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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

jueves, 28 de noviembre de 2013

ESTO ES LO QUE HAY...

Contaba Elvira Lindo que si usted va a una librería y pide, a un suponer, algo de Graham Greene, y el vendedor se encoje de hombros y pone cara de tonto, es tan solo una persona que la han puesto a vender libros, pero si asiente, conociéndole, aunque en ese momento no disponga, entonces es un librero. Es la diferencia entre un atendedor y un entendedor. Entre alguien que está y alguien que sabe. Entre un despachador y un conocedor. Siguiendo entre libros, el impostor no sabe/no contesta, mientras que el profesional lee en diagonal cuantas novedades le vengan, comenta, aconseja y sabe lo que lleva entre manos. Es uno de los oficios más completos y complejos, más difíciles, y también más escasos.

                Pero es que en el ramo del comercio en general, hoy casi solo existen despachadores, y hay pocos, muy pocos, entendedores. Los pequeños comercios se han contagiado de lo peor de las grandes áreas, y no han sabido conservar el dependiente profesionalizado que sabía y entendía de lo que vendía, conocía el producto, y podía responder cualquier pregunta o consulta del cliente. El zapatero, el ropero, el mercero, el librero… eran expertos y eruditos en lo suyo, y de su fiabilidad y garantía dependía la confianza de su clientela. Pero de esa raza ya casi no existen, o quedan unos pocos restos en extinción. Dicen que ya no se pueden mantener, pero yo creo que no hemos sabido mantenerlos. No es lo mismo.
                Del sector de libreros, por el que hemos comenzado la murga de esta semana, recuerdo mucho, acaricio de vez en cuando, y añoro siempre, la pequeña librería del pueblo en la que me crié. Allí, siempre en el mismo rincón, al calor soleado de las ventanas, después de comer, invariablemente, nos reuníamos un grupo de charladores. Un número determinado de personas para hablar de docenas de distintos temas, y, por lo tanto, de docenas de diferentes libros. Era nuestro “café y partida” del mediodía. Esas tertulias eran tan gratificantes y nos enriquecían tanto que nos esforzábamos en informarnos y en aportarnos conocimientos mutuamente… A mí, al menos, me ayudó muchísimo a conocer y amar los libros que luego vendía. Siempre lo he echado de menos.
                Pero es que esto tan bonito, que puede ser extensivo a otras profesiones u oficios, y que, incluso, podría ser rescatable, lo hemos apartado por “no práctico”, y lo hemos arrojado al erial de lo baldío para las aspiraciones y por las ocupaciones actuales. Cuentos de antes. Viejas batallitas. Pérdidas de tiempo. Y, sin embargo, nos hemos empobrecido en la misma medida hasta un grado en que llegamos a considerar normal que un/una dependiente no tenga la más mínima idea de la naturaleza del artículo que vende. Y que se nos mire como a un perro verde por hacer preguntas que solo atañen a la información del género en cuestión. Es cierto. Me ha sucedido con mucha, muchísima… demasiada frecuencia.

                Hoy las cosas son así, me dicen… Tú eres el raro, no ellos. Y me temo que llevan razón. Hoy ya no hay aprendices de nada porque nada hay que aprender. ¿Para qué?.. Nosotros te creamos la necesidad, nosotros te publicitamos el producto y nosotros te lo ofrecemos. Tú solo tienes que comprarlo. Y el otro solo tiene que vendértelo. Fin de la historia. ¿Por qué quieres informarte?.. ¿para qué?.. ¿qué puñetas necesitas entender?.. ¿de qué te sirve saber?.. Usar, gastar, tirar y volver a comprar. No hay que saber nada más… Y, en cuanto a libros, nosotros pondremos de moda el que tienes que comprar para leer o para regalar. Pero tú… ¿para qué perder tu valioso tiempo en pensar, cuando nosotros ya pensamos por ti?.. ¡No, hombre, no..!.

martes, 26 de noviembre de 2013

De lo divino y humano: ¿VÍCTIMAS O CULPABLES..?

De lo divino y humano: ¿VÍCTIMAS O CULPABLES..?: Por mi anterior de “Seamos justos” me han pasado la garlopa más de cuatro. Me acusan de justificar la “invasión” extrajera y de querer lle...

LIBERTAD

Aun siendo la libertad uno de los conceptos más utilizados en todo el mundo, también es la idea más abstracta de todas las abstracciones habidas y por haber. La libertad es una abstracción tal que la humanidad casi ha consumido toda su historia en guerras en nombre de ella, y aún las sigue convocando, y nunca, jamás, ha conseguido alcanzar el grado de libertad por el que nos hemos matado entre nosotros tan displicentemente. Otra cosa son las crónicas siempre escritas, y casi siempre falseadas, por los ganadores, claro. La libertad es, quizá, la única inalcanzable utopía del ser humano. Y es así, porque también puede que sea  la única meta de absoluta intangibilidad. Y que la libertad, o es espiritual, o no es libertad.
  
              La cosa es simple. Casi que simplista… ¿Un mundo sujeto a leyes físicas, no es una forma de libertad controlada?. La materia está gobernada por las leyes de la física, y nosotros formamos parte de la materia. Así de sencillo. Otra cosa es Quién o quiénes disponen de tales leyes, y cómo y de qué manera, pero no vamos a entrar en esa cuestión, ni mucho menos. Tan solo se trata de poner de manifiesto unas limitaciones a las cuales parecemos estar encadenados, por un lado, y otras a las que nos encadenamos nosotros solicos, voluntariamente, sin ayuda de nadie, por otro lado.
                Y esas van desde nuestros condicionamientos sociales hasta nuestras propias costumbres. Desde afeitarnos siempre de izquierda a derecha a votar siempre a la misma opción política. Desde el ritual de como atarse los zapatos a la adopción de los mismos ideotipos según la relación con qué personas. Desde hacer las cosas sin pensarlas, a creer en cosas que otros han pensado por nosotros. Invariablemente. Ejemplo: tampoco existe la belleza ni la fealdad. Es otra abstracción. Solo existe la libertad de cada cual en decidir lo que nos parece bello o feo. Nada más. Como no existe tampoco el amor o el desamor, si no tan solo que la libertad en medir el grado de afecto según nuestra apreciación personal. Igual ocurre con la felicidad, que, espejismo o no, nos la creamos nosotros o nos la destruimos nosotros. Nosotros fabricamos las escalas, y nosotros colocamos los niveles. Eso es todo.
                Por eso mismo decía al comienzo que la libertad, si existe, es de índole espiritual. Con ella y por ella fabricamos nuestras cadenas y por ella y con ella las rompemos. Así que puede existir una persona sana, autónoma, físicamente plena, y ser un pobre esclavo de sí misma. Todos los días vemos a mogollón de ellas atadas a cuantas servidumbres de falsas apariencias conocemos. Y pueden existir, como existen, personas limitadas pero ciertamente libres por su mente, por su cultura, por sus conocimientos, por su sabiduría…
                A la mayoría nos suele pasar como aquel esclavo que fue liberado:
-          Eres libre. Rompe tus cadenas y vete.
-          ¡Ah!.. ¿Y porqué qué quiero ser libre?.
-          Porque nadie es quién para decirte lo que tienes o no tienes que hacer o pensar.
-          Ya… Entonces, ¿quién eres tú para decirme que sea libre?..

Y es que, en realidad, la libertad no se puede otorgar ni conceder a nadie. La libertad solo se puede asumir. O se asume o no se asume. Eres libre de ser libre. Tú haz lo que quieras…

lunes, 25 de noviembre de 2013

M O R A L

La moral, al igual que la justicia, o como la cultura, es otra abstracción. Admito que estoy abriendo caminos arriesgados por sendas ya trilladas, y más que asumidas y admitidas, y que eso puede resultar un tanto peligroso para mentes cerradas y ya arraigadas. Pero las cosas son como se empeñan en ser, y no como nosotros queremos que sean, porque así nos interese. Naturalmente, somos hijos de las costumbres y de las normas establecidas. Y se nos hace cuesta arriba examinar estas historias de forma distinta a la de otros pueblos, o de manera diferente a la de otras sociedades. Pero el cómo entendemos nosotros ciertas nociones es tan solo que fruto de nuestra propia cultura. Solo eso. 

                De la moral victoriana a la de corte hippy, por ejemplo, existe un gran recorrido. Y una enorme distancia. Ninguna de ambas está exenta de su carga de hipocresía, por supuesto, como tampoco ninguna carece de sus correctos motivos, aparte la noción de libertad, que eso es otro concepto de lo más abstracto. Todo es, en definitiva, fruto de una época, una educación, una sociedad, una cultura… Puede haber tanto aspectos positivos como negativos en cada una de ellas, naturalmente, pero nada es absolutamente moral o inmoral en la historia del ser humano.
                Otro ejemplo: En las cercanas sociedades de los inuits, la cultura esquimal ártica, la mejor muestra de hospitalidad ofrecida a un visitante por un hombre es que “ría” con su mujer. A tal efecto, se ofrece a la esposa, y ésta accede de buen grado, para que el forastero retoce y haga el amor con ella. La más grave afrenta que se le puede hacer a un inuit es rehusar tal invitación. Otro: En algunas tribus centrales del Amazonas, la iniciación sexual de los/las jóvenes se deja en manos de tíos, tías, primos o primas mayores y/o parientes más o menos cercanos y responsables. Es tal la importancia que le dan a la sexualidad, afirman, que tal despertar no debe dejarse en manos inexpertas que puedan dañar la correcta formación de los adolescentes. Otro más: En China existen culturas rurales netamente matriarcales, donde las mujeres tutelan propiedades, educación, formación, legislación, gobierno y transmisión de todo el poder social, mientras el hombre es mantenido tan solo que para el trabajo y la reproducción. No existe el matrimonio como tal si no el libre “uso” de la mujer sobre el varón, que no tiene derechos sobre hijos ni propiedad alguna. Aseguran los antropólogos que son comunidades plenas, satisfechas y felices…
                A lo largo y ancho del mundo y del tiempo, durante toda la historia, el ser humano ha conocido tantas morales como usos, costumbres y culturas se han desarrollado sobre el planeta. El decir que una determinada moral es la auténtica, la verdadera, la realmente válida, puede ser tanto pecado de soberbia como de ignorancia. Y ya se sabe que ambos defectos van siempre juntos. Lo que digo es que se deben respetar los códigos morales de la sociedad mientras éstos sirvan a la misma, pero no adorarlos ni imponerlos como algo divino e inamovible, porque no lo son. Son tan solo que herramientas humanas, y muy  humanas… Sistemas éticos. Y se pueden utilizar tanto para liberar como para esclavizar.

                Es posible que ahora me tachen mis ene-amigos de atacar la moral. Sería un craso error. Todos tenemos nuestra moral. Inmoral es quien no respeta ninguna moral, y amoral es quien las respeta todas aun relativizándolas todas. Yo estoy más cerca de lo segundo que de lo primero, pero no me achaquen lo que no puedo ser. El ser humano ha de regirse por unas normas que les haga dignificar a los demás dignificándose a sí mismo. No somos dioses. Hay que defenderlas y usarlas mientras sean útiles, positivas y necesarias. Pero ninguna es mejor ni peor que otra en función de nada. La mayor inmoralidad de todas es imponer nuestra propia moral a los demás. Y el mayor y mejor concepto moral el de no hacer a los otros lo que no quieres que te hagan a ti. Tan sencillo como eso.

viernes, 22 de noviembre de 2013

JUSTICIA

Ya dije en ocasiones anteriores que la justicia no deja de ser una abstracción más. Igual que el concepto de cultura, o como el de moral, del que algún día hablaremos… Como cualquier otra noción intangible, es algo inmedible e inaprehensible, y solo se puede obtener un reflejo aproximado a través de una normativa, una legislación… Cuando se habla de un determinado sentido de la justicia, o de un principio de justicia, olvidamos a menudo que los principios y los sentidos varían según los tiempos, las culturas y las personas. Y nuestra forma de captar la justicia, reconozcámoslo, no puede desprenderse de cierto sentimiento de retribución, de compensación, de satisfacción, o incluso, si se me permite, de venganza. O sea, aún solemos entender la justicia más desde un aspecto de egoísmo que de generosidad.
     
           Por eso que la noción de justicia tampoco puede sustraerse a ser concebida, plasmada o manipulada por quienes tienen poder para hacerlo. A veces hasta puede darse el caso de que la justicia natural sea suplantada por la justicia oficial… O de que la justicia profesional sea secuestrada por la justicia política… o la justicia religiosa. Por ejemplo, que a una mujer supuestamente adúltera se le apedree hasta morir, es una atrocidad, pero a todas vistas legal según el ordenamiento jurídico de ciertos países o sociedades. Un sentido de justicia deplorable para nosotros, pero deseable para ellos.
                Aquí, en España, sufrimos una clara politización de la justicia. A veces hasta vergonzosa. Nos manipulan, por otro ejemplo, para poner el grito en el cielo por la derogación de la doctrina Parot a la vez que nos  escamotean las auténticas razones de la cagada, culpando a quién no tiene la culpa de la misma… Y, sin embargo, no somos capaces de ver las verdaderas imposturas que translucen de nuestro propio sistema de justicia. Ahí tenemos una imposición de tasas judiciales que hace imposible acceder a la justicia a los económicamente débiles, basada en la mentira gallardoniana de “el importe de las tasas será destinado a mejorar la asistencia jurídica gratuíta y los medios con que cuenta la administración de justicia”, entre otros embustes, cuando esos fondos se desconocen su cuantía y hasta su destino. O legislar la prohibición de insultar a un policía que nos ha agredido o escrachear a un político que nos ha jodido.
                O por ejemplo también, que el Consejo General del Poder Judicial, máximo órgano legislativo del estado, se lo repartan entre PP y PSOE impune y escandalosamente. ¿Cómo van a prosperar las investigaciones sobres tramas de corrupción perpetradas por los mismos partidos?.. Aparte, por supuesto, de convertir en un auténtico cuento chino la tan cacareada como falsa independencia del poder judicial y de la administración de justicia.
                Por eso, la dignidad de una justicia digna descansa sobre la dignidad de los jueces, sus dignos profesionales. Los legisladores no deben ser los políticos ni los gobiernos porque entonces los jueces se ven obligados a aplicar leyes con marcado interés político, en detrimento, a veces, del propio interés general y espíritu de justicia que debiera ser defendido. Nuestro país tiene jueces competentes, buenos profesionales de la justicia, pero si éstos no tienen buenas leyes para trabajar, la culpa no es suya.

                Escribía Montiel en uno de sus artículos que “cuando el Derecho es inaccesible para la mayoría, o lo gestionan delegados del gobierno y de los partidos, puede decirse que la justicia es una ficción”. Yo diría que incluso podría decirse que la justicia es una injusticia. De ahí que la justicia, se entienda como se entienda o lo que por ella se entienda, debe ser absolutamente independiente de cualquier buen o mal gobierno. Una justicia que es tributaria del poder político deja de ser justicia para llegar a ser otra cosa…

miércoles, 20 de noviembre de 2013

CULTURA

Me preguntan qué es la cultura. ¡Válgame el cielo..!. La  cultura, como tantas otras cosas, también es una abstracción. Pregunten ustedes a un millón de seres humanos qué es la cultura, y recibirán un millón de respuestas diferentes. Y eso es porque cada uno tiene su propio nivel, su propia escala de valores, sus personales apreciaciones, sus distintas importancias, si se me permite esta última definición… Yo diría que la cultura es el compendio de cada uno, que cultura somos todos, y que cada cual es él mismo su propia cultura. Por eso la cultura tiene un concepto de universalidad. Así que, si todos nosotros somos partículas minúsculas de eternidad, como yo creo, entonces Cultura es la crónica de esa misma eternidad expresada en minúsculas fracciones a través nuestro… Ahí queda eso.
                Pero bueno, echemos pié a tierra, que luego critican mis próximos que no hay quién c… me entienda. Y eso mismo, precisamente, es en lo que estamos. Entender o no entender no es tanto cuestión de saber como de esforzarse un poquico en pensar. Y muchas veces lo que llamamos incultura no es más que no querer saber. Solo eso. Me niego a pensar que, en pleno siglo XXI, en plena era de las comunicaciones, cuando todo quisque puede acceder a todo el conocimiento del mundo sin tomarse excesiva molestia, se busquen excusas que no vienen a cuento. Por eso mismo, en realidad yo no creo en la falta de cultura, si no en la baja calidad de esa misma cultura. Y es que aquí cada cual “se recoge” la cultura que quiere. Ni más ni menos. 

                De ahí que tengamos gente que se ocupa y se preocupa de la cultura couché, o de la de As y Marca, o la del picoesquina, o la de barrabar, o la serietelevisiva, o la de movilandia, o la de idolitis, o la de cocinamanía, o la exclusiva de cualquier técnica o tecnología, o cualquiera de las mil y una facetas del jodido hedonismo. Como igual hay gente (poca, muy poca, cada vez menos) que le encanta el arte, la literatura, la ciencia, la historia, la filosofía… aún con la barriga vacía. Y lo cierto, la verdad, es que todo, absolutamente todo, desde lo más abyecto a lo más sublime, se puede considerar cultura. Es más: se debe considerar cultura. Otra cosa, ya digo, es el tipo, la clase, la naturaleza, o si se quiere, la calidad, de esa misma cultura.
                Al fin y al cabo, cultura viene de culto. Y esa es la cuestión: ¿a qué puñetas le rendimos culto?. Pero como puedo llegar a ser muy simplista a veces, hasta creo que Cultura, con mayúscula, no solo es calidad, si no también cantidad. Que cultura es conocer y saber de todo, o, al menos, del máximo que se pueda: alto y bajo, bueno y malo, oscuro y luminoso… Y que, solo en caso de no poder abarcar un mediano mínimo, es bueno, muy bueno entonces, el practicar la relatividad en beneficio de la calidad. Ya saben, más vale poco y bueno que…

                La cuestión pues es: ¿Cuál es su nivel cultural personal?.. ¿Cuál es el nivel medio de este país?.. Y, sobre todo y por encima de todo, ¿con qué nivel nos conformamos?.. Lo digo porque, si en verdad somos nuestra propia cultura, y lo somos, podemos a llegar a ser subhumanos o infrahumanos según practiquemos la subcultura o la infracultura… ya no digo la incultura, que eso es la negación de la cultura, y como tal, no existe. Es que, igual que la cultura nos hace libres, la otra nos hace esclavos. Y, aunque siempre seremos objetivo interesado de la segunda, siempre podremos elegir entre una y otras… Siempre.

De lo divino y humano: EUROPA

De lo divino y humano: EUROPA: El año próximo tenemos elecciones europeas. Y habremos de votar a nuestros representantes – previamente preelegidos y precocinados – por l...

martes, 12 de noviembre de 2013

De lo divino y humano: SEAMOS JUSTOS

De lo divino y humano: SEAMOS JUSTOS: Imagínenselo y créanlo. África subsahariana se arrastra inexorablemente hacia el Mediterráneo como última esperanza de subsistencia. Famil...

lunes, 11 de noviembre de 2013

¿VÍCTIMAS O CULPABLES..?

Por mi anterior de “Seamos justos” me han pasado la garlopa más de cuatro. Me acusan de justificar la “invasión” extrajera y de querer llenar el país de africanos. Es exactamente lo que yo decía en ese mismo artículo. Si pensamos así, entonces no podemos soltar lágrimas de cocodrilo cuando nos ponen ante nuestras narices los cadáveres de niños y mujeres en el desierto, los hambrientos hacinados en pateras, o la carnicería de las cuchillas colocadas en la verja melillense sobre los famélicos cuerpos. Lo que pasa es que no es ni lo uno ni lo otro, pero no sabemos, o no queremos, entenderlo. Y no nos damos cuenta que estamos siendo torpemente manipulados, y que a veces, incluso, nos conviene que nos manipulen.
     
           Aquí tenemos un problema de lesa humanidad que choca con otro de compartir lo que cada día menos se tiene. Pero no debemos justificar lo injustificable de lo primero con la excusa de lo segundo. Se puede y se debe hacer frente a este reto. Lo que pasa es que no es un problema exclusivo de España o Italia, sino de toda Europa, y las soluciones han de venir de Bruselas, no de cada gobierno al que le toque. No sirve el tan cacareado Plan Frontex – es tan solo que un decorado – ni tampoco que a cada tragedia masiva se asomen los altos capitostes europeos a decirles una misa y a poner cara de circunstancias. Y menos aún sirve esa burla sádica, patética y macabra que supone el concederles la ciudadanía a los muertos mientras a los vivos se les amontona en campos de refugiados.
                Lo único que vale es un único “corpus” europeo exclusivamente destinado a aplicar un programa decidido, serio y eficiente. Integral. Atención-Formación-Integración. Y control y seguimiento, naturalmente. Se trata de ser monjicas de la caridad, maestros y policías a la vez. Atender sus primeras necesidades, formarles en la cultura que los acoge, exigirles respeto por ella y cumplimiento de sus leyes, y mantener un seguimiento controlado en el tiempo de su integración. Todo ello repartiéndose cupos de acogida, según necesidades y/o capacidades, entre toda la Unión Europea.
                Lo sé: altos costos. Vale… pero creo que el gravísimo problema que supone el fenómeno migratorio hace barato los recursos destinados a su solución, por gravosos que puedan parecer a primera vista. Es algo a largo plazo. Ya se sabe, “a grandes males…”. Ya no vale que el país que le toque frontera se las apañe como pueda. Es un problema europeo. Se quiera ver o no se quiera reconocer. En lo malo, en lo peor, más vale acogerlos, curarlos, alimentarlos, vestirlos, asumir los que buenamente podamos, y al resto pagarles un viaje turístico hasta los Pirineos. Tras los mismos también está Europa. Igual Italia. Tras los Alpes aún queda mucha Europa que ver…
                Lo que no es de recibo es lo que está pasando. Y es la inoperancia, el abandono y la dejadez de los gobiernos receptores, que los reciben y los sueltan sin ningún tipo de control. A lo que salga. Que se las apañen como puedan. Se integren o no. Asuman sus obligaciones o no lo hagan. Tanto si se ven obligados a delinquir como si no… Pero, claro, esta incapacidad es, en el fondo, una, simplona más que simple, medida estratégica: crear en la ciudadanía una latente xenofobia, un cierto rechazo, que luego servirá para ocultar la irresponsabilidad de una administración en asumir lo que, aún sabiendo que va a perjudicar a la población autóctona, valga para cargar como chivo expiatorio a la parte más débil y más a mano: los inmigrantes. Con la boca de decir se combate el racismo, y con la de callar se le alienta.

                Eso exactamente es lo que advertía en mi columna de referencia. A los que de lejos vemos como víctimas de males ajenos, luego, de cerca, cuando están entre nosotros, los vemos como culpables de nuestros males. Y los culpables, tanto de lejos como de cerca, no son ellos. Son los que permiten, e incluso los que se aprovechan, de tal situación. Yo diría que hasta la alientan y provocan, fíjense… La insolidaridad de los países centroeuropeos, la avaricia financiera, la ceguera de Bruselas, la ineptitud de nuestros gobiernos, nuestros propios miedos egoístas… Esos son los verdaderos y auténticos culpables… Y eso mismo es lo que dije. Pero no otra cosa. Ni mucho menos…

CIUDADANOS en MOVIMIENTO

Artículos como Las dos Españas, Parot o no Parot, Seamos Justos, Europa, etc. hacen que la gente me envíen e.mails o me paren por la calle con un mismo e invariable comentario: “llevas toda la razón, pero ¿qué podemos hacer?.. Son todos iguales”, con un indisimulado sentimiento de fatalismo. Y yo siempre contesto igual: “romper la tendencia habitual del voto hecho costumbre”. Lo peor que podemos hacer es instalarnos en la resignación. Aún con un modelo pervertido de sistema electoral como el nuestro se puede dar el campanazo. Solo hay que hacer funcionar la democracia que aún se conserva intacta pese a las limitaciones impuestas a la misma. Para eso el ciudadano ha de formarse e informarse, y liberarse. Informarse en la libertad que otorga la genuina y auténtica cultura ciudadana, y liberarse de la esclavitud que supone el adocenamiento y las trampas de las adormideras sociales. Y, claro, actuar en consecuencia… 

                Ya no sirve el cuento de las ideologías. Las derechas, las izquierdas y los ísmos están vaciándose de contenidos ideológicos y llenándose de intereses espurios. Solo son etiquetas que sirven al partido, muy alejados del bien común y muy cercanos al pesebrismo de sus dirigentes. La corrupción generalizada que invade la política es resultado de ello. Y ese desencanto de la ciudadanía es el caldo de cultivo más apropiado para el advenimiento de los salvapatrias y de los nuevos e iluminados nazismos. La regeneración democrática y política son hoy más necesarias que nunca, y los partidos, en su ceguera, no están por la labor de devolver al pueblo la capacidad de representación directa y de decisión que le ha sido sustraída para trasladar el poder que emana de él al endogámico del partido.
                Es lógico y natural que la ciudadanía se sienta estafada por discursos repetidos que se intercambian según se esté en la oposición o en el gobierno, y que luego se incumplen sistemáticamente una vez llegado a un muy bien organizado enroque de poder. Es ya un juego caduco y tramposo que cada vez engaña a menos gente. Pero la desilusión que empuja a la abstención en las urnas es el combustible que alimenta este viciado sistema de alternancia, que solo busca eternizarse desde el pensamiento automático y dirigido de sus “incondicionales” de siempre, logrando  el movimiento contínuo.
                Por eso, cuando irrumpe en este panorama algo como el Movimiento Ciudadano, cuyo discurso no son las ya ajadas ideologías políticas, sino un nuevo modo de entender esa política, es como una corriente de aire fresco. Este movimiento, liderado por Albert Rivera, que tan valientemente y en solitario está plantando cara en Cataluña a las manipulaciones independentistas de Más y sus abertzales, y que contrasta con el pasteleo de socialistas y compadreo de pepistas, y que se atreve a exponer un programa tan ineludiblemente necesario como el de su “compromiso ciudadano”, suena como a recuperación de las primigenias fuentes en que bebe la auténtica democracia, como a un intento de reconquista de la ilusión perdida, a algo así como si se quisiese devolver al pueblo lo que le pertenece y que, en un momento de la historia reciente, se le hubiera robado.
                Este movimiento me recuerda un poco a aquella multitud de pequeños partidos independientes que florecieron en nuestros pueblos y que fueron asfixiados y fagocitados por los todopoderosos y prepotentes grandes partidos. Querían servir al pueblo antes que a los intereses propios de tales partidos. Y eso no interesaba. Era peligroso… Y se me ocurre que si ese Movimiento Ciudadano fuese capaz de aglutinar todos aquellos minúsculos grupos de ciudadanos que hacían la guerra por su cuenta, podría forjarse una respuesta rotunda y eficiente a ese profundo malestar instalado en toda esa multitud de personas que me dicen por mis artículos: “nada se puede hacer, esto no hay quién lo arregle…”

                No es mi deseo hacer apología de nada ni de nadie. Me he equivocado tantas veces que bien pudiera equivocarme de nuevo. Solo quiero dar a entender que hemos de empezar a exigir que no piensen por nosotros, que no nos usen para elegirse a sí mismos, que no nos utilicen como excusa para sus enjuagues políticos y para montarse sus interesadas guerras de siglas. Que dejen de engañarnos. Nada más quiero dar a entender que comencemos a pensar por nosotros mismos… Solo eso.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

SEAMOS JUSTOS

Imagínenselo y créanlo. África subsahariana se arrastra inexorablemente hacia el Mediterráneo como última esperanza de subsistencia. Familias enteras. Les va la vida quedándose, así que les da igual jugársela viniendo. No es una exageración, sino una realidad, si dibujo con palabras lo que está pasando con sangre: muertos en la travesía del desierto, donde encontramos cadáveres de madres abrazando a los de sus hijos. Muertos contra las murallas levantadas en Ceuta y Melilla y defendidos por nuestros comprados perros guardianes marroquíes. Muertos en el mar, ahogados y hambrientos. Continuas tragedias en Lampedusas continuas...

           Nos lamentamos, nos rasgamos las vestiduras, ¡qué pena y qué vergüenza!, proclamamos contritos… Pero, ¿nos duele de verdad?. No lo sé. Tengo mis dudas razonables. Porque luego también decimos que nos están invadiendo, que nos están quitando el trabajo, que vienen a delinquir, que se están comiendo nuestro pan, que tienen más derechos que nosotros… ¿En qué quedamos entonces?.. ¿Es pues mejor que revienten por el camino antes de “invadirnos”?.. ¿Sí?.. Pues no seamos hipócritas en dolernos falsamente. ¿No?.. Pues no podemos rechazarlos y admitirlos a la vez. Mejor, antes de hablar, pensemos que conveniencia y conciencia no siempre van de la mano y actuemos en consecuencia. Pero no podemos mantener una bandera en una mano y la contraria en la otra.
                Y no crean que no reconozco el riesgo que esto supone. Y que no veo el problema que es acoger la indigencia en nuestra situación de pobreza. Porque nos estamos convirtiendo en un país de pobres gobernado por unas docenas de ricos, digan lo que digan quiénes lo digan. Lo sé muy bien. En España tenemos más de 600.000 familias completas sin ningún tipo de ingreso. Nada. Cero… Con más de tres millones de niños subalimentados. Después, casi 900.000 jubilados que están malatendiendo con su exigua pensión a hijos y nietos. Y luego una gran, enorme, masa de la antigua clase media que apenas puede llegar a fin de mes. Son datos reales. Verídicos. Tan reales como el reconocimiento por Hacienda de un fraude fiscal de 100.000 millones de euros al año. Tan verídico como que el 75% de esa evasión está protagonizada por reconocidas empresas, grandes fortunas, poderosas familias e ídolos mediáticos. Tan real y cierto como que las 33 primeras empresas que cotizan en el Ibex tienen sus fondos en paraísos fiscales. Tan real y doloroso como que en España han aumentado un 13% los millonarios sobre tanta y entre tanta pobreza. Yo diría que se han hecho ricos con tanta pobreza.
                Pues bien… Nosotros somos con respecto a esos millonarios exactamente lo mismo que los del Sahel con respecto a nosotros. Un cada vez más grande abismo nos separa. Las diferencias se van haciendo enormes, brutales… me atrevo a decir que casi inhumanas. La brecha es cada vez más profunda. Se va ensanchando en nuestra sociedad, entre nosotros mismos, y se va abriendo entre nosotros y los pueblos más pobres del más pobre continente. Y si nosotros, los pobres de Europa, de España, clamamos por la injusticia e insolidaridad social de nuestros potentados y financieros, los pobres del tercer mundo suplican la misma justicia y solidaridad de los que para ellos somos ricos. No nos engañemos. Y que tampoco nos engañen. Es exactamente el mismo egoísmo, la misma ceguera, la misma maldad, el mismo atraco…
                La diferencia, si acaso, está en el grado de desesperación. La nuestra es de haber perdido algo, la suya es de no haberlo tenido nunca. La nuestra es reciente, la suya es endémica. La nuestra, esperan los que la han diseñado, que vaya desde la rabia y la reivindicación a la conformidad y la sumisión, por el contrario que ellos, que vienen de una sumisión y caminan a una rabia cada vez menos contenida. Son distintas razones pero un mismo factor de necesidad. Diferentes matices, pero la misma sensación de que algunos alguienes nos han robado algo. Para unos, lo necesario para vivir bien, para otros, lo necesario para vivir.

                Es difícil, muy difícil. No me llamo a engaño. Pero no culpemos a las víctimas, si no a los que las provocan. No vayamos contra los pobres, sino contra los que fabrican la pobreza. No pensemos que vienen a quitarnos el pan y el trabajo, cuando los que nos lo roban son los que así lo tenían planeado. Y no digamos que vienen a delinquir, porque tienen que comer, cuando a los verdaderos delincuentes los conocemos todos. Al menos, intentemos ser justos.

martes, 5 de noviembre de 2013

De lo divino y humano: ¿PAROT O NO PAROT..?

De lo divino y humano: ¿PAROT O NO PAROT..?: No creo que diga ningún disparate ni ofenda a nadie si declaro que el concepto de justicia es, si no una entelequia, sí que una abstracció...