LO QUE (NO) SOMOS
La
otra noche, viendo un programa de divulgación científica en la uno, me llamó la
atención lo que decía una bióloga, doctora en física molecular… Bueno, debía
haber dicho que me rellamó la atención, dado que su aseveración ya la había
leído, u oído, o lo que sea, hace ya bastante tiempo. Pero, lo que son las
cosas, aquello que en su día, aún aceptándolo como axioma, no me puso a pensar,
ahora sí que me arreó la meditativa. Y es que cada breva tiene su tiempo, y cae
de la rama cuando le toca, no a toque de ninguna trompeta.
O sea, piénselo bien, joer, que
el que hace unos meses estuvo veraneando con la familia y el perro en Cascajos
de Mar, no era usted. Como tampoco ellos eran los de ahora. No. Usted y los
suyos eran otros conglomerados de células, no las que ahora son. Usted no es
que fuese PocoYo, es que era OtroYo. Y ni sus hijos, ni su santa, ni la abuela,
son sus hijos, santa y abuela de la playa. Son otros, como usted es otro. Hay
que joerse que yo (el de hoy) tenga que estar pagando a Hacienda un atraco
contra alguien que fue otro. Pero imagínense de críos… No somos los niños que
fuimos ni de coña marinera. Han pasado cientos, miles, de generaciones celulares
entre ellos y nosotros, de tal forma que de aquellos menúos no queda ni la
raspa. Somos los requetetataranietos celulares de nosotros mismos, con más
cambios de chaquetas celulares que ni sé… como dice una allegada mía. La verdad
es que no somos nadie, apenas unos fantasmas de lo que fuimos.
Sin embargo, hay algo intrigante
en esto. Si celularmente nos destruímos en una letra vencimiento a treinta días
fecha… ya saben, “este mensaje (que
es usted) se destruirá automáticamente
una vez leído”, ¿dónde coño anidan nuestros recuerdos, nuestras vivencias y
experiencias, por las que nos reconocemos a nosotros mismos?.. Si los archivos
se destruyen una y otra vez, ¿dónde leches se guarda la conciencia de quiénes
somos, ya que no de lo que somos?.. ¿Dónde reside nuestra identidad, puesto que
nuestra entidad caduca periódicamente?.. ¿Dónde está el que anda en mí?.. ¿ánde
andaré yo..?. Estas preguntas no las puede contestar ni conquistar ningún
físico molecular, ningún biólogo. Estas preguntas son certezas sin respuesta.
Están en la mente, dirán algunos. Y puede que sí, pero… ¿dónde ponemos la
mente?. Hay cosas que no son de este mundo (de esta naturaleza) pero están en
él…
Y esto me lleva a la teoría que
formulan otra clase de físicos – esta vez, físicos quánticos – sobre las vidas
paralelas. Aventuran estas personas que cada vez que escogemos una de las
varias opciones que se nos presentan a lo largo de nuestra existencia, cada vez
que ejercemos una de las opciones en el ejercicio de nuestro libre albedrío,
generamos dimensiones paralelas donde esas otras opciones no ejercitadas se
desarrollan por sí mismas con diferentes consecuencias y distintos resultados.
O sea, que existen por esos éteres de Dios un número casi infinito de nosotros
mismos posibles viviendo otras posibles vidas que nada tienen que ver con ésta.
Por supuesto, aquí no tiene nada que ver la biología, ni la materia, ni las
estructuras moleculares tal y como las conocemos… En potencia, estamos siendo a
la vez, santos y golfos, criminales, justos, víctimas y verdugos, buenos y
malos a un tiempo. Somos de todo dentro de una variedad infinita… Esto, no me
digan que no es más acojonante que lo anterior…
Así que, con esa primera
realidad comprobada y esta otra teoría probable, usted va luego, se levanta por
las mañanas, se ve reflejado en el espejo, mira (si se atreve) en el fondo de
sus propios ojos, y lo único que se le ocurre es musitar… “Ángel de la guarda,
dulce compañía…”.
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