EGOS
El yo es redondo como un bollo. Rula y se hincha proporcionalmente a los impulsos externos recibidos. En todas las ocupaciones en las que interviene el “amado” público, y, por lo tanto, su “incondicional” apoyo, o aplauso, o, sobretodo, su babosa sumisión, como es el caso de los artistas, deportistas, autores de éxito, profesionales relevantes, y, por encima de todo, políticos, los yoes suelen ser descomunalmente anormales. De hecho, hay egos que convierten a los seres humanos que habitan en sus esclavos. Han de ser alimentados continuamente, como los ya tiránicos e insaciables yoes que son. Muchos dependen de sus egos, mantienen su ritmo de vida y llenan sus copiosos platos vendiendo a su yo en reportajes contínuos de la prensa idiota para idiotizados idiotas, que los pagan… Los consumen multitud de minúsculos yoes empequeñecidos que solo saben verse en el espejo de otros yoes divinizados por ellos mismos. Son los yoes enanos que se miran en los yoes que ellos han agigantado.