...Y EL MUNDO ROTA
Un excelente amigo mío, A.C., de
esa rara clase de personas cuya alma es una especie de puerta sin marcos ni
batientes, que está siempre abierta para todo el mundo que lo necesite, de esos
extraños seres cuyo espíritu es incapaz de cualquier mezquindad y egoísmo, que
es como un refugio donde anida la generosidad… no un buen hombre, sino un
hombre bueno, me facilita una copia de su alocución a la asociación que hoy
preside, para que se la repase, y comente, y le dé mi opinión al respecto. Si
he de ser sincero – y con él estoy obligado a serlo – al ser yo más escaldado,
escamado y desconfiado que él, dudo mucho que pueda estar a la altura de sus
expectativas a la hora de cumplir la encomienda. Y como me dijo que lo podía
compartir con cuantos quisiera (su humanidad es sinónimo de eso, de servir y
compartir) lo hago a través del presente artículo, en el que asumo la
responsabilidad, difícil responsabilidad, al dedicárselo a él y a sus
principios.
Y
habla en su discurso de alegría, generosidad, solidaridad, tolerancia y
empatía. Y de que el ser humano debe adoptar esos valores y desterrar la
envidia, el odio, el egoísmo, la calumnia y la venganza. Y que su organización
ha de encarnar tales cualidades, a la postre… Y es que su deseo de perfección
lo lleva a idealizar toda sociedad civil cuyos principios estén basados en la
equidad, a pesar de que sabe (debe saberlo) que ninguna obra humana está
exenta del oportunismo, el deseo de
trepar y de las ansias de poder… Y que ese mundo que rota tiene bastante más de
ambición que de idealismo.
Por
eso que muchos opinarán de su discurso, que sí, que está hecho de palabras
bonitas, de frases edulcoradas y sacado de los mundos de yupi… pero yo no. Yo
sé que es un discurso hecho de aspiraciones personales y a su medida, a su
imagen y semejanza. “Hay que salir de sí
mismo. Darte cuenta de que lo que está fuera de ti es más importante que tú, de
que no existe nada de más importancia que otro ser humano. Que nunca se debe
instrumentalizar a esa persona para otro fin que no sea ayudarla”. Son
palabras vertidas en esa intervención. Y eso no es un discurso vacío. Por el
contrario, está tan lleno de contenido que hace añicos el espejo en que nos
miramos cada día de nuestra existencia. Por eso tendemos a ignorarlas, a
infravalorarlas, a sacarlas de nuestras vidas, y a pensar que sí, que bueno,
que vale, pero como que no…
Y
ensalza los valores que el cristianismo trajo a Europa, criticando que los
hayamos subvertido en uno “light”, “donde
si no pagas la hipoteca al banco, tu familia y tus hijos duermen en la calle
contigo, y si el banco no paga la suya a la gran banca, sus deudas también las
pagarás tú y tu familia”. Y añade que es “como si una cultura fuera fagocitada por otra cultura distinta, que ha
perdido sus valores”… Y la vergüenza, y la dignidad, añado yo. Pero es que,
a diferencia de él, pues yo soy bastante más borde, lo que pienso es que esos
valores cristianos a los que alude fueron trastocados y suplantados en su día
por valores católicos. Y ya no es lo mismo, por el simple hecho que no son los
mismos. La propia institución acumula poder e influencias, y enormes riquezas,
posesiones inmensas e inmatriculaciones que se multiplican en sí y por sí mismas,
a la vez y al mismo tiempo que conserva secuestrado y predica el ideal
cristiano de sacrificarlo todo por los más pobres, necesitados y perseguidos.
Pura hipocresía. Las hipotecas dogmáticas de la Iglesia es el modelo copiado
por los bancos para imponer las suyas.
“Todos estamos implicados en recuperar esos
valores, especialmente las familias”. No puedo estar más de acuerdo, amigo
mío. “A ayudar al que sepa, o tenga,
menos que yo. A no pasar del que tenga dificultades…”. Y cuenta que esos
principios los aprendió de su familia, y que él ha intentado transmitir a los
suyos. Si, cierto, ¿pero qué tipo de familias transmiten hoy qué tipo de
principios a sus hijos?.. Tu segunda casa fue tu escuela, dices, como tu
primera escuela fue tu casa. Naturalmente. Pero hoy escuela y casa, casa y
escuela, andan divorciados. Cada uno por su lado y cada cual sirviéndose a sí
misma, y sin servir a ningún otro interés de nadie...
¿Y
sabes quién es ese “nadie”, querido amigo?.. Ese nadie eres tú, ese que pasa
por tu lado, soy yo mismo, y el que me pide ayuda, y son los otros. Ese nadie
somos todos. Sí… citas a Kant, vale, y al juez Calatayud, cuando dice que “lo que no te enseñen tus padres hoy no lo
arreglará el Código Penal mañana”, y son verdades como templos y luces tan
claras que ciegan. “La verdad os hará
libres”… se dijo, pero yo también te digo a ti que la verdad te hará
esclavo de tus propias convicciones. Y eso es tan duro, amargo y difícil de
llevar que preferimos hacernos amigos de la mentira… Pero el mundo rota, y
seguirá rotando…
Tú,
Antonio, en el fondo lo sabes. Y porque a pesar de todo prefieres ser siendo
como eres, yo me considero el más humilde y rendido amigo tuyo, aunque no
alcance un cuartillo de ti. Espero que también lo sepas…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h.
http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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