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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

sábado, 31 de octubre de 2020

DOS PILOTOS

 


Hace muy poco que hemos recibido el Informe de Lectura previo que, la Editorial Planeta, bajo el sello Universo de las Letras, ha hecho del libro El Teniente Galindo – Biografía Autorizada de un Piloto de la República – de próxima edición, y que, sobre la peripecia vital, e histórica, de mi padre como Aviador de la República Española, hemos escrito al alimón entre mi hermano y yo. Sirva esta nota para mantenerles atentos a su ya cercana aparición… No quiero pecar de falsa modestia, así que, sin transcribirles ningún halagador párrafo de tal Informe, sí que puedo decirles que califica el libro… digamos que como muy interesante y recomendable, lo cual, sonrojo aparte, me anima a tratar de empezar a “vendérselo” a ustedes, si me permiten el atrevimiento de tomarme tal libertad.

                Pero el hecho de que esta semana dedique mi artículo a la “memoria de dos guerras” de mi padre como piloto de la Aviación Republicana (no puedo evadirme a ello) es porque también se cumplen 120 años del nacimiento de Saint-Exúpery, afamado escritor, autor del conocido El Principito, aviador como mi padre, y que voló los mismos aviones que él, como pudieron ser aquellos legendarios Breguet-14, cuando cumplía servicio en la aeropostal francesa en el norte de África, casi que en los mismos años en que el Teniente Galindo se aprestaba a vivir, o a sufrir, su intensa aventura en los cielos españoles… aunque los cielos no tengan más patria que sus propias nubes, su propio éter, y solo pertenezcan a aquellos que, como ellos, se atrevían a conquistar, o ser conquistados, por sus infinitos grises y azules...

                Saint-Exúpery, como mi padre, también se estrelló con su avión. Él en el desierto de Libia, un episodio que refleja en su Principito, y el Teniente Galindo fue derribado sobre la sierra de Guadarrama en acción de guerra. Ambos sobrevivieron para poder contar sus experiencias a quiénes quisieran escucharlos, o leerlos, en el tiempo, y en las historias que dan vida a la Historia. Existen ciertos paralelismos entre ambos: El primero, explorador, aviador y aventurero, contó su vida como un reto; el segundo, luchador, aviador y militar, contó su vida como un proyecto frustrado… El primero discutía al propio De Gaulle cómo luchar contra los nazis, y los combatió; el segundo, discutía consigo mismo cómo superar a los franceses y sobrevivir a los nazis, y lo consiguió… El primero, tras su último vuelo en sus años finales, se convirtió en un hombre depresivo; el segundo, tras su último vuelo, y en tiempo de derrota y exilio, se convirtió en un superviviente a base de puro coraje y determinación, en un hombre nuevo…

                Una frase característica de Saint-Exúpery extraída de sus obras, canta más que cuenta: “Apoyado en el avión averiado, delante de aquella curva de arena, de aquella flexión del horizonte, velaba sus amores, como un pastor…”. Mi padre también veló sus amores, de chiquillo, siendo pastor de un hato de cabras, y sus amores eran las dunas del cielo y las alas que las surcaban, y su curva de arena, donde embarrancaban sus sueños, aquel lentiscar cercano y hermano que le susurraba frágiles poesías hechas de aire… Dice más adelante: “habíamos luchado, habíamos sufrido, habíamos amado, habíamos jugado a cara o cruz con la muerte”. No se puede poner ni quitar una sola palabra, ni una letra fuera de su sitio, ni una coma, a lo vivido por el Teniente Galindo en el viaje y en el regreso a su Ítaca… Y prosigue: “nadie llegará nunca al conocimiento de una sola alma de hombre. Hay un paisaje interior de llamadas olvidadas, de quebradas de silencio, de pesadas montañas, de jardines secretos…”. Cierto, inmaculadamente cierto, la odisea de mi padre arranca y encierra el conocimiento de muchas almas de muchos hombres que vivieron su misma y sufrida vivencia, hay muchos paisajes de quebradas, montañas inaccesibles e inasequibles, y de jardines personales. Es lo que se da en una guerra,  o, como mi padre, en dos guerras… Y termina: “¿Una aventura?.. no queda más que el regusto en la boca y cierta acidez de la carne…”.

                …¿Una aventura, una desventura, quizá ambas cosas?, ¿o acaso ninguna de las dos porque solo es experiencia?.. Antoine de Saint Exúpery fue un gran aventurero, cruzó océanos y desiertos, liberó a otros pilotos retenidos por los tuaregs, rescató a gente en los Andes, en unos aviones absolutamente frágiles e inseguros. Nada que ver con el Teniente Galindo, tremendamente leal con sus ideas, militar convencido, aviador entregado, disciplinado consigo mismo hasta las últimas consecuencias de perder y pagar por una guerra que nunca persiguió y jamás quiso… Pero ambos tienen en común, intuyo, un alma entregada y generosa, y unos ideales fuertes puestos a volar entre unas alas ligeras y sobre una realidad quebradiza. Fueron contemporáneos, aunque nunca se cruzaron ni conocieron, fueron camaradas aunque jamás lo supieron… Tal y como ellos. Tal y como tantos otros.

                No reclamo en este artículo de hoy unos laureles para nadie, ni quiero aprovecharme de un reconocido y famoso autor, mundialmente leído, para resaltar la figura del Teniente Galindo. No es eso. Lo único que deseo hacer notar es que existen, o han existido, seres humanos, muchos, aún desconocidos, a los que su propio destino, a través de su personal y particular historia, los ha llevado a, participando directamente en la Historia, terminar formando parte de la propia Historia.

                “…No me dejéis tan triste. Escribidme enseguida. Decidme que el principito ha vuelto”… El Principito, todos los principitos del mundo, siempre vuelven. Han de dejar escrita su historia. Deben escribir la Historia.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ - http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo

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sábado, 24 de octubre de 2020

CADA CUAL CON SU FÉ

 


Cuando uno se pone a leer el periódico, y se encuentra una cabecera como la de “Llegar a Dios a través de la Física Cuántica” (E.P.13-09), y comprueba que se refiere a la línea de pensamiento de un teólogo y filósofo, exfranciscano, de la talla de Leonardo Boff, se le ensancha el alma… Porque este pobre tontolhaba que soy tiene exactamente esa misma creencia  - como la del también Ernesto Cardenal, e incluso el Dalay Lama – y sé que somos cuatro gatos locos los que defendemos esa… llamémosle fé. Una fe que no está basada más que en la evolución de la ciencia y el pensamiento, que enlazan con antiguas escrituras, pero exentas de dogmas y normas en las que apoyarse, como no sea en la pura razón. Así que un pensador universal como Boff (Brasil, 1.939), igual de cuestionado y perseguido que Casáldiga, Cardenal, Ellacuría, etc. por la misma Iglesia de Roma, como también un exponente de aquella, enterrada pero no muerta, por el Vaticano, Teología de la Liberación, que se alzó en Hispanoamérica en los legendarios 60, se atreva a exponer, casi en solitario, su teoría al respecto, es un balón de bendito oxígeno para mi espíritu… Y más, cuando mi último libro que se aventura en tales recovecos, COSMOGÉNESIS (Amazon), se abre camino a paso de caracol y en base a cuchicheos de oreja a oreja por parte de mis lectores, que no digo yo seguidores… Por cierto, y con referencia a la iglesia romana citada, que Boff es partidario de una Iglesia descentralizada, y, si ha de tener un Papa, dice, que sea como este Francisco, ya que no puede ser el de Asís…

                Es que, dicho sea de paso, y porque viene a cuento, la institución de la Iglesia es un invento colado por la Católica en los Evangelios con calzador y en horma de madera. Y es muy sencillo, Pepito Grillo… Jesús no pudo nombrar la palabra Iglesia, simplemente porque él hablaba en arameo, y en arameo no existe tal expresión, ni como concepto, ni como palabra. Es una noción griega que significa “reunión”, por lo que es imposible que el nazareno encasquetara algo cuya idea no existía y que incluso sus apóstoles no iban a entender, ni siquiera en su definición. Si analizamos el contexto, cuando Pedro le dijo quién creía que Él era, muy bien pudo contestarle “sobre esa creencia edificaréis vuestra fé”, o algo parecido. Hasta el nombre Petrus – piedra – era latino, no arameo ni judío… Pero ninguno pudo nombrar algo que desconocían en su léxico, ni el significado que luego se le impostó a la palabra un par de siglos o tres después en unos Evangelios muy posteriores escritos en griego y amañados en el Concilio de Nicea.

                Si los propios científicos, asombrados por la belleza y armonía del universo, se asoman a ese misterio, ¿por qué no habrían de valerse también de la ciencia los teólogos?”, se pregunta Boff, incluso atreviéndose a incluir en sus reflexiones el llamado misterio ,que no enigma, de la Santísima Trinidad… Digamos Origen, Energía y Materia, con mayúsculas, o plan, inteligencia y voluntad, con minúsculas. Por ejemplo. Lo que la fé por el dogma me estampó el catecismo Ripalda de mi niñez a machamartillo, la lógica y el sentido común de la Física Quántica me he hecho entenderlo, y aceptar lo que antes rechazaba. Este es mi testimonio, y me encanta que coincida con su entendimiento de estas cosas… Leonardo Boff dice que “es necesaria una fe vigorosa para poder ver a Dios realmente en todas las cosas, incluso en las más contradictorias”. Yo incluso me atrevería a suprimirle la palabra  “fe” por la de “conocimiento”, dado que a la palabra fé se le ha inyectado un sinónimo de “ceguera”, un “creer sin ver” que suplanta al creer en el saber, a creer comprendiendo y entendiendo, que es la fé correcta.

                Por eso mismo, Boff no puede separar la ecología (Ecoteología la llama), y está empeñado y comprometido en la defensa de la naturaleza y contra el cambio climático, porque es la parte de Dios sobre la que todos nos mantenemos, pero que todos atacamos. Eso también es ciencia, no catecismo. Y aquí inserta él su concepto del mal. En que el ser humano es dual, es “sapiens” y “demens”, sabio y demente, en un estadio evolutivo de “no acabado”. Somos un ser aún por terminar, que aún es ángel y demonio al mismo tiempo. Un producto no perfeccionado que precisa de su propia implicación personal (libre albedrío se le llama a eso) para “terminarnos de hacer”. No se trata – añade él – de acabar con el demonio, si no de domesticarlo. De instruirlo, no destruirlo, añado yo a la nota. Porque ambas partes, lo uno y su contrario, igual que explica la física quántica, forman el todo, y no puede existir lo uno sin lo otro. A este teólogo le costó su sacerdocio en la Iglesia, pero yo creo que le mereció la pena.

                …Y mira por dónde, que para la reciente Encíclica de contenido ecologista Laudatio, Bergoglio pidió la colaboración de Boff… Y es que el viejo pensador, como a sí mismo se autodenomina, sigue siendo profundamente cristiano. No concibe al hombre autoexpulsado de un planeta que fue, a la vez, su madre y su cuna. Como no concibe la pobreza producida por la riqueza, ni la marginación, ni la existencia de refugiados, ni desheredados, ni excluidos ni perseguidos en esa misma tierra. Por eso mismo, y no por otra razón, hizo suya también la Teología de la Liberación  que machacaron los anteriores Papas… Y también quizá por eso, precisamente, la curia romana, henchida de poder, riquezas y privilegios, está arremetiendo, zancadilleando y conspirando contra un Francisco que intenta desmontar esa, más satánica que cristiana, Iglesia…

                Pero yo siempre termino diciendo lo mismo. La base en que se apoya esa anticristiana jerarquía son los creyentes (¿“Creyentes” en qué..?), los llamados “fieles”. Una estructura mundial – eso significa católica – sobre la que se establece un liderazgo afectivo y efectivo, ejerciendo un control absoluto sobre sus miembros a través de la imposición ritual de una fe dogmática. La Historia de la Iglesia da múltiples ejemplos en que esa curia ha destruido a pontífices – incluso asesinándolos, llegado el caso – pero nunca ninguno de ellos ha logrado desmontar el tinglado del que se sirve… o del que es prisionero de lujo… El apoyo que puede recibir un Francisco, si acaso, solo es de los que ya no nos consideramos de ellos, porque hemos dejado de sentirnos de ellos. Solo somos aliados de la verdad, no del poder… Pero, en definitiva, allá cada cual con su propia (buena o mala) fé…

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viernes, 23 de octubre de 2020

radiofónico / tema curioso e interesante

 https://youtu.be/qmWr79NNeyA 

sábado, 17 de octubre de 2020

¿USTEDES, QUÉ CREEN..?



Hubo un tiempo, hace cientos de años, que yo era un loco de los ovnis… Sí. Me leía cuanto libro aparecía sobre el tema (Erick Von Dániken era mi gurú ) estaba afiliado a un macarrónico CEI, o Centro de Estudios Interplanetarios, o algo así, donde me facilitaron una especie de Carnet de Investigador, ¡válgame el cielo!, estaba impuesto de cuantas teorías se abonaban y enraizaban por aquellas épocas; me carteaba con reales, o supuestos, contactados, como aquel Sixto Paz, o aquellos otros de Siracusa, incluso con algún atrevido autor de obras como aquella Teoría Cristocéntrica del Universo, Jesús López Guerrero, cura de un recóndito pueblo malagueño, del que ya ni recuerdo el nombre… Incluso en la desaparecida y legendaria revista Karma-7 llegaron a publicar mis artículos de investigación, no crean ustedes. Compartía afición y celo con mi primo Máximo, con el que más de una noche perseguí avistamientos en un dos caballos Citroën por aquellas carreteras y caminos de Dios y el diablo, haciéndoles guardia en el Cabezo Gordo, o patrullando las cercanías serranas de La Unión…

Locuras de zagal, pensarán ustedes… Y puede que sí, pero no saben lo que hoy daría por encontrar aquel material, aquella correspondencia que llegué a acumular, y que, abandonada un día, a su suerte, alguien lo tiraría todo a la basura. Debí habérmelo traído conmigo, pero la ligereza pesaba más que la madurez, y entonces pensaba que lo poco vivido valía poco comparado a lo aún por vivir. Pero la cantidad no siempre significa calidad. Tampoco intensidad… A lo largo de la vida humana, salvo raras excepciones, las vivencias y experiencias ricas en intensidad son aventuras escasas, comparadas con el resto, aunque vaya acompañado de calidad. Pero no generalicemos para evadirme de culpa y excusarme por mi dejadez. Siempre he sido un anárquico para con mis acervos documentales. Ni siquiera todo lo que ahora produzco sé dónde encontrarlo si algún día lo necesitase… bueno, tampoco es que me queden ya muchos atardeceres para necesitar, ni buscar nada. Que la acracia siga siendo mi patria.

                Me acuerdo de aquel tiempo, con un extraño apego a situaciones y personajes, con una mezcla de esperanza y añoranza… ¿esperanza, en qué, y por qué, y para qué..?.. y en una ensoñación de lo que fui, o de cómo fui. E incluso recuerdo mi primera idea intelectual de Dios: un Ser eterno e inmenso de inmensidades, antropomórfico, ¿cómo no?, - ya saben que estamos hechos a su imagen y semejanza aunque no sea así literalmente – pero en El que los universos, sistemas, galaxias, soles y planetas y cuánto y cuantos habitamos en ellos, formábamos los átomos, las células, los órganos y tejidos, de su cuerpo infinito. De esa manera éramos como Él, siendo Él mismo, y Él estando con nosotros a su vez y al mismo tiempo… Para explicarme: yo era algo así como una infimillonésima marte del átomo de una célula de la almorrana del culo de Dios. Naturalmente, entendía la inter-ubicuidad, pero no comprendía cómo puñeta una partícula tan microínfima del cuerpo del Dios cósmico podría comunicarse con Él de forma mínimamente satisfactoria. Ni por qué los místicos insistían en lo contrario: que sí es posible… Entonces, por complementación, también leía a Sri Aurobindo, y a Lobsang Rampa, y a Khrisnamurti, e incluso al francés, jesuíta, teólogo y antropólogo, Teilhard de Chardín… Naturalmente, terminaba con la azotea hecha una leonera.

                Entonces, de la física quántica apenas existían confusos esbozos. Ni el Bossón de Higgs estaba ni se le esperaba, ni nada de nada. Todo eso vino mucho después, y empezó a poner un poco de órden en mi ático… Aún y ahora, en la actualidad, siglos después de todo aquello, cuando me llegan estos flashes del pasado… ¿o, acaso vienen del futuro?, me doy realmente cuenta de lo cerca que siempre me he sentido, y de lo lejos que siempre he estado, de estas cosas. Y me pregunto si ayer, como hoy, como lo poco que me queda de mañana por venir, en realidad no es un solo y único presente, donde la afición por los extraterrestres me situó en una dimensión de la que ya soy demasiado torpe para abarcarla, y demasiado viejo para abandonarla…

                Como ustedes comprenderán, a estas alturas de la película, ya me trae sin cuidado la existencia de vida inteligente en el espacio exterior, que se interrelacionen o no con nosotros, o que tengan una trompeta en la frente, una ventosa en el ombligo, o unas postizas en los sobacos… Estoy convencido de ello, si bien que me importa muy poco el modo y la forma, y la manera y los motivos también. Todo lo que existe es la misma vida. Incluso cuánto existe, ya existió, y cuánto ha existido volverá a existir, puesto que todo es parte de la misma existencia en un solo y único presente. No… no es una locura alucinatoria mía, no, es un principio universal, y se llama Entropía, o sea, Energía y Materia en continuo movimiento, en continua evolución… En pocas palabras, yo buscando a los extraterrestres, y los extraterrestres somos nosotros, porque todos somos extraterrestres, todos somos lo mismo. Hasta Dios es lo mismo…

                Me van a perdonar – también pido excusas al periódico que me publica – que prodigue (si bien que relativamente) la materia de estos temas. Pero lo que un día era una especie de espita, una válvula de escape para mí, recientemente ya son unos cuantos, tampoco muchos, pero sí unos pocos, los que me los piden. De verdad. Hay incluso algunos que me confiesan: “no los entiendo, pero me encantan, me atraen, me llaman mucho la atención”… y eso resulta enternecedor, qué quieren que les diga. “Lo he tenido que leer tres veces, pero me ha gustado hacerlo..”, son declaraciones que me desarman. Y hasta me desnudan. No soy yo, lo sé, es sobre lo que escribo, me digo a mí mismo, y me veo preguntándome cómo pueden interesar a personas que no llegan a entenderlo. Y eso, que a lo mejor no es fascinante, sí que resulta interesante… tanto, que merece la pena intentarlo… ¿Ustedes, qué opinan?..

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viernes, 16 de octubre de 2020

Programa de Radio /TEMA DE INTERÉS/ participativo

 https://youtu.be/PU1dwwlZs6w  

domingo, 11 de octubre de 2020

Programa de radio.- Tema: EL DINERO

 https://youtu.be/vXeFZXW87Og

sábado, 10 de octubre de 2020

EN SU PRECISO MOMENTO



 Una buena amiga mía, viuda de un mejor amigo mío, al que recordamos ambos y por el que compartimos afecto y cariño (yo, muchos años de convivencia, de críos, de pueblo) me confesaba, ya pasado algún tiempo de su muerte, que esa dolorosa experiencia de larga enfermedad y separación, había terminado con su fé… Que había perdido la fé que siempre había mantenido. Que mientras él pareció re-descubrirla en sus últimos días, ella se veía imposibilitada de acompañarlo porque ya no podía encontrarla donde siempre la había buscado… Y lo compartía conmigo, envuelta en una cápsula de tristeza opaca e impenetrable, que parecía infinita… Yo le decía que, a lo mejor, no era que la había perdido, si no que la había puesto en el lugar equivocado. Que la fé es como la mitad de un todo mágico. Cada persona tiene su propia mitad, pero hasta que no se une a la otra mitad, no funciona, ni se obra el prodigio… Y esa otra mitad hay que buscarla para poder encontrarla, no basta comprarla al chamarilero que te vende el milagro a cambio de tu propio ser como persona. El secreto está en buscarla por ti mismo, sin intermediarios, sin dogmas ni normas… “Buscad, y hallaréis…”, dijo aquel genial galileo…

                Se quedó pensando unos momentos… “Puede que lleves razón”, me contestó, “porque donde toda la vida me  obligaron a creer que había algo, cuando lo necesité de verdad y fui a buscarlo, solo encontré el vacío… quizá hube de buscar en otra parte…”, añadió reflexiva. Lo cierto, es que me faltó tiempo para aclararle que las cosas pasan cuándo y cómo pasan por algún motivo que se nos escapa, y que el dolor nos impide entender, y quizá la doctrina impresa en nuestro intelecto también nos ofusca la comprensión, sintiendo que ha desaparecido la base en que apoyábamos nuestros pies. Pero las cosas no son buenas o malas, sino que son como las captamos y las aprehendemos, incluso como las moldeamos nosotros mismos: buenas, malas… y hasta peores. No existe la enfermedad que se lo llevase por delante antes de lo que nosotros creemos que fue preciso, y eso, por el simple hecho de que nadie sabe nunca cuándo es preciso nada. No sabemos precisar lo preciso…

                La vida restante nos va poniendo ante nuestros ojos continuos ejemplos que no sabemos ver. Si acaso, llegamos a juzgarlos, pero no a interpretarlos. Lo vemos como sucesos, no como experiencias. La vara de medir los acontecimientos se torna larga o corta, según las circunstancias, y casi nunca nos parece justo… Por delante de mí desfilan padres achacosos que aún les viven a sus hijos. Y oigo a esos hijos hablar de sus cuitas: de que habrá que rehipotecar la casa para sufragar la residencia… de que hemos de trabajar los dos para poder vivir la familia y que eso lo condiciona todo… de que estos horarios de mierda no permiten cuidar a nuestros mayores… que ¿dónde leches tanto hablar de conciliación?.. de roces entre hermanos, cuñadas y cuñados, de quién apechuga o se hace más el tonto.

                Y va el viejo, o la vieja, y piensa para sí mismo, sin decírselo a nadie, ¿por qué puñeta no me he muerto en su preciso momento, antes de llegar a ser una carga?.. Y también hay quién piensa, y aún lo dice, porque tiene la sinceridad y honestidad de reconocerlo, como la magnífica columnista Luz Sánchez-Mellado, que, “al morirse tan pronto y tan rápido, más que una putada, mis padres nos hicieron el último regalo, el último favor de sus vidas. No los culpo. El amor nos hace egoístas, y a mí la primera. Porque cuando pienso en mis viejos, añoro lo que nos perdimos sus hijos y sus nietos, que es más y mejor que lo que se perdieron ellos. Nunca… jamás, estaremos contentos”.

                Pero es que también me faltó decirle a mi amiga, que ni siquiera estas cosas están en nuestras manos. De momento, al menos. Ni siquiera en nuestra voluntad consciente, salvo que forcemos el normal fluir de la naturaleza. Los que limpiamos la baba de la boca, y la caca del culo, y alimentamos cucharilla a cucharilla a nuestros hijos cuando nacieron y mientras crecieron, no queremos que ellos tengan que hacer lo mismo con nosotros, mientras decrecemos para morir. Mejor el tránsito se dé en su preciso momento, aunque se diga que no era el momento, o sea, antes de llegado el caso... Pero, ya digo, ni eso nos es concedido por el misterio de la vida. No nos es dado elegir. La vida y la muerte tiene sus propias normas, sus propias sendas que andar, y hemos de aceptarlas, nos gusten o no. E intentar ser consecuentes con lo que nos toca vivir de esa vida, dulce y amarga a la vez, y alternándose en el tiempo…

                Lo único que me cuesta trabajo entender, lo confieso, es el sufrimiento… Me esfuerzo en comprender un solo motivo que lo justifique, y no lo encuentro. Me veo negado para hallarlo.  Y, sin embargo, existe por algo, por alguna causa, por algún motivo, por alguna razón que apenas acierto a vislumbrar. Alegría y tristeza, dolor y gozo, vida y muerte, no son tres pares de cosas distintas entre sí, aparentemente opuestas, si no tres cosas solas… e incluso la tres son una sola, única e inseparable cosa. La unidad de toda vida. Cuando, en algún momento del mundo, de alguna ignota y eterna existencia, elegimos vivir, aceptamos el lote completo, como en un pack… En cuanto a lo de la fé, amiga mía, búscala en el paquete.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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sábado, 3 de octubre de 2020

EL ENGAÑO

 


Tengo ante mí la reproducción de un billete en el que reza: “La Caja Municipal pagará al portador la cantidad de cincuenta céntimos de Peseta.- Los Alcázares, 15 de Febrero de 1.937”, y está avalado por las firmas del Consejero (Concejal) Presidente, y del Consejero (Concejal) de Hacienda. El documento está encabezado por la República Española y el escudo de la misma… Cuando suele decirse – haciendo historia – que en el transcurso de nuestra guerra civil, muchos pueblos emitían su propia moneda, en realidad es una afirmación falsa. Lo que sí es cierto que emitían es su propio papel-moneda, que no es igual. Y no es igual porque la moneda seguía siendo la misma: la Peseta, no así su documento de papel-soporte, que representaba su valor según que sitio. De hecho, tanto la República, como la dictadura franquista, como después la monarquía parlamentaria, ya en la democracia, tuvieron la misma moneda. Otra cosa es el valor en según qué lugar, época o circunstancias, naturalmente…

                Porque éste es el misterio, el quid de la cuestión. Yo no sé hasta qué punto la economía es una ciencia, un arte, o una fé. Entre las tres cosas, yo cada vez me inclino más a pensar que es una cuestión de fé. La gente creemos que el dinero existe, y por lo tanto, funciona, pero nadie ve, ni cuenta, ni maneja el movimiento de su cartilla en billetes, solo en números, en cifras, en una matemática de sumas y restas que no parecen tener final, y en la que se multiplica incomprensiblemente y cambian de manos comprensiblemente, sin saber, nunca, jamás, la diferencia de fondo entre el precio de las cosas y el costo de las mismas. En realidad, más que un “El Banco de España (antes) pagará al portador...” es una especie de “vale por…”.

                Recuerden cómo, por qué, y en qué circunstancias se inventó la banca. El rey británico Jorge V tuvo enormes dificultades financieras para sufragar la guerra con sus colonias americanas, que al final terminó con su independencia., y, como todo monarca de la época, pidió prestado (en oro, claro) al judío más potente y que tenía más a mano, un tal Rockefeller - ¿les dice algo el nombre? – que estaba establecido en Gran Bretaña. Lo que pasó es que el jodío judío éste lo condicionó al siguiente trato: Le propuso al monarca que la corona no le pagara interés alguno, pero que, a cambio, le dejase emitir cinco veces el valor de la deuda en papel-préstamo para todos los gremios de productores, artesanos y comerciantes del reino, de ese modo – debió decirle más o menos – a ellos les servirá de ayuda en sus negocios para con sus proveedores y clientes, y serán sus vasallos los que paguen sobradamente la deuda de su Majestad… Y se obró el milagro: el dinero prestado se multiplicó por cinco, a costa de que el valor (que no el costo) que se le dio al papel-moneda influyó en el costo (que no el valor) de las cosas, quintuplicándose. El valor del oro inicial prestado se hizo cinco veces mayor, tan solo que con la “fé” del personal en el papel que representaba el valor del dinero… Et voilá el sombrero en donde se metió un gazapo y salieron cinco conejos…

                Y el mundo ha seguido funcionando según ese mismo modelo. El ilusionismo de la Bolsa no es otra cosa que eso. Existe un costo de salida, unas acciones que lanzan al mercado y se compran y se venden, y un valor que sube o baja según la oferta y la demanda, y/o una serie de conocidas estrategias y especulaciones que enriquecen o arruinan a los que invierten su dinero en ellas. El objetivo de las Bolsas es que sus índices no dejen de subir, aunque el valor-costo de las cosas no se ajuste a la realidad. El globo siempre es el mismo, aunque el aire que se insufla es cada día más, y el globo vá aumentando de tamaño exponencialmente… si el globo explota, pues ya saben, el valor real de la goma es lo que cuenta, y la diferencia la pagan los que han arriesgado en el globo, con todas las consecuencias añadidas al desastre… Y se produce una crisis económica, más o menos localizada, más o menos devastadora, que, en definitiva, pagamos entre todos. Pero sabido es el detalle que, si todos pidiéramos al mismo tiempo a nuestros bancos nuestros dineros, en cuenta o invertidos, en ellos, ese dinero no estaría disponible. En una palabra, no existiría…

                Y toda esta “ciencia” es tan complicada como sencilla a la vez… Existe aquella historia del viajero que, al pasar con su coche por un pueblecito de aspecto agradable, se detiene y piensa en la posibilidad de descansar allí un par de días o tres., así que entra al único hotel del lugar, diciéndole al gerente: “voy a dar una vuelta por ahí, y si me gusta, paso un tiempo aquí antes de seguir camino. Mientras lo decido, le dejo, en prenda, un billete de 100 euros”… El dueño, a pesar de la advertencia, corrió a pagar al carnicero, que le debía eso mismo; el carnicero saltó rápido a pagar al panadero; el cual hizo lo propio con el carpintero; éste lo mismo con el mecánico; y éste al albañil que, a su vez saldó su deuda con el pintor, éste a la madame de la casa de… y como las damas ejercían el oficio en el hotel, se lo abonó al propietario del establecimiento. Cuando llegó el viajero, dijo que había pensado seguir su camino, retirando sus 100 euros de fianza. Pero éste billete había solucionado una deuda global de 800 euros saldando las de 8 empresas de ese mismo pueblo, volviendo al primer depositario que lo pudo devolver al dueño original… Si pensamos en el caso del judío Rockefeller con el rey Jorge, fue el prestamista el que, dejando por la mañana el billete de 100 en el mercado de trabajo, al final del día pasó a recoger 800. Esa es la “pequeña” y manipulada diferencia, vuecencia…

                Un axioma bíblico enseña (enseñaba, al menos) que el dinero es la perdición de la humanidad, y que lo inventó el diablo para tener cogido al personal por los güitos (léase intereses), pero que el demonio que lo ideó fue porque, sin exponer nada, se lo llevaba todo… Solo vende una ilusión, un supuesto, un valor no real, pero es el dueño absoluto de los frutos de nuestro trabajo…Y así fué el Señor de este Mundo, dicen las sagradas escrituras. Pues mire por dónde, vá a resultar que es verdad… 

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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