CUIDADO, MUCHO OJO...
Sí… Hemos de
estar ojo avizor. No todo lo que reluce tras los aparentes cambios para
regenerar la política es oro. Ni mucho menos. De hecho, hay mucho de oropel. Es
como aquella tribu que empieza a descubrir que los espejitos y los abalorios
son engañabobos a cambio de dejar hacer al hombre blanco, y entonces, el
esquilmador se cambia de color el salacot y saca de la mochila otros regalitos
más sofisticados, como espejitos parlantes y collares con pilas. Es lo mismo,
pero parece más evolucionado. Es igual, pero es nuevo, y, de momento, dá el
golpe de efecto y entretiene al personal.
Lo de las primarias, por
ejemplo, es un camelo muy bien montado por los partidos que se las dan de
progresistas , y a lo que se ha apuntado, forzado por las circunstancias, hasta
el mismísimo PP, que de progresismo no conoce ni las letras… Es algo así (o al
menos así lo venden) como democracia interna. Los candidatos serán propuestos
por las bases – dicen – y se quedan tan panchos. Antes eran puestos por el
partido, y ahora son prepuestos por el partido para que los propongan las
bases. Y si el truco se tuerce, el partido tiene el poder para quitarlo y poner
a otro, como ha ocurrido en Madrid, y también en Murcia… Del poco democrático
funcionamiento de los partidos ha surgido la corrupción, apuntalada por la
mediocridad humana y profesional de los líderes aupados por el partidismo. Por
eso, la elección de los candidatos por sufragio interno es una pamema que no va
a resolver los problemas endémicos de la política española, en cuya opacidad y
manipulación somos campeones de Europa. La auténtica regeneración, la
verdadera, pasa por establecer controles externos (no internos) e
independientes, de transparencia y sometimiento.
Es como el cambio de la Ley
Electoral, aquí, en Murcia. Se está mareando la perdiz y magreando a la
ciudadanía con algo que es como salir de Herodes y meterse en Pilatos. Las
cinco circunscripciones existentes fueron pactadas por un bipartidismo que
quería asegurarse su hegemonía con un filtro que obstaculizara el acceso de
partidos emergentes o periféricos. De acuerdo. Pero la circunscripción única
que se pretende, con la demagógica excusa de una persona, un voto, tiene
trampa, dado que este sistema priva a los pueblos, comarcas y pequeños
municipios de la posibilidad de obtener representación en la instituciones, a
favor de los grandes núcleos poblacionales, que fagocitarían los votos
obtenidos en las más reducidas… Por esto mismo, el famoso “pacto del Moneo” fue
promovido por los partidos que les interesaba este cambio para futuras
elecciones, los emergentes, aún apoyado por el que vá en franco declive y que
busca mantenerse a flote como sea. Pero la verdad, lo cierto, es que si injusto
era el uno, injusto es el otro. Lo que pasa es que la general y extendida incultura
de la gente hace que cada cual, por ignorancia propia y ajena, solo sepa
arrimar el ascua a la sardina para la que ha sido engatusado.
Pero solo existe una manera
auténticamente democrática, en la que sí parecen estar todos de acuerdo en
esconderla: las listas abiertas. Lo que pasa es que no les conviene un voto y
un compromiso directos entre el ciudadano y el político al margen de los
partidos. No les interesa que los partidos queden como meros referentes
ideológicos de los aspirantes ,y que sean éstos los que se entiendan y
respondan personalmente y directamente con el pueblo. Claro que no. Porque eso
supondría que gobernarían las personas, pero no las siglas. Y esas personas,
aún cada cual de su propia ideología, se responsabilizarían directamente con
sus votantes, sin consignas partidistas.
Hoy
por hoy, el voto del ciudadano está siendo secuestrado por los partidos, que lo
usan para sus propios fines. Por eso, los partidos, parapetados en un falso
concepto de democracia que nos venden, lo único que persiguen es su propia
supervivencia, manteniendo una estructura de poder que subvierte leyes e
instituciones del estado para su propósito y medro. Eso es todo. Y eso es lo
que está pasando. La ausencia de mecanismos correctivos alienta la corrupción y
la mediocridad política… El mejor control que se puede hacer a un dirigente es
el de otro compañero de formación que puede y quiere mejorarlo, pero cuyo
árbitro no es el partido, si no el ciudadano.
Así
que no nos ofrezcan baratijas. Si los nuevos partidos no son capaces de ver
esto, serán tan “casta” como a los que quieren suplir, y, al final, lo que pudo
ser no habrá sido, por mucho que digan que podemos… O se les obliga a hacerlo,
o habrá que buscar a otros que lo hagan. Pero eso solo está en nuestras manos. Solo en ellas.
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