CUIDADO, MUCHO OJO...

Islam significa “la paz”. Así, literalmente. Es tremendo que una religión que fue la base de una cultura ilustrada, cuna de una de las civilizaciones más avanzadas de la humanidad, haya degenerado hasta el punto de ser hoy todo lo contrario: la religión de un pueblo decadente que, en su extremo más siniestro y fanático, se convierte en el más absoluto opuesto de lo que su nombre pregona, en un islamismo que significa terror, fundamentalismo, violencia, oscuridad, ignorancia, y lo peor y más horrible del ser humano: odio. Resulta curioso que, cuando París era apenas un villorrio inseguro, pestilente e insalubre, Córdoba, por ejemplo, era una ciudad pujante y brillante, erudita, segura, incluso dotada de agua, alcantarillado y excelentes servicios públicos.

                ¿Qué hace que las culturas más clarividentes degeneren en las más ciegas y sangrientas?.. No lo sé, pero esa es la historia de nuestra Historia. El papel de las religiones resulta ser, al menos aparentemente, la de Saturno con sus hijos, que hace nacer las civilizaciones para luego devorarlas en la más degenerada decadencia. El Alá de Córdoba, de Granada o de Toledo no puede ser el mismo que el de Al Qaeda, de la Sharía actual, la Yihad o el Estado Islámico… Como tampoco puede ser el mismo Dios misericordioso de Cristo que el Yahvé brutal, sanguinario y vengativo, dios de los ejércitos, bíblico… ¿Por qué se evoluciona para luego involucionar tan trágicamente?, ¿por qué nos elevamos al cielo para luego caer al más tenebroso de los infiernos?..

                Para mí, el auténtico Islam está en Ahmed, el gendarme musulmán sacrificado por el falso islam de los hermanos Kouachi… Para mí, Mahoma fue ensalzado por Ahmed y enmierdado por los muyahidines que gritaron vengarlo. Que no nos confundan, ni nos confundamos nosotros. Son dioses distintos a los que les ponen el mismo nombre. Dios busca siempre desnudar al diablo porque el diablo siempre busca disfrazarse de Dios. Y lo hace a través de la ignorancia y el fanatismo. Lo malo es cuando la religión, a través de interesados y degenerados líderes, reviste al diablo de Dios y lo hace adorar a través de dogmas, amenazas, chantajes, violencia y muerte…

                Son los dioses del miedo. El tristemente famoso “temor de dios”. El “no estés eternamente enojado” que nos salmodiaban de niños para inocularnos ese santo temor de un muy poco santo dios menor, pues el único Dios es amor, sabiduría y libertad. No, no es mi Dios ese dios. Esos dioses son dioses de muerte, de terror y destrucción. Como ese alá es un dios falso, enemigo de la vida, lleno de odio y venganza, y sediento de sangre… Por eso mismo estos locos embrutecidos lo único que buscan es inmolarse y llevarse por delante la mayor cantidad de gente posible. Son los mismos novios de la muerte de aquel enloquecido catolicismo millanastrallesco. De ahí que no debamos caer en trampas fáciles, pero sí que tenemos que estar muy atentos a todo lo que se cocina con esos caldos. Cuidado, y mucho ojo…

                …Pues, precisamente por eso una democracia es el principal enemigo de cualquier tipo de gobierno o régimen basado en estas premisas, confesionalidades aparte. Pero también esa misma democracia es, al mismo tiempo, la presa más fácil y frágil para estos animales, que usan la libertad implícita en la propia democracia para acabar con la libertad y la vida de las personas. Una democracia está tan expuesta con los que se aprovechan del juego para destruir el propio juego que ha de utilizar mecanismos de defensa adecuados a tal amenaza. Que solo tres terroristas pongan en jaque a toda una nación como Francia es la mejor prueba de lo que intento transmitir….

                No es de recibo, por ejemplo, que ciudadanos que viajan a Libia, Yémen, etc. les permitan regresar como lobos amaestrados. El que salga a hacer la guerra santa no debe poder volver a su país de origen. Es como una enfermedad mortal y contagiosa cuyos infectados deben de ser puestos en cuarentena. Ya sean países, ya sean colectivos, ya sean personas… Pero, sobre todo, la maldad hay que combatirla allí donde se produce y se extiende con todos los medios a nuestro alcance, sin cobardías ni contemplaciones. Sin intereses espurios ni concesiones. Con decisión y unidad total, sin la más mínima fisura. Nos amenaza la más siniestra oscuridad y fanatismo, y puede ser el ocaso de una cultura, de una civilización. Lo malo de esto es que es tan fácil para ellos intentarlo como difícil para nosotros ponernos de acuerdo en defendernos…


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