberíamos (esto mismo le he oído a una de las “expertas” con que cansinamente nos ceban los espacios televisivos, cada vez más plomizos, por cierto) sentirnos angustiados, pues nuestra existencia “es más afín a la tranquilidad, el sosiego, la quietud, y la paz mental”, ósea, casi que muertos. Una manera muy torpe de decir que ya no servimos para nada, que no tenemos ninguna preocupación, ni mucho menos, proyectos algunos que realizar. Entonces, según esta gentil dama – una de las siete sabias de Grecia, sin duda – ya lo tenemos todo hecho, y debe darnos igual estar atados a una residencia que a nuestra casa. Lo que ocurre es que está muy equivocada, aunque nuestros intereses no estén a la altura de las grandes odiseas, ni que ya sean comparables a otros “trabajos de Hércules” realizados en edad más propicia. Alguien debería decirle a esta entendida llena de suficiencia que cada edad marca la importancia de sus objetivos, y la importancia de ellos se la dan los propios interesados, no los demás. Tendría que saberlo, tal es el conocimiento que derrocha en su sentar cátedra…

                Estoy seguro que habrá muchos como yo, aunque se impliquen en otras materias distintas, en otros afanes diferentes. Pero este senil que soy, durante todas estas semanas he seguido en mi labor diaria de trinchera, escribiendo en mis blogs, y allí donde me acogen, como en las páginas de este periódico desde otra cuarentena, pero de años. Sigo citándome cada día con mis suscritores, compartiendo con ellos y recibiendo sus opiniones… Ya digo, leo, paseo, hago pequeñas labores (menos que las que mi santa mártir querría, confieso), y en mi tiempo libre me he escrito libro y medio. Uno sobre la peripecia vital de mi padre, digna de ser contada, y el otro sobre una de mis locuras, una especie de ensayo… Y aún tengo tiempo para aburrirme de vez en cuando, no crean… Y miren, no quiero presumir de nada, no me confundan mis sufridos seguidores, tan solo quisiera demostrar que los de edad provecta, los viejos, a los que han hecho cruzada de protegernos en nuestras jaulas, también tenemos nuestras actividades, nuestras preocupaciones, nuestros sueños, aunque ya pocos, y nuestros proyectos, aunque ya estén contados, y nuestras cosas por hacer… mejo dicho, por terminar, pues quedaron empezadas y no acabadas cuando este coronavirus llamó a la puerta y nos la trincó.

                Yo mismo tengo uno por terminar para cuando esto acabe si antes no acaba con nosotros. Un proyecto larvado y trabajado, elaborado paso a paso durante un par de años o más, y que quedó en la calle, y que habrá que retomar: la apertura de un Centro Integral de la Mediación, el primero en esta región, del que ya hay señales perentorias de necesitarse, y muchos casos provocados, directa o indirectamente, por las consecuencias de este maldito Cóvid-19. Un proyecto fraguado por otro emérito y yo, dos viejos confinados, pero que aún han de sacar a la luz, aunque ya haya sido gestado y casi que parido… Una ilusión si quieren, un sueño que espera el momento de hacerse realidad.


                Así que sí, miren, con permiso de todos los sabedores y sabedoras, expertos y expertas, licenciados y licenciadas, estoy deseando que me abran el gallinero, y poder salir a compartir con mis compañeros de café, y hacer algún recado que otro, y a sentirme útil, en lo que pueda ser de utilidad, claro, y a reanudar mi programa de radio en cuerpo presente, y a colaborar en la cultura de la gente, que lo digo más por que rime que por que se arrime… En fin, a vivir la vida que me toca y que me queda. Esta pandemia nos ha diezmado. El Consejero regional decía el otro día que el 90% de los muertos de aquí eran mayores de 65 años. Apenas nos ha dado tiempo a cobrar la pensión, por justa y corta de mangas que ésta nos venga. Por eso mismo hay que aprovechar lo escaso que nos queda para estar activos y creativos… ya que no atractivos. Los de mi edad tenemos mucho que enseñar, lo malo es que pocos, muy pocos, quieren ser enseñados. Ya muchos creen saber mucho. Pero desconocen lo más importante de todo: lo que cualquier mayor conoce, ellos lo desconocen. Aún necesitan saber lo que vale un (viejo) peine.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

viernes, 3 de abril de 2020

¿RESPONSABLES?.. TODOS.




No sé si desde que escribo este artículo hasta que aparezca publicado, habrá llegado el momento de empezar a sacar algunas conclusiones sobre esta pandemia de Coronavirus, o si será aún un poco prematuro hacerlo. Me estoy refiriendo a las causas y a los efectos, naturalmente… Si bien, me van a permitir, si son tan benevolentes, que yo lo haga al revés y empiece analizando los efectos, que las causas tienen la ciencia y la investigación la palabra, aunque yo me tome la libertad, al final del presente, de apuntar mi humilde opinión, si bien que generalizando un poco. En lo que quiero centrarme es en la observación de un detalle importante, y es que, aunque este virus resulta mil veces más contagioso, en potencia y rapidez, que sus colegas gripales, también es cierto que solo se transmite por contacto. Vamos, que no es como aquellas pestes bubónicas del medievo, que se transmitían por el aire, tan solo que respirándolo en las calles de los burgos.

                Aquí, no. En este caso tiene que haber contacto, proximidad, extrema cercanía, algo así como algo menos de un par de metros. No existe contaminación en el aire. Por lo tanto, no lo ha expandido ninguna corriente de aire desde ningún sitio, porque no está en el ambiente, flotando, si no en las superficies de los cuerpos, sean de objetos o sean de humanos… ¿es correcto?.. Pues entonces, la pandemia no se hubiera extendido si, declarada en China, se la hubiera aislado (a China) del resto del mundo, exactamente igual que ésta hizo con Wuhan, el foco de infección. Pero no se hizo. Las fronteras siguieron abiertas, los contactos multiplicándose progresiva y exponencialmente, y el contaminante extendiéndose. Recuérdese que el primer infectado en España fue un turista de La Gomera que había tenido contacto con un ciudadano chino… Por eso, contra este Covid-19 solo funciona la ausencia de contacto, el aislamiento del mismo. Pero en Europa, sobretodo en Italia y España, se siguieron celebrando actos multitudinarios, partidos internacionales y hacinamientos masivos irresponsablemente. Y ahora vemos el resultado en lo que tenemos: puro contagio por contacto.

                Existen pruebas que avalan esta teoría. Hay un pueblo de veraneo en España, Cádiz, Zahara de la Sierra, de 1.200 habitantes, que lo demuestra. Su ayuntamiento, viéndose venir la jugada, antes que empezaran a descolgarse veraneantes adelantados, cerró el pueblo a cal y canto. De las cinco carreteras de acceso selló cuatro, y solo dejó una abierta solo para la entrada de suministros, vigilada y con la orden de rociar cada vehículo que entrara con una solución de agua y lejía, haciendo lavar las manos a sus ocupantes y dotándolos de mascarilla y guantes. Igual dotó a toda la población y los puso en cuarentena con un servicio municipal que les llevaba comida, medicinas y cualquier otra necesidad a domicilio, permitiendo solo la salida para alguna justificada urgencia. Evitado el contacto, evitado el contagio, pues en el aire no está el bicho. Precisamente ahora es más puro que hace décadas… Hoy es un pueblo limpio de coronavirus, cuando el resto del país estamos en la segunda prórroga de la cuarentena… Otro ejemplo: esta vez una residencia de ancianos, en Estella, Navarra, y ni un solo caso infectado… ¿Qué cómo?. Por lo mismo, porque la dirección se adelantó, habló con su personal – no podían estar entrando y saliendo del local – o se enclaustraban con los residentes o se marchaban a casa. Dicho y hecho. Sin más contactos con el exterior que los suministradores y bien controlados, nada, ni uno con virus. Es también la única residencia limpia de toda España. No contacto, no contagio. Así de simple.

                Por eso, esto no es una peste, es una estupidez. El poner los intereses y la desidia por encima de la salud. El no reaccionar a tiempo, cuando se estaba avisado y se tenía todo el tiempo del mundo, por cuestiones meramente económicas, ha desatado una crisis y una recesión mucho peor que la que, tan imprudentemente, se quiso evitar. El descalabro económico, al final, va a ser mayor que el puntual que hubiera procurado una reacción más ágil y lógica en su preciso momento. Intereses económico y políticos (aquí entran también los mal-llamados deportivos) que miraron para otro lado cuando tenían que haber actuado… Lo importante ahora es que esa desgraciada forma de actuar, las consecuencias que nos ha traído esa inversión de la escala de valores, es que nos enseñe, al menos, una de las lecciones que hemos de aprender. Si así fuera, bien estará si bien acaba. Y mejor será que aprendamos, porque pandemias, y ya lo están diciendo los epidemiólogos, habrá más, y no todas serán benignas. Así que… nosotros mismos. Más nos vale empezar a elegir políticos sensibilizados y que no se dejen comprar ni manipular por intereses estrictamente bursátiles. Al final, como se está viendo, todos salen perdiendo: la salud y la economía.

                Estos son las consecuencias. En cuanto a las causas, yo estoy convencido que es un efecto nocivo más del cambio climático que nadie quería ver. Al menos, sí que está relacionado, y muy directamente, por cierto. Desde el medio ambiente que respiramos hasta la artificialidad con que nos alimentamos, no nos trae ninguna consecuencia saludable. Tanto la climatología adversa como los virus y pandemias – ambos participan de la misma reacción – no son otra cosa que factores correctores de la propia naturaleza ante la agresión humana. Nuestra forma de vida, hedonista, consumista y mercantilista, la ataca, y ella se defiende. Desde la quema brutal de fluorurocarburos en los transportes al sistema de turismo invasivo, pasando por la acumulación de residuos y basuras, es todo un ciego suicidio… Y solo tenemos dos únicos caminos: o lo paramos en seco, o seguimos con lo nuestro. Exáctamente igual que hicimos al comienzo de este Cóvid-19, que seguimos con lo nuestro, y lo dejamos pasar…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php