DOS PILOTOS
Hace
muy poco que hemos recibido el Informe de Lectura previo que, la Editorial
Planeta, bajo el sello Universo de las Letras, ha hecho del libro El Teniente
Galindo – Biografía Autorizada de un Piloto de la República – de próxima
edición, y que, sobre la peripecia vital, e histórica, de mi padre como Aviador
de la República Española, hemos escrito al alimón entre mi hermano y yo. Sirva
esta nota para mantenerles atentos a su ya cercana aparición… No quiero pecar
de falsa modestia, así que, sin transcribirles ningún halagador párrafo de tal
Informe, sí que puedo decirles que califica el libro… digamos que como muy
interesante y recomendable, lo cual, sonrojo aparte, me anima a tratar de
empezar a “vendérselo” a ustedes, si me permiten el atrevimiento de tomarme tal
libertad.
Pero el hecho de que esta semana
dedique mi artículo a la “memoria de dos guerras” de mi padre como piloto de la
Aviación Republicana (no puedo evadirme a ello) es porque también se cumplen
120 años del nacimiento de Saint-Exúpery, afamado escritor, autor del conocido
El Principito, aviador como mi padre, y que voló los mismos aviones que él,
como pudieron ser aquellos legendarios Breguet-14, cuando cumplía servicio en
la aeropostal francesa en el norte de África, casi que en los mismos años en
que el Teniente Galindo se aprestaba a vivir, o a sufrir, su intensa aventura
en los cielos españoles… aunque los cielos no tengan más patria que sus propias
nubes, su propio éter, y solo pertenezcan a aquellos que, como ellos, se
atrevían a conquistar, o ser conquistados, por sus infinitos grises y azules...
Saint-Exúpery, como mi padre, también
se estrelló con su avión. Él en el desierto de Libia, un episodio que refleja
en su Principito, y el Teniente Galindo fue derribado sobre la sierra de
Guadarrama en acción de guerra. Ambos sobrevivieron para poder contar sus
experiencias a quiénes quisieran escucharlos, o leerlos, en el tiempo, y en las
historias que dan vida a la Historia. Existen ciertos paralelismos entre ambos:
El primero, explorador, aviador y aventurero, contó su vida como un reto; el
segundo, luchador, aviador y militar, contó su vida como un proyecto frustrado…
El primero discutía al propio De Gaulle cómo luchar contra los nazis, y los
combatió; el segundo, discutía consigo mismo cómo superar a los franceses y
sobrevivir a los nazis, y lo consiguió… El primero, tras su último vuelo en sus
años finales, se convirtió en un hombre depresivo; el segundo, tras su último
vuelo, y en tiempo de derrota y exilio, se convirtió en un superviviente a base
de puro coraje y determinación, en un hombre nuevo…
Una frase característica de
Saint-Exúpery extraída de sus obras, canta más que cuenta: “Apoyado en el
avión averiado, delante de aquella curva de arena, de aquella flexión del
horizonte, velaba sus amores, como un pastor…”. Mi padre también veló sus
amores, de chiquillo, siendo pastor de un hato de cabras, y sus amores eran las
dunas del cielo y las alas que las surcaban, y su curva de arena, donde
embarrancaban sus sueños, aquel lentiscar cercano y hermano que le susurraba
frágiles poesías hechas de aire… Dice más adelante: “habíamos luchado,
habíamos sufrido, habíamos amado, habíamos jugado a cara o cruz con la muerte”.
No se puede poner ni quitar una sola palabra, ni una letra fuera de su sitio,
ni una coma, a lo vivido por el Teniente Galindo en el viaje y en el regreso a
su Ítaca… Y prosigue: “nadie llegará nunca al conocimiento de una sola alma
de hombre. Hay un paisaje interior de llamadas olvidadas, de quebradas de
silencio, de pesadas montañas, de jardines secretos…”. Cierto,
inmaculadamente cierto, la odisea de mi padre arranca y encierra el
conocimiento de muchas almas de muchos hombres que vivieron su misma y sufrida
vivencia, hay muchos paisajes de quebradas, montañas inaccesibles e
inasequibles, y de jardines personales. Es lo que se da en una guerra, o, como mi padre, en dos guerras… Y termina: “¿Una
aventura?.. no queda más que el regusto en la boca y cierta acidez de la carne…”.
…¿Una aventura, una desventura,
quizá ambas cosas?, ¿o acaso ninguna de las dos porque solo es experiencia?..
Antoine de Saint Exúpery fue un gran aventurero, cruzó océanos y desiertos,
liberó a otros pilotos retenidos por los tuaregs, rescató a gente en los Andes,
en unos aviones absolutamente frágiles e inseguros. Nada que ver con el
Teniente Galindo, tremendamente leal con sus ideas, militar convencido, aviador
entregado, disciplinado consigo mismo hasta las últimas consecuencias de perder
y pagar por una guerra que nunca persiguió y jamás quiso… Pero ambos tienen en
común, intuyo, un alma entregada y generosa, y unos ideales fuertes puestos a
volar entre unas alas ligeras y sobre una realidad quebradiza. Fueron
contemporáneos, aunque nunca se cruzaron ni conocieron, fueron camaradas aunque
jamás lo supieron… Tal y como ellos. Tal y como tantos otros.
No reclamo en este artículo de
hoy unos laureles para nadie, ni quiero aprovecharme de un reconocido y famoso
autor, mundialmente leído, para resaltar la figura del Teniente Galindo. No es
eso. Lo único que deseo hacer notar es que existen, o han existido, seres humanos,
muchos, aún desconocidos, a los que su propio destino, a través de su personal
y particular historia, los ha llevado a, participando directamente en la
Historia, terminar formando parte de la propia Historia.
“…No me dejéis tan triste.
Escribidme enseguida. Decidme que el principito ha vuelto”… El Principito,
todos los principitos del mundo, siempre vuelven. Han de dejar escrita su
historia. Deben escribir la Historia.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ - http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
Todos
los viernes, a las 10,30 hh. en http://www.radiotorrepacheco.es/ (87.7 f.fm.) programa especial
con este artículo, que queda grabado a disposición de Vds. En YouTube
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