EDILES (Carta abierta)
No estoy en contra de los cargos de asesores. Ni mucho menos. Estoy en contra de una fórmula onerosa para el gasto público y que, generalmente, tan solo sirve para colocar paniaguados. La herramienta de asesoría es buena, muy buena, mientras no se utilice como “colocadero”. Asesorarse es incluso necesario, pero sin aprovechar esa necesidad para emplear el dinero público en cargos de favor. Existe una fórmula de muy bajo costo y muy buenos resultados, quizá menos elaborados pero sí que más efectivos. La condición primera es que un asesor debe estar motivado, pero no pagado. Debe compensarse con un mínimum por ello, pero sin que se sienta dependiente de ello. Ha de conservar un carácter independiente y honesto. Un asesor que come del político de turno solo dice lo que el político quiere oír. Defiende el puesto del que paga manda. Un asesor modestamente compensado trabaja por auténtico compromiso ciudadano, no por interés. Y el ahorro a las arcas públicas es considerable. Hay un dicho e