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Mostrando entradas de octubre, 2018
PROGRAMA MISTERIOS DE LA CRIPTA
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EL ATEO ESPECULAR
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El ateísmo no es no creer en Dios, sino no creer en uno mismo. Los ateos que no creen en un dios determinado de una religión determinada son solo ateos religiosos, nada más. Son de los que dicen – o deberían decir – no creo en tal o cual diós, pero creo en este otro. Es el caso de los islamistas actuales, o de los católicos medievales, por ejemplo. Ambos se montan cruzadas del suyo contra el del otro, y se llaman mutuamente infieles… ¿Pero en qué Dios no crees?, les preguntaba yo a los ateos integrales… “ En ninguno ”, contestaban, con lo que daban por supuesto tácito la existencia de varios dioses. O, si cosechabas un raro y extraño “ en mi Dios solo, y punto pelota ”, estaban reconociendo la de su exclusivo y personal Dios. Ernesto Cardenal creo que fue quién dijo que no se puede ser ateo de algo en lo que no se cree, sino de algo en lo que se cree. Yo digo lo del principio de este párrafo, y es que si nos reconocemos a nosotros mismos, estamos viendo un reflejo, por pálido q
7 SIGLOS DE GARANTÍA
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Bélgica no es solo la sede del Parlamento Europeo, ni la cuna de partidos nazis que dan apoyo a Puigdemont, ni tantas cosas contradictorias que nos evoca y provoca el nombre de Bruselas. También existe un pueblo allí, de unos 40.000 habitantes, Geel, con todos los atractivos de estas pequeñas ciudades belgas, que tiene y mantiene una curiosa actividad desde hace siete siglos, unida a una tradición medieval, quizá una leyenda, que cuenta que, allá por el año 600, un rey de la lejana tierra irlandesa enviudó de su atractiva esposa, y quiso componer su vacío con las más hermosas mujeres de su reino, frustrándose siempre cualquier intento. Y como que tenía una hija, Dimpna, que a sus quince años era tan bella como su madre, el monarca quiso desposarla… Ella, aterrorizada por tan incestuosas y enfermizas pretensiones, huyó a refugiarse en Geel, en compañía de un clérigo de su absoluta confianza. Pero su progenitor la encontró, y loco por su negativa, acabó por decapitarla.
MISTERIOS DE LA CRIPTA
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…O lo que es igual, Misterios de la Administración. Porque la administración, la nuestra al menos, es una cripta llena de historias de misterio, un costoso, esplendoroso y fastuoso mausoleo, de enormes proporciones, donde, muchas veces, cumple el objetivo opuesto para el que existe. Es más caro el mantenimiento que el costo de custodiar los restos que conserva. De hecho, en nuestra multiplicada por 17 espléndida cripta, a mí, personalmente, claro, me surge la duda de que no sé si los funcionarios se han hecho para la administración, o la administración se ha hecho para los funcionarios. Y pienso que el costo (impuestos) de mantener esa administración, muchas, muchísimas veces, es superior al costo real de los servicios que se supone prestan al ciudadano. A veces, incluso, obra el efecto contrario, sus absurdas normativas complican, embarullas y encarecen aquello que su concurso debería de simplificar y abaratar. Y priva a la ciudadanía de lo que debiera facilitarle.
LA OTRA CENSURA
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Cuando algunos álguienes se empeñan en cortarme los laureles por leer lo que no escribo… e interpretar lo que me cuido mucho de no decir, siempre me acuerdo de aquel sargento de mi período de instrucción en aquella “mili” obligatoria, donde todo españolito pasábamos por las armas (o nos pasaban por las armas en sentido figurado), que, en las prácticas de tiro, siempre nos decía aquello de “ prefiero a los tíos que donde ponen el ojo ponen la bala ”, señalándonos con su ominoso dedo acusador. Cuando, en los descansos de chusco y cantimplora, se nos acercaba a confraternizar, como tropa que era, en el círculo de soldatas, ya en plan distendido, yo le soltaba a aquel suboficial si no le daba igual los que donde poníamos la bala, allí poníamos el ojo. Y como que bizqueaba con la pregunta y yo intuía que no lo había captado, le aclaraba que, la inmensa mayoría éramos de los que, tras disparar la bala, mirábamos dónde la habíamos puesto… En los temas delicados (soc