COHERENCIA
Vivimos un mundo
incoherente, es cierto… Pero el mundo, incoherente o no, está hecho o deshecho,
formado o deformado, y modelado, por las personas. Por todos y cada uno de
nosotros. Luego la incoherencia del mundo, de la sociedad, es nuestra propia y
personal incoherencia. No hay peor enemigo de la coherencia que el tándem
sentimientos/intereses. El ser humano muy a menudo se comporta según su
sentimiento, y luego actúa según su interés. No hablemos de los políticos, que
hacen oficio de las mayores incongruencias, puesto que actúan al revés de lo
que predican, y hacen lo contrario de lo que proclaman.
Un ejemplo de pura incoherencia
ilustrada, y sin culpa propia, pues si está en el mercado es por demanda
social: Icon es una revista estilosa para dandys, de clase, para hombres con
estilo y money, una revista, diría yo, para moneyman´s,
perfecta, de gran calidad, donde sus anuncios se reparten entre el Moët Chandón
y Guzzi, pasando por Hugo Boss o Rólex. En una de sus muy cuidadas ediciones,
aparece un artículo: “Generación Bataclán”, excelentemente tratado y bien
escrito, donde hace un retrato-robot del terrorismo yihadista tan descarnado y
brutal como acertado. Sin embargo, más adelante, en página completa a la
derecha, nos llama a todo color un magnífico anuncio de los Emiratos enfilado
al más refinado hedonismo. “Lleva tus conversaciones a otros niveles en Dubai”…
“contemple el atardecer desde los hoteles más altos del mundo”…”Hello Tomorrow.
Emiratos”… No aclara, naturalmente, si esa conversación puede realizarse con
todas las garantías de la Declaración de los Derechos Humanos de la Onu y que
esos países violan con sus propias leyes, cuando no financian de tapadillo el
propio terrorismo.
Se podrá decir que una cosa son
los negocios y otra nuestros convencimientos. Pero eso es una falacia. Si el
negocio lo hacemos ajeno a nuestra conciencia nos convertimos en falsarios y
construimos un mundo falso. No podemos decir que somos limpios y transparentes
cuando en nuestro partido se practica la corrupción y nepotismo de puertas
giratorias. No podemos formar parte de ningún Consejo de Seguridad, y, a la
vez, vender armas a los países en conflicto. No podemos estar a favor de los
pobres al mismo tiempo que blanqueamos el dinero de los ricos. No podemos decir
que trabajamos por el pueblo cuando solo trabajamos para nosotros. No podemos
representar ningún ísmo cuando cuando
jugamos para el ísmo que mejor nos
pague, ni de sentir los colores de ningún equipo cuando antes pasa por lo de
nuestro bolsillo. No podemos hablar de amor y buena voluntad comiendo,
bailando, emborrachándonos y consumiendo frenéticamente. No podemos ser
feminista y a la vez modelo de pasarela o miss nosequé. No podemos ser
izquierda a la vez que altos funcionarios. No podemos ser y luego no estar, o
estar para luego no ser. No podemos… no… no debemos.
No debemos, pero lo hacemos. En
mayor o menor medida, pero lo hacemos… Y es que la perversión última (todo es
negocio) es convertir las incoherencias en moda. El Black Friday, la Navidad o
el deporte, todo lleva aparejado la inmolación de la coherencia. Un famoso y jovenoso conjunto musical cuyos miembros
visten muy medidamente descuidados, con la más cuidada informalidad, con la más
previsible dejadez pija de moda, sin saberlo, están proclamando la más absoluta
y descarnada incoherencia. Quieren demostrar con ese mimado descuido que son
ajenos a lo que precisamente son sus esclavos: la moda de la apariencia. Es un
solo ejemplo entre muchísimos iguales, idénticos uno al otro, además, que
encima practicamos el más despersonalizado mimetismo…
Y la apariencia, como la
incoherencia, es tribal, fermenta en el grupo, porque es todo lo contrario al
librepensamiento. Cuando la persona se hace gente deja de ser persona y se
convierte en masa, en seguidor de… Y ya piensa, siente y actúa como el grupo,
no como indivíduo. El antídoto para encontrar la coherencia personal es volver
a ser uno mismo. Y hay que hacerlo ligero pero sin prisas ni pausas, si no
queremos terminar antes de haber empezado. Como esa parte de la sinfonía, allegro ma non troppo…
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