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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

viernes, 28 de marzo de 2014

FÚTBOL PARTY

En la época de la dictadura, cuando se oía la palabra partido fuera de contexto, o sea, fuera de fin de semana, en un velador de cafetín y en voz baja, la imaginación volaba al comunista y a Radio Intercontinental, que transmitía desde la cara de afuera los Pirineos. Pero si se oía en el tramo sábado-domingo, y en toda barra de bar y en todas las emisoras de la parte dentro los Pirineos, entonces era uno de fútbol a la voz en grito de Matías Prats. No había peligro. La gente podía solazarse sin problemas con cualquier partido. Siendo de fútbol todos estaban legalizados, y permitidos, y garantizados, incluso aconsejados, y patrocinados…
 
                Ha pasado más de medio siglo de ello, y parece haber transcurrido medio milenio. Pero hay cosas que no cambian nada. Como hay cosas que cambian poco. O cambian lo justo. El escenario en que se desarrolla el deporte, o el negocio, o el sorbesesos, o lo que fuere este invento, ha cambiado mucho. Los decorados mohosos y ominosos, cerrados y temerosos de antaño han trocado por otros claros y luminosos, abiertos y libres de hoy. La gente ya no respira miedo ni recelo, si no que exuda seguridad y confianza. Sin embargo, el fútbol como estamento sigue siendo igual. Y los motivos oscuros y escondidos siguen siendo los mismos.

                Sobre el ajedrez de hierba sigue representándose el mismo drama épico, e igual sigue desarrollándose la misma dialéctica de antaño: once pseudocaballeros con aureolas de héores que defienden los colores del pañuelo de una dama de espurios intereses, contra otros tantos que hacen lo propio. Sin embargo, en la realidad son 22 mercenarios de distintas leches cuyos únicos ideales bastardos son los intereses de sus propios bolsillos, sus gordas primas y sus lustrosos fichajes. Hoy en un equipo, mañana en el de enfrente. Pero algo tan obvio suele pasarse por alto porque, en realidad, la auténtica filosofía del espectáculo no reside en los peones vestidos de dioses que se venden al mejor postor, como puede aparentar tal teatro, si no en la masa ciega, en el pópulus, en un público-gente-agente, que más que espectador, es expectador.

                Porque este gran, enorme, desaforado coro, posee un importante aspecto dionisíaco: el de catalizador de cuanto une a la tribu. En ese circo, toda irracionalidad tiene su magnus marcus, y encuentra su máximo exponente. Allí, el dios Dionisos se alza y exige el sacrificio ritual de la exaltación. Allí caben los rebuznos patrióticos y patrioteros, los rostros pintados con los colores tribales, toda la parafernalia del clan, las banderas de los integrismos nacionales o nacionalistas, puesto que, en esencia, es lo mismo. Allí se puede fundir la peor representación de lo político y lo deportivo en un magma donde hervimos convirtiéndonos en objetos altamente manipulables y dirigidos a determinados objetivos.

                Pero los objetivos siempre están determinados por agentes ajenos a los objetos, no nos engañemos nosotros mismos ni nos engañe nadie… ¡¡Gol!!. El mercenario que ha marcado se besa el anillo, se chupa el pulgar, se estira el escudo de la camiseta, o baila una samba, pero es solo su nómina la que sale ganando. Sin embargo, la grada cree en su cretina excitación que el triunfo es el de su ciudad, o el de su país, su nación, y ellos con ella, ganando loor y gloria, o que el honor y la grandeza, o la venganza, es la de su terruño, su patio o su corrala independentista… Y que nuestra gloria y la de nuestro grandioso pueblo está dentro de tres palos de enfrente.


                Y nos volvemos henchidos de triunfo entre cánticos, himnos y semoslosmejores a nuestro hogar, donde nos esperan exactamente las mismas miserias, problemas y dificultades de antes de la victoria… Pero, claro, esa semana seremos estúpidamente felices. Mientras, hay partidos que se mimetizan de otros partidos, y el ordeñe de las gozosas ovejas sigue produciéndose continuamente, ininterrumpidamente, por tierra mar y aire, en prensa, radio y tele… de cada partido de los partidos.

lunes, 24 de marzo de 2014

CONCORDATO

“Los contenidos de la futura ley del aborto no son negociables”. Punto pelota, y bota. Esta frase no es que la haya soltado un ministro, que puede que también, ni un director general de la cosa. No… Es de José Mª Gil Tamayo, secretario general de la Conferencia Episcopal Española. Y yo me pregunto: ¿quién manda entonces aquí?... Porque ya ni se disimula lo más mínimo. Está claro que el clero. Mandan los obispos, visto lo visto. El estado propone y la iglesia dispone. La manera de expresar su posición indica que antes que Gallardón actuase de escribano mayor hubo negociación gobierno-ecclesiam. Las formas lo delatan.



                Pero la culpa, culpita, doña Pitita, no es de los besaescapularios de turno, por supuesto, si no de los que les han entregado lo que no es de ellos. De los González y Zapateros a los que les faltaron los arrestos necesarios para devolver el Concordato con la Santa Sede a donde realmente corresponde: a la edad media. No exijamos pues esta clase de responsabilidades a quienes no las tienen por naturaleza, si no a los que tuvieron la obligación de poner las cosas en su sitio y se arrugaron como higos. Esos son los verdaderos culpables de la situación. Los que se traicionaron a sí mismos, porque, en el fondo, creían en el infierno…

                Porque es ese acuerdo con el Vaticano lo que permite que los prelados, súbditos espirituales de un estado foráneo al fín y al cabo, mantengan una posición de poder y de injerencia desmesurada, intolerable en un país cuya Constitución reza que es aconfesional. Algo que ninguna nación avanzada, europea ni democrática, permite, y que aquí nos las tengamos que tragar como cuando Fernando VII con su Pepa.

                Y todo viene de aquel franco caudillaje, en que el generalísimo restauró el acuerdo medieval que la república había dejado fuera como estado moderno, con el fin de, a cambio de permitir que la curia metiera sus narices en asuntos civiles que no eran, ni son, de su incumbencia, el dictador pudiera nombrar a dedo a parte de los obispos arribaspañas, pasearse bajo palio codo a codo con el Santísimo, y tener el brazo incorrupto de Santa Teresa como zarandilla la vieja.

                Y, sin embargo, y a pesar de aquellos papeles que el señor Paco re-firmó en 1.953, el del Ferrol no dejó en ningún momento que los sotanillas, por muy brazonaltos que fueran, le mojaran la oreja ni metieran baza en lo que no debían. El envalentonamiento episcopal de hoy, hasta el punto de inmiscuirse en asuntos parlamentarios y públicos, y permitirse indicar lo que puede ser o no lícito discutir en las cámaras, no ocurrió con el del sable. Ni mucho menos. Un ejemplo elemental y doméstico: el de los matrimonios.

                Cuando alguien se casaba, no podía ser mas que a través de la iglesia, naturalmente, pero ojo al dato: antes de ir a la vicaría debía pasarse por el Registro Civil y hacerlo como debe ser, lo que convirtió  el casarse POR la iglesia a casarse EN la iglesia, burlándole el invento a los purpurados, aunque la apariencia siguiera siendo la misma ante la ignorancia de los contrayentes. Luego, se mandaba a un oficial del Registro a la Santa María de turno a ver si era verdad que se ponían delante del cura, y entonces, con las bendiciones de ambos, se les entregaba un Libro de Familia que, sin él, no había hotel ni pensión alguna que les abriera las puertas donde consumar. Hoy es al revés. Primero te pones delante del páter, y luego, con el acta que él de dé, te pasas por donde el Registro a que te inscriban, ya que su acta, y no al contrario, es la que vá a misa. Lo único de sentido común es que la gente puede elegir entre una sotana y una toga, faltaría más… U otra cosa peor que me callo por prudencia, dado el común del personal, pero que también se da con frecuencia…



                Aquel último Concordato franquista duró hasta 1.979, en que se renovó, cuando se tenía que haber dejado caducar. Como los medicamentos que enferman más que sanan. Pero no se hizo, y ahora tenemos lo que tenemos, y lo que tememos…

miércoles, 19 de marzo de 2014

De lo divino y humano: HISTORIA(S)

De lo divino y humano: HISTORIA(S): En España, la historia es lo más maltratado de la historia. Cuando no interesadamente falseada. O torpemente ignorada. Pregunten hoy a cua...

lunes, 17 de marzo de 2014

LOS LIBROS

Hoy es el Día del Libro. Pero yo, ya mayor, me voy perdiendo un poco entre los contornos de lo que es/era un libro. Un amigo muy querido me regaló, con la mejor de las intenciones y la mayor de las generosidades, una Tablet para que me aprovechase de la enorme economía del sistema ebook. Y ahí me encuentro. Y en esas estoy. Practicando. Y leyendo. Leyendo mucho, como siempre he hecho durante toda mi vida. Porque es mi vicio, mi placer solitario, o como decía, creo que Baudelaire, practicando el pecado del intelecto. Pero no deja de ser un pecado venial. Insípido, incoloro e insaboro, como el agua, que satisface pero no place… Para ser un pecado completo, redondo y rotundo, el libro tiene que tocarse, sobarse y saborearse, palparse, sentir su peso, la textura de su papel, el satinado de sus páginas, el contorno de sus hojas… Ha de experimentarse físicamente a la vez que intelectualmente. El pecado ha de gozarse en su integridad, el saber ha de sentirse total, ha de ser completo…

                Lo sé… Ya sé que del libro lo trascendente es el contenido, no el continente, que es la carta lo que importa, no el sobre. Es obvio. Pero la presentación del regalo siempre es agradable porque forma parte del mundo sensitivo del ser humano. De la parte sensual de la persona. Por eso mismo un libro es como esa misma persona. Lo importante reside dentro, no fuera. Es cierto, pero es donde nuestra parte física interpreta la sinfonía del tacto y del  contacto, de la cercanía, de lo atractivo de sus cubiertas, de su texto y de su contexto, junto al sentimiento (de sentir) un cuerpo igual de físico. Existe un valor real – interior – y otro integral – interior y exterior – del mensaje, que en definitiva es lo que define al libro.

                Y este paralelismo es lo que me trae el recuerdo de mi mocedad, en la librería familiar, donde venían personas que estaban “montando casa” y querían comprar libros por metros para cubrir la vacía estantería de un mueble. Existían entonces unos archivadores imitando logrados lomos y tapas que daban una apariencia digna. Se buscaba eso mismo: la apariencia, el disimulo, el que las visitas supusieran la cultura impostada del visitado por lo expuesto. Es como el viejo verde y millonario que se busca la compañía de una señora hembra para exhibirla, no para “leerla”… Pues así mismo con los libros. Lo que pasa es que ayer se montaba ese artificio porque se valoraba la cultura, se la estimaba, se la respetaba… Y hoy ya no es necesario guardar tales apariencias, porque a nadie le importa un bledo ser inculto. El que es burro exhibe su burrez sin ningún problema ni pudor. Como debe ser, por otro lado. Aunque, a veces, y me duele que así sea, aparente tener más valor la ignorancia y la incultura, al igual que antes se aparentaba lo contrario.

                Pero sea como fuere, los libros siguen pareciéndose, como digo, a lo seres humanos. Nos atraen y nos “acostamos” con ellos. Hacemos el amor o el desamor con ellos, como con las personas. Superficialmente o integralmente. O los tienes entre las manos hasta que se ajan y envejecen, y los guardas en tus estanterías sin haberlos leído, o habiéndolo hecho y no haberlos comprendido… O te enamoras de su mensaje interno, y los lees, y los relees, hasta que su contenido forma parte de tu propia vida, aunque el libro se vuelva viejo y áspero y quebradizo su papel. Así que el libro, como tu pareja, puede convertirse en tu punto de referencia, en tu apoyo, en tu consejo, en tu consuelo, en tu complemento,  en tu álter ego… como también puede ser olvidado y abandonado.

                Por eso mismo, mis queridos amigos, aún con mi utilísimo cacharro mecánico frente a mí dotado con todas sus prodigiosas posibilidades, yo sigo añorando el cuerpo de mi partenaire, el sentir el roce de sus hojas y el acariciar la tersa suavidad de sus cubiertas, el sostener su liviano cuerpo entre mis manos, el deslizar sus páginas entre mis dedos… o cuando, ya agotados mis ojos en su lectura, descansan soñolientos en los motivos sugerentes de su portada con lo ya compartido…


                Así que, de vez en cuando, me veo en la necesidad de acudir a ese contacto íntimo, y he de perderme en el cuerpo de un libro, y volver a descubrir lo desconocido de él entre el placer y la placidez de lo conocido. Son las bodas perfectas de la materia con el espíritu… ¿Alguien me entiende?.. ¿alguno comprende lo que quiero decir..?. ¿No?.. Pues no sabéis lo que siento que no sintáis.

martes, 11 de marzo de 2014

MANIFESTACIÓN y CULTURA

Me hubiera gustado estar el pasado día 9 en Madrid. En la manifestación a favor de la cultura. – Pero si tú tienes tirria a las manifas, así lo has escrito en más de una ocasión… Cierto. Pero no a ésta. Con ésta hubiera vibrado, me hubiera emocionado. Sinceramente, hubiese disfrutado como un cochinico en un bancal. Seguro. 

                Actores, libreros, arqueólogos, arquitectos, bibliotecarios, músicos, cantantes, artistas… todos juntos bajo el lema “Por una cultura sin depredadores” sobre una floreada alfombra roja creada por grafiteros, los del arte plástico urbano. Por otro lado, tras la pancarta “Ninguna infancia sin música”, actuaciones en directo de diversos intérpretes, danzantes hindúes, músicos de jazz, orquestas de cámara… ofrecían en vivo sus creaciones al público, congregado y entregado, en ocho escenarios plagados de personajes de la escena y del espectáculo.
                Para eso, la noche antes, más de mil voluntarios dejaron sus camas a las tres de la madrugada e instalaron todo el engranaje de tarimas y estrados, desde Recoletos a Cibeles. La Plataforma pro Defensa de la Cultura organizó la protesta comenzando en Colón con un evento de cuarenta baterías de percusión sincronizada por un experto, cuatro de las cuales incluso estaban integradas por niños. Más de noventa asociaciones profesionales, artísticas y vecinales avalaron, organizaron y montaron este gigantesco evento… Sencillamente acojonante.
                Pero es que, además, mil doscientas voces reunidas en la Plaza de la Independencia, bajo la batuta del director Miguel Sanz, entonaron el Coro de los Esclavos, del Nabucco de Verdi… ¿se lo imaginan?. Mil doscientas gargantas vibrando en un gigantesco coro que hicieron saltar chispas en los espíritus y lágrimas en los ojos.
                Cuarenta mil personas arroparon el acto. Cuarenta mil almas que siguieron todo, desde su principio hasta su final, con un respeto, una admiración y reverencia casi religiosa… ¡Qué extraño!.. Aquí no hubieron violentos “incontrolados” volcando coches, quemando contenedores, rompiendo escaparates, agrediendo a la fuerza pública… ¡Qué raro!.. Aquí no se necesitó la fuerza, ni emplear pelotas de goma, ni cañones de agua, ni equipos sónicos… No. Aquí todo discurrió ordenadamente, respetuosamente, casi que con veneración. Esta es una manifestación que lo reconcilia a uno con el ser humano. Que imprime esperanza en el desaliento, gozo en el pesimismo… ¿por qué no son todas así..?
                Se reivindica un Congreso y un Libro Blanco de la Cultura. Se pide un mínimo de respeto, una atención básica, que deje de maltratarse a la cultura con un Iva que es un atentado, con presupuestos espantosamente ridículos, con conductas insidiosas y desidiosas… La cultura es más, mucho más, infinitamente más que unas fiestas patronales, o que una tradición chundachundera y morcillera. Existe una Cultura, con mayúscula, que espabila el intelecto y forma a la persona, y otra cultura, con minúscula, que aborrega ese intelecto y deforma a esa persona. Las administraciones, todas ellas, ningunean a la primera porque la temen, y miman a la segunda porque favorece sus expectativas.

                En Madrid se dio una lección, un digno ejemplo, magistral y majestuoso, de lo que es la verdadera, la auténtica Cultura. De lo que debe ser la Cultura que se precie y de un pueblo que se aprecie a sí mismo. Lo retrató, al final, Antonio Garrigues: “En plena II guerra mundial, propusieron a Churchill recortar el presupuesto de cultura, y el político, respondió: ¿Entonces, para qué luchamos?..”.  ¡Qué envidia..!

miércoles, 5 de marzo de 2014

SÍ, PERO...

Me recomiendan algunos de mis más queridos amigos que escriba de vez en cuando cosas más amables. Que me olvide un poco de cuanto está ocurriendo y haga ejercicio de humor e ironía en cosas más ligeras que hagan sonreír al personal, que bastante amargado está. Que cuando leen el “más de lo mismo” nuestro de cada día empiezan a volver la cara y a dar la bienvenida a cosicas más refrescantes que les haga olvidar la hediondez del pozo de m…ortadela donde viven.


                Pues sí… Es posible que lleven razón, no voy a negar a estas alturas que estén hartos y cansados. No tengo empacho alguno en reconocerlo. Les doy las gracias por el consejo. Así que intentaré repartir la carga de mis escritos, si así lo prefieren mis sufridos lectores, si bien, y a propósito de carga y de cargar, uno carga de donde carga, y es difícil evitarlo, advierto… Como preguntaban los antiguos maestros sastres en sotto vocce, de forma certera y discreta: “¿.. y de dónde carga usted, caballero?..” para que la entrepierna del pantalón quedara en su justa hechura. Hoy ya no. Hoy hay que ajustar la “carga” natural de cada uno a lo que manda el mercado, pase lo que pase y quede como quede…

                Y el acomodarnos a eso tiene sus ventajas, pero también tiene sus riesgos e inconvenientes, aparte lo antiestético de la cosa. Si nos acostumbramos a soportar el hedor continuo de la porquería que nos invade, acabaremos por no sentir la peste, y, al no oler lo putrefacto de la corrupción, terminaremos igualmente por no ver la basura que se pudre ante nuestros ojos. Es lo que le pasa a los sentidos. Acostúmbralos para que no sufran. Adáptate y sé feliz. Asúmelo todo como es y vive tu vida. No te encabrones. Lassez fair, que diría el francés. O lo poco espanta y lo mucho amansa, que dice el refranero castellano.

                Y eso estaría guay, no crean… Ojos que no ven, ya saben, tortazo que te pegas, pero corazón que no siente, así que vengan batacazos, no passsa ná. Lo único malo que tiene es que entonces las cosas no mejorarían nunca. Jamás. Alegaba San Agustín que el mal no reside en hacer el mal, si no en no hacer el bien. Y eso es porque, gran conocedor del alma humana el de Hipona, sabía que lo malo viene solo, sin esfuerzo, y para lo bueno hay que esforzarse. Y para eso, unos tienen que indagar, otros que denunciar y todos, incluidos los que no hacen ni lo uno ni lo otro, todos, tenemos que darnos por enterados. Luego, lo de obrar en consecuencia, ya es cosa de cada cual.

                Pero el extremo del conformismo hace que esos vicios y corruptelas se eternicen en el poder y formen carta de naturaleza del mismo, porque, amigos míos, la comodidad siempre es más atractiva que la actividad. Tan solo pongamos un par de ejemplicos: Si la dirección de una organización, corporación, o lo que sea, adopta prácticas reprobables, la solución no es darse de baja y mandarlos al carajo. No. Eso es dejar el terreno libre para que se hagan fuertes los inadecuados. La solución es promover la censura y resistencia desde sus asambleas representativas… O, si en verdad estamos asqueados con la clase política por su mala praxis, la solución no está en quedarse en casa y que vote el tonto patas. No. Eso es dejar el terreno libre para que se voten ellos mismos. La solución es expresar el legítimo rechazo en las urnas. Eso es lo lógico, lo correcto y lo que dicta el sentido común.

                Así que sí. Acepto pulpo como animal de compañía y valoro la buena intención de los que me quieren bien, y su muy estimable consejo. Vale, de acuerdo, pero, por favor, no descuidemos la sensibilidad que nos mantiene despiertos y alerta. Seamos conscientes en todo momento que los que se otorgan y reparten el poder entre ellos mismos lo hacen con el que le otorgamos nosotros. Nunca olvidemos que aquí, al camarón que se duerme los “diegos corrientes” se le llevan hasta los dientes… ¿O no era sí el jodío refrán éste..?.