La VEJEZ



Tengo setenta y dos años, y mi pregunta es: ¿soy viejo?.. Yo sé que no es una manera muy común de comenzar un artículo de prensa. Pero dejo esa pregunta ahí, en el aire, para que alguien la conteste. Una parte de los que conozco me responderán que de ninguna manera, que yo no estoy viejo, que me conservo muy bien, y todo eso… Gracias. Pero no es eso lo que pregunto. Yo no pregunto si “estoy” viejo, si no si “soy” viejo. Existe una tendencia general a escamotear la realidad. No presume bien. Se es viejo a los noventa o cien años, si acaso. Mientras tanto aún tenemos que rendir cuentas en el mercadeo de lo joven. Hoy no existe la vejez, si no la tercera edad, a la que nadie, por cierto, aún le ha puesto la edad, pues se vende lo que no existe y se compra lo que aún subsiste: la apariencia. Para eso se nos ha montado un mundo a la medida, que es un reflejo de lo que un día fuimos, y una mala copia de lo que hoy son otros. Somos seres insersívoros y mantenemos una industria: el negocio de la vejez.

                Yo vuelvo a preguntar, vale, de acuerdo, no estoy viejo, pero… ¿lo soy?.. Es que si no lo soy significa que no he madurado, no he aprendido nada, no me he hecho a mí mismo, no he vivido, significa que yo no soy los años que tengo… Y eso tampoco es, ¿no?.. A mi edad debo haber adquirido experiencia, madurez, conocimientos, vivencias, sabiduría… algo que solo dá la edad, porque si no es así, entonces soy un fracaso humano, un fantasma. Y mi cuerpo, y mi organismo, y mis vísceras, y toda mi estructura física, por mucho que la sociedad montada sobre el consumo y el hedonismo se empeñe en proclamar que no envejece, es que sí, que lo hace. Aunque yo quiera engañarme en el escaparate levantado a tal efecto, donde todos nos esforzamos en representar el papel de jóvenes mayores que algunos idiotas interesados nos han asignado…

                Si la mayoría quiere huir de la realidad, allá cada cual. Las huidas hacia adelante se han inventado por algo y para algo, aunque a mí no me valgan de nada, pues ya queda poco por delante. Hay miles, cientos de miles, que se apuntan a ellas… Yo no puedo sentirme viejo, vale, es posible que, incluso, no lo esté. Como quieran, pero serlo, lo soy. Siento no colaborar en la artificial farsa propagandística que en este Gran Hermano todo el mundo es joven hasta que la diña. Los que lo tienen montado así no pueden perder nicho de mercado. Pero hay que ser muy necio para creerse joven solo porque participa del recreo empinado por el Inserso, sin querer ver que va cargado de pastillas y viáticos con que apuntalarse en el viaje… Y hablando de viáticos, a mí me vale el típico tópico ese de “si no te sientes viejo, es que no lo eres”, muy bien, perfecto. Pero no soy tan estúpido como para engañarme a mí mismo. No podré sentirme viejo, y en muchas, aunque cada vez en menos, no me siento. Pero lo estoy. Lo soy. Y eso por algo tan simple y elemental como innegable: porque he vivido hasta donde otros aún no han vivido, y lo que otros no han vivido, tampoco. Y eso, para bien o para mal, no me lo quita nadie de encima. Hay algo en la creación, en el mundo, en el universo entero, que se llama perspectiva. Es la visión de las cosas desde la lejanía, desde la altura, desde la distancia, y cuanta más perspectiva se tenga, mayor y más abarcable es la realidad. ¿Algún listo puede decirme cómo se adquiere esa perspectiva?..

                Alguien conciso y sabio, puede que me responda: viviendo. Solo se consigue viviendo. Vale pues, ¿y cómo se vive, si no es consumiendo de tu tiempo?.. y algún pobre imbécil de los que dicen lo de “vieja, la ropa”, me conteste a la pregunta consecuente: ¿cómo consumes tu tiempo asignado si no es envejeciendo?.. Así que cuando los correveydiles entrenados en falsear realidades me sepan contestar tales preguntas, yo me bajaré de mi burra Lucera, o Lucifera, me dá igual… Mientras tanto, serán esos cretinos eufemistas de lo políticamente correcto los que sigan canturreando sus tontas consignas.

                …Y no, no estoy haciendo un canto a la vejez como decrepitud y decadencia. Solo estoy intentando restituir la dignidad del envejecimiento, sin necesidad de montarse travestismos y payasadas que no vienen a cuento, como lucir pellejos colgantes en carnavales constantes… ¿qué de digno hay en eso?. Miren, yo me siento razonablemente bien, físicamente hablando, para la edad que tengo y de la que dispongo. Y doy gracias a Dios por ello. Pero me siento más completo, más experimentado, más auténtico, más maduro, más acabado, más ser humano, más auténticamente yo, que cuando tenía varias décadas menos. Y pobre del que no se vea así. Y eso es lo que reivindico, no los otros patetismos. Y no tengo porqué esconderme en el ridículo que veo en personas con vivencias suficientes como para presumir de ellas en vez de comportarse con la vaciedad mental del percebe verde… Yo no renuncio al patrimonio de la vejez, no me avergüenzo de él, no quiero ocultarlo ni disimularlo, mucho menos abjurar de ello… Mi vida es parte de la Historia, y yo soy mi propia historia. Y eso es gracias a que soy viejo.-

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php


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