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Mostrando entradas de junio, 2020

LO DE HOY SUCEDIÓ AYER

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A veces hay que hablar de lo que tanto se habla, aunque no se quiera oír. Es un ejercicio de equidistancia y de equilibrio, por lo tanto, de justicia. Aquél viejo aforismo de “ para hablar hay que conocer ”, ha desaparecido en el fárrago del “popularismo” actual – permítanme el término – y ya se hace sin saber, e incluso sin querer saber, que es lo peor, pues querer confundir verdad con falsedad, no es muy recomendable a nivel moral, ni, a la larga, a nivel material tampoco, aunque, a veces, cínicamente, se “venda” lo contrario…                 Hace menos de medio siglo, los árabes que asomaban por aquí eran esporádicos, y venían solos, como de avanzadilla, buscando un medio de vida que en su tierra no encontraban, y si lo encontraban, y podían conservarlo con cierta seguridad, luego ya veríamos qué. La agricultura era el sector productivo cuya mano de obra los estaba esperando: necesitada, barata, entregada, menos exigente y condicionada que la autóctona… sin problemas ningu

D E CA D E N C I A

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                 Uno de mis últimos artículos de antes de la pandemia, “La Muerte del Comercio”, después emitido en programa de radio, tuvo su secuela. Tampoco mucha, la verdad, pero sí más que la media de lo que suelo escribir. No sé si les tocó de cerca a lo que queda de clientela, no al resto, y, por supuesto, a los propios comerciantes, (a los políticos, si les rozó, no se dieron por enterados), o qué pasó, pero me dieron cera por un tiempo. Y digo cera, porque, inusualmente, en tal tema todos estaban de acuerdo con una exposición de las causas en esa columna a la que aludo. No es normal tal coincidencia, ni mucho menos, pero en esto suele darse, y pienso yo que eso será por algo… Sin embargo, no encaja con que el fenómeno de la decadencia y caída libre se siga dando si la ciudadanía así lo reconoce y el comercio así lo padece. Y aquí, me pierdo. Si la gente lo sabe, lo entiende y lo asume, y sigue largándose a comprar fuera, entonces es que está conforme con el deterioro de l

ERNESTO CARDENAL

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Permítanmelo, por favor… Como no pude hacerlo en su día por el advenimiento del coronavirus, déjenme que el de esta semana lo dedique para despedirme de Ernesto Cardenal, al que considero un amigo, camarada, hermano, cura – que no sacerdote – confesor y confidente, a pesar de no conocernos personalmente… bueno, una vez, hace 25 años más o menos, apareció por Murcia para dar unas conferencias, y lo vi a distancia, y lo escuché en la cercanía, y lo sentí en la intimidad, y lo reconocí con respeto. Solo eso. Bastante. Lo suficiente… Ahora ha cambiado de morada, a los 95 años de edad. No ha muerto, ha cambiado de domicilio. Porque para este hombre no existe la muerte, si no el cambio, ni para los que comparten su Dios cósmico y universal tampoco. Y no, no teman, que no son conocimientos, si no sentimientos. No es cuestión de comprender, ni de saber, ni de entender, tan solo de sentir. Solo los dogmas se aprenden, las verdades se sienten…                 A Ernesto Cardenal se le