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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

jueves, 28 de agosto de 2014

AUTORETAZO

“…Después dijo Dios: Haya un firmamento entre las aguas,
que separe las unas de las otras, y así fue.
E hizo Dios el firmamento, separando por medio de él
las aguas que hay debajo y de las que hay sobre él….”
Génesis, 6-8.

                Los nubarrones plomizos del cielo querían unirse a las aguas, pero el mar no se dejaba. Su piel, de mil tonos grises, antes azules, rechazaba la fusión en la lejanía con una violencia inusitada. La lluvia dulce se convertía en salada nada más besar su superficie de plata vieja, en un intento desesperado de volver a juntar lo que antes estaba unido y Dios separó, y en su deseo insatisfecho hacía desaparecer las islas que nacían del mismo fondo de la nada. 

                Cuando su madre decía que una tormenta se la tragaba el mar, concedía su tiempo al viento maestral para que hiciese su trabajo de empujarla a la acuosa garganta, y peinase sus lindes de albardines y lentiscares, que imaginaba como sienes venerables de la laguna. Enseguida corría a sentarse en la orilla, dejando colgar sus piernas de los cantiles y mirándose en la hipnotizante magnificencia de la naturaleza. Y así mismo era, en efecto; la tormenta se debatía espectacularmente entre el inabarcable paladar celeste y la inmensa lengua de agua que parecía atraerla hacia la infinitud de la línea del horizontes.

                Un combate majestuoso se desarrollaba entre aquellas fauces naturales ante sus ojos, plenos de mudo e inenarrable asombro. Los relámpagos, lujuriosos, zigzagueantes, encendían las simas de la oscura techumbre cargada de algodón negro, reflejando rabiosos fogonazos e incendiando las aguas inquietas que componían los mil cristales de un espejo roto. Lo que antes eran truenos estallantes, que casi lo sobresaltaban, iban convirtiéndose en un fragor sordo, ominoso, como si cien bocas de bronce maldijeran con voz gutural, cavernosa, de cañones desiguales y frenéticos. La lucha, igualada en poder y majestad, se mantenía cosida entre cielo y mar por hilos quebrados de rayos atraídos por las aguas, como saetas de fuego y plata…

                …Luces, bramidos, colores, sonidos, estallidos, aromas viejos y nuevos mezclados en un mismo tiempo y lugar. El ambiente, húmedo, electrizado y electrizante, impregnado de ozono, de olores salinos cargados de incontables matices marineros y marinos… incluso podía oler la brea arrancada al calafate de alguna barca, presa en alguna escollera cercana, que quizá se debatía en soltar sus amarras para huir a tierra firme… Todo, todo se fundía en una sinfonía mágica y prodigiosa de sensaciones. Todo se aleaba en un crisol arcáico y eterno, alimentado por la sabiduría y fantasía de algún alquimista loco. Todo se fraguaba en el yunque de un Vulcano horrible a la vez que sensible.

                La vibración, cíclica y estremecida, tumultuosa, casi orgiástica, de la tormenta, iba reclinándose en un rubor de luces y un rumor de ecos, ora lejanos, ora cercanos, acompasándose con el oleaje in crescendo de un mar ya nervioso. La fatiga del relámpago, el cansancio del trueno, también dejaban su poso y paso al horizonte perdido, aún velado por una niebla de lágrimas mansas, mientras la bóveda del cielo se abría en dos mitades, tenebrosa aún la del fondo, y titilante de tímidos luceros la de sobre su cabeza. Un levante incipiente comenzaba su labor de acercar las olas a los muelles para romperse en ellos, y el mar, la mar, empezaba a recobrar su alterado trasiego.

                El mar, la mar, masculino en su pleamar, femenino en su bajamar, macho en sus embates, hembra en su inmensa y jubilosa plenitud… mar pequeña, mar chica, hija de un mar mayor del que alguien por entonces dejó escrito que aún hablaba el latín de los antiguos dioses.


                El chiquillo se puso en pié, desentumeció sus piernas dormidas y enfiló la corta calle que, doblándola, lo devolvía a su casa. El viejo perro de los hermanos Olmos le envió su ya familiar ladrido de aviso cansado y cascarrabias, como hacía siempre, y el crío pensó por un momento que cuando las tormentas ya no se las trague el mar tal y como él las veía, oía, olía y vivía, cuando a las golondrinas se les olvide volver a empezar sus nuevos nidos viejos, cuando las abejas dejen sus panales vacíos, cuando las mariposas ya no vistan el aire de colores, también desaparecerá un tiempo, su tiempo, y entonces todo habrá acabado, o, si acaso, comenzará el principio de un final. Del final de ese tiempo que él tanto amó.

martes, 26 de agosto de 2014

AVISO A NAVEGANTES

Nos encontramos a muy corta distancia de un año de intenso urnaje. Va a resultar apasionante, toda vez que se dirimen elecciones generales y municipales, casi que pisándose los talones unas a otras, y con las espadas que dejaron levantadas en las recientes europeas sorpresivas formaciones como Podemos y compañía. La oportunidad que la ciudadanía tiene en su mano para castigar los excesos y generalizada corrupción de la clase política – casta, la llaman los noveles para diferenciarse de ella – y dar un golpe de timón histórico a las formas (malas) y maneras (prepotentes) de los partidos, es única.

                Como única es la salida existente: pasar de la democracia parcial que tenemos a la democracia total, participativa y directa. El modelo suizo, concretamente. Una estructura representativa y asamblearia de la ciudadanía de base, inserta en la toma de decisiones que directamente le afectan, el manejo político entre otras. El modelo partidista actual ha sucumbido a la endogamia de su propio interés y autoengorde, sin mirar el general de la población. Los partidos solo se sirven y se ceban a sí mismos a través de políticos que también se ceban y se sirven a sí mismos. Lo corrupto del sistema ha hecho eclosión con la crisis, y sus debilidades, desvergüenzas y corruptelas se han ido destapando inexorablemente.

                En las inmediatas elecciones se juega el afianzamiento de un tipo de estado que, de ganarlos los partidos inmovilistas, harán cuanto sea posible para eternizar sus estructuras caducas de poder mediante manipulaciones, cambios legislativos y de gestos, y disposiciones tendentes al absolutismo más ilustrado, y de ganarlas los novatos, podrían venir ideas frescas y modos nuevos que muevan a una lenta pero segura reestructuración de los viciados valores políticos y sociales que ahora nos asfixian. Como también unos resultados de espadas en alto podrían suponer un serio aviso a las corporaciones locales y/o generales de gobierno, que se mueven entre el nepotismo de familias políticas caciquiles, o, incluso en algunos casos, luchas intestinas entre ellos mismos para obtener el asentamiento de culo, y un pulso con las fuerzas de espíritu renovador e independientes de servilismos y servidumbres políticas.
               
                Existen un par de detectores sencillos y fáciles de aplicar para analizar elementales parámetros políticos: la opacidad informativa y la querencia al puesto. Cuando vemos el esfuerzo por ocultarse de los jueces y opacar la información que debería ser pública y transparente, es porque, sin duda, tienen algo que ocultar. Por el contrario, quien nada tiene que esconder, nada tiene que temer. Luego está el apego a los cargos. Matan y se navajean entre ellos mismos por estar en las listas, por ser votados, por el aniquilamiento del rival, por sentarse y mantenerse en los puestos… Quienes solo desean servir no pelean por ello. Es una oferta clara, limpia, diáfana y desinteresada. El interés que se desprende de estas actitudes no demuestra el afán de servir, si no el de servirse.

                Por otro lado, ya va dejando de ser el tiempo de gobernar por y bajo consignas. La disciplina ciega de partido ha de terminar y abrirse a la libertad de conciencia individual de cada cual y su responsabilidad personal en y por ello. Lo otro es un absolutismo disfrazado de liberalismo, una dictadura interna parasitada en una pseudodemocracia externa. El compromiso personal es algo muy distinto al dirigismo fáctico del partido político. No es igual. La diferencia está en la libertad. Se le parece, pero no es lo mismo… Y, hasta ahora, solo se nos ha gobernado con apariencias.