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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

sábado, 31 de enero de 2015

DINERO VIRTUAL

Vamos a plantear una aparente tontería: ¿las cosas valen lo que cuestan o cuestan lo que valen?.. Lo lógico es pensar que es lo mismo, y generalmente es lo que se cree, pero en realidad no es así. No es igual el valor que el costo. En teoría, el valor de algo, sea objeto o servicio, sería la suma de su materia prima y/o su elaboración, según sus propios valores, claro. Y el costo es el precio que ello le cuesta a la gente, y que, como viendo siendo normal en vez de anormal, no siempre, mejor dicho, casi nunca, se ajusta a su valor real. La manipulación del valor de las cosas para alterar (al alza) el precio de esas mismas cosas viene a ser, al final, la norma común de cualquier sistema económico o financiero. Pero las cosas nunca valen lo que cuestan, aún aplicando el matiz de la oferta y la demanda.

                Lo cierto es que todo el entramado está montado sobre una premisa falsa: la alteración artificial continuada de ese principio dual. Así mismo fue el comienzo de la actividad bancaria. El rey Jorge de Inglaterra necesitaba pasta gansa para costear la guerra en las colonias americanas, así que mandó llamar a un judío, llamado Rostchild por cierto… El jodío judío no le cobró interés alguno al rey, pero condicionó su ayuda a que le permitiera imprimir papel moneda por diez veces el valor de su empréstito, utilizando estos virtuales fondos en hacer préstamos comerciales a los gremios de comerciantes y artesanos. Y nació el Banco de Inglaterra. No hace falta ser Pitágoras para ver cómo se alteró el valor del patrón oro multiplicándolo por diez, y, con ello, el de todos los bienes y servicios que con aquellas primeras libras se compraban y vendían.

                Así que si el mantenimiento de ese sistema en el tiempo es, como el aún por inventar motor de movimiento contínuo, hacer que las mismas cosas cuesten cada vez más, pues se registra la ocurrencia y se pone a rular. La fiebre que produce esa actividad se conoce por inflación. Cuando la fiebre, la inflación, es alta, el bolsillo de la gente se pone muy, muy malito, pues eso supone que nunca gana lo suficiente para poder pagar lo que les cuestan las cosas por mucho que le suban el sueldo. Pero es que cuando no hay fiebre – deflación – son los administradores del invento los que les entra la jindama en el cuerpo, porque la máquina de inflar globos se ralentiza y se para, y eso tampoco les conviene a los que se han dedicado a vendernos aire pintado de variados colores, haciéndonos creer que comprábamos algo más que lo que se aparenta. La obsolescencia de los productos, o sea, la caducidad programada de los mismos, es una muy buena prueba de ello.
 
                Otro ejemplo práctico de la artificialidad del sistema es el negocio de la bolsa. Una fórmula establecida para manipular el valor de todo y enriquecer con ello a un ejército de accionistas e inversores ávidos de multiplicar sus ganancias por el atajo más corto. Usted se monta un circo más o menos aparente, lo viste de buena publicidad y lo saca a bolsa. Le coloca un valor de salida equis y abre la taquilla de las acciones. Está claro que puede perder lo que vale y arruinarse, pero también puede hacer, ese es el juego, que “valga” diez, cien, mil veces más que su valor real, o de salida. El engaño asumido es que el valor real es el último en bolsa, pero lo cierto es que es el irreal. Si en un momento de la espiral no se puede vender por lo que cuesta, la gente perderá todo su dinero irremisiblemente. Y lo perdería porque es el valor sobreañadido, no el valor auténtico y original de lo que se vende. Eso es lo que se conoce por especulación. O sea, ir de culo por fiarse de un espejo.


                Todo es especulación. Si China pusiera a la venta la deuda americana que tiene comprada, el dólar no valdría ni el papel en el que está impreso. Nada. Cero. No digamos la deuda emitida por España… Los dineros que, en teoría, mueven los bancos, en realidad no existe. Es todo virtual, especulativo. Si los que tienen, o creen tener, dinero guardado, intentaran sacarlo todos a la vez y al mismo tiempo, el sistema quebraría y se produciría el tan temido “corralito”. En modo alguno es lo que creemos y nos cuentan. Es todo mentira. Un embuste bien urdido pero muy querido.

martes, 20 de enero de 2015

INVIERNO e INFIERNO

Ningún invierno hemos tenido en España tantos incendios domésticos como éste. Ningún año con tantas víctimas, con tantos muertos por calentarse en precario como éste. Son estadísticas siniestras que contradicen el cantar de los cantares de nuestros gobernantes en lo de que estamos despegando de la crisis. La pérdida de vidas en este capítulo por buscar un calor barato resulta demasiado cara, incluso para un país como el nuestro, donde el el frio destapa la cruel realidad de la tan mal disimulada pobreza. Ancianos, niños, gente que muere abrasada por no poder pagar el precio de un vatio con vocación de artículo de lujo cuando es una necesidad básica. Y sigue subiendo descaradamente… Hemos vuelto a los arriesgados braseros de posguerra, a las peligrosas estufas, ante la disyuntiva de pasar frio o pasar hambre, por pagar una electricidad prohibitiva con que templar lo crudo del invierno.


                Lo malo de hoy es que la televisión, más barata que la calefacción, nos cuenta cada día en sus noticiarios el número de bajas. Antes no nos enterábamos, pero hoy, sí. Y nos enteramos que en cientos de miles de hogares españoles no se enciende la calefacción porque no se puede hacer frente a un recibo que antes era asequible hasta para los pobres más pobres, y que hoy vá a más día a día. Sin embargo, a los consejeros de las eléctricas se les pagan cantidades insultantes e indecentes, y en muchos, muchísimos, demasiados casos, a expolíticos, a los que las empresas les devuelven favores cobrados en número de muertos por frio o por abrasamiento, en forma de abultada nómina por pasarse un rato al mes por allí. A veces en agradecimiento a su privatización, como un impagable negocio. Hasta a los seleccionadores nacionales de fútbol liban de tal deshonestidad. Vivimos en un país donde abusan de ti con el monopolio o te roban con la liberalización, sin paliativos medios.

                Los servicios de primera necesidad (la energía es uno de los principales) se trufan de impuestos, de canonjías y sobresueldos, de asesores chupasobres, de mamadores y colocaciones a la carta para hijosdalgo o yernosde… El delito sangrante de este sistema es que, a cambio, algunos muchos tengan que jugarse la vida un invierno para sobrevivir. Claro que para ese mismo sistema, esos muchos no son nadie. Usuarios, un código de barras, un número al que se le corta la luz llegado el caso de impago. No tienen cara, apenas si un nombre… Pero imagínense a personas tiritando de frio, a viejos bajo dos mantas, a críos intentando hacer sus deberes con ensabañonados dedos, a bebés con bronquitis cada vez más temprana…Son los que, en los meses más crudos del año, no tienen más remedio, porque lo necesitan, que hacerse clientes de las inhumanas compañías eléctricas. Aunque el pago de la factura se haga vaciando el frigorífic.

                La Dirección General de Tráfico se cuida muy mucho de calentarnos las orejas con las estadísticas de muertos en carretera. Y está muy bien que así lo haga, pues es necesario que nos despierten la prudencia en la conducción aún con la cantinela del chorro de víctimas. Pero no nos cantan la cuenta de los que la diñan por intentar calentarse en invierno. Nos enteramos puntualmente, cuando sucede cada una de las desgracias. También son accidentes, al fin y al cabo. Pero no nos cuentan las estadísticas de eso, porque la culpa ya no es de conductores imprudentes, si no de los administradores incompetentes… Y, claro, ya no es lo mismo. Eso no es igual. A callarse tocan, pues.

                Sin embargo, deberíamos fijarnos mucho. Y tenerlo muy en cuenta a la hora de cuando nos piden el voto, que vá a ser muy pronto por cierto. Lo que pasa es que ya no hará frío para entonces, y el goteo de muertes quedará olvidado en la distancia. Pero ante la urna estarán los fantasmas de ese pobre viejo, de esa abuela y su nieto, de ese impedido, de esa madre con su pequeño hijo… Ocurrió ayer mismo. No los condenemos al olvido. Las elecciones tardarán otra vez, pero el invierno volverá enseguida, y el frio de las cosas mal hechas también.


www.elescribidor.net

viernes, 16 de enero de 2015

L L E G A R

Hay un dicho: lo importante es hasta dónde se llegue, no lo que se tarde en llegar. Yo ya estoy llegando. No sé muy bien a qué, ni a dónde, pero sí que es un sentimiento de llegada. Como una especie de sosegado apeadero a la espera de algo indefinido e indefinible. Tampoco sé hasta dónde he llegado, si es que he llegado a algún sitio o alguna parte de algo. Todo me parece un tanto difuso. Hace tres o cuatro años mi vida no era mía, si no ajena. Yo la había prestado para algo que tampoco sé muy bien qué. Era la vida de los otros, de los que servía, o creía rendir mis servicios (no confundir con vender tales servicios)… De unos demás tan prójimos entonces como hoy me son ajenos. Mi vida era una agenda sin espacios blancos, una esfera de tiempo hipotecado, una existencia sin existencia propia. Se dice que lo mejor del futuro siempre es el presente, pues sin lo segundo no puede existir lo primero. Yo he comenzado mi presente cuando ya no me queda futuro.
 
                De más de 30 años de propio abandono de lo mío me queda una metopa colgada en la pared, un pin colgado de una solapa y un reloj colgado de mi muñeca, cada vez más extraños a mí mismo, cada vez más alejados de mí mismo, cada vez más huídos de sí mismos… Los miro y los siento como si los años fueran siglos de sueños, y los siglos milenios de bruma. Tran tristemente ajenos me van siendo. Me pregunto el porqué, pero no encuentro la respuesta. Solo un vacío tranquilo, apaciguado y sereno, como un oleaje manso que acaricia las orillas de donde empieza a morir la tierra y comienza a vivir el mar… Tampoco sé si tanto afán anterior habrá servido de algo, pero me importa tan poco ya que ni me preocupo de no sentir lo que quizá debiera ser sentido. Igual es que no tiene sentido. Ningún sentido.

               Dentro de breves fechas (si no lo he hecho ya cuando se publiquen estas líneas), colgaré mis últimas botas de andar leguas ajenas. Y dejaré abandonada mi piel de Juez de Paz en alguna piedra próxima del camino, como las serpientes, tras otros 20 años de… ¿de qué?.. ¿servicio?.. ¿dedicación?.. ¿a qué?.. ¿a quiénes?.. ¿por qué?.. ¿y qué importa..?. Lo dejo, y ya está. Ya no quedará nada de lo que ha sido todo. Así debe ser. Sin preguntas ni respuestas, sin cuestionar ni cuestionarse nada, aunque este artículo parezca un contrasentido. Pero eso es porque no sé si sabré ocuparme de mí mismo, ya que es algo que nunca, jamás, he practicado, y temo no saber hacerlo por la simple cuestión que siempre he llegado tarde a lo que era lo mío. No es fácil soportarse uno. El espejo que te queda para mirarte es cuestionador por naturaleza, y te refleja en la cara cuánto te has robado a ti mismo y a los tuyos para entregarlo a los que no son tuyos ni tú mismo. Es cuantificar en la propia conciencia lo que ya es tarde, muy tarde, para poder reponerlo. Cada cosa en su tiempo, y cada tiempo para cada cosa, y ese tiempo ya pasó… Solo queda la rebeldía de saberse estafado  y la cobardía de conocerse como el estafador de sí mismo. Pero ya no tiene remedio. De nada sirve…

                Ahora intento SER más que ESTAR, si es que eso me es posible. Aunque no sea como debiera ni una buena compañía para según quiénes, naturalmente. Me quedan mis libros, mis escrituriales y mis inquietudes… ¡malditas sean!. Así que seguiré diciendo lo que pienso, ahora más y mejor que nunca, y seguiré poniendo mis acentos en lo que creo importante y la cara para que me la partan de vez en cuando. Es una manera de sentirse vivo, una forma de agarrarse a los días. Si se cagan en mi sombra es porque la proyecto. Lo malo será cuando ya no tenga ni sombra, aunque sala mala sombra para algunos.


                Así que, como dije al principio, no importa cuánto se tarde en llegar, sino hasta dónde se llega. El problema es cuando no se sabe hasta dónde leches ha llegado uno, como me pasa a mí, que no conozco el entorno, ni reconozco ninguna meta, ni sé dónde, ni porqué, ni qué coño he hecho para no tener zorra idea de ningún destino. Pero, qué más dá… Aunque no sepa el qué, ni para qué, ni en qué, ni el porqué, al menos aún creo saber quién soy.

jueves, 15 de enero de 2015

MUSULMANES

Por mi anterior de “cuidado, mucho ojo” recibí parabienes y paramales por igual, don Pascual… Naturalmente. Desde lo de la tragedia de París los ánimos están hipersensibilizados, y cualquier escrito sobre el tema se haya, por fuerza, un tanto polarizado. Es más… estoy seguro que, desde que escribo estas líneas hasta que se publiquen habrá muchas acciones y reacciones en Europa. Es como los terremotos, que luego vienen las réplicas. Sin embargo, precisamente porque el peligro real – y es lo que busca el yihadismo – es la polarización, creo que no debemos caer en esa trampa saducea, y hemos de analizar las cosas y los casos desde la distancia. Es difícil ser ecuánimes, es difícil ser justos, dado lo que hay, pero, al menos, hemos de intentarlo.

 
                Yo comprendo que nuestros vecinos musulmanes nos causan cierta reserva cuando los vemos con sus chadores y sus nikabs, apegados a unas tradiciones religiosas obsoletas y reaccionarias según nuestra actual visión de lo que creemos debe ser la religión. Y es cierto. Muy cierto. Pero no perdamos la perspectiva cercana de que hace poco más de 50 años nuestros clérigos iban ensotanados de riguroso negro, nuestras monjas con severísimas tocas y nuestras abuelas y madres veladas hasta el guiñote en nuestras mezquitas cristianas, desde cuyos púlpitos el imán, digo el cura, repartía las consignas e instrucciones de un conservador catolicismo.

                Soy el primero que me indigno cuando me entero de los contenidos ultrafachas de los imanes con respecto a la mujer y la familia, y de las barbaridades retrógradas que sueltan, y de su estrecha visión de la sociedad. Es muy cierto. Pero es la misma indignación que también siento cuando oigo al actual obispo de Alcalá largar sobre “las feministas demoníacas” (es literal), o del “lobby gay que ha infectado al PP” (igual de literal), y todo porque no se ha seguido a piés juntillas sus indicaciones sobre la ley del aborto. No le veo ninguna diferencia a unos y a otros, llegado el caso.

                Sí que reconozco, afortunadamente, que en una democracia las creencias religiosas no deben condicionar ni dictar a los gobiernos, que han de ser independientes de toda fé, y que en los países musulmanes, desgraciadamente, suele ser al contrario. Pero también en nuestra más reciente historia tuvimos 40 años de un nacionalcatolicismo rampante que nos impuso un franco ayatolah… y del que una gran parte de la población participaba, observaba, e incluso defendía con uñas y dientes tal especie de integrismo ideológico-religioso. Que no se nos olvide lo que tan recientemente fuimos. Es más, deberíamos tener la suficiente experiencia e inteligencia como para ayudarles a evolucionar. Nuestros emigrantes de ayer eran unos reaccionarios morales, no digamos sexuales, en Francia, Alemania, Suiza… tal y como nosotros vemos y juzgamos a nuestros inmigrantes de hoy.

                Esta es la línea en que nos la estamos jugando. Aquí existen unos pocos musulmanes progresistas, unos muchos musulmanes moderados, y otros pocos musulmanes ultrasesinos. Aún existe una cierta distancia entre su fundamentalismo y su fanatismo. La inmensa mayoría de esos clérigos musulmanes no predican la guerra santa ni les empujan a coger el kalashnikov para inmolarse matando infieles. Todo lo contrario. Aún con su visión retrógrada saben que islam significa paz, y así mismo lo predican. A mi corto entender, nosotros tenemos solo dos opciones: o los rechazamos de plano, o intentamos encontrarnos en lo que coincidimos. Si hacemos lo primero, los acercamos a los asesinos fanáticos. Si nos esforzamos en lo contrario, los alejamos de ellos. Nosotros mismos.


lunes, 12 de enero de 2015

CUIDADO, MUCHO OJO...

Islam significa “la paz”. Así, literalmente. Es tremendo que una religión que fue la base de una cultura ilustrada, cuna de una de las civilizaciones más avanzadas de la humanidad, haya degenerado hasta el punto de ser hoy todo lo contrario: la religión de un pueblo decadente que, en su extremo más siniestro y fanático, se convierte en el más absoluto opuesto de lo que su nombre pregona, en un islamismo que significa terror, fundamentalismo, violencia, oscuridad, ignorancia, y lo peor y más horrible del ser humano: odio. Resulta curioso que, cuando París era apenas un villorrio inseguro, pestilente e insalubre, Córdoba, por ejemplo, era una ciudad pujante y brillante, erudita, segura, incluso dotada de agua, alcantarillado y excelentes servicios públicos.

                ¿Qué hace que las culturas más clarividentes degeneren en las más ciegas y sangrientas?.. No lo sé, pero esa es la historia de nuestra Historia. El papel de las religiones resulta ser, al menos aparentemente, la de Saturno con sus hijos, que hace nacer las civilizaciones para luego devorarlas en la más degenerada decadencia. El Alá de Córdoba, de Granada o de Toledo no puede ser el mismo que el de Al Qaeda, de la Sharía actual, la Yihad o el Estado Islámico… Como tampoco puede ser el mismo Dios misericordioso de Cristo que el Yahvé brutal, sanguinario y vengativo, dios de los ejércitos, bíblico… ¿Por qué se evoluciona para luego involucionar tan trágicamente?, ¿por qué nos elevamos al cielo para luego caer al más tenebroso de los infiernos?..

                Para mí, el auténtico Islam está en Ahmed, el gendarme musulmán sacrificado por el falso islam de los hermanos Kouachi… Para mí, Mahoma fue ensalzado por Ahmed y enmierdado por los muyahidines que gritaron vengarlo. Que no nos confundan, ni nos confundamos nosotros. Son dioses distintos a los que les ponen el mismo nombre. Dios busca siempre desnudar al diablo porque el diablo siempre busca disfrazarse de Dios. Y lo hace a través de la ignorancia y el fanatismo. Lo malo es cuando la religión, a través de interesados y degenerados líderes, reviste al diablo de Dios y lo hace adorar a través de dogmas, amenazas, chantajes, violencia y muerte…

                Son los dioses del miedo. El tristemente famoso “temor de dios”. El “no estés eternamente enojado” que nos salmodiaban de niños para inocularnos ese santo temor de un muy poco santo dios menor, pues el único Dios es amor, sabiduría y libertad. No, no es mi Dios ese dios. Esos dioses son dioses de muerte, de terror y destrucción. Como ese alá es un dios falso, enemigo de la vida, lleno de odio y venganza, y sediento de sangre… Por eso mismo estos locos embrutecidos lo único que buscan es inmolarse y llevarse por delante la mayor cantidad de gente posible. Son los mismos novios de la muerte de aquel enloquecido catolicismo millanastrallesco. De ahí que no debamos caer en trampas fáciles, pero sí que tenemos que estar muy atentos a todo lo que se cocina con esos caldos. Cuidado, y mucho ojo…

                …Pues, precisamente por eso una democracia es el principal enemigo de cualquier tipo de gobierno o régimen basado en estas premisas, confesionalidades aparte. Pero también esa misma democracia es, al mismo tiempo, la presa más fácil y frágil para estos animales, que usan la libertad implícita en la propia democracia para acabar con la libertad y la vida de las personas. Una democracia está tan expuesta con los que se aprovechan del juego para destruir el propio juego que ha de utilizar mecanismos de defensa adecuados a tal amenaza. Que solo tres terroristas pongan en jaque a toda una nación como Francia es la mejor prueba de lo que intento transmitir….

                No es de recibo, por ejemplo, que ciudadanos que viajan a Libia, Yémen, etc. les permitan regresar como lobos amaestrados. El que salga a hacer la guerra santa no debe poder volver a su país de origen. Es como una enfermedad mortal y contagiosa cuyos infectados deben de ser puestos en cuarentena. Ya sean países, ya sean colectivos, ya sean personas… Pero, sobre todo, la maldad hay que combatirla allí donde se produce y se extiende con todos los medios a nuestro alcance, sin cobardías ni contemplaciones. Sin intereses espurios ni concesiones. Con decisión y unidad total, sin la más mínima fisura. Nos amenaza la más siniestra oscuridad y fanatismo, y puede ser el ocaso de una cultura, de una civilización. Lo malo de esto es que es tan fácil para ellos intentarlo como difícil para nosotros ponernos de acuerdo en defendernos…


viernes, 2 de enero de 2015

METÁFORAS

Discutían dos amigos sobre la fé… La fé es escuela, pasa de padres a hijos, de maestros a alumnos, de iglesia a fieles – decía uno de ellos – es contagiosa, transmisible y transmisora… No – alegaba el otro – la fé es personal e intransferible, no se transmite, si no que se encuentra. No se cuenta, si no que se experimenta. La fé no viene dada, si no buscada. Y no encuentra quien no busca en sí mismo, por sí  mismo y para sí mismo… 

                A estas alturas del camino, ninguna mula enseña a trotar a otra – argüía un tercero – y cada una lleva su propio paso aprendido, que cree el verdadero. Resulta ocioso querer convencer la una a la otra de cómo andar el camino, cuando todos los caminos son uno solo y llevan al mismo sitio. El paso de la mula lo aprende al nacer y lo desarrolla en su propio  camino según su carga, sus circunstancias y su entender. Todos nacemos bajos circunstancias que nos condicionan: lugar, época, familia, sociedad, economía, costumbres, moral, cultura… Luego, las condiciones nos las vamos forjando nosotros mismos, con el uso de nuestra autonomía y desarrollo del libre albedrío. Hay mulas que siguen la rodada de las de delante, sin cuestionar ni cuestionarse nada, y otras que exploran veredas, cañadas, atajos, aparentes nuevos caminos, igual que hay animales que necesitan comer mucho y otros comer poco. Unos piensan que porqué aventurarse en peligrosos riesgos de averiguar nada que no nos venga dado, y otros piensan que la fé se adquiere con la perspectiva, y para conseguir la perspectiva hay que salirse de lo trillado y examinar el camino desde todos los ángulos posibles. Unos dicen que la verdad está en lo poco que le han enseñado y otros en lo mucho que le han ocultado, y que para eso hay que explorar en lo posible y no quedarse en repetir el paso de la recua…

                Pero sea como fuera, el caso es que todos los caminos son el único camino, por la sencilla razón que solo existe un solo principio y un único final. Y, aunque los que caminan crean dirigirse a diferentes destinos, solo hay uno al que ir,  si bien que a través de distintas vías… -Ya… pero unos llegarán antes que otros, y… concluyó uno de ellos. –Pues no, lidia el tercero. -El tiempo nos lo inventamos y fabricamos nosotros mismos conforme lo vamos necesitando, pero ni para el camino, ni para el origen, ni para el destino, existe el tiempo, pues todos son y están a la vez. Nosotros creemos necesitarlo para transitarlo, para buscar y para encontrar lo que buscamos, y por eso lo tenemos, pero ellos no. El tiempo existe mientras dura la partida, pero para el juego del ajedrez, para el gran Ajedrez, no existe el tiempo, si no las fichas.

                Todos nacemos peones de ese mismo Ajedrez. Todos condicionados, todos limitados, todos sujetos a un tablero que es el camino que andamos y que nos facilita el tiempo que necesitamos. Y jugamos la partida para librar la batalla contra nosotros mismos. Los peones tienen un movimiento corto, limitado, y desean ser caballos, que pueden saltar más allá de una sola casilla. Después… el caballo quiere ser torre, para poder desplazarse a mayores distancias. Luego, la torre ansía moverse como un álfil, y poder cubrir atajos desde donde tener mayor perspectiva de la jugada… Mas el álfil aspira alcanzar la perspectiva de la reina, y la del rey del tablero…

                Pero no todos llegan a caballo, o a torre, o a álfil… Muchos acaban la partida como la empezaron, de peones. – ¿Me estás diciendo que soy un peón y tú un álfil?.. – No, estoy diciendo que todos somos piezas. Solo piezas. Todas importantes, pero piezas todas ellas del Ajedrez. Una vez “muerto” el peón, la torre o el álfil, son todas iguales, solo que han adquirido el conocimiento del gran juego. Y son piezas importantes que, de faltar, el tal juego no podría existir, el Ajedrez estaría incompleto… - ¿Y cuando acaba el juego..?, tercia el primero. -Cuando termina el juego, todas las piezas del Ajedrez vuelven al mismo sitio y lugar de donde salieron para jugar la partida: a la Caja.

-¡Leches..!. – Pues sí, le corta el tercero, - la caja lo contiene todo. Y fijaos que la caja no valora las piezas que contiene por separado, ni por sí mismas tampoco. Incluso parece ignorarlas. Para la caja, el valor es el todo, el conjunto, el juego completo con que jugar la partida. La caja es el continente que dá el auténtico valor al contenido… Estar en la caja, o estar en casa, es lo mismo…

-Espera, espera… ¿quieres decir que, una vez en la caja, todo encaja?..

- Sastamente…