SEAMOS JUSTOS
Imagínenselo y créanlo. África
subsahariana se arrastra inexorablemente hacia el Mediterráneo como última
esperanza de subsistencia. Familias enteras. Les va la vida quedándose, así que
les da igual jugársela viniendo. No es una exageración, sino una realidad, si
dibujo con palabras lo que está pasando con sangre: muertos en la travesía del
desierto, donde encontramos cadáveres de madres abrazando a los de sus hijos.
Muertos contra las murallas levantadas en Ceuta y Melilla y defendidos por
nuestros comprados perros guardianes marroquíes. Muertos en el mar, ahogados y
hambrientos. Continuas tragedias en Lampedusas continuas...
Y no crean que no reconozco el riesgo que esto
supone. Y que no veo el problema que es acoger la indigencia en nuestra
situación de pobreza. Porque nos estamos convirtiendo en un país de pobres
gobernado por unas docenas de ricos, digan lo que digan quiénes lo digan. Lo sé
muy bien. En España tenemos más de 600.000 familias completas sin ningún tipo
de ingreso. Nada. Cero… Con más de tres millones de niños subalimentados.
Después, casi 900.000 jubilados que están malatendiendo con su exigua pensión a
hijos y nietos. Y luego una gran, enorme, masa de la antigua clase media que
apenas puede llegar a fin de mes. Son datos reales. Verídicos. Tan reales como
el reconocimiento por Hacienda de un fraude fiscal de 100.000 millones de euros
al año. Tan verídico como que el 75% de esa evasión está protagonizada por
reconocidas empresas, grandes fortunas, poderosas familias e ídolos mediáticos.
Tan real y cierto como que las 33 primeras empresas que cotizan en el Ibex
tienen sus fondos en paraísos fiscales. Tan real y doloroso como que en España
han aumentado un 13% los millonarios sobre tanta y entre tanta pobreza. Yo diría
que se han hecho ricos con tanta pobreza.
Pues bien… Nosotros somos con respecto a esos
millonarios exactamente lo mismo que los del Sahel con respecto a nosotros. Un
cada vez más grande abismo nos separa. Las diferencias se van haciendo enormes,
brutales… me atrevo a decir que casi inhumanas. La brecha es cada vez más
profunda. Se va ensanchando en nuestra sociedad, entre nosotros mismos, y se va
abriendo entre nosotros y los pueblos más pobres del más pobre continente. Y si
nosotros, los pobres de Europa, de España, clamamos por la injusticia e
insolidaridad social de nuestros potentados y financieros, los pobres del
tercer mundo suplican la misma justicia y solidaridad de los que para ellos
somos ricos. No nos engañemos. Y que tampoco nos engañen. Es exactamente el
mismo egoísmo, la misma ceguera, la misma maldad, el mismo atraco…
La diferencia, si acaso, está en el grado de
desesperación. La nuestra es de haber perdido algo, la suya es de no haberlo
tenido nunca. La nuestra es reciente, la suya es endémica. La nuestra, esperan
los que la han diseñado, que vaya desde la rabia y la reivindicación a la
conformidad y la sumisión, por el contrario que ellos, que vienen de una
sumisión y caminan a una rabia cada vez menos contenida. Son distintas razones
pero un mismo factor de necesidad. Diferentes matices, pero la misma sensación
de que algunos alguienes nos han robado algo. Para unos, lo necesario para
vivir bien, para otros, lo necesario para vivir.
Es difícil, muy difícil. No me llamo a engaño. Pero
no culpemos a las víctimas, si no a los que las provocan. No vayamos contra los
pobres, sino contra los que fabrican la pobreza. No pensemos que vienen a
quitarnos el pan y el trabajo, cuando los que nos lo roban son los que así lo
tenían planeado. Y no digamos que vienen a delinquir, porque tienen que comer,
cuando a los verdaderos delincuentes los conocemos todos. Al menos, intentemos
ser justos.
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