CAPIROTES
Es inevitable. El pasado se
filtra por los resquicios del presente. Sobre todo cuando el presente está
construido con un pasado del que se ha mantenido la forma exterior como un
escenario, el decorado de un pingüe negocio: la Semana Santa. Lo único que ha cambiado
es la truculencia de su oscurantismo original por la rentabilidad de su
exhibicionismo actual, naturalmente… Pero el escaparate es idéntico. El
escenario se conserva intacto, y toda la parafernalia se repite, año tras año,
como un auto de fé congelado en el tiempo de la historia, si bien hoy,
destinado únicamente a consumo autoturístico, a que cumpla su función
ordeñadora reponiendo la función teatral evocadora. Y lo que yo evoco resulta
tan castrante y frustrante que me pregunto qué semana era la verdadera, si aquella o ésta, aunque ambas
sean idénticas en las maneras, en la cáscara, y me contesto a mí mismo que
ninguna es verdaderamente auténtica. Que ambas son falsas. Por lo que tampoco
nada se ha perdido como tampoco nada se ha recuperado, tan solo que el foco de
la película se ha trasladado… de sitio, y ahora se ve desde la perspectiva del
negocio.
Mi infancia vivió unas semana
santas opresivas y represivas. A la escenificación escalofriante de procesiones
de encapuchados kukuxclanescos, penitentes, como los actuales autoflagelantes
shiíes del profeta, se añadía el ominoso culto a la sangre derramada, las
ceñudas y oscuras damas de mirada acusadoras y escrutadora tras sus velos y
mantillas, que escupían a la vida durante esa semana… - Nene, no se puede cantar… - Niño, no silbes… - No se puede jugar… -
No puedes reír, crío del demonio… - ¿Cómo te atreves a estar contento?, tienes
que estar triste… ¿Por qué..?, preguntaba el más osado, o el más infeliz… No se puede cantar, ni silbar, ni jugar,
ni reír, ni estar alegres, porque se ha muerto el Señor, y estos son días de
luto, tristeza y rechinar de dientes… era lo que te contestaban con severa
admonición y casi que con odio, bajo los ropajes y crespones negros de aquellos
días.
…Menos mal, menos mal que
aquella censura inquisitorial nos dejaba, al menos, las películas de romanos,
casi como un clavo de espinas al que agarrarse para sobrevivir a aquellas
semanas santas. Luego supe que su cerrazón mental, su obtuso pensamiento
religioso, las permitían porque, al fin y al cabo, aquellos pecholatas eran
parte de la escenificación de aquellos días. Algo así como la ubicación
histórica de los hechos pasionales. Leches fritas… Era cine de aventuras donde
mismo se prohibían otras aventuras de cine, otras películas iguales, al fin y
al cabo. Quo Vadis?, Ben-Hur, La Túnica Sagrada, Rey de Reyes, Barrabás,
Espartaco, La Caída del Imperio Romano… Para mí era glorioso cine bélico, a la
postre, de casco y espada en vez de sombrero y colt, pero a caballo igualmente.
Y mucho más lucidas y espectaculares que los western´s, dónde va a parar.
Porque hasta los dramas de “a moco tendido”, típicos de una época en que se
tapaban desgracias reales con desgracias ficticias, se consideraban obscenas en
Semana Santa… Y pecaminosas, por lo inadecuado del calendario, ¡…falta de
respeto, joer!. Eran tan inaceptables como inaceptable era vivir un poco
contento.
Y resulta curioso que hoy, en la
actualidad, bastante más de medio siglo después, las cadenas de televisión
sigan abonadas a tal absurdo. No sé si es por falta de imaginación, o por el
deseo de recrear aquella atmósfera idiota y asfixiante, o qué motivo les mueve
a recurrir a los mismos subterfugios cansinos y burdos. Ya no creo que esté el
censor de las 4R con reparos tocándoles a la puerta cada Semana Santa de cada
año, ¿verdad?.. Aunque tampoco me extrañaría demasiado que este gobierno,
confesional y monaguillo, enviara ovejunos consejos a los medios. Pero no creo,
pues esto también ha pasado con gobiernos de pundonoroso socialismo…
Yo creo que España ya lleva el
capirotazo inserto en su Adn. Lo llevamos los españoles de épocas atrás en
nuestros genes como una marca de fuego, luto y sangre, que los más
fundamentalistas intentan transmitir en los suyos a los suyos. Así que, aún aparentemente,
nos flagelamos con ellos en primavera lo mismo que luego nos bañamos en verano.
Y carnavaleamos a nuestras imágenes, y las sacamos a la calle en interminable
procesioneo, entre lujos y presunciones vanas, entre una fé torcida y enfermiza
y un espectáculo formal y productivo. Y en los entreactos del teatro, mientras
se cuentan ases y sextercios que han caído en las mesas de los comerciantes y
cambistas, seguimos poniendo y re-poniendo, por pura costumbre y tradición,
películas de romanos… A mí, fíjense, ya me resultan entrañables, y me produce
hasta cierta ternura verlas… Pero, por favor, váyanse a hacer gargarismos los
capirotes mismos.- Ándele, ándele…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
Comentarios
Publicar un comentario