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Mostrando entradas de noviembre, 2011

EL VALOR DE LAS PALABRAS

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Nos estamos cargando de la manera más irresponsable y de la forma más ignorante los conceptos y los significados de las palabras. Y, encima, lo hacemos quienes más deberíamos cuidarlas y respetarlas: los comunicadores, los periodistas, los cronistas, los comentaristas… Los – malos – profesionales de las palabras con las que se transmiten hechos e ideas son sus principales verdugos. Es posible que solo sea pura y dura incultura, pero así es. Abusamos de los adjetivos creyendo que así nos magnificamos a nosotros mismos, y lo que hacemos es ridiculizarnos a nosotros y a lo que intentamos transmitir. Tachamos de “magnífico”, “fantástico”, “maravilloso”, lo que tan solo es escasamente aceptable o razonablemente bueno, por ejemplo, y si algo fuese realmente extraordinario ya no tenemos calificativos con que definirlo, ya que los hemos malgastados en exageraciones que tan solo han falseado la realidad.                    Pero, aparte de tal patetismo lingüístico, que tanto se da y se nota

...PERO VOTE, COÑO...

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El de la semana pasada ha hecho que mi person/e-mail estuviese más entretenido que nunca jamás lo ha estado. Gracias, muchas gracias… He recibido de dos tipos: Unos pocos de políticos que vuelan a mediana altura, o sea, ni águila ni tórtola, más bien avutarda, que, lógicamente, se les nota demasiado que huyen de mi canoro canto. Y unos muchos de hartados desmotivados que me cuentan que a la urna va a acercarse  el gilipollas del Tato. Que no merecen ni el esfuerzo de ir a votar. Pues bien, los primeros me preocupan muy poco, pero los segundos me preocupan  mucho…                    Por eso mismo les dirijo este llamado, que a tiempo estamos. A ver si me explico. El no votar, o el votar nulo, no demuestra indignación alguna ni hartura ninguna, ni ese deseo de cambio del que tanto se habla, ni mucho menos el dárselas de progre. Es precisamente todo lo contrario. Es el más nefasto y absoluto inmovilismo para que las cosas sigan como están. Ninguno de los 350 escaños parlamentarios se va

OJO AL VOTO, CAMOTO...

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Tenemos encima inmediatas calendas electorales, y nos pillan bajo el signo de la pesadumbre, el desconcierto, la incertidumbre, el pesimismo, y lo que es peor, mucho peor, sin capacidad de reacción. Es como si nos hubiésemos abandonado a la fatal aceptación del capricho de los dioses. Dioses veleidosos e hijoputas, por cierto… La abrumadora dictadura de los mercados financieros, los falsos espejismos paradisíacos de la burbuja, el agotamiento del consumo sostenible, nos lleva a la ciega inercia de pensar que un muerto puede resucitar. Y creemos que el resucitador que lo resucite buen resucitador será. Y otorgamos poderes a quien se los aplica aún sin tenerlos. Es el mejor caldo de cultivo para consagrar el – entre ambos dos internamente consensuado por interesado – bipartidismo.                    Porque nunca, jamás, hemos tenido unas elecciones bajo signo más bipartidista que éstas. Sucede, como decía Ray Lóriga, tal que un náufrago arrastrado en río revuelto junto a un par de tro