CONÓCETE
Hay
un conocido aforismo griego, que está grabado en el frontis del templo de
Apolo. Es la famosa frase “Conócete a ti mismo”… Ahí es nada, monada. Yo no sé
si alguien sería capaz de eso, pero de verdad, en serio, sin trampas ni
subterfugios, ni falsas presunciones. Yo, de quien lo inscribió en la piedra,
lo hubiera cambiado por otra frase, parecido, pero no igual: Reconócete a ti
mismo. Y, aun así, ya sería harto difícil. Porque, si no te conoces, mucho
menos te vas a re-conocer. Aunque… y esto es cierto, nos es más fácil
reconocernos por vernos reflejados en el espejo de los demás, en la imagen que
tienen de nosotros mismos, que conocernos a través de nuestro propio yo, de
nuestro propio ego…
…Sí, de acuerdo, me acuso de que
ya estoy otra vez con el mismo tole/tole. Y no es necesario que me riñan, pues
ya me riño yo solo a mí mismo. Lo que pasa es que considero importante que, aún
de vez en cuando, nos paremos en nuestro día a día, dejemos de dar vueltas a la
misma noria, nos bajemos del tiovivo un momentico, y nos pongamos a pensar.
Solo eso, pensar. No es malo, aunque nos ponga de malas. Es como enjuagarse un
poco por dentro para que no se adhieran muchas roñas a la piel del alma. Solo
las justas y necesarias, como se dice en misa… ¿o “es justo y necesario” lo que
se dice?.. Bueno, es igual, imagino que si nos es necesariamente justo, es
justo lo que necesitamos. Al menos hoy, de momento, en nuestro actual estado…
Vamos a pensarlo un poquito.
Y ya sin coñas, ¿ustedes creen
que se conocen a sí mismos?. No me cabe la menor duda que los antiguos
pensadores y filósofos sabían lo que se decían. Y que, si fue grabado en el
frontispicio del templo de uno de sus dioses más importantes, Apolo, es porque
supone una verdad de importancia incuestionable. Pero, entonces… ¿es una
imposibilidad manifiesta?. Yo creo que no, en absoluto. Pienso que era – y
sigue siendo – esa misma llamada a parar a la que antes he aludido. Como un
stop, un semáforo en rojo de la antigüedad, que ha transcurrido a lo largo de la
historia casi inédito… ¿Qué leches es eso de conocerse a sí mismo? .. ¡Bah..!,
cuentos de antes, y de los cuentistas que siguen escribiendo sobre tales
tontunas. Como yo, mismamente…
Pero no, lo que subyace en esa
frase es que el ser humano está hecho para trascenderse a sí mismo como
personas. Y solo hay un camino. Y es conocerse a sí mismo. No vale el creer
conocerse, que es lo que nos pasa a todos, si no el conocerse de verdad, ya que
en el instante en que nos conozcamos dejaremos de ser lo que somos. Jesús,
Buda, y muchos otros más, llegaron al punto de conocimiento en que
trascendieron de sí mismos, y a su propia realidad. A eso me refiero. No
estamos hechos de lo que suponemos, ni de lo que vemos y sentimos, si no de la
materia en que están hechos los sueños… y esta bonita frase no es mía. La dijo
un filósofo, o un poeta, u otro alguien más alguien que yo. Sin embargo, el
estar formados de nuestros propios sueños suena guay, pero como que no me veo
saliendo de mis fantasías oníricas. Puestos a creer, prefiero creer que somos
de la materia de que están hechos los sueños de Dios.
No obstante, sí que nos podemos
permitir un pequeño milagro. Es posible vivir en un universo mental a la vez
que en uno físico. Nuestras fantasías y nuestra realidad viven en mundos
distintos, pero ambas existencias forman y conforman nuestro propio ser.
Nuestro yo más profundo. Muchas veces enredan entre sí en una batalla brutal,
una auténtica guerra civil, y en otras tantas pactan treguas y concesiones
mutuas. Es cierto. La historia de mi vida es la de una negociación permanente
entre mi naturaleza mental y mi naturaleza material. Esta negociación,
analizada desde la perspectiva de los años (demasiados años para tan poco
tiempo) es agotadora, pero jamás la he roto sin llegar a algún tipo de
consenso… no sé si algún alguien por ahí fuera me entenderá.
…Porque el secreto, cuando uno
reconoce que no se conoce a sí mismo, ya no está en saber vivir con uno mismo,
sino en saber vivir a pesar de uno mismo… Y tan es así, que cuando nos apeamos,
aunque solo sea un momentillo, de la vorágine de nuestra vida, y nos miramos en
el espejo de nuestros hechos, no suele gustarnos lo que vemos. Y entonces nos
inventamos aquello que nos gustaría ver… y que nos gustaría ser.
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