LAS PANDEMIAS
La pandemia del coronavirus, ¿es
un castigo divino o humano?.. No es una pregunta retórica ésta, ni mucho menos.
Si atendemos a los movimientos tipos Tea-party, a católicos tirando a
ultracatólicos, y a cuanto apocalíptico (hoy más que nunca) hay suelto por ahí,
nos asombraríamos de la enormidad de gente que cree que lo que estamos
padeciendo es una plaga enviada por Dios… modelo egipcio, mismamente. Aquel
puñetero dios se cargó a medio pueblo del Nilo por la sola impiedad de un
faraón tozudo y cabezón. Hay muchos que lo creen así, e incluso lo expresan, y
existen otros muchos más que no lo dicen, pero sí lo piensan… Aquí, además
tenemos a un Vox que jalea tal posibilidad (alguna de sus políticas ya ha
soltado que esto es el azote de Dios), y alimentan así su particular “Dios es
el único dios y Vox es su profeta” que comparte una buena parte de su
electorado.
En
la Edad Media, todas las pestes que azotaron el continente, no eran por hábitos
malsanos, no, eran castigo de Dios por algo que la Iglesia se encargaba de
airear y que a ella le convenía. La historia está plagada de ejemplos, pero
casi siempre era por algún desvío de la doctrina impuesta, o por alguna alianza
política con algún monarca no católico (impío), o porque el veneno liberal se
está infiltrando en la sociedad, o por la perversa iconoclastia… siempre había
sobrados motivos. Después, la Ilustración vino a traer alguna cordura y poner
cierto sentido común, y el personal empezó a sacudirse la idea del Yahvé
vengador que sacudía sus malas pulgas sobre los pobres seres humanos cada vez
que algo le molestaba. Pero solo unos cuantos, la ciencia y algunos más,
llegaban a pensar que las calamidades eran provocadas por un mal comportamiento
humano para consigo mismo. La mayoría, simplemente, no creían ya lo del castigo
divino, pero tampoco pensaban en ningún tipo de porqué…
Pero
siempre, siempre, hay un por qué. No existe nada, nada, que no tenga un origen.
Simplemente es la ley de causa y efecto… Por eso yo correspondo al segundo
grupo, de los que creo que es un castigo humano y muy humano. Que esto ha sido
consecuencia de nuestra manipulación, maltrato y abuso del medio natural en el
que vivimos y del cual vivimos. Nada tiene que ver Dios en esto. Dios permite
que el hombre coseche lo que siembra. La naturaleza (teoría de la Pangea) es un
ente vivo en sí mismo y por sí mismo, y como cualquier ente vivo está en
disposición de defenderse de las agresiones. Hasta aquí la puñetera lógica.
Todo esto puede explicarse de modo plausible a través de la ciencia y la
investigación, pero no siempre se le escucha. A veces hasta se la silencia,
dados los poderosos intereses económicos contrarios a sus conclusiones… Ahí
tenemos, por ejemplo, lo del deterioro climático y sus dramáticas
consecuencias, que los investigadores han venido denunciando durante décadas, y
durante décadas se le ha venido ignorando, e incluso ridiculizando. Son
intereses opuestos por una determinada forma de vida basada en una sociedad
consumista, economicista y hedonista… Y, claro, eso no interesa en modo alguno.
El
coronavirus no es otra cosa que un factor correctivo de la propia naturaleza.
Es una reacción natural por una acción innatural. Ya saben, el principio de
acción-reacción. Lo que no se sabe – aún – racionalmente, es lo que lo ha
puesto en marcha. La ciencia lo averiguará, no lo duden. Lo que ya no les
aseguro es que esos mismos intereses la dejen actuar en consecuencia, o ni
siquiera hacérnoslo saber. Pero es seguro que tiene que ver con nuestro estilo
de vida. Igual que el Co2 que liberamos a través de nuestros tubos de escape en
nuestro propio escapismo masivo, produce miles de muertes por enfermedades
broncopulmonares, y cientos de miles de bronquilitis en niños (es un hecho demostrado),
cualquier otra causa tóxica producida por la humanidad igual producen los virus
que, de vez en cuando, y cada vez más potencialmente, nos atacan. Son esa
caterva de gripes cuyas cepas mutan y se hacen más resistentes según nuestras
vacunas.
Algo
que no ha cambiado de la edad media aquí, es que estos “autocastigos” pandémicos
se transmiten y se ceban en las grandes aglomeraciones humanas y urbanas. Es su
caldo de cultivo preferido. El contacto es más fructífero en los
amogollonamientos, evidentemente. Es una forma, una manera, de promiscuidad, y
no lo digo en el sentido moral, si no en el práctico, por supuesto… Esta
pandemia coronavírica acabará, como todas. Pero no acabarán las pandemias. Ya
lo aseguran los epidemiólogos. Otra cosa es que aprendamos de ellas lo que
tenemos que aprender. Y que lo pongamos en práctica. Aunque para esto último,
hace falta tener lo que hay que tener…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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