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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

miércoles, 17 de octubre de 2018

7 SIGLOS DE GARANTÍA


Bélgica no es solo la sede del Parlamento Europeo, ni la cuna de partidos nazis que dan apoyo a Puigdemont, ni tantas cosas contradictorias que nos evoca y provoca el nombre de Bruselas. También existe un pueblo allí, de unos 40.000 habitantes, Geel, con todos los atractivos de estas pequeñas ciudades belgas, que tiene y mantiene una curiosa actividad desde hace siete siglos, unida a una tradición medieval, quizá una leyenda, que cuenta que, allá por el año 600, un rey de la lejana tierra irlandesa enviudó de su atractiva esposa, y quiso componer su vacío con las más hermosas mujeres de su reino, frustrándose siempre cualquier intento. Y como que tenía una hija, Dimpna, que a sus quince años era tan bella como su madre, el monarca quiso desposarla… Ella, aterrorizada por tan incestuosas y enfermizas pretensiones, huyó a refugiarse en Geel, en compañía de un clérigo de su absoluta confianza. Pero su progenitor la encontró, y loco por su negativa, acabó por decapitarla.
                Hasta aquí lo terrorífico. Luego viene lo balsámico. Se cuenta que ese arranque de insana locura fue curado por su hija Dimpna tras su violenta muerte, que arrancó al diablo de la mente de su padre. Así que, los de Geel, convencidos de la capacidad sanatoria de su joven mártir, en el siglo XIII se le empezó a rendir culto como santa, se le instituyó en patrona de los enfermos mentales, y se erigió una iglesia en su nombre, ya en 1.349.- Desde entonces, los peregrinos buscan una cura o alivio a sus males acudiendo masivamente a rendirle un novenario. Fue tal su fama, que se tuvo que edificar un centro asistencial junto al templo, que pronto quedó escaso para acoger los pacientes que venían. Ante tal imposibilidad, comenzaron a alojarlos con familias del lugar a cambio de una muy leve compensación económica. Muchos de ellos se encontraban tan bien acogidos, y se sentían tan felices, que ya nunca volvieron a sus lugares de origen, viéndose curados de su mal, con el tiempo, una mayoría de ellos. Geel inició así un reconocido periplo de fórmula alternativa de tratamiento a enfermos mentales que viene durando la friolera de setecientos años.
                En la actualidad, más de 200 familias acogen enfermos de esquizofrenia, depresión, epilepsia, paranoia, alucinaciones, ansiedad, trastornos de la personalidad, bipolares y obsesivo-compulsivos de la alimentación… Reciben una ayuda del Estado de 600 euros, y son seguidos, controlados y apoyados por las autoridades sanitarias y doctores especialistas. Por supuesto, en la comunidad médica este experimento social tiene sus defensores y sus detractores, pero los resultados obtenidos durante 7 siglos son claramente positivos: se espacian las crisis, se aminoran los problemas en los enfermos, se reducen hasta en un 60% la medicación… y llegan incluso a tener una existencia normal. Y son cientos de niños, jóvenes, adultos, que, como un miembro más de la familia de acogida, se integran de pleno en las labores usuales de la comunidad. Unos están meses, otros años, otros el resto de su vida…
                El debate científico está abierto desde el siglo XIX, y ya en 1.902 el Congreso Internacional de Psiquiatría de Amberes proclamó que Geel es un modelo a imitar, pero tal llamamiento fue ignorado y silenciado. Sin embargo, el modelo sigue funcionando, y funciona bien, muy bien, hasta el día de hoy. Yo me he atrevido a traerlo esta semana a mi columna, porque creo que hemos de reactivar la polémica, a ver si sirve para algo. Es obvio que nuestra sociedad es una sociedad enferma, cada vez con más y más personas que precisan tratamiento mental continuado en mayor o menor grado. Y que lo que aquí salta a la vista es una pregunta difícil de contestar: ¿por qué estos enfermos, en su entorno natural y con sus propias familias no obtienen la mejoría y alivio que en otras comunidades sí le procuran?.. No es una pregunta retórica. Estamos ante una experiencia de 700 años que la avalan. Naturalmente, yo no estoy capacitado para contestarla, pero sí que estoy decidido a exponerla y defenderla. ¿Por qué, ese modelo que ha dado, y sigue dando, tan buenos resultados, no se promociona y favorece?.. Quizá mi muy estimado amigo J.J., eminente profesional y excelente ser humano, me lo diga al oído algún día. Y entonces puede que llegue a entenderlo.
                Por supuesto, este artículo de hoy está dedicado a todas las familias en las que alguno de sus miembros padecen problemas mentales, y que los sufren ante la práctica indiferencia de los que no tenemos tal problema. Que tampoco somos tantos si nos contamos a nosotros mismos. Y lo dedico con todo cariño a todas aquellas organizaciones que, como el Prometeo de mi pueblo, intentan afrontar un reto tan valiente con tanta generosidad y desprendimiento… Mi intención es solo darles voz, sacarlos a la realidad y exponer un mal que ya no es vergonzoso, si no ominoso, y que lo produce la propia sociedad y nuestro equivocado estilo de vida.. Pero que también la propia sociedad oculta resortes y recursos que pueden revertir la situación. A la vista está. En Geel lo llevan haciendo la friolera de siete siglos. Está probado, comprobado, demostrado y documentado, por lo tanto, es posible. La cosa está en querer hacerlo y en cómo hacerlo. Vamos, digo yo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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