SÍ, PERO...

Me recomiendan algunos de mis más queridos amigos que escriba de vez en cuando cosas más amables. Que me olvide un poco de cuanto está ocurriendo y haga ejercicio de humor e ironía en cosas más ligeras que hagan sonreír al personal, que bastante amargado está. Que cuando leen el “más de lo mismo” nuestro de cada día empiezan a volver la cara y a dar la bienvenida a cosicas más refrescantes que les haga olvidar la hediondez del pozo de m…ortadela donde viven.


                Pues sí… Es posible que lleven razón, no voy a negar a estas alturas que estén hartos y cansados. No tengo empacho alguno en reconocerlo. Les doy las gracias por el consejo. Así que intentaré repartir la carga de mis escritos, si así lo prefieren mis sufridos lectores, si bien, y a propósito de carga y de cargar, uno carga de donde carga, y es difícil evitarlo, advierto… Como preguntaban los antiguos maestros sastres en sotto vocce, de forma certera y discreta: “¿.. y de dónde carga usted, caballero?..” para que la entrepierna del pantalón quedara en su justa hechura. Hoy ya no. Hoy hay que ajustar la “carga” natural de cada uno a lo que manda el mercado, pase lo que pase y quede como quede…

                Y el acomodarnos a eso tiene sus ventajas, pero también tiene sus riesgos e inconvenientes, aparte lo antiestético de la cosa. Si nos acostumbramos a soportar el hedor continuo de la porquería que nos invade, acabaremos por no sentir la peste, y, al no oler lo putrefacto de la corrupción, terminaremos igualmente por no ver la basura que se pudre ante nuestros ojos. Es lo que le pasa a los sentidos. Acostúmbralos para que no sufran. Adáptate y sé feliz. Asúmelo todo como es y vive tu vida. No te encabrones. Lassez fair, que diría el francés. O lo poco espanta y lo mucho amansa, que dice el refranero castellano.

                Y eso estaría guay, no crean… Ojos que no ven, ya saben, tortazo que te pegas, pero corazón que no siente, así que vengan batacazos, no passsa ná. Lo único malo que tiene es que entonces las cosas no mejorarían nunca. Jamás. Alegaba San Agustín que el mal no reside en hacer el mal, si no en no hacer el bien. Y eso es porque, gran conocedor del alma humana el de Hipona, sabía que lo malo viene solo, sin esfuerzo, y para lo bueno hay que esforzarse. Y para eso, unos tienen que indagar, otros que denunciar y todos, incluidos los que no hacen ni lo uno ni lo otro, todos, tenemos que darnos por enterados. Luego, lo de obrar en consecuencia, ya es cosa de cada cual.

                Pero el extremo del conformismo hace que esos vicios y corruptelas se eternicen en el poder y formen carta de naturaleza del mismo, porque, amigos míos, la comodidad siempre es más atractiva que la actividad. Tan solo pongamos un par de ejemplicos: Si la dirección de una organización, corporación, o lo que sea, adopta prácticas reprobables, la solución no es darse de baja y mandarlos al carajo. No. Eso es dejar el terreno libre para que se hagan fuertes los inadecuados. La solución es promover la censura y resistencia desde sus asambleas representativas… O, si en verdad estamos asqueados con la clase política por su mala praxis, la solución no está en quedarse en casa y que vote el tonto patas. No. Eso es dejar el terreno libre para que se voten ellos mismos. La solución es expresar el legítimo rechazo en las urnas. Eso es lo lógico, lo correcto y lo que dicta el sentido común.

                Así que sí. Acepto pulpo como animal de compañía y valoro la buena intención de los que me quieren bien, y su muy estimable consejo. Vale, de acuerdo, pero, por favor, no descuidemos la sensibilidad que nos mantiene despiertos y alerta. Seamos conscientes en todo momento que los que se otorgan y reparten el poder entre ellos mismos lo hacen con el que le otorgamos nosotros. Nunca olvidemos que aquí, al camarón que se duerme los “diegos corrientes” se le llevan hasta los dientes… ¿O no era sí el jodío refrán éste..?.


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