ANTONIO, EL CURA.

Querido Antonio… Cuando me enteré de tu partida, estaba solo. Y lloré. Lágrimas amargas primero. Serenas, después… Las primeras, por mí, las segundas, por ti, pero de inmediato recordé que tú desterrabas la tristeza, así que… Te has marchado como viniste a mi vida, y a la de muchos, de puntillas, sin hacer ruido, como pidiendo excusas por estar ahí. Te has ido como siempre has estado, perdonando a todo el mundo y pidiendo perdón por las molestias. Tú mismo, hasta el final. Pero quiero que estas letras te alcancen allá donde estés, y te sirvan de lo que te puedan servir, si es que nos sirven para algo. Que quizá me sirvan a mí más que a ti, puesto que tú ya sabes lo que te voy a decir…

                …Y es que has dejado una huella en mí que nunca, jamás, podría borrar aunque quisiera. Que tampoco quiero… Mira, tú me conoces, he pasado más de treinta años de mi vida prestando mis servicios desinteresados a diversos colectivos, pero como los catorce que estuve contigo, codo con codo, ideal con ideal, alma con alma, ningunos. Fueron los mejores, los más bonitos, los más satisfactorios, los más valiosos y hermosos de toda mi existencia. Los recordaré siempre. Y fueron a tu lado, juntos, con unos cuantos más elegidos. Solo en esos años mi árbol dio sus mejores frutos, entérate… Tú me decías, ¿te acuerdas?, “coge de mí cuanto necesites, que yo me aprovecharé de ti todo lo que pueda”… Pues se ve que cogí de ti más de lo que te imaginas… Cuando nos conocimos, y uso tus mismas palabras, unimos como el velcro, y yo te contestaba que sí, que éramos distintos pero combinábamos bien, como la tónica y el vodka. Mi voz decía lo que tú no podías, según dónde y cuándo, y luego hacíamos lo que más convenía. Tú respetaste siempre mis ideas, y yo, sin querer, o eso me contabas, influía en las tuyas, yo qué sé!..

                Pero lo que logramos contigo durante aquellos años en este pueblo, fue impensable. Un Consejo de Pastoral Parroquial, nada menos que presidido por un seglar, “ad experimentum” aprobó el obispado, ¿recuerdas?.. La revolución que tú y yo hicimos en Cáritas, junto al aliado Pedro Jiménez en el ayuntamiento… Fundamos Murcia Acoge regional, aquí, en Torre-Pacheco. Aquel Hogar del Transeunte del que tan orgullosos estábamos.  La vuelta de tortilla que dimos a los Prematrimoniales, tan avanzadísimos… y la libertad de conciencia, la que me dabas y yo me tomaba… los frentes que combatimos juntos… y tantos casos y cosas de las que todavía conviene mantener calladas, puesto que el horno (ahora menos que antes) aún no está para ciertos bollos. Fuiste el mejor cura, la mejor persona y el mejor amigo, todo en una sola pieza… Bueno, había otro antes que tú, cura también como tú, Jesús Arias, que estoy seguro andará por donde tú andes ahora, ya que sois piezas del mismo paño.

                Tras esos catorce años a tu lado te largaron de aquí. Tú y yo siempre creímos que fue por querer cumplir con la conciencia del que lo hace, no del que lo permite, ya me entiendes… Luego, nos vimos en la boda de una íntima colaboradora de Cáritas, que tú oficiaste. Allí, en la sacristía de esa ermita, nos abrazamos y gemiste en mi hombro. “La cruz te la echan encima los tuyos propios. Así fue siempre…” me susurraste al oído. Tú sabías lo que estabas pasando… La última vez fue en la muerte de mi padre, en que te enteraste y viniste a concelebrar el funeral. Luego marchaste, un par de veces, a Centroamérica, a tu sitio natural, y no entre una burguesía tan acomodada como farisea. Esos fueron los mejores años de tu vida. Ya ves, cada uno tenemos los nuestros, aún coincidiendo en la sola parte que lo toca a cada cual… Cuando regresaste de tu segundo viaje, creo que ya viniste tocado de tu enfermedad. Yo no me sentí con fuerzas, no fui capaz, de localizarte y visitarte. Fuí un cobarde. Lo soy en ciertas situaciones. Y no quiero excusarme ante ti, si no confesarme ante ti. La cobardía de lo que no se desea mover de como está, de lo que queda congelado en el recuerdo y en el espíritu. Perdónamelo.

                …Ahora, Antonio, has partido de este puerto. Y has soltado amarras, rumbo a (tu) mar abierto de aguas tranquilas… Yo ya solo quiero decirte que tú vivirás en mí en esa habitación cálida de las almas perdidas y queridas, que todos guardamos en nuestro interior como un sancta-sanctórum hecho de vivencias compartidas con seres especiales. Y te guardaré ahí hasta que a mí también me llegue la hora de levar anclas y largarme de aquí… Llegado ese momento, solo espero merecer encontrarme contigo. Encontrarnos en algún lugar de plenitud, aunque allí no habrá el arroz verde que tanto celebrabas y del que mi mujer te avisaba cuando se hacía en casa… Pero confio poder estar contigo en algún sitio de ese Dios inmenso en el que ambos creemos.

Viernes, a las 10,30 hh. en: http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php / después, en FaceBook o YouTube de Radio Torre-Pacheco

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