MANIFESTACIÓN y CULTURA

Me hubiera gustado estar el pasado día 9 en Madrid. En la manifestación a favor de la cultura. – Pero si tú tienes tirria a las manifas, así lo has escrito en más de una ocasión… Cierto. Pero no a ésta. Con ésta hubiera vibrado, me hubiera emocionado. Sinceramente, hubiese disfrutado como un cochinico en un bancal. Seguro. 

                Actores, libreros, arqueólogos, arquitectos, bibliotecarios, músicos, cantantes, artistas… todos juntos bajo el lema “Por una cultura sin depredadores” sobre una floreada alfombra roja creada por grafiteros, los del arte plástico urbano. Por otro lado, tras la pancarta “Ninguna infancia sin música”, actuaciones en directo de diversos intérpretes, danzantes hindúes, músicos de jazz, orquestas de cámara… ofrecían en vivo sus creaciones al público, congregado y entregado, en ocho escenarios plagados de personajes de la escena y del espectáculo.
                Para eso, la noche antes, más de mil voluntarios dejaron sus camas a las tres de la madrugada e instalaron todo el engranaje de tarimas y estrados, desde Recoletos a Cibeles. La Plataforma pro Defensa de la Cultura organizó la protesta comenzando en Colón con un evento de cuarenta baterías de percusión sincronizada por un experto, cuatro de las cuales incluso estaban integradas por niños. Más de noventa asociaciones profesionales, artísticas y vecinales avalaron, organizaron y montaron este gigantesco evento… Sencillamente acojonante.
                Pero es que, además, mil doscientas voces reunidas en la Plaza de la Independencia, bajo la batuta del director Miguel Sanz, entonaron el Coro de los Esclavos, del Nabucco de Verdi… ¿se lo imaginan?. Mil doscientas gargantas vibrando en un gigantesco coro que hicieron saltar chispas en los espíritus y lágrimas en los ojos.
                Cuarenta mil personas arroparon el acto. Cuarenta mil almas que siguieron todo, desde su principio hasta su final, con un respeto, una admiración y reverencia casi religiosa… ¡Qué extraño!.. Aquí no hubieron violentos “incontrolados” volcando coches, quemando contenedores, rompiendo escaparates, agrediendo a la fuerza pública… ¡Qué raro!.. Aquí no se necesitó la fuerza, ni emplear pelotas de goma, ni cañones de agua, ni equipos sónicos… No. Aquí todo discurrió ordenadamente, respetuosamente, casi que con veneración. Esta es una manifestación que lo reconcilia a uno con el ser humano. Que imprime esperanza en el desaliento, gozo en el pesimismo… ¿por qué no son todas así..?
                Se reivindica un Congreso y un Libro Blanco de la Cultura. Se pide un mínimo de respeto, una atención básica, que deje de maltratarse a la cultura con un Iva que es un atentado, con presupuestos espantosamente ridículos, con conductas insidiosas y desidiosas… La cultura es más, mucho más, infinitamente más que unas fiestas patronales, o que una tradición chundachundera y morcillera. Existe una Cultura, con mayúscula, que espabila el intelecto y forma a la persona, y otra cultura, con minúscula, que aborrega ese intelecto y deforma a esa persona. Las administraciones, todas ellas, ningunean a la primera porque la temen, y miman a la segunda porque favorece sus expectativas.

                En Madrid se dio una lección, un digno ejemplo, magistral y majestuoso, de lo que es la verdadera, la auténtica Cultura. De lo que debe ser la Cultura que se precie y de un pueblo que se aprecie a sí mismo. Lo retrató, al final, Antonio Garrigues: “En plena II guerra mundial, propusieron a Churchill recortar el presupuesto de cultura, y el político, respondió: ¿Entonces, para qué luchamos?..”.  ¡Qué envidia..!

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