M O R A L
La moral, al igual que la
justicia, o como la cultura, es otra abstracción. Admito que estoy abriendo
caminos arriesgados por sendas ya trilladas, y más que asumidas y admitidas, y
que eso puede resultar un tanto peligroso para mentes cerradas y ya arraigadas.
Pero las cosas son como se empeñan en ser, y no como nosotros queremos que
sean, porque así nos interese. Naturalmente, somos hijos de las costumbres y de
las normas establecidas. Y se nos hace cuesta arriba examinar estas historias
de forma distinta a la de otros pueblos, o de manera diferente a la de otras
sociedades. Pero el cómo entendemos nosotros ciertas nociones es tan solo que
fruto de nuestra propia cultura. Solo eso.
De la moral victoriana a la de corte hippy, por
ejemplo, existe un gran recorrido. Y una enorme distancia. Ninguna de ambas
está exenta de su carga de hipocresía, por supuesto, como tampoco ninguna
carece de sus correctos motivos, aparte la noción de libertad, que eso es otro
concepto de lo más abstracto. Todo es, en definitiva, fruto de una época, una
educación, una sociedad, una cultura… Puede haber tanto aspectos positivos como
negativos en cada una de ellas, naturalmente, pero nada es absolutamente moral
o inmoral en la historia del ser humano.
Otro ejemplo: En las cercanas sociedades de los
inuits, la cultura esquimal ártica, la mejor muestra de hospitalidad ofrecida a
un visitante por un hombre es que “ría” con su mujer. A tal efecto, se ofrece a
la esposa, y ésta accede de buen grado, para que el forastero retoce y haga el
amor con ella. La más grave afrenta que se le puede hacer a un inuit es rehusar
tal invitación. Otro: En algunas tribus centrales del Amazonas, la iniciación
sexual de los/las jóvenes se deja en manos de tíos, tías, primos o primas
mayores y/o parientes más o menos cercanos y responsables. Es tal la
importancia que le dan a la sexualidad, afirman, que tal despertar no debe
dejarse en manos inexpertas que puedan dañar la correcta formación de los
adolescentes. Otro más: En China existen culturas rurales netamente
matriarcales, donde las mujeres tutelan propiedades, educación, formación,
legislación, gobierno y transmisión de todo el poder social, mientras el hombre
es mantenido tan solo que para el trabajo y la reproducción. No existe el
matrimonio como tal si no el libre “uso” de la mujer sobre el varón, que no
tiene derechos sobre hijos ni propiedad alguna. Aseguran los antropólogos que
son comunidades plenas, satisfechas y felices…
A lo largo y ancho del mundo y del tiempo, durante
toda la historia, el ser humano ha conocido tantas morales como usos,
costumbres y culturas se han desarrollado sobre el planeta. El decir que una
determinada moral es la auténtica, la verdadera, la realmente válida, puede ser
tanto pecado de soberbia como de ignorancia. Y ya se sabe que ambos defectos
van siempre juntos. Lo que digo es que se deben respetar los códigos morales de
la sociedad mientras éstos sirvan a la misma, pero no adorarlos ni imponerlos
como algo divino e inamovible, porque no lo son. Son tan solo que herramientas
humanas, y muy humanas… Sistemas éticos.
Y se pueden utilizar tanto para liberar como para esclavizar.
Es posible que ahora me tachen mis ene-amigos de
atacar la moral. Sería un craso error. Todos tenemos nuestra moral. Inmoral es
quien no respeta ninguna moral, y amoral es quien las respeta todas aun
relativizándolas todas. Yo estoy más cerca de lo segundo que de lo primero,
pero no me achaquen lo que no puedo ser. El ser humano ha de regirse por unas
normas que les haga dignificar a los demás dignificándose a sí mismo. No somos
dioses. Hay que defenderlas y usarlas mientras sean útiles, positivas y
necesarias. Pero ninguna es mejor ni peor que otra en función de nada. La mayor
inmoralidad de todas es imponer nuestra propia moral a los demás. Y el mayor y mejor
concepto moral el de no hacer a los otros lo que no quieres que te hagan a ti.
Tan sencillo como eso.
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