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Mostrando entradas de abril, 2017

EL VALOR DE LAS COSAS

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A ver… pregunta: ¿Cuál es el valor de las cosas, el que tiene, o el que se le da?.. Es que, piénsenlo bien, no es lo mismo. Miren el pseudo/robo de joyas en la última gala de los Goyas. Esas que ceden afamados joyeros para que sean lucidas por el artisteo y salgan en las fotos.   Estaban en un cuarto revuelto, dentro de una caja de cartón, totalmente descuidadas. Una absoluta desidia, pero, claro, a quien no le cuesta no lo valora, que esa es otra… Bueno, el caso es que las ve un currante, y, lógicamente, piensa lo que yo hubiera pensado, que no tenían ningún valor, que eran pura bisutería, y se dijo, “joer, qué alegría le voy a dar a mis zagalas”, y se las llevó a casa. Es el valor que se le da, no el que tiene, que muchas veces no se sabe, se ignora… Y se ignora porque los no profesionales, la gente del común, valoramos según dónde se expongan, o cómo se guarden, o quién las luzca. Valoramos el cuadro por el marco. Unas joyas guardadas en caja fuerte las valoramos, pero en

DOLOR MORADO

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Este viernes pasado, 14 de Abril, no solo fue Viernes Santo, sino que también fue el aniversario de la República. Curiosa coincidencia. Extrañas matemáticas las que manejan los ángeles para encajar en una misma fecha dos eventos tan distintos como distantes entre sí y en sus diferentes significados. Aunque comparten detalles y destellos, conceptos como la sangre derramada, el drama y la muerte. En la Pasión ya se sabe, el sacrificio del inocente, de la víctima propiciatoria, del cordero. En la República, los prolegomenos de una guerra civil y fratricida, con más drama, y muerte, y sangre derramada. También comparten el morado como color emblemático. La Semana Santa en sus túnicas y sus paños, como símbolo de sufrimiento. La República, en su bandera, como símbolo quizá de lo mismo... Hay hilos ocultos que saben lo que tejen más y mejor que nosotros interpretamos lo que vemos. La vieja mujer y el creyente sincero lloraron, y sintieron, seguro, una punzada de dolor, mientras l

CAPIROTES

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                 Es inevitable. El pasado se filtra por los resquicios del presente. Sobre todo cuando el presente está construido con un pasado del que se ha mantenido la forma exterior como un escenario, el decorado de un pingüe negocio: la Semana Santa. Lo único que ha cambiado es la truculencia de su oscurantismo original por la rentabilidad de su exhibicionismo actual, naturalmente… Pero el escaparate es idéntico. El escenario se conserva intacto, y toda la parafernalia se repite, año tras año, como un auto de fé congelado en el tiempo de la historia, si bien hoy, destinado únicamente a consumo autoturístico, a que cumpla su función ordeñadora reponiendo la función teatral evocadora. Y lo que yo evoco resulta tan castrante y frustrante que me pregunto qué semana era  la verdadera, si aquella o ésta, aunque ambas sean idénticas en las maneras, en la cáscara, y me contesto a mí mismo que ninguna es verdaderamente auténtica. Que ambas son falsas. Por lo que tampoco nada se ha p