¿VÍCTIMAS O CULPABLES..?
Por
mi anterior de “Seamos justos” me han pasado la garlopa más de cuatro. Me
acusan de justificar la “invasión” extrajera y de querer llenar el país de
africanos. Es exactamente lo que yo decía en ese mismo artículo. Si pensamos
así, entonces no podemos soltar lágrimas de cocodrilo cuando nos ponen ante
nuestras narices los cadáveres de niños y mujeres en el desierto, los
hambrientos hacinados en pateras, o la carnicería de las cuchillas colocadas en
la verja melillense sobre los famélicos cuerpos. Lo que pasa es que no es ni lo
uno ni lo otro, pero no sabemos, o no queremos, entenderlo. Y no nos damos
cuenta que estamos siendo torpemente manipulados, y que a veces, incluso, nos
conviene que nos manipulen.
Lo único que vale es un único “corpus”
europeo exclusivamente destinado a aplicar un programa decidido, serio y
eficiente. Integral. Atención-Formación-Integración. Y control y seguimiento,
naturalmente. Se trata de ser monjicas de la caridad, maestros y policías a la
vez. Atender sus primeras necesidades, formarles en la cultura que los acoge,
exigirles respeto por ella y cumplimiento de sus leyes, y mantener un
seguimiento controlado en el tiempo de su integración. Todo ello repartiéndose
cupos de acogida, según necesidades y/o capacidades, entre toda la Unión
Europea.
Lo sé: altos costos. Vale… pero
creo que el gravísimo problema que supone el fenómeno migratorio hace barato
los recursos destinados a su solución, por gravosos que puedan parecer a
primera vista. Es algo a largo plazo. Ya se sabe, “a grandes males…”. Ya no vale que el país que le toque frontera se
las apañe como pueda. Es un problema europeo. Se quiera ver o no se quiera
reconocer. En lo malo, en lo peor, más vale acogerlos, curarlos, alimentarlos,
vestirlos, asumir los que buenamente podamos, y al resto pagarles un viaje
turístico hasta los Pirineos. Tras los mismos también está Europa. Igual
Italia. Tras los Alpes aún queda mucha Europa que ver…
Lo que no es de recibo es lo que
está pasando. Y es la inoperancia, el abandono y la dejadez de los gobiernos
receptores, que los reciben y los sueltan sin ningún tipo de control. A lo que
salga. Que se las apañen como puedan. Se integren o no. Asuman sus obligaciones
o no lo hagan. Tanto si se ven obligados a delinquir como si no… Pero, claro,
esta incapacidad es, en el fondo, una, simplona más que simple, medida estratégica:
crear en la ciudadanía una latente xenofobia, un cierto rechazo, que luego
servirá para ocultar la irresponsabilidad de una administración en asumir lo
que, aún sabiendo que va a perjudicar a la población autóctona, valga para
cargar como chivo expiatorio a la parte más débil y más a mano: los
inmigrantes. Con la boca de decir se combate el racismo, y con la de callar se
le alienta.
Eso exactamente es lo que
advertía en mi columna de referencia. A los que de lejos vemos como víctimas de
males ajenos, luego, de cerca, cuando están entre nosotros, los vemos como
culpables de nuestros males. Y los culpables, tanto de lejos como de cerca, no
son ellos. Son los que permiten, e incluso los que se aprovechan, de tal
situación. Yo diría que hasta la alientan y provocan, fíjense… La insolidaridad
de los países centroeuropeos, la avaricia financiera, la ceguera de Bruselas,
la ineptitud de nuestros gobiernos, nuestros propios miedos egoístas… Esos son
los verdaderos y auténticos culpables… Y eso mismo es lo que dije. Pero no otra
cosa. Ni mucho menos…
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