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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

martes, 22 de diciembre de 2015

COHERENCIA

Vivimos un mundo incoherente, es cierto… Pero el mundo, incoherente o no, está hecho o deshecho, formado o deformado, y modelado, por las personas. Por todos y cada uno de nosotros. Luego la incoherencia del mundo, de la sociedad, es nuestra propia y personal incoherencia. No hay peor enemigo de la coherencia que el tándem sentimientos/intereses. El ser humano muy a menudo se comporta según su sentimiento, y luego actúa según su interés. No hablemos de los políticos, que hacen oficio de las mayores incongruencias, puesto que actúan al revés de lo que predican, y hacen lo contrario de lo que proclaman.

                Un ejemplo de pura incoherencia ilustrada, y sin culpa propia, pues si está en el mercado es por demanda social: Icon es una revista estilosa para dandys, de clase, para hombres con estilo y money, una revista, diría yo, para moneyman´s, perfecta, de gran calidad, donde sus anuncios se reparten entre el Moët Chandón y Guzzi, pasando por Hugo Boss o Rólex. En una de sus muy cuidadas ediciones, aparece un artículo: “Generación Bataclán”, excelentemente tratado y bien escrito, donde hace un retrato-robot del terrorismo yihadista tan descarnado y brutal como acertado. Sin embargo, más adelante, en página completa a la derecha, nos llama a todo color un magnífico anuncio de los Emiratos enfilado al más refinado hedonismo. “Lleva tus conversaciones a otros niveles en Dubai”… “contemple el atardecer desde los hoteles más altos del mundo”…”Hello Tomorrow. Emiratos”… No aclara, naturalmente, si esa conversación puede realizarse con todas las garantías de la Declaración de los Derechos Humanos de la Onu y que esos países violan con sus propias leyes, cuando no financian de tapadillo el propio terrorismo.

                Se podrá decir que una cosa son los negocios y otra nuestros convencimientos. Pero eso es una falacia. Si el negocio lo hacemos ajeno a nuestra conciencia nos convertimos en falsarios y construimos un mundo falso. No podemos decir que somos limpios y transparentes cuando en nuestro partido se practica la corrupción y nepotismo de puertas giratorias. No podemos formar parte de ningún Consejo de Seguridad, y, a la vez, vender armas a los países en conflicto. No podemos estar a favor de los pobres al mismo tiempo que blanqueamos el dinero de los ricos. No podemos decir que trabajamos por el pueblo cuando solo trabajamos para nosotros. No podemos representar ningún ísmo cuando cuando jugamos para el ísmo que mejor nos pague, ni de sentir los colores de ningún equipo cuando antes pasa por lo de nuestro bolsillo. No podemos hablar de amor y buena voluntad comiendo, bailando, emborrachándonos y consumiendo frenéticamente. No podemos ser feminista y a la vez modelo de pasarela o miss nosequé. No podemos ser izquierda a la vez que altos funcionarios. No podemos ser y luego no estar, o estar para luego no ser. No podemos… no… no debemos.

                No debemos, pero lo hacemos. En mayor o menor medida, pero lo hacemos… Y es que la perversión última (todo es negocio) es convertir las incoherencias en moda. El Black Friday, la Navidad o el deporte, todo lleva aparejado la inmolación de la coherencia. Un famoso y jovenoso conjunto musical cuyos miembros visten muy medidamente descuidados, con la más cuidada informalidad, con la más previsible dejadez pija de moda, sin saberlo, están proclamando la más absoluta y descarnada incoherencia. Quieren demostrar con ese mimado descuido que son ajenos a lo que precisamente son sus esclavos: la moda de la apariencia. Es un solo ejemplo entre muchísimos iguales, idénticos uno al otro, además, que encima practicamos el más despersonalizado mimetismo…

                Y la apariencia, como la incoherencia, es tribal, fermenta en el grupo, porque es todo lo contrario al librepensamiento. Cuando la persona se hace gente deja de ser persona y se convierte en masa, en seguidor de… Y ya piensa, siente y actúa como el grupo, no como indivíduo. El antídoto para encontrar la coherencia personal es volver a ser uno mismo. Y hay que hacerlo ligero pero sin prisas ni pausas, si no queremos terminar antes de haber empezado. Como esa parte de la sinfonía, allegro ma non troppo…

martes, 15 de diciembre de 2015

PARALELISMOS

El organismo humano es un mecanismo extraordinariamente complejo. Y, a la vez, cuanto más complejo y evolucionado en su estructura, más expuesto a romperse y más delicado en su funcionamiento. Casi podríamos decir que a mayor perfección, mayor riesgo. El de los seres humanos, por ejemplo, está sujeto a mil factores: alimentación, hábitos, medioambientales, mentales, culturales, sociales, económicos incluso… que lo limitan, lo condicionan o lo enferman, y que son factores que, en teoría al menos, escapan a su control. Y digo en teoría, porque, en realidad, es el propio hombre el que influye y modifica directamente esos factores para bien o para mal. Resulta paradójico, pero realmente es así. Nosotros mismos nos construimos o destruimos nuestra propia salud viviendo como vivimos. Lo que pasa es que igual que tenemos capacidad para arruinar el medio natural y nuestro propio organismo en el mismo kit, igual desarrollamos la misma capacidad para recomponernos en parchearnos sobre la marcha a través de la medicina, esto es, la farmacia, y la cirugía, que, en definitiva, no son más que la química y la mecánica del organismo. Yo mismo tiro de mi salud con media docena de reparaciones de taller a base de ocho pastillas diarias, que es el aporte químico que necesita mi cuerpo para funcionar…
               

               Pero es que, con la democracia y la forma de gobierno de ese mismo ser humano pasa exactamente igual. El sistema de la democracia quizá también sea el más complejo, evolucionado y perfeccionado en lo que cabe, organismo social y político, y por eso mismo también, igual de expuesto a romperse o averiarse en su delicado funcionamiento. Como el organismo humano, a mayor perfección, mayor riesgo. Podríamos incluso comparar un organismo unicelular, sencillo y elemental, poco o nada evolucionado, con una dictadura, y un pluricelular, complejo y evolucionado, con una democracia. El tamaño no importa. Puede ser una gigantesca ameba o un minúsculo orgánulo. La cuestión es la misma que en nuestro organismo, que podemos vivir en la salud o en la enfermedad, según nosotros mismos cuidemos o destruyamos el medio natural en que nos desenvolvemos, al igual que podemos sanar o enfermar nuestra sociedad y nuestra convivencia según nosotros mismos cuidamos o pervertimos el medio democrático en el que nos desenvolvemos. Y podemos hacerlo en un estado político sano, o que, como yo, tenga que pasar por el taller hospitalario de reparaciones, y funcione, o medio funcione, con su dopaje regular de píldoras. Todo depende, naturalmente, de la interrelación, sana o enferma, de las distintas células que forman ese organismo.

                Porque si examinamos de cerca las democracias europeas, y especialmente la española, están enfermas… la nuestra, seriamente enferma. Los organismos pluricelulares tienden a ser más complejos, completos y perfectos, uniéndose y multiplicándose formando uno solo de muchos, fuerte y compacto. Europa no termina de conseguirlo. Está estancada, en un intento donde la insolidaridad y los egoísmos intercelulares boicotean el resultado óptimo. Pero es que España anda una senda contraria, una disolución celular, un cáncer con un par de nódulos (País Vasco y Cataluña) que se retroalimentan y amenazan con producir metástasis en una democracia a medio camino aún entre esa misma democracia y la dictadura de la que proviene, y con una incultura democrática en todas sus células muy preocupante…


                La conclusión es muy simple, tanto en la salud física de nuestros miserables cuerpos, como en la salud democrática de nuestra patética sociedad: o cambiamos radicalmente de forma de pensar y la manera de actuar, o nos vamos a la puñetera mierda… Nosotros mismos.

jueves, 3 de diciembre de 2015

RETROVISIONES

Tengo ante mí una foto de alrededor de sesenta años, quizá algo más. Una enorme pared blanca de bajos desconchados y manchas de humedad en donde se abre una gran boca rectangular, negra, de oscuro interior. El sobrio estilo de las sólidas escuelas que construyó la República, y que, curiosamente, tan buen resultado dieron al régimen que la destruyó. Delante del escueto edificio, sobre suelo de tierra y piedras, alzan sus cuatro palmos de estatura ocho niños, como un conjunto daguerrotípico. Aún estiraba la postguerra, si bien las postguerras de las guerras civiles nunca parecen terminar, ni acabar jamás…


                …Juanico, Gabriel, el Doroteo, José Luís, Joaquinito, Antonio, mi hermano y yo. No sé si esa instantánea con bastante más de medio siglo recogía un grupo de la escuela regular o de las clases particulares con que aquel buen don Joaquín se afanaba en desasnarnos. No consigo acordarme bien. Ni siquiera puedo recordar el motivo de la foto. Ni porqué esos ocho precisamente. Los móviles no soñaban existir ni en el pensamiento, las cámaras fotográficas no abundaban en absoluto, y los fotógrafos escaseaban como el lujo que su profesión era. Sin embargo, tuvo que ocurrir y concurrir todo para que se diera tan extraordinaria circunstancia, sin duda alguna. Pero, ya digo, la memoria suele jugar al escondite conmigo hoy, como yo jugaba con ellos a lo mismo entonces. Es la misma realidad esquiva la que juega al escondite con todos nosotros… Sin embargo, ahí estamos, formando y conformando una figura coral de otro tiempo, o del inicio de los tiempos… de nuestros tiempos, al menos. Me fijo en nuestras figuras, nuestras ropas, nuestras caras, apenas el mensaje opaco de nuestras miradas… pero, ¿qué mensaje?, ¿qué razonamientos podían navegar entonces por las primicias de nuestras mentes?.. Me miro a mí mismo y no puedo evitar preguntarme qué hay de mí en él… qué queda de él en mí… Y me dá vértigo, y pudor, y cierta vergüenza… Porque es como una traición en carne propia. Porque sé con absoluta seguridad que entonces éramos puros, y mejores, mucho mejores, todos, que hoy. Al menos los que aún quedamos a este lado del espejo, pues los que han pasado al otro quizá hayan recuperado la pureza de lo que éramos en esa foto en blanco y negro. Sin más matices, sin mayor invasión de infinitos tonos y gamas de grises en que se nos han descompuesto todos los colores primarios del ser humano primordial… No. Tampoco siento añoranza, ¿de qué sirve..?. Solo siento un extraño e incómodo vacío, como si hubiese saltado sobre ese mismo vacío con los ojos cerrados ignorando el espacio.
               
                Un salto que ha durado apenas un segundo de la eternidad que entonces habitaba en nosotros, pero que es casi toda una vida de la que ya apenas si nos queda un pequeño resto… ¿Qué parte soy yo de mí mismo?.. No me pregunten los más jóvenes qué ha pasado en medio de ese salto, porque no sabría contestarles. Porque no lo sé realmente. Les diría que han pasado 60 o 65 años, quizá más… que ha pasado toda una jodida vida, toda una existencia. Y, sin embargo, el color y el sabor amargo de la oscuridad, los ecos del más ominoso y ruidoso silencio, es lo que llena ese espacio, tan breve y tan largo a la vez. Solo existe una sola cosa que nos salva del vacío sordo y brumoso de ese salto. Nuestros hijos, nuestros nietos, nuestra familia, los amigos que aún nos hacemos mutua compañía en ese camino que en un lejano tiempo empezamos juntos. Los que nos regresan en el recuerdo de esos entonces y los reconocemos porque compartimos un mismo origen… Y por eso, por ello, por ellos, mejor dicho, sabemos que los ocho de la foto existimos. Y somos. Y aún estamos algunos. Aún quedamos una parte… Pero, por lo demás, poco o nada. Solo sé del poso que nos deja...

                Miro y remito la vieja foto… “Los Santos Inocentes”. Así mismo la bauticé, rotulándola cuando la rescaté… ¿o me la rescataron?, del pasado. Me digo a mí mismo que le puse ese nombre como homenaje a la obra magistral de Pilar Miró, pero pienso que esa es una excusa ilustrada. Mejor creo que es como un reconocimiento íntimo a la edad de la inocencia. No a las de los ocho, explícitamente, si no a la de toda una generación y a la parte de una humanidad que ya está dejando de existir. Incluso, para ser más concreto, a la de todos los seres humanos de toda una época…

                …Porque, seamos sinceros, ¿la época actual tiene la misma carga de inocencia que entonces?.. Yo albergo ciertas discrepancias. Diría que, si acaso, son inocencias distintas, depositarios de conocimientos y sentimientos diferentes. Me da vértigo pensar en los niños de hoy dentro de 60 o 70 años, verdadero pavor en imaginar su salto en el vacío, y en los seres que serán en su entonces… Pues si algo tengo por cierto mirándome en mi distancia, en mi propia y personal distancia, es que ese niño que me mira desde mi pasado, y al que yo intento analizar desde mi presente, somos la misma persona, pero no el mismo ser. Y no puede existir el mismo cielo para los dos…


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – El Mirador – www.escriburgo.com