¿VÍCTIMAS O CULPABLES..?

Por mi anterior de “Seamos justos” me han pasado la garlopa más de cuatro. Me acusan de justificar la “invasión” extrajera y de querer llenar el país de africanos. Es exactamente lo que yo decía en ese mismo artículo. Si pensamos así, entonces no podemos soltar lágrimas de cocodrilo cuando nos ponen ante nuestras narices los cadáveres de niños y mujeres en el desierto, los hambrientos hacinados en pateras, o la carnicería de las cuchillas colocadas en la verja melillense sobre los famélicos cuerpos. Lo que pasa es que no es ni lo uno ni lo otro, pero no sabemos, o no queremos, entenderlo. Y no nos damos cuenta que estamos siendo torpemente manipulados, y que a veces, incluso, nos conviene que nos manipulen.
     
           Aquí tenemos un problema de lesa humanidad que choca con otro de compartir lo que cada día menos se tiene. Pero no debemos justificar lo injustificable de lo primero con la excusa de lo segundo. Se puede y se debe hacer frente a este reto. Lo que pasa es que no es un problema exclusivo de España o Italia, sino de toda Europa, y las soluciones han de venir de Bruselas, no de cada gobierno al que le toque. No sirve el tan cacareado Plan Frontex – es tan solo que un decorado – ni tampoco que a cada tragedia masiva se asomen los altos capitostes europeos a decirles una misa y a poner cara de circunstancias. Y menos aún sirve esa burla sádica, patética y macabra que supone el concederles la ciudadanía a los muertos mientras a los vivos se les amontona en campos de refugiados.
                Lo único que vale es un único “corpus” europeo exclusivamente destinado a aplicar un programa decidido, serio y eficiente. Integral. Atención-Formación-Integración. Y control y seguimiento, naturalmente. Se trata de ser monjicas de la caridad, maestros y policías a la vez. Atender sus primeras necesidades, formarles en la cultura que los acoge, exigirles respeto por ella y cumplimiento de sus leyes, y mantener un seguimiento controlado en el tiempo de su integración. Todo ello repartiéndose cupos de acogida, según necesidades y/o capacidades, entre toda la Unión Europea.
                Lo sé: altos costos. Vale… pero creo que el gravísimo problema que supone el fenómeno migratorio hace barato los recursos destinados a su solución, por gravosos que puedan parecer a primera vista. Es algo a largo plazo. Ya se sabe, “a grandes males…”. Ya no vale que el país que le toque frontera se las apañe como pueda. Es un problema europeo. Se quiera ver o no se quiera reconocer. En lo malo, en lo peor, más vale acogerlos, curarlos, alimentarlos, vestirlos, asumir los que buenamente podamos, y al resto pagarles un viaje turístico hasta los Pirineos. Tras los mismos también está Europa. Igual Italia. Tras los Alpes aún queda mucha Europa que ver…
                Lo que no es de recibo es lo que está pasando. Y es la inoperancia, el abandono y la dejadez de los gobiernos receptores, que los reciben y los sueltan sin ningún tipo de control. A lo que salga. Que se las apañen como puedan. Se integren o no. Asuman sus obligaciones o no lo hagan. Tanto si se ven obligados a delinquir como si no… Pero, claro, esta incapacidad es, en el fondo, una, simplona más que simple, medida estratégica: crear en la ciudadanía una latente xenofobia, un cierto rechazo, que luego servirá para ocultar la irresponsabilidad de una administración en asumir lo que, aún sabiendo que va a perjudicar a la población autóctona, valga para cargar como chivo expiatorio a la parte más débil y más a mano: los inmigrantes. Con la boca de decir se combate el racismo, y con la de callar se le alienta.

                Eso exactamente es lo que advertía en mi columna de referencia. A los que de lejos vemos como víctimas de males ajenos, luego, de cerca, cuando están entre nosotros, los vemos como culpables de nuestros males. Y los culpables, tanto de lejos como de cerca, no son ellos. Son los que permiten, e incluso los que se aprovechan, de tal situación. Yo diría que hasta la alientan y provocan, fíjense… La insolidaridad de los países centroeuropeos, la avaricia financiera, la ceguera de Bruselas, la ineptitud de nuestros gobiernos, nuestros propios miedos egoístas… Esos son los verdaderos y auténticos culpables… Y eso mismo es lo que dije. Pero no otra cosa. Ni mucho menos…

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