Datos personales

Mi foto
TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

martes, 30 de agosto de 2016

EGOS

El yo es redondo como un bollo. Rula y se hincha proporcionalmente a los impulsos externos recibidos. En todas las ocupaciones en las que interviene el “amado” público, y, por lo tanto, su “incondicional” apoyo, o aplauso, o, sobretodo, su babosa sumisión, como es el caso de los artistas, deportistas, autores de éxito, profesionales relevantes, y, por encima de todo, políticos, los yoes suelen ser descomunalmente anormales. De hecho, hay egos que convierten a los seres humanos que habitan en sus esclavos. Han de ser alimentados continuamente, como los ya tiránicos e insaciables yoes que son. Muchos dependen de sus egos, mantienen su ritmo de vida y llenan sus copiosos platos vendiendo a su yo en reportajes contínuos de la prensa idiota para idiotizados idiotas, que los pagan… Los consumen multitud de minúsculos yoes empequeñecidos que solo saben verse en el espejo de otros yoes divinizados por ellos mismos. Son los yoes enanos que se miran en los yoes que ellos han agigantado. 

                Porque, lo cierto y verdad es que todos tenemos un yo montado en la chepa de cada alma. Y en la inmensa mayoría, esos egos vienen a ser como la ropa del niño pobre, que casi nunca la viste a su medida. O bien le viene grande, o bien le queda pequeña. Lo normal es que, cuando uno se viste con su yo, casi siempre vaya hecho una facha. Y eso pasa porque confundimos lo que nos viste con lo vestido, lo que somos con lo que nos refleja. Confundimos la ropa con el espejo, los valores con los egos, con los yoes… Y lo hacemos justo al revés de como deberíamos, esto es, nos vestimos de espejo y nos miramos en nuestra ropa, que es lo que ven los demás, la ropa que llevamos puesta… Pero lo cierto es que hemos de mantener un cierto equilibrio entre ambos, y ver con qué valores alimentamos nuestro yo para que ese yo no nos coma… ni se nos quede grande, ni pequeño…

                Yo estoy seguro que mi ego me conoce más y mejor que yo lo conozco a él. Lo que pasa es que no lo sé. No solemos darnos cuenta de ello, no somos conscientes. De ahí la sutileza del yo o de la persona que lo lleva… o mejor dicho, del yo que lleva a la persona. Moisés se topó con un pequeño incendio que le largó aquello del “yo soy el que soy”, o yo soy “quién” soy, que viene a ser lo que es. No le dijo yo soy “lo” que soy. Eso es lo que parecen decir muchos de los que se ven admirados por los yoes muertos de hambre. Que van proclamando yo soy un fenómeno, un artista, un genio, una celebridad, un esto o un aquello, pero no se preguntan a sí mismos “quienes” en realidad son. Y eso es, ya lo he dicho antes, porque le preguntan a su ego, pero no se preguntan a sí mismos.

                Dirán que hoy me ha dado por un artículo moralista, pero no, qué vá… de hecho es un artículo realista. Es lo que vemos cada día en los periódicos, en la televisión, en las calles… Vemos grandes hombres con unos egos pequeños, desapercibidos, como vemos hombres pequeños con unos egos enormes, que se perciben solos. En medio de ellos estamos el gran resto, que nos movemos en nuestra medianidad entre una infinidad de tallas de egos, y nos debatimos entre el sobresalir de lo mediocre y el mantenerse en lo discreto. En esto pasa como con el estilo, o con la elegancia, que cuanto más se tiene, menos se nota. 

                Nadie está capacitado para medir su propio yo. Todos somos demasiados subjetivos para poder hacerlo. Desconfiad de los que osan calificarse a sí mismos, de los que dicen “yo me conozco”, pues sufren de falsedad objetiva. Necesariamente. Tan solo podemos calibrar la medida del ego ajeno por sus poses, por sus palabras, por sus hechos. La clase política es un capítulo muy ilustrativo de ello. Cuando uno compara su agresividad en venderse a sí mismo con su inexistente capacidad para sacrificarse a sí mismo, cuando uno ve el alto auto-aprecio de su propia figura, la prepotencia y la soberbia de sus juicios y de sus actos, y la nula posibilidad de saberse equivocados, se está oyendo la voz de sus egos por encima de su propia voz. Dicen que obedecen al pueblo, pero no hacen lo que el pueblo quiere, si no lo que le dictan sus egos.


                Pero no me malinterpreten… No es que el yo sea malo. Es  malo el yo sobrevalorado, el ego que sobrepasa su propia medida. El mal yo es el que te hace luchar para obtener lo mejor, el buen yo es el que se limita a hacerte mejor. Tan solo es cuestión de alimentarlos bien y educarlos mejor. Como a los buenos perros.

martes, 23 de agosto de 2016

VIEJOS

Viejo es una palabra desterrada cuando nos referimos a nosotros mismos. Vieja es la ropa – decimos – las cosas que usamos o los animales con que nos acompañamos, pero nosotros, no. En absoluto. Es, incluso, de mal tono reconocernos como tales… Si vemos una esquela de un colega setentitero, siempre comentamos eso de “joer, aún era joven…”. Que la diña de ochentitero, soltamos lo de “bueno… era un poco mayor, pero no tanto”, y solo cuando pasa la marca de los noventa, empezamos a reconocer que, “claro, ya con esa edad…”, y no digamos cercano a la centena, “ya le tocaba…”. Pero nos sigue costando colocarnos la etiqueta de viejos. 

                Es que no lo somos, me contestarán la mayoría. Si acaso, mayores, pero nunca, jamás, viejos… y lo de mayores, con cautelas… Pero, preguntadle a un joven, o mejor, a un niño, qué somos. El joven aún puede mentir, de hecho está aprendiendo a ello, pero un niño, todavía no sabe hacerlo. Preguntad a un niño si somos jóvenes o viejos, pero sin advertirles previamente (no nos hagamos trampas) y escuchad con los ojos del corazón qué contesta el niño… Pero, claro, naturalmente, nosotros no nos sentimos viejos, faltaría más… Además, lo estamos demostrando en nuestra vida diaria, en nuestros viajes del inserso, en nuestras ropas y nuestros afeites para apegarnos a lo joven… en nuestros disimulos y fingimientos y, a veces, con nuestros lastimosos comportamientos… Y la verdad, la única verdad, no es que seamos, o no seamos, viejos, si no que no queremos ser viejos. De hecho, lo consideramos indigno y de mal gusto.

                Aunque así no lo sea, en realidad. El ser viejo, o mayor, es estar gastados, usados por la vida, por las experiencias, y eso es inevitable aún por mucho que nos esforcemos en simular lo contrario… Es cierto, muy cierto, que la edad mental no tiene porqué corresponderse con la corporal. Conozco viejos como yo con una apertura de mente que ya quisieran muchos veinteañeros. Pero eso, ni le quita años, ni le añade atractivo al físico. El que las jovencitas luzcan minishorts, monokinis o monoloquesea, resulta refrescantemente natural, pero que se lo encasqueten sexagenarias resulta artificialmente patético. Y no es que sea eso tampoco…

                Hemos pasado del extremo de enlutarnos vivos y abandonarnos a la más triste decadencia una vez cumplidos los cincuenta, al otro de querer vivir una segunda juventud importada e impostada, que no nos corresponde, hasta pasados los ochenta. Y ambos extremos son falsos. Existe, pasada ya la juventud, una edad para la madurez, preparatoria a la senectud, que debemos vivirla y experimentarla con toda la inmensa dignidad que le corresponde. Y aportarlo a la sociedad. Pero eso no es el querer regresar a una fase que ya hemos pasado, imitando modernas versiones o rescatando antiguas poses disfrazándonos de jóvenes. Eso es que ni siquiera es inteligente…

                Un familiar mío me decía que se nos iban cayendo ladrillos de al lado, con los que formamos pared. Es cierto. Cada vez clareamos más, aunque no queramos verlo. En cualquier momento, ojalá y tarde mucho, que no será demasiado, nos tocará a nosotros dejar el hueco en la pared para otros, y esto debería bastar para ser un aviso tan prudente como contundente, y tan claro e inevitable de que en esta fase, aún de plenitud creadora, no debemos repetir la versión de nosotros mismos que ya es pasado y que ya no nos corresponde, porque ya la vivimos en su momento. Y ya se sabe que nunca segundas partes fueron buenas.


                Sí… entiendo que este artículo no va a ser muy bien recibido por una parte de mis coetáneos. Quizá no he sabido explicar bien mi concepto del tema. O quizá es que lo he explicado demasiado crudamente. Pero somos lo que somos, y ya no somos lo que fuimos. Si siempre queremos ser jóvenes, ¿Cuándo vamos a ser mayores?.. o viejos, que yo no me avergüenzo de la etiqueta. Hay un tiempo para ser niños, un tiempo para ser jóvenes, un tiempo para asumir la plenitud y la dignidad de la vejez… Con la columna de hoy quiero reivindicar ese espacio que, por tan mal comprendido, hemos llegado a avergonzarnos de él… sin darnos apenas cuenta que, en realidad, nos estamos avergonzando de nosotros mismos.

martes, 16 de agosto de 2016

EL MIEDO

Los que no somos, ni sentimos, ni pensamos, como la inmensa mayoría de la gente, solo tenemos dos caminos: o nos adocenamos o nos excluimos. Si hacemos lo primero, nos traicionamos a nosotros mismos, nos negamos, y acabaremos por prostituir cuanto somos, aunque seamos una puñetera conperdón. Si hacemos lo segundo, se nos aislará, nuestro entorno nos rechazará, y siempre, siempre, siempre, que surja alguna discusión, se nos señalará como el culpable de la misma. La razón es simple y sencilla: nuestra opinión molesta al común del personal, o, al menos, resulta terriblemente incómoda. Así que si eres así, y quieres ser fiel a ti mismo, lo mejor es que te sitúes al margen. El ejercicio te llevará a la costumbre. Al final, el general será benigno contigo y te etiquetará, pero como estamos en una sociedad civilizada, tan solo serás “un raro”. Nada más que eso.
 
                En otros tiempos más asalvajados e intolerantes, te habrían dado matute, o siendo piadosos, te hubieran expulsado de la tribu, condenándote al destierro. A mí me hace maldita gracia cuando alguien te dice aquello de “yo soy así, no lo puedo evitar, así que o me tomas o me dejas”, pero a ti no te permiten decir lo mismo, no sé si me explico… O que exijan respeto para las ideas del montón, cuando ni el montón, ni quien lo dice, respeta las tuyas… No, no es fácil ser albino en un mundo de negros.

                En definitiva, es un poco, o un mucho, como el mito de la caverna, de Platón. Pero fíjense que, paradójicamente, este hilo conductor del pensamiento nos lleva a un fenómeno muy distinto, si no opuesto: el terrorismo. El modelo de terrorismo actual supone el mayor peligro para un estilo de vida (las democracias) basado en el respeto, la tolerancia y las libertades personales. Precisamente, oye, qué casualidad. Amparados en estas prerrogativas, los terroristas y temibles agentes solitarios del caos, no las utilizan para cambiar esta sociedad, si no para destruirla. Para asesinarla. Y a ese régimen nuestro, abierto a los derechos humanos, le resulta tremendamente difícil combatir tal amenaza sin sacrificar tal estatus, o parte de él, de derechos y libertades. Se tiene que ir convirtiendo en un régimen que controle a la ciudadanía con medidas dictatoriales. Y de ahí precisamente, y no por casualidad, el auge de los nazismos y de los populismos de derecha extrema. Y lo tristemente irónico, es que son los propios ciudadanos los que los votan.

                Y en este punto, ni esos mismos ciudadanos parecen darse cuenta que, una vez regalado ese poder, se apoderarían de él, lo secuestrarían, y ya jamás lo devolverán al pueblo, su legítimo dueño. Y ni los descerebrados terroristas se dan cuenta tampoco que ya han comenzado a matar a la democracia, y están resucitando a un monstruo que, no solo acabará con ellos, si no que los sustituirá… si bien, eso sí, lo hará desde el poder constituído, no desde acciones suicidas e incontroladas. Pero tanto el terrorismo de estado como el terrorismo urbano, es solo terrorismo. Nadie lo dude.

                ¿Qué por qué he justificado aquí dos temas aparentemente dispares e inconexos?.. Pues, la verdad, no lo sé, qué quieren que les diga. Ni yo mismo entiendo el por qué una cosa me ha llevado a la otra… Asociación de ideas, porque un pensamiento lleva a otro… quién sabe. Quizá sea por el contraste que supone la firmeza y la seguridad con que el clan cavernario margina al “raro”, y la fragilidad que, como igual clan, muestra con el loco sanguinario y marginal… Quizá porque es juez, si no verdugo, con los unos, y víctima desvalida con los otros… Quizá, no sé, porque unos seamos terroristas de ideas y los otros de vidas humanas… Ya digo, tampoco me hagan mucho caso.


                Pero lo que sí creo es que la sociedad, el clan, la tribu, puede ser víctima de sí misma. Cuarenta años de dictadura y cuarenta de democracia – digamos semidemocracia – es una experiencia de la que merece la pena sacar conclusiones. No nos conformemos con las menos malas porque se pueden convertir en las mucho peores… Y el miedo, siempre, siempre, ha sido muy mal consejero.

martes, 9 de agosto de 2016

POST HUMANISMO

                José Luís Cordeiro tiene nombre de gallego, pero es británico. Científico, ingeniero y socio fundador de la Universidad de la Silicon Valley, es perfecto conocedor, y espectador de primera fila, de los avances que se están desarrollando allí, en la meca de la tecnología biológica y biónica. Y no tiene ningún empacho en ponerle fecha al Stop a la muerte, e incluso a la marcha atrás o rejuvenecimiento: año 2.050, aproximadamente… Yo he sacado cuentas y me va a pillar por los cien años, así que no me lo voy a pensar mucho y voy a pasar de eso. Apuntalar a un viejo de un siglo me parece una chapuza, aunque ese viejo sea yo. Mejor me largo de aquí cuando el cacharro orgánico ya no funcione con la mínima dignidad… Entonces, diré Good By, no sé si nos veremos, pero ahí os quedáis…


                Este hombre asegura firmemente que “los robots no heredarán la tierra”, y lo aclara con toda su seguridad, “…pues los robots seremos nosotros”… Incluso se atreve a afirmar, con la misma rotundidad, plazos que están a la vuelta de la esquina: “en 2.029 el ser humano no sabrá si está hablando con un igual o con una máquina”. Estamos tratando de aquí a trece años, joer… que un servidor, si un susto no lo remedia antes, tendrá ochenta y pocos tacos, y ya me dice este tío que me pueden convertir en un medio robockop, entrando en un taller de recambios y cambiándome piezas biológicas gastadas por biónicas nuevas… De hecho, en apenas una jodida década, el conocido test de Allan Tousing comenzará a hacerse realidad, y el personal podrá estar permanentemente conectado a Internet sin aparataje complementario, directamente desde el propio cerebro… Alucinante… ¿Se imaginan a millones de seres alucinados por las calles y plazas de las ciudades, buscando Pokémon´s que solo existen en su trastornada y trastocada cabeza?..

                No hace mucho, les escribía yo sobre una bacteria que es eterna, y que está localizada en Siberia, ¿se acuerdan?.. Hoy les digo que también existen células inmortales. Son las células germinales, las del Hela, las de los propios cánceres, células que no envejecen. Es trágicamente curioso, pero es una realidad comprobada. La enfermedad más mortal que existe encierra el germen de la inmortalidad. Y esto está demostrado. Desde 1.951 concretamente. Lo que pasa es que a estas investigaciones biológicas se les están adelantando en la carrera científica las investigaciones biónicas. Ésta segundas son las que se desarrollan en Silicon Valley, California, y todo apunta con casi absoluta certeza al advenimiento de una inteligencia artificial que dará paso a un “posthumanismo”. Lo que pasa, una vez llegados a este punto, es que Cordeiro prefiere hablar de “transhumanismo”, una nueva filosofía donde la ciencia y la tecnología se combinen ambas, “fusionándose” con el ser humano, a fin de desterrar sus limitaciones, y elevarlo a un estadio superior… a “la muerte de la muerte”, como a él le gusta repetir… Y puede prometer y promete que, dentro de unos treinta años, empezarán a ocurrir estas maravillas.

                Incluso el hecho de hablar, que, en opinión de este profesor, se trata de una capacidad primitiva, está convencido que en el futuro más inmediato se irá perdiendo, siendo sustituído por un sistema telepático y directo, gracias a los avances tecnológicos… “como si de magia se tratara…” asevera el gachó… Y todo eso suena pero que muy bien. Pero tengo un par de ídem en mi ya menguado caletre del que sé que ya no se va a beneficiar de tales adelantos. Un pero es cómo leches se va a mantener una humanidad donde ya no muera casi nadie, y dónde están esos recursos económicos con que hacerle frente… ¿Qué se va a hacer?.. ¿una obsolescencia programada, como en las bombillas?.. Habrá que ir pensándolo, si no se tiene ya pensado, que es lo que yo me barrunto… Y el otro pero es todo ese inmenso poder instalado en cerebros que aún no han pasado el estadio evolutivo del gregarismo, la estupidez, la insolidaridad, el egoísmo, la maldad, o la incultura inculcada… ¿a qué nos llevará?.. Está visto que la ciencia y la técnica corren más que la educación y la formación, así que…


                Por eso mismo que, bien pensado, creo que me reafirmo en lo del principio. Aunque la Seguridad Social me cubra todo eso, que ni loco me lo creo, pero aunque así fuese, un servidor iba a rehusar. Me apeo del garito. No me gustaría vivir en un mundo eternamente idiota. Desde ya mismo, y sirva el presente como acta de mi firme decisión que aquí mismo firmo y confirmo. Presento mi dimisión formal a semejante cosa.-

lunes, 1 de agosto de 2016

GENIOS

                Es como uno de esos milagros que se dan en los sitios que menos los merecen. Como es el caso de España, donde solo prima el fútbol, las fiestas y los realitys shows, y donde se trata a la investigación, al desarrollo y a la cultura, a patadas… mejor dicho, a coces, que es lo que más facultados estamos para dar.- Es catedrático de Bioquímica, genetista y especialista en biología molecular, nacido en Sabiñánigo, Huesca, y desarrolla su alucinante trabajo en un edificio anexo a la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo. Y se llama Carlos López Ortín… Por supuesto, es mundialmente conocido, menos… claro, ya lo he dicho antes, menos aquí. Tampoco sale en la prensa, ni en los telediarios, ni en los cada vez más escasos programas divulgativos. Solo sale en la revistas  Science, y en la Nature, naturalmente..
 
                Y es que su trabajo se basa en recocer en su retorta cuasi que nada menos que la inmortalidad humana. Así, como suena. Y digo cuasi, porque, según sus propias palabras, el hombre no está diseñado para ser inmortal, pero sí que podemos vencer el cáncer y todas las enfermedades mortales, retrasar aún bastante más la vejez, y vivir en salud, dignidad y plenitud nuestra muy larga vida. Todo está en el genoma. De hecho, en EE.UU., el genoma secuencial o descifrado es ya casi que un regalo de cumpleaños, dice… Por mil euros puedes obtener un genoma secuenciado donde está escrito tu futuro físico y orgánico. Es como si te leyeran la buenaventura molecular, o algo así… Asegura que el ser humano no está hecho de polvo de estrellas, como poéticamente se aventuraba, si no que más bien somos el sueño de una bacteria que, hace 3.500 millones de años, en una charca africana primigenia, decidió dividirse en dos (¿Adán y Eva, o solo Adn partido y compartido?) y luego asociarse en células, haciendo, en el devenir de los tiempos, las personas que somos hoy.

                Ahí es nada. La inmortalidad ya existe, y reside en una bacteria siberiana. Pero la eterna juventud, o sea, morir de requeteviejo manteniéndose joven, es posible. Los estudios que él desarrolla, junto a los de clonación terapéutica de tejidos, que lleva en ristre el japonés Yamanaka, podrá hacerse efectivo en un futuro más bien próximo, a través de especialistas en ciernes, como asesores genéticos, cirujanos genómicos, ingenieros físicos… Este hombre, discreto sirviente de los dioses, que caprichosamente han aparecido a su través en un país de diletantes payasos de circo, no es en absoluto un aficionado a elucubraciones fantásticas. “Yo no invento nada”, afirma tímido, “tan solo voy descubriendo, torpemente, lo que ya está inventado”.

                Es el misterio de la vida. Y la vida es lo más viejo de la creación, lo que pasa es que está cubierto de un velo que se resiste a las mentes lerdas y espesas. Solo se muestra a los humildes y dedicados. Y el investigador español dá sobradas muestras de ser ambas cosas, a través del que lo entrevista… No somos más que un inmenso saco de bacterias asociadas en células, y éstas confederadas en tejidos orgánicos, vivos y vivientes… “Lo que pasa en el ser humano, es que, además, son pensantes”… confiesa.

                …Y ahí se queda, como suspendido, en lo de que somos seres constituídos como pensantes… ¿Está usted seguro de eso, maese Carlos?. Yo creo, y pido un millón de disculpas por mi atrevimiento, que somos más sintientes que pensantes. Sentimos mucho, pero pensamos poco. Y, si acaso, solo pensamos a través de los sentimientos, no sé si me explico… Analícelo usted que sabe, ande, porfa… siento, luego pienso. Descartes no estuvo muy fino. Mire, comento esta maravilla dónde y cuándo menos se debe: chutándome una dosis de cafeína haciendo barra de bar… una imperdonable herejía, me confieso culpable. El comentario de un parroquiano adosado, que me escucha a través de los delgados tabiques de estos lugares, es “anda, coño, podremos tener a Messi metiendo goles hasta los cientypico d´años”, poniendo los ojos como bolas de billar… “Sí – le contesto – y robando a los españoles de sus impuestos”“Hace pero que mú bien, pá eso es un genio”, me dispara a bocajarro.


                Así que… ¿es usted un genio, señor López?.. ¿y paga sus impuestos?.. ¿Quién tiene más mérito, usted o la pulga bendita?.. ¿quién, pues, debe tener bula eterna?.. No me vaya a comparar lo que usted hace con sus alambiques y sus probetas con lo que Leo hace con sus pies y sus piernas… Joer, es que, a poco que se piense…