AQUEL LEJANO AMIGO CERCANO...

Aquella persona sabía lo que me estaba diciendo. Y me recordaba algo que yo también sabía, para que no se me olvidara: no me tomes por sabio, pues no es sabio el que sabe, si no el que vive según lo que sabe, y yo no lo hago. Pues no… ni yo tampoco, por supuesto, ni yo tampoco… Esa antigua enseñanza, hoy como ayer, se mantiene nueva y fresca, actual, y así seguirá siendo mientras el hombre sea humano. Y seguimos charlando delante de unos cafés humeantes… Llamamos libertad a lo que solo es independencia – añadió – conocimiento a lo que solo es cultura, profesión a lo que solo es ocupación, verdad a lo que solo es posibilidad, fé a lo que solo es creencia… 
 
                Y es cierto. Tenemos suficiente independencia para hacer esto o aquello, poseemos una capacidad de elección más que razonable, podemos optar por una cosa u otra, y creemos que eso es libertad. Pero no lo es. Si nos fijamos bien, en realidad la mayoría de las veces somos esclavos de lo que elegimos y perseguimos. La libertad es un estado espiritual más que material o físico. Era más libre Mandela en su prisión y Gandhi en su pobreza que todos los demás… Igual creemos que poseer una vasta cultura supone tener conocimiento. Mas tampoco es así. El conocimiento es la ciencia de conocerse a sí mismo, la gnosis, y, a veces incluso, según qué cultura sea ésta es un estorbo y un obstáculo para conseguir el conocimiento. La cultura es la burda y pobre pintura que tapa el oro del conocimiento.

                También pensamos que ocuparnos de algo es profesionalizarnos en ese algo, cuando no es así, porque confundimos oficio y profesión. Pues no. Profesión es vocación, no ocupación. Raras veces alguien hace oficio de su vocación, sin importarle si se ganará bien o mal la vida. Pero casi siempre se hace profesión buscando una buena salida que permita un buen pasar, un buen vivir… No es lo mismo, no… Como no es igual la posibilidad de lo que puede ser y la verdad de lo que siempre es. Lo cierto se oculta en lo probable, y nosotros confundimos la verdad con lo posible. Todo lo que es posible lo vemos, lo tocamos, lo sentimos… sin embargo, la verdad es invisible, intangible. La posibilidad es una vida llena de normas, la verdad es una norma de vida.

                Porque esa vida llena de normas, en el fondo, son dogmas. Por eso también confundimos la fé con la creencia. Los dogmas fabrican las normas y de las normas nacen las creencias, pero nada tiene que ver con la fé, pues la fé es iluminación, no una guía de normas para ciegos que necesitan ser guiados, normalmente, por otros ciegos. Nos han dicho que la fé es creer, pero la fé es saber. La fé tampoco es contagiosa, si no sería un virus. La fé es tremendamente personal e intransferible. Es una joya única y cambiante hecha para ti solo, que, si la buscas, siempre acabas por encontrarla. Pero no tienen que dártela, no tienes que recibirla de nadie, haz de buscarla por ti mismo. Busca y encontrarás, fue dicho.

                “Sigues siendo niño y viejo, sigues estando más allá y más acá de la muerte, sigues siendo todo y sigues estando en todo, porque tú nunca, jamás, naciste…”. Esta cita no me la achaquéis a mí, con la idea de tacharme de loco. Esto lo dejó escrito hace muchos miles de años Hermes Trimegisto, el tres veces grande. Si pensamos en la profundidad, no en una superficie inducida por otros, a lo mejor nos acercamos al conocimiento, a la verdad, a lo auténtico, a la fé… Pero, mirad, un antíguo libro cuenta que Dios quiso poner un anzuelo al Diablo. Así que Dios se disfrazó de Hombre… y el Diablo picó.- El Diablo quiso pescar al Hombre, y fué Dios quién lo pescó a él.

                Mi viejo amigo, se despide, - Somos distintos a lo que fuimos, y seguiremos cambiando, pero siempre seremos los mismos. Y yo le contesto, - Sí, y conocemos muchas cosas, pero no sabemos ninguna…


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