¿QUÉ NORMALIDAD..?
En mi época de crío, la
normalidad era que la gente muriese a chorrete por la causa que fuere. Todo el
mundo aceptaba el riesgo y la fragilidad de la existencia como algo
perfectamente natural, y por lo tanto, normal. Los viejos, porque para eso eran
viejos, y estaban en disponibilidad de ser llamados a filas, celestiales o
infernales, pero eso era otra cantata eclesial. Mas allí estaban, esperando el
toque de corneta. Y los niños, pues porque eran pequeños, proyectos de adultos,
personas en proceso de hacerse, y claro, cualquier cosa podía tumbarlos.
Además, se sumaba a eso la situación de posguerra aquella, para mayor problema
de salud… A una viruela, un sarampión, un tifus, una gripe mal venida, se le
añadía el hambre (otros prefieren decir necesidad) y el resultado era una
cuasi-epidemia permanente. El verano por las cagaleras y el invierno por los
fríos – porque aquellos inviernos eran fríos de helar – componían una situación
de normal normalidad para todo el mundo. Era una forma de sobrevivir viviendo,
pues se habían pasado épocas peores. Una manera de verlas venir, o sea, “a
ver si el que viene la diña menos gente, tío Vicente, que vaya un añico que
llevamos”…
Hoy diríamos que es no es normal. Y pensamos así
porque hemos perdido la costumbre de morirnos por causas que antes llamábamos
naturales, y hoy las creemos innaturales… Cuidado, no estoy poniendo en tela de
juicio si lo de entonces era mejor o ahora es peor, que, lógicamente, en
materia de adelantos médicos y sanitarios no hay discusión alguna. No. Solo
pongo el acento en el concepto de “normalidad”, que no es el mismo, ni mucho
menos. Lo normal hoy, precisamente, es combatir, enfrentarse y no aceptar la
normalidad de ayer. Oponernos a ella como si nos fuere la vida en ello, o a lo
peor por eso mismo, porque nos va la vida en ello. Así que, mientras ayer
seguíamos nuestra elemental norma – que de ahí viene normalidad – de vivir la
vida de cada día en su normal transcurrir, hoy nos encerramos en casa, nos
aislamos de una existencia contaminante y de unos prójimos infectantes. Igual
que antes como básica prevención, pero que hoy ya no lo vemos como aquella
normalidad. Entonces lo normal era arriesgarse, ahora es reservarse… De hecho,
lo cierto, la verdad, es que cuanto más avanza la ciencia médica, más miedo
tenemos, más cobardes somos, más nos guardamos, menos nos exponemos… Es otra
clase de normalidad diferente. Muy distinta a la que conocimos.
Pero es que últimamente se nos anuncia, se repite
machaconamente, y se nos habla de una “nueva normalidad”, como un concepto nuevo
de normalidad… Estamos volviendo, se nos dice, a “una nueva normalidad”. Vale.
Lo primero que habría de preguntar, visto lo visto, es ¿qué significa
normalidad?, porque cada época, cada sociedad, y hasta puede que cada individuo,
difiera y matice su propia idea de normalidad, incluso aplicado a lo que
estamos viviendo. Y lo segundo, ¿qué encierra el adjetivo de “nueva”?.. Porque
aquí, ni políticos, ni sociólogos, ni epidemiólogos, ni nadie, son capaces de
arriesgar una respuesta concreta. Ninguno sabe en qué, ni de qué, ni cuándo, ni
cómo, va a consistir esa novedad. Lo único que te dicen es que las otras
normalidades anteriores ya no valen. Que solo sirve una nueva que no saben de
qué va. Muchos dicen “bueno… es una realidad transitoria hasta que se encuentre
la vacuna”. Pero no, ya no, porque luego, después, vendrá otro virus
distinto, coronado o no, y entonces estaremos siempre igual, con la misma
murga, una y otra vez, ahora toca, ahora no toca, hasta que nos demos cuenta
que esa normalidad no puede ser normal. O cambiamos la manera de vivir y
entender la vida, o habremos de educarnos para estar siempre confinados,
siempre condicionados, siempre controlados… Y todo, por no querer aceptar que
hemos desnaturalizado una naturaleza donde ya nos es difícil encontrar y
practicar una normalidad normal.
Por eso que yo le tengo aversión, y aprensión, a los
augurios que nos hablan de una “nueva normalidad” que parece más anormal que
normal, y que tan insistentemente se nos anuncia… Miren ustedes, si se trata de
algo transitorio hasta reconciliarse con todo lo humano, lo admitiré, claro,
pero todo lo que es transitorio no es normal. Es puntual, mientras se vuelve a
la normalidad. Lo excepcional no debe considerarse normal., ¿estamos de acuerdo
en eso?.. Pero si la puñetera normalidad que nos quieren vender es convertirnos
en una sociedad aséptica, distanciada en sí misma, alejada de toda proximidad
humana (no hablo de hacinamientos absurdos), donde las relaciones entre
personas van a estar medidas, protocolarizadas e impuestas, y donde va a
desaparecer todo signo de calor, afectividad, cercanía, e incluso convivencia,
como ha sido hasta hace poco, a mí, desde luego, no me vale.
Y no me sirve, porque no es una normalidad a la que
me pueda acostumbrar. Lo rechazo. Conmigo que no cuenten, no quiero
acostumbrarme a ella habiendo conocido otra clase de normalidad más humana que
esa. Si me dejan elegir, prefiero la de chiquillo, y que la naturaleza, la
suerte, Dios o la providencia obren según su efecto, o su defecto… No me queda
tanta vida como para desperdiciarla queriendo guardarla. Porque, miren… eso sí
que no es normal.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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