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Mostrando entradas de enero, 2016

EXORCISMOS

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El otro día leí un artículo sobre uno de los últimos exorcistas de la Iglesia católica, el padre J.A. Fortea. Uno de los pocos expertos en demonología que van quedando. Es español, y reconoce que “vivimos los últimos años del exorcismo ”. Es natural, dice, aunque no sea lógico. Y no es esta afirmación un dislate, no… Vivimos la era de la ciencia, y la ciencia no reconoce la posesión, así que aquí la Iglesia pierde. Es cierto. En el exorcismo de la niña vallisoletana que ha salido mal, ha sido condenado el cura metido a médico del cerebro. Fortea afirma que en las docenas de casos que aún le llegan, desvía al menos un 95% al psicoanalista, pues no debe haber conflictos, y aún así… los éxitos pasan desapercibidos y no cuentan, pero los fracasos… Naturalmente, existe un terreno oscuro, hostil, virgen, y que aún es terreno de nadie, que es la esquizofrenia, y ahí es donde suele mezclarse la posesión con la chaladura, y es donde nadie, o casi nadie, tiene respuesta.                  

PARADOJAS

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Nuestro mundo es totalmente paradójico. Nos movemos entre conceptos contrarios y no nos damos cuenta que nosotros mismos somos parte intrínseca de esos mismos conceptos, que no podemos escapar a ellos… o quizá sí podemos y es que no lo sabemos, o que en el fondo no queremos. No lo sé muy bien, pero sí sé que somos unas absolutas paradojas con piernas. La paradoja más famosa por conocida es la del cretense, del filósofo griego Eupiménides. Decía éste hombre que un cretense aseguraba que todos los cretenses eran mentirosos. Naturalmente, si el cretense, como mentiroso que era, mentía, resulta que los cretenses decían la verdad. Y si, como tal, entonces decía la verdad, resulta que era un mentiroso… y así se forma un bucle sin solución ni final que puede durar hasta que las ranas críen canas.                                  Pero la paradoja no está solo en la verdad y la mentira. Está en muchas cosas más. Prácticamente reside en casi todo, por no decir en todo. La verdad y la me

FELICIDAD

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¿Quién es feliz?.. Yo, desde luego, no. Y no hablo de sentirse satisfecho, ni de estar en paz, ni de conformidad con uno mismo tampoco… no. Hablo de la felicidad, que es la plenitud de todo. No diré yo que no exista, que no la goce algún privilegiado ultrahumano, o que sea un invento de las personas, pues ignoro lo que los demás entienden por felicidad, así que me limitaré a decir que yo no la conozco, ni en mí ni en nadie de mi alrededor, al menos aquello que creo que puede ser la felicidad. Es más, pienso que el concepto, mi concepto al menos, de felicidad, se excluye a sí mismo.                  Y lo creo así porque el ser humano está en el jodido mundo para perfeccionarse, me parece a mí, y entiéndase “mundo” por “vida”, por existencia material, que además medimos desde la única que conocemos, quedándonos cortos por los “corticos” y limitados que somos. Y, claro, la percepción de la perfección viene dada por la experiencia, al igual que la experiencia viene a través del su

POST-NAVIDAD

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Casi siempre he escrito un artículo artifinavideño por Navidad, como es normal. A favor o en contra, pero “en fechas”, aprovechando que la vuelta a casa es obligada rebozarla en turrón. Sin embargo, este año me van a permitir  ustedes que lo escriba a toro pasado, mejor dicho, a buey pasado, una vez vueltos a la normalidad de los días, cuando se pagan y se apagan las importadas luces callejeras y nuestras impostadas luces interiores, de las que una vez al año no hace daño… más que a los cada vez más estrechados bolsillos. Una vez regresados a los días normales en que nos queremos lo normal, lo jaleamos lo normal y presumimos de ello lo justo y normal.                   Estamos llegando a unos extremos en que hasta me parece agradable el encontrarme de pascuas a polvorones a la gente usual y desearles unas felices fiestas en lo que cabe, que cada cual tiene su propio cupo y motivos, así, cara a cara, dándole la mano, de cuerpo presente... Y lo que me lo ha convertido en ya una cos

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

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Año dieciséis del tercer milenio, nada menos, y aquí, en España, aún no sabemos de la misa la media. La inmensa sima entre el mandato del pueblo a través de unas elecciones generales, y lo que los políticos quieren interpretar, se hace patente hasta el punto que son capaces de llevarnos de nuevo a las urnas. Es tal su mediocre ineptitud e ineficacia. Porque una cosa es el resultado de las mismas: fuera las mayorías absolutas, fuera el nepotismo de partido, fuera las prepotencias políticas, y otra cosa es la lectura que cada uno de ellos hacen como exclusiva interpretación personal que solo obedece e intereses personales o partidistas. Y en esto, es tan curioso como ilustrativo, todos los líderes dicen hablar en nombre del pueblo con la más triste y desgastada versión demagógica, pero ninguno quiere ver la única verdad: un resultado que les obliga a entenderse, dialogar, consensuar, dejar a un lado el interés de partido y poner los del país, y, en su caso, formar un gobierno de concen