DEL COMERCIO
“¿Te
has imaginado alguna vez cómo sería tu barrio sin los pequeños negocios…?”.- Así comienza un cartel que
una iniciativa personal ha logrado que los comercios del centro de mi pueblo lo
cuelguen de sus puertas y escaparates. No lo ha costeado ninguna asociación ni
gremio, si no cada cual de su propio bolsillo, libremente… Bien, eso es algo,
aunque algo tarde llaga. Incluso alguno de ellos me ha parado para comentarme y
solicitar comentario… quizá por aquello que un día fui, o representé, sin
lograr nada, y que hoy ya no soy, ni represento, ni me interesa, ni quiero,
quizá por eso mismo, por no haber conseguido nada. Pero de donde hubo, algún
rescoldo debe quedar, cuando estoy escribiendo sobre aquello que me han pedido,
me digo a mí mismo.
…Pero lo cierto y verdad es que
mi pueblo decae y languidece, y, como el Mar Menor vecino, muere lentamente,
poco a poco, a cada día que pasa. Y nadie hace nada. Y van cerrando pequeños
comercios, uno tras otro, y se van quedando huecos vacíos por las calles, como
rincones apagados de sí mismos, como las mellas de una dentadura vieja. Y es
triste, muy triste, haber conocido un comercio vivo, pujante, estable, de donde
sacaban su pan y a sus hijos abrían camino muchas familias del pueblo, tanto
propietarios como empleados de toda la vida… fulanico de tal, del comercio, se decía y publicaba… un comercio en
el que ya tan solo la precariedad hace nido en él. Entre todos lo mataron y él
solico se murió, reza el refrán. Porque no es menos verdad ni cierto que todos,
comerciantes y ciudadanos, tienen su parte de culpa en ello. En realidad, se la
reparten toda entre ambos. Cada cual la suya. Y esos pueblos cuya apariencia es
la de tristes pueblos abandonados y despojados de sus comercios deben su triste
situación a ambas partes por igual.
Los comerciantes tuvieron la
culpa en su momento, cuando tuvieron en sus manos la oportunidad de frenar y
revertir la situación, y no supieron, o no quisieron saber, aprovecharla y
hacerlo. Soy testigo vivo, como fui agente activo. Hace +20 años se veía venir
esto, y comenzaba a hacerse sentir la competencia brutal de las grandes áreas y
zonas comerciales. Fue el momento preciso, justo y decisivo. Existían medios y
ayudas. Desarrollé cantidad de técnicas de fidelización de la clientela y
potenciación de ventas, adoptadas de otros centros históricos comerciales con
éxito y adaptadas a mi pueblo, cursos y estrategias de concienciación,
formación y colaboración intercomercial, un portal corporativo de ventas, el
desarrollo de una tarjeta de crédito del comercio local, se ensayó el Centro
Comercial Abierto… Enfín… Y nada, ni caso, cada cual se miraba su propio
ombligo y todos en conjunto pasaban de todo. Fracasé en todas y cada uno de mis
intentonas e iniciativas que expuse al colectivo, y que hoy hubieran resultado
técnicas y herramientas eficacísimas que hubieran evitado, en todo o en parte,
la decadencia actual. Si cuando se pudo y se obtenían recursos y fuerzas, no se
quiso, hoy, sin fuerzas ni recursos, ya no se puede. La guerra se gana o se
pierde dependiendo de la primera batalla.
Pero también los ciudadanos de
esos pueblos tienen su buena parte de culpa. Aunque sea compartida con una
administración insensible que los ha acostumbrado a que exijan, cojan y se
aprovechen de todo sin que les cueste nada a cambio. Hoy la gente emigra cada
fin de semana a las áreas de comercio y ocio, dando la espalda al suyo y vecino
de toda la vida. Al que siempre le fió pero del que nunca se fió. Arguyen que
no les ofrece diversidad, ni precio, ni diversión… y no quieren ver que lo uno
y lo otro vienen del consumo y la demanda. A menos demanda, menos oferta. No es
no querer, es no poder… Como tampoco se quieren dar cuenta que los ciudadanos
han de alimentar a los pueblos donde viven, incluso de donde viven muchos de
ellos. La ingratitud tiene un nombre, y un precio final… Como tampoco parecen
darse cuenta que los pueblos son pobres o ricos en virtud de dónde emplean sus
recursos sus propios ciudadanos… Y que resulta de un ilustrado cinismo culpar
de abandono a lo que nosotros mismos hemos abandonado.
Aunque, ya digo, todos tenemos
nuestra carga de culpa en ello. Quizá aún haya una débil esperanza, no lo sé…
Pero lo que sí sé, es que cada vez quedan menos oportunidades. Lo del cartel es
un canto de cisne, una llamada a las conciencias de las personas… No deseo otra
cosa que equivocarme, créanme, pero es una lástima, una pena, que esto lo tenga
que escribir yo ahora, cuando, ni unos ni otros, tuvieron nunca conciencia de
nada.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador – los viernes a las 10,30 h. en: http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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